jueves, 31 de diciembre de 2015

2015 vueltas a nuestra estrella.

Es gracioso que comenzara este año pensando que el tiempo es una creación de una especie que está demasiado ocupada inventando cosas intangibles como para preocuparse de preservar las tangibles, las que las rodean, porque no podía estar más equivocada. El tiempo y el espacio son dos realidades que se necesitan la una a la otra para poder existir, y si bien ya me había hecho una idea de esto en noviembre del año pasado, no es hasta ahora cuando me he dado cuenta de que una cosa es el tiempo y otra nuestra forma de medirlo. Y sí, la teoría de la relatividad existe, y está en lo cierto, porque no es lo mismo la duración de un año y el provecho que le has sacado.
Y a este 2015 he tenido la suerte de poder sacarle un gran provecho, de descubrirme como persona. He sentido por primera vez ese orgullo longevo, que no viene dado por un triunfo momentáneo, sino por lo que ha sido una evolución en toda regla. Sí, leer Harry Potter en su versión original, cuando antes el idioma había sido un escudo y no un puente, ha sido una de las cosas que con más cariño voy a recordar, uno de esos logros que destacan en el año, reforzado por haber conseguido el Advanced. Próxima parada, Proficency. Ya que soy de Ravenclaw, voy a serlo a tope, porque no hay tesoro más grande para el hombre que la sabiduría sin parangón. Va por ti, Rowena.

También he vuelto a sentir ese orgullo que viene cuando acabas algo que te ha llevado mucho tiempo; Light Wings ha sido un viaje, con sus subidas y bajadas, que espero poder repetir en el futuro. De momento, me aferro a Chasing the stars, y les abro la puerta a las musas; que ellas hagan su magia en mi cabeza como llevan haciendo tanto tiempo.
Oh, y no olvidemos la vuelta al Palacio Valdés. Puede que ya no fuera una actriz, sino una espectadora, pero poder volver a pisar ese escenario, contemplar la inmensidad del teatro vacío y ver cómo se iluminaba (literalmente) ante mis ojos ha ayudado a que me reforzara en mis deseos de escalar.

Me lo he pasado muy bien. Genial, la verdad. Aunque no ha sido siempre, me quedo con momentos increíbles que todavía me arrancan sonrisas mientras escribo esto; la Holi Party, el pasarme Julio y Agosto con mi mejor amiga metida en el cine, el obligarla a ver Harry Potter (qué monotemática soy, por Dios) porque no había internet cuando las fiestas del pueblo, el hacer que Eclipse ya no sea la única película que he visto en el cine dos veces (porque Margarita y sus congéneres se lo merecen), el decirle adiós a Los juegos del hambre y hola a Star Wars, decidiendo darle una oportunidad, de recibir a otra amiga a la que había visto sólo una vez en persona, y redescubrir Asturias con ella… Y sí, joder, claro que sí. Viajar a Inglaterra, visitar King’s Cross, hacerme una foto caminando hacia el Tower Bridge y poder cantar a grito pelado Bang Bang. Comprobar que Nicki Minaj también existe y no es un conjunto de píxeles, como hasta hacía casi un año se habían empeñado a ser One Direction.
Oh, dios, ¿y ver los Oscar en directo? ¿Ver cómo se hacía justicia en un mundo que a veces es hasta cruel, ver a Meryl alzando las manos justo cuando lo hacía, sin ser en diferido ni nada, y a Eddie recogiendo un premio que yo sabía que se merecía como nadie, pero que no tenía del todo claro que iba a ganar? Eso ha sido una meta personal, marcada en parte por las palabras de Penélope Cruz, “era la única en el barrio que se quedaba levantada despierta para poder ver los Oscar en directo, no importaba lo tarde que fuera”. Este año, por fin, lo consiguió. Y mereció la pena pertrecharme con comida y bebida que luego casi no utilicé, a formar parte de la única fiesta del año que El becario (no, no he visto El Padrino, ya tengo algo que anotar) de la que nunca se podrá desprender; o el desear que Chloë Grace Moretz hubiera nacido dos meses antes para glorificar aún más a mi generación por su papel en Viaje a Sils Maria, o poder ver que actores a los que los demás glorifican por ser “espectaculares”, en realidad son menos estrellas y más estrellados, y a la inversa…
verdaderamente me importa: la fiesta del cine, el Cine con mayúsculas. Porque si tuviera que definir este año con pocas palabras, “cine” estaría entre ellas. No sólo por empezarlo viendo a uno de mis actores favoritos demostrar de qué es capaz, ni por atreverme a ver una peli de miedo sólo porque otra la protagonice (mira, hasta la puta polla me tienen los actores de Harry Potter), sino porque con cada película, con cada frase, siento que aprendo algo nuevo, que empiezo a apreciar mejor los matices de las actuaciones y que mi repertorio de actores se va ampliando poco a poco, siempre dejando espacios inamovibles, como la calificación de “bizcocho” a Robert De Niro por su papel en
La compañía, inmejorable. Viejas amigas han vuelto a mí y las nuevas han permanecido a mi lado, demostrándome que, después de todo, los animales gregarios también pueden unirse. No había tenido un grupo definido hasta ahora, y nunca había entendido qué gracia le veía la gente a salir “en manada”, pero ahora no sólo lo entiendo, sino que lo comparto. La universidad me ha regalado a unas personas geniales con las que espero seguir compartiendo uvas, aunque ahora mismo sea cada una en su casa y Dios en la de todas.
Pero también me han quitado cosas este año; no todo han sido momentos dulces de color de rosa, como el sentirme realizada porque por fin tengo el derecho que me reconoció Virginia Wolf, a poder tener un espacio de trabajo para mí misma con el que intentar conquistar el mundo, un mundo que queremos más igualitario y más ecológico, en el que todos tengamos las mismas oportunidades, tanto en nuestro paso como a pasar por ello, compartiendo diferentes sexos y especies el único hogar que, por suerte o por desgracia, tenemos. También he estado triste año y he tenido miedo; miedo, por no saber si Night Changes sería el último vídeo de One Direction, miedo, porque sin Zayn esto no podía tirar para delante; y tristeza, porque he dejado de ser una nieta. En julio de este año perdí a mi abuela, la única que me quedaba. Y el 28 de este mes, se cumplían 10 años de este inicio de ciclo en el que empecé a perder a mis abuelos. Sé lo que es tener claro que en ocasiones perdí el tiempo con ellos, que debería haberlos obligado a contarme más historias de cuando eran jóvenes o yo no había nacido, o incluso de cuando era pequeña, porque cada recuerdo de sus voces es una forma de revivirlos. Cada recuerdo es el cielo cristiano, el único lugar donde ellos vivirán para siempre.
Sin embargo, soy optimista. No quiero anclarme en el pasado; se avecinan siempre tiempos mejores. Con cada golpe la piel se hace más fuerte y conocemos nuestras debilidades; con cada lágrima valoramos un poco más las sonrisas. Este año, creo, no he llorado, a pesar de todo lo malo que me haya podido pasar. Este año he seguido eligiendo ser la chica blanca que sacude el culo en el Wireless Festival con tanta rabia que las negras de al lado se descojonan, todas cantando a coro con una mujer que nos ha reunido allí para obligarnos a intentar alcanzar las estrellas. He decidido ser la mujer que se busca la vida por sí sola, comprando lo que necesita, preguntando por la calle cuando está perdida. La que consiguió aprobar el primer curso de una carrera a la que le está cogiendo cariño, más por la gente que la rodea que por otra cosa, a pesar de que le habían dicho que había que mentalizarse de que en 1º siempre llevas una, que “no habrá pasado un verano en que no hayas estudiado romano”.

La suerte favorece a los audaces, así que, madre Tierra, cuando vuelvas a estar en esta posición con respecto a la estrella que nos dio vida y nos alimenta, sólo te pido una cosa: déjame seguir siendo audaz. Seguir siendo valiente. Seguir siendo optimista y seguir luchando. Deja que siga acompañada de tan buena gente, y que quienes no me hacen falta continúen su camino; déjanos flotar a la deriva en direcciones distintas. Escúchame cuando te hablo cuando una estrella fugaz te araña la piel que es la atmósfera.
Sigue siendo buena conmigo. Yo prometo no dejar de apreciarte y cuidarte nunca. De las estrellas, al cielo.
Hasta siempre, 2015. Gracias por tanto.
Y bienvenido, 2016, ¿qué sorpresas me traes hoy?

jueves, 24 de diciembre de 2015

24 el 24.

Por si sigues algún blog, échale un vistazo a esta entrada.

Confieso que no iba a escribirte nada, pero, ¿qué demonios? Un día es un día, y volver a publicar tres días seguidos tampoco me va a matar. Sólo quería felicitarte el cumpleaños; felicitártelo con la mente en otra parte, en una versión tuya no oficial que sufre por haber nacido el día antes de Navidad, con todo lo que eso implica. Haber celebrado 18 cumpleaños pensando que nadie se acordaría de esa fecha, por “compartirla con alguien demasiado importante”.
Vivir 18 años sin que a nadie se le ocurriera que naciste en Nochebuena porque eres un verdadero regalo de Navidad.
Podría volver a escribir todas esas frases moñas que te dediqué una vez, pero no vamos a engañarnos. Yo ya he crecido (joder, a mi edad tú ya eras famoso, y yo todavía estoy aquí), me he dado cuenta de cómo son las cosas, del verdadero nombre de los sentimientos, y de cuáles son verdad, naturales y profundos, y cuáles parecían serlo pero en realidad eran fruto del ambiente.
Oh, no, ya no tengo esa obsesión de antes. Pero todavía sonrío cuando alguien te menciona, o cuando alguien me mira por haberlo hecho, o cuando algo me recuerda a ti. No voy a renunciar a algo tan bonito como han sido estos años, sólo por hacerme vieja y querer alejarme un poco de todo eso, darme cuenta de que lo verdaderamente importante de mi vida es que es mía. Por mucho que me cabreen algunos de tus directos (gracias a Dios, cada vez menos), por mucho que te quiera pegar una bofetada de vez en cuando, te sigo considerando “mi hijo”. A pesar de tener tú 24 años y yo, 19. Así son las cosas.
Porque no soy de las que olvidan, y no me olvido de quién me defendió cuando yo prefería pasar, quién me prometió cosas que pensaba que no me importaban. Quién conseguía hacerme reír siendo él mismo, o quién me recordó que éramos importantes, quién hizo que aquel interés de llegar a buscar enlaces sin cesar hasta encontrar buena calidad regresara. Quién hizo que no escuchara She’s not afraid en directo (no, creo que nunca te voy a perdonar eso). Quién me trajo al blog cada día en 2012, quién me abrió las puertas a un mundo en el que yo nunca pensé que entraría.
A quién elegí yo como amor platónico, sabiendo que, en realidad, no aguantaría ni dos días contigo. Somos los dos igual de insoportables.
Eso no quiere decir que te tenga menos cariño.
Me haría ilusión que algún día puediera decírtelo en persona, pero no como te lo piden las demás. Yo no quiero ser un abrazo fugaz, ni un “hi, love”. Haré que te sepas mi nombre, quién soy, qué es lo que hago… tal vez, un día, podré hablarte de lo pequeño que me pareces. Aunque seas más alto que yo.
Hasta entonces, seguimos viéndonos por aquí, Tommo. Felices 24. Disfruta de tu día, bien saben los dioses que este año, más que nunca, te lo mereces. Sigue siendo tan valiente como siempre.
Y no te pases con la consola. No queremos que vuelvas más loco de lo que te fuiste, aunque dudo sinceramente que eso sea posible.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

GOOGLE NOS SEPARA.

Siento el título tan histérico, pero realmente necesitaba que entraras a echarle un vistazo a la entrada. Por primera vez en mucho tiempo, voy a ir al grano: vamos a perder seguidores. Todos los que usamos Blogger. Y los seguidores nos perderán a nosotros también. ¿Qué por qué? Muy sencillo: Google va a poner fin a la “aplicación” Google Friend Connect; ese pequeño recuadro que todos los que tenemos un blog intentamos poner a la vista con la esperanza de conseguir un poco más de audiencia. Este gadget, app, o como se llame, desapareció en 2011 para el resto de plataformas que usan el servidor, pero por un motivo u otro, el gigante decidió conservarlo… hasta que, ahora, ha decidido que ya no le interesa.
Así que lo que se nos avecina es preocupante: el 11 de enero desaparecerán todos los perfiles de seguidores de blog que NO usan una cuenta de Google para aparecer ahí, en nuestras plataformas, para darnos apoyo y enterarse ellos de cuándo subimos una entrada, sin tener así que entrar cada x tiempo en nuestro pequeño rincón para comprobar si estamos bien, nos ha dado un infarto, o nos vamos de vacaciones.
Oh, pero la cosa no acaba aquí. No. También la gente que tenga blog y los administre con cuentas que no sean de Gmail se verá con la imposibilidad de entrar en sus webs, con todo lo que ello implica: desde no poder cambiar la apariencia, contar las visitas, o incluso subir nuevas entradas.
Google se escuda en esta limpieza masiva en que “hay un montón de cuentas inactivas, y de urls que ya no se usan, y que pueden volver a ponerse en circulación”. A eso, personalmente, no tengo queja alguna: estás en tu derecho de querer volver a hacer disponibles direcciones que llevan a blogs que no se actualizan desde 2007 (yo misma sufrí el no poder cambiar a una dirección una vez por un blog que no se actualizaba desde esas fechas), pero no creo que tengamos que pagar justos por pecadores. Elimina a quienes no publiquen nada, o por lo menos cambia sus direcciones y notifícaselo como quieras, y déjanos a los demás en paz.
Así que el propósito de esta entrada es sencillo: decirte que corras la voz. Que si tienes un blog y no sabías de esto, avises a tus seguidores, con una entrada o lo que quieras [mira, te dejo hasta copiar esta, si te sientes demasiado vago/a para escribir la tuya propia], de que tienen que cambiarse a una cuenta de google para poder continuar siguiéndote. En teoría, con una simple dirección de Gmail ya debería bastar.
Y, si eres un seguidor mío, querría pedirte el inmenso favor de que te hagas cuenta de Google y me vuelvas a seguir. El botón está, como siempre, aquí a la derecha. Si, por el contrario, ya la tienes, sólo entra a Blogger, vete a Lista de lectura, y añade la dirección de este blog, ya sabes; californianraspberry.blogspot.com. Hoy no te pido que comentes, ni que me digas por Twitter lo que te parece la entrada (aunque, si quieres hacerlo, por supuesto estás en tu derecho) sino que simplemente sigas esos pasos para que no perdamos el contacto. Porque no es justo que, después de más de 5 años en Blogger, Google decida quitarme los seguidores que me ha costado tantísimo ganar.
Y porque, en realidad, no sabes la ilusión que hace ver que hay gente interesada en lo que escribes. Ver tus seguidores, por pocos que te parezcan, te anima a seguir escribiendo y subiendo. Es un apoyo moral que en Google parecen no valorar, pero que todos los que tenemos un blog sabemos exactamente cuán poderoso es.

martes, 22 de diciembre de 2015

Terivision: Star Wars.

¡Hola, startie! Fiel a mi espíritu democrático, y después de hacer una encuesta en Twitter, vengo a hablarte de una película que vi ayer. Sí, por favor, no te enfades conmigo. Ya sé que es “otra crítica más”. Pero es probable que no hayas visto muchas como la mía sobre…


Star Wars, episodio VII: el despertar de la fuerza. ¿Que qué tiene de diferente la opinión que yo pueda tener con respecto de las de que pueblan internet? Seguramente el hecho de que yo no he visto la saga entera. Es más, cuando me enteré de que iban a estrenar esta película (y, para colmo, el mismo año que Jurassic World, con lo que ni el récord de taquilla del año vamos a conservar, lloro fuertote) me animé a intentar ver la saga. Estaba yo tan tranquila, esperando para ver Hotel Transilvania 2, cuando  apareció el droide mítico que impulsa la trama. Y yo me giré y les dije a mis amigas: “tiene una pinta de la hostia, pero no me veo con fuerzas para ver las anteriores”.
No las tuve.
Vi sólo la primera película (el episodio IV, ¿a quién coño se le ocurre empezar una saga con EPISODIO IV? ¿LA GENTE EN EL CINE NO FLIPÓ UN POCO O QUÉ?), aunque decir que “la vi” sería reírse en la cara de lo que hice con mi ordenador esa noche. Tan pronto estaba el protagonista subiendo a la nave de Harrison Ford como PUM, reventaban una nave.
Vamos, que la Fuerza ni me acompañó, ni se me acercó siquiera, ni me pasó rozando. Pero yo me arrastré hasta el cine porque a) los efectos especiales pintaban muy bien (y, si me vas conociendo un poco, ya adivinarás lo mucho que me seducen un par de explosiones bien hechas y creíbles) y b) porque la protagonista me parecía una bizcocha, tanto personal como artísticamente hablando.
Me vas a permitir que no te cuente la trama, porque hasta los fans más veteranos iban al cine sin tener ni zorra idea de lo que les esperaba, más que un Harrison Ford diciéndole a Chewbacca (Dios, por favor, dime que lo he escrito bien) que “estaban en casa”. Si quieres ver la película, que sea por el continente y no por el contenido, aunque el contenido promete. Si eres nostálgico, no sé qué coño haces que no vas corriendo al portal de turno a intentar verla de inmediato, porque, sí, aparecen personajes míticos. Personajes que hasta yo conozco.
Y si no lo eres, bueno… nunca está de más tener un poco más de cultura cinematográfica.
Tengo que destacar las actuaciones de la protagonista, Rey, Daisy Ridley, que parece haber nacido para interpretar su personaje. Es la heroína que mi generación lleva tiempo esperando: paciente pero a la vez lanzada, sacrificada y a la vez tenaz, no dispuesta a ceder cuando las cosas no lo requieren. Con El despertar de la fuerza he descubierto a una actriz a la que tengo ganas de continuar siguiendo en un futuro.
También están, evidentemente, los guiños a las otras, que puedes sacar (aunque no en su totalidad, evidentemente) incluso sin haberlas visto: apariciones de personajes míticos, persecuciones que te suenan aunque nunca las hayas tenido delante, la mítica banda sonora, y símbolos que trascienden grupos sociales (vamos, la máscara de Darth Vader, como representante máxima). Y son precisamente estos guiños los que hacen que te entren ganas de ver las demás, si no lo has hecho aún, cosa que me ha pasado a mí.
En cuanto al desarrollo de los medios, cómo se nota que han pasado casi 40 años desde el estreno de la primera. La fotografía es genial, pero, claro, con las cámaras que hay en 2015 no es para menos, y los efectos especiales te hacen sentir que eso existe realmente, que no tienes que poner tanto de tu parte como para creértelo, cosa que me sucedió con la primera, y posiblemente la razón por la que no terminara de cuajarme.
Con todo, hay una serie de cosas que no terminan de cuadrarte. Bastantes sucesos son previsibles, por ejemplo, SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el texto para leerlo), la muerte de Han Solo a manos de su hijo Sith/Jedi malo/como cojones se llame a lo que es ese individuo. Si ya al principio te lo dice, por el amor de dios. Otra cosa que no me gustó nada, y que a los fans parece ser que tampoco, a juzgar por los comentarios de Series.ly, es el carisma del malo. O, mejor, la falta de éste. Infunde respeto cuando lleva la máscara, pero una vez se la quita te quedas en plan ¿???????? Ponte a estudiar anda “wapo”. La caída del personaje es en picado; al principio le tienes respeto, porque, joder, va enmascarado y te recuerda a quien te recuerda, pero en cuanto conoces su identidad, el muchacho sufre una “involución” hasta llegar el punto de ser pésimo peleando con otra persona (¿en serio la gente pensaba que el soldado iba a ser el Jedi? Yo nunca dudé de que fuera a serlo la chica) que acaba de coger una espada láser POR PRIMERA VEZ EN SU PUTA VIDA. EXPLÍCAME ESO, JOTA JOTA ABRAMS.
Lo mejor: el culebrón mexicano que te meten entre pecho y espalda sin que tú te des cuenta. Tú quítale a Star Wars las espadas láser. ¿Qué te queda?
Ricardo Raimundo Montoya Ramírez de todos los santos, yo soy tu padre. Tal cual. Acojonante.
Lo peor: que, si has visto las demás, la trama no tiene nada de nuevo.
La molécula efervescente: “¿qué haces [repitiendo el gesto de Han Solo]? ¿Qué quieres? ¿A qué viene ese gesto?” de Finn (alias, el soldado negro –de piel negra, vaya, su armadura es blanca, como viene siendo natural-) a Han Solo.
Grado cósmico: Estrella DE LA MUERTE PUAHJAJAJAJAJ qué graciosa soy {4/5}.
¿Y tú? ¿Ya has visto El despertar de la fuerza? ¿O perteneces a ese grupo de personas que consigue mantenerse al margen?
Déjame un comentario contándome qué te ha parecido. O si eres de la resistencia. O si vas a ver las demás (por primera vez o de nuevo). Y, si no es mucha molestia, también puedes decirme qué película te gustó más (y, ¿por qué no? menos) de todas. Pero eso es si quieres. No es obligatorio.
Aunque puede que C3PO llore si no lo haces. Que te cargue en la conciencia.

jueves, 17 de diciembre de 2015

A nuestros futuros nosotros.

Querido Liam:
               Aprovecha este descanso como puedas. Duerme hasta bien entrada la tarde. Levántate sólo para ver la película de acción de turno, y luego vuelve a acostarte. Baja las persianas, corre las cortinas, y disfruta de la oscuridad. No te pares a hacer fotos si no quieres, y párate si te apetece. Vete de compras por Navidad aunque sea febrero. Protesta por cualquier chorrada en Twitter, y luego pide perdón cuando tengas         que hacerlo. Vacílanos. Sube fotos chorras. Di que no estás usando filtros cuando en realidad has usado 300… y lo sabes.
               Disfruta de tus padres. Sentaos en el suelo a jugar al scrabble. Vuelve a hablar tan rápido que yo no pueda entenderte. Pásate tardes enteras buscando canciones nuevas. Haz remixes. Cuélgalos en Internet, el mismo título de siempre con el Big Payno remix entre paréntesis. Vacila a Louis por Twitter para que podamos verlo. Queda con él para hacerle la puñeta a Niall. Métete en Tumblr. Sigue sin querer a cuentas de One Direction, y revive cosas que ya ni siquiera recuerdas que dijiste o hiciste.
               Llama a Zayn. Deja que te llame a ti. Seguid hablando como estoy segura que habéis hecho desde marzo. Sé ese puente que le recuerde lo bueno de lo que dejó atrás. No dejes que recuerde lo malo.
               Habla sobre las gilipolleces más aleatorias cuando veas que vuestro fandom está tenso. Rebaja la tensión. Ínflate a comida basura. Desaparece por un tiempo sin llegar a irte realmente.
Querido Harry:
               Sí, puedes ir a las galas que te dé la gana. Pásate tardes enteras mirando por internet las nuevas colecciones del diseñador de turno. Hazte con la ropa más horrible sólo para que a mí me ardan las entrañas al ver tus putas chaquetas, o pantalones, o camisas, o botas, o, ¿por qué no?, todo a la vez. Piensa en nuevos tatuajes. Hazte unos nuevos, si te parece lo correcto. Hazte incluso tatuajes chorras que hagan que te arrepientas de ellos a la semana.
               Haz fotos de las cosas más aleatorias, y cuélgalas en Instagram con una frase críptica y un filtro que te impida saber de qué color es todo. Felicita a los demás por su cumpleaños. Hablad por el grupo que seguro que tenéis para planificar cualquier chorrada, y regalarnos alguna foto de los cuatro juntos. Sigue dando señales de vida acabándolas con un “.H”, porque, claro, yo necesito que me dejes ahí esa H, de lo contrario, no sé quién me habla.
               Hazte monitor de yoga. Sabes que es lo que te falta. Toma mil zumos purificadores de esos distintos. Vuelve a ponerte moreno, ese moreno galleta maría de 2012/2013 que te hacía parecer un bizcocho andante. Sigue haciéndote moños, pero, por favor, que algún día se te crucen los cables y decidas cortarte el pelo. Rescata las camisetas de grupos de música y las bandanas de tu armario, y llévalas por casa, sin que te vea nadie, hasta que te acostumbres tanto a ellas que las vuelvas a sacar a la calle. Twittea de vez en cuando chistes de “toc toc”, para que todo el mundo pueda decirte que eres un pesado y que te retires de la vida ya. Desaparece por un tiempo sin llegar a irte realmente.
Querido Louis:
               Descansa cada 8 horas de juego en la consola. No queremos que te dé una epilepsia y te quedes tonto (bueno, un poco más de lo que ya eres). Cabréate porque no te funciona la conexión a Internet con la que estabas echando esa partidaza al Fifa. Haz alineaciones raras, mete a Beckham en el equipo de tu ciudad. Ve el Hermano Mayor inglés, y coméntalo en redes sociales; haz que me replantee por qué te tengo más cariño a ti que los demás. Sí, te estoy dando permiso. Venga. A ello.
               Llama al Pizza Hut cada día para pedir aquello que tanto te gustaba, y luego ponlos verdes por haber retirado ese producto de su mercado. Usa emojis. Lee tweets en la sombra. Cómprate un Sing Star y ponte a dar voces con cada canción. Acostúmbrate a ello, porque es eso, y no otra cosa, lo que queremos que hagas en los conciertos.
               Cógele el teléfono a Liam. Queda con él para ir a putear a Niall. Menciona al irlandés alabando su nuevo gorro, y cuando te dé las gracias, dile que en realidad es horrible sólo para que se descojone públicamente.
               Vuelve a Doncaster un par de días. Coge de nuevo el acento. Haz que tenga que pelearme con mis oídos para conseguir entender lo que estás diciendo. Asegúrate de que es lo bastante fuerte como para que Tumblr se llene de gifs subtitulados con la escritura más parecida a cómo hablas y pronuncias. Sigue sufriendo por no morderte la lengua. Sigue saliendo a defendernos cuando nosotras ya no podemos más. Sigue teniendo movidas con la gente, descojónate en casa de las gilipolleces que pueden llegar a decirnos. Continúa apostando por los nuevos talentos, dando nuevas oportunidades. Piensa nuevos tatuajes; los mejores son aquellos de los que te arrepientes a los dos días, según parece. Insiste en que donemos para ayudar a los niños que no tienen tanta suerte como nosotros, que hemos crecido sanos. Sigue siendo ese ejemplo a seguir, rompiendo la hucha cada vez que alguien te pide auxilio.
               Y sí, tengo que decirlo. Llama a Zayn. Haz las paces con él. Resucita Zouis. Me lo debes. Desaparece por un tiempo sin llegar a irte realmente.
Querido Niall:
               Vuelve al campo de golf. Usa ese horrible gorro tuyo que tanto te gusta. Haz que me cabree cada vez que veo una foto porque ya tienes esa cosa otra vez en la cabeza. Usa gafas más a menudo. Deja de teñirte el pelo si es lo que te parece, y si es posible, permite que lo veamos. Yo, al menos, tengo curiosidad.
               Haz barbacoas, y cuéntanoslo. Echa de todo aprovechando el cielo despejado de Irlanda y cuéntanos lo rico que estaba. Danos envidia y alegría porque te parece interesante hablarnos de tu vida a la vez. Habla con otros famosos, llámalos mate. Deja caer de vez en cuando alguna palabra en español. Recuérdanos cada semana que tenemos los mejores fans en el mundo.
               Ten paciencia con Liam y Louis. Tienen demasiado tiempo libre para planearte putadas. Ve al bar a tomar unas pintas, canta canciones irlandesas, ponte mil jerséis navideños, aun cuando sea agosto. Sigue descojonándote por cualquier pijada que no tiene ni puta gracia. Que cale esa idea de hacerte un tatuaje que tenga que ver con los chicos.
               Sugiere planes en el grupo de los chicos para 2016, empezando con un lads cada mensaje. Muévete por que esas vacaciones que han dejado caer en una entrevista se hagan realidad. Os recomiendo Canarias, por cierto. La temperatura es ideal.
               Sigue practicando con la guitarra, colgando premios en las paredes. No dejes de darnos las gracias. Sigue separando los puntos de final de frase de la última palabra de la oración en Twitter. Escribe telegramas, no tweets. Practica tus acentos. Ve películas con actores extranjeros, dale a la pausa, imita su manera de hablar, y luego descojónate porque la verdad es que tienes un don para eso, cabrón. Menciona a los demás. No dejes que nos olvidemos de que os conocéis. Comenta cualquier cosa con ellos, asegúrate de ser el que no deje que la banda desaparezca del huracán que es Twitter. Con un simple tweet al mes me doy por satisfecha, de verdad.
               Juega con tu sobrino. Sigue haciéndote fotos con él. Documenta cómo crece. Paséate por Mullingar como si el pueblo fuera tuyo. Preséntate a la presidencia de Irlanda. Una paisana tuya me ha confirmado que “lo único que los irlandeses aman más que a sí mismos, es a Niall Horan”. No necesitarías ni hacer campaña, lo sé. Vete a vacilar a Angela Merkel. Consigue que os perdone la deuda. Desaparece por un tiempo sin llegar a irte realmente.
Queridos chicos:
               Volved un día cualquiera, cuando vosotros queráis. No me aviséis. Dejad que sea una sorpresa. Sed un ramo de flores o una caja de bombones al llegar a casa, en un día cualquiera, cuando no es vuestro aniversario, ni tu cumpleaños, ni nada por el estilo. Simplemente porque me apetecía hacerte sonreír una vez más. No permitáis que haga cuenta atrás. Volved como si no hubiera pasado nada, como si el abrazo de The X Factor fuera el típico de final de actuación.
               Escribid. Escribid mucho. Poneos como reto ser los únicos escritores en el siguiente álbum. Preparad con entusiasmo el próximo tour. No perdáis el contacto, ni con vosotros ni conmigo. Haceos de rogar, pero no mucho. Descubrid vuestras esencias más allá de la banda, quiénes sois aparte de Liam/Harry/Louis/Niall “de One Direction”. Id conociendo al hombre en el que os habéis convertido cada uno. Pasadlo bien. Desconectad. Volveos anónimos en las cuatro paredes que conforman vuestras casas, inflaos a comida basura, a ver películas o series y leer libros y jugar a la consola. Dejad que, en mitad de la noche, un pensamiento os cruce la cabeza. “Qué suerte tengo de tener a alguien que me esté esperando, de poder volved”.
               Y a nosotras… dadnos también tiempo. Dejadnos descansar. Dejadnos descubrir de qué más podemos hablar, qué nos une y qué nos separa. Votar en otras categorías, porque algunas se sentían mal haciéndolo si estabais vosotros nominados. Dejadnos más frases en la obra que es nuestra vida. Dejad que escalemos las que no tengamos miedo a las alturas hasta, ¿quién sabe? Convertirnos en iguales. Ved de lo que somos capaces. Ved de lo que nos habéis hecho capaces, y lo que hemos podido hacer siempre. Haced que en la radio, cuando de casualidad salga una canción vuestra, pensemos “vaya, hace tanto que no hacen nada nuevo”. Liberad a Noviembre, aunque sea sólo un día.
               Decidnos que nos queréis, aunque sea mentira. Decidnos que somos los mejores fans en el mundo, aunque, claro, ¿qué vais a decir? Todos lo dicen, ¿no? Pero decidlo con sentimiento. Dejad que me olvide, y que sonría al recordar. Sed ese silencio antes del redoble, la oscuridad del cine justo antes de que se encienda la pantalla, el punto y aparte antes de que descubramos el final de ese libro.
               Y luego, cuando el suspense sea tal que nos quedemos colgando del precipicio, volved como un petardo en la noche calmada. Sed el fuego artificial que ilumina la calle.
               Más os vale volver. Adoro los fuegos artificiales.
We could be the greatest team...
...that the world has ever seen.


Just the end of the first chapter.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Florencia en un río.

               -Yo sí que necesito un cigarro-murmuró, pasándose una mano por el pelo cuando terminé de contarle mi historia-. Puede que una cajetilla. No, joder, necesito una fábrica entera.
               Se reclinó en el asiento, clavándome la mirada. No sabría decir si estaba cabreado conmigo, o consigo mismo, o si estaba contento por mí, o molesto, o…
               -Estoy orgulloso, T.
               -¿En serio?
               Asintió.
               -No todos los días tu mejor amigo se folla a una modelo, ¿sabes? Y para colmo, una nueva de Victoria’s. Una promesa. Mi trabajo contigo ha terminado, y eso me entristece, pero a la vez me alegro de que el alumno haya superado al maestro-alzó las manos-. Bueno, ¿para cuándo la petición de matrimonio?
               Negué con la cabeza, jugando con el borde de mi camiseta.
               -No puedo empezar a salir con ella. Mis padres me matarían.
               -No creo que tuvieras a Louis en la cabeza cuando la tenías encima de ti… o debajo. ¿Eh, hermano?-sonrió, dándome un toque en el codo-. Venga, Tommy. Te mereces esto. Puede que Diana sea ese clavo que saca al otro, ya me entiendes.
               -Pensé en ella cuando paramos. Varias veces.
               Se le borró la sonrisa de la cara; su semblante se ensombreció y un ceño decidió hacer acto de presencia en la frontera entre sus cejas.
               -No me jodas.
               Asentí despacio, sin atreverme a mirar a Scott a los ojos.
               -Dios, Tommy, estás más jodido de lo que pensaba.
               Volví a asentir.
               -Recapitulando: te lo pasas bien con Diana, y ella bloque a Me…a la otra de tus pensamientos. Pero cuando se va, tú vuelves a pensar en “la otra”, y todo vuelve a empezar.
               -No voy a pasar página nunca, ¿verdad?
               -No, estúpido-Scott se frotó las manos y bajó la mirada, como si pudiera ver el efecto que tenía la fricción en ellas, como si las corrientes de aire mínimas que era capaz de crear fueran visibles cual aura, cambiantes en cuanto a color, vibrantes, brillantes…-. Te va a costar-accedió, asintiendo despacio-, y puede que no sea suficiente conmigo. Sé que te estoy descubriendo América ahora mismo, pero yo no soy dios. No puedo hacerlo todo, no doy abasto. Entre tú y Jenn, no sé todavía cómo me las apaño para dormir por las noches.
               -¿Sigue pidiéndote más seriedad?
               -Quiere que le abra las puertas cuando vamos a los sitios. Y yo le digo “¿te pasa algo en las manos?”, y ella se cabrea, y discutimos. Luego vienen las reconciliaciones, que son, evidentemente, lo mejor de estar con ella. Pero… en fin. Estamos hablando de ti. ¿Qué piensas hacer?
               -No puedo dejar que esto se repita.
               -Repetirlo sería lo mejor que podrías hacer. Puede que Diana termine siendo lo que te hace falta para acabar con esa influencia de la otra. Ya sé que pensar en Megan justo cuando te acabas de tirar a Diana no es buena señal-alzó las manos al ver la mirada condescendiente que le lancé-, pero, ¿no estamos haciendo progresos? Al menos estabas contento hasta que te dejó a medias. Eso es un comienzo. Desde lo de la fiesta de inicio de curso, has avanzado bastante.
               Vale, sí, era cierto. Megan y yo lo habíamos dejado a finales de agosto, y en septiembre, cuando se montó el fiestón del siglo (que, curiosamente, era anual), me emborracharon lo suficiente como para dejarme acompañar por una morena al cuarto de baño, y descargar toda mi rabia con ella, a quien no le importó en absoluto que casi no la desnudara. Sólo quería probarme una vez; tres años detrás de mí, aguantándome con mi novia eran mucho tiempo, y ahora que había llegado su oportunidad, se negaba a desaprovecharla.
               El problema era que se la terminé jodiendo yo, sentándome en la bañera y negándome a salir de allí de su mano, demasiado borracho para controlar mis impulsos más bajos pero no lo suficiente como para dejar pasar la importancia de lo que acababa de hacer.
               Ella me gritó, me dijo que había sido el peor polvo de su vida (lo cual fuera probablemente verdad), que había sido una gilipollas por haber querido liarse conmigo durante tanto tiempo, y que era un gilipollas además de patético, y me dejó allí solo, luchando por controlar mis lágrimas y por no suplicarle que volviera y se quedase  conmigo. Podía soportar que me abandonasen una vez, pero dos serían más de lo que estaría dispuesto a aguantar.
               Scott acabó encontrándome, dos horas después de aquello, encogido en la bañera, con el grifo abierto y el agua corriendo, las piernas encogidas y yo sentado en posición fetal, abrazándome lo poco que quedaba de mí, mientras mis lágrimas se mezclaban con el inmenso charco que me rodeaba.

domingo, 6 de diciembre de 2015

La verdadera importancia de París.

Seguramente nunca te hayas parado a levantar la vista para mirar al cielo un día de verano, de noche despejada, en el que las estrellas brillan en todo su esplendor. Puede que nunca hayas querido ir al desierto, porque es allí donde más vas a ver, ni que nunca hayas agradecido tener una noche una casa en el campo para poder verlas, sin recortes por los rascacielos, sin farolas que las ahoguen.
De esa manera, puedo entender que sientas que cualquier cosa puede acabar con tu mundo, que una mirada y una risa a la vez pueden significar que tu vida está a punto de desmoronarse, que desear llorar en un momento determinado es sinónimo de que nunca vas a volver a ser feliz.
Porque eso quiere decir que nunca te has dado cuenta de lo bonito que es todo lo que te rodea. Incluso una simple gota puede arreglar tu día, si te haces con el perfume adecuado. Hasta una pestaña puede servir para pedir un deseo; no necesitas que, por alguna razón astronómica, una partícula de polvo se estrelle contra la atmósfera, la apuñale igual que una flecha a una manzana, y brille en los últimos momentos de su vida. Y lo bueno de la pestaña es que no tienes que levantar la mirada buscando, con el deseo ya preparado.
Tal vez nunca hayas estado en un autobús lleno de gente, cada uno con su música repiqueteándole dentro del cráneo, y te hayas parado a pensar en la infinidad de cosas que han tenido que pasar para que todos coincidáis allí, con independencia de si vais a interactuar o no. El mero hecho de que estés escuchando música ya es un pequeño milagro: has tenido que encontrar a ese artista, para ello has tenido que estar en el momento adecuado en el momento adecuado; a su vez, escuchar la canción idónea para engancharte; a su vez, que él o ella la hubiera grabado, previamente compuesto y previamente pensado, y así, hasta el final de los tiempos, en los que el universo era más pequeño que un átomo y, un día, decidió explotar.
Cuida tus actos. No eres más que un microbio en un planeta minúsculo que gira alrededor de una estrella mediana, tirando a pequeña, en un sistema que sinceramente no es tan importante, sino más bien escaso, y que ni siquiera oscila en torno a varios centros, que está en los suburbios de una galaxia que no hace más que girar, alejándose de las demás hasta que llegue un punto en el que, probablemente, sea imposible que se vea en el cielo a otras estrellas más que nuestras compañeras de barrio; una galaxia que, de la misma forma, no tiene nada de especial, y no es ni de coña la más grande que se haya visto, ni la más moderna, ni la más antigua. Pero, aun así, cuida tus actos.
Perteneces a la única especie de microbios conscientes de lo que les rodea, los únicos microbios con capacidad para hacer lo mejor que puede hacer ningún ser vivo: tener curiosidad, y la posibilidad, por muy pequeña que sea, de saciarla. Pero no te engañes: esa curiosidad no te da derecho a destruir todo lo que te rodea. Eres un microbio, sí, pero hasta en el más pequeño de los charcos habitan millones de microorganismos, cada uno necesitando de los demás para sobrevivir.
No la cagues, cuida a los demás. Cuida esta motita de polvo en la que vivimos, que gira en torno a una estrella mediocre, en un vecindario mediocre, en una galaxia enfadada con las demás. No eres un dios, no vives en un Olimpo como pudieron creer tus ancestros.
¿O ese Olimpo es, tal vez, la mediocridad en la que vives? ¿Que algo sea muy corriente le arrebata la belleza?
¿Las estrellas dejan de ser hermosas sólo porque salgan cada noche, las vean 7 mil millones de pares de ojos?
No eres un dios… pero puedes conseguir milagros.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Terivision: Sinsajo (parte 2)

Me sumo a la oleada de críticas que se están haciendo con Internet, porque a veces mola ser un pececito que se deja arrastrar por la corriente en lugar de un salmón que se empeña en ir a desovar a las montañas en las que nació.
Y sí, estoy hablando de esa película:


¡Sinsajo! Bueno, Sinsajo parte 2, pero lo vamos a dejar en Sinsajo.
Como seguramente ya sepas, Sinsajo recoge el testigo de lo que queda de la saga de los Juegos del Hambre: Katniss finalmente va a ir al Capitolio a enfrentarse a Snow, acabar con su reinado del terror, instaurar la paz y la democracia en Panem y bla bla bla. No creo que hayas vivido en una cueva el tiempo suficiente como para llegar a este blog sin saber de qué va la peli.
Bien, voy a decir algo: es la segunda que más me ha gustado de las cuatro que componen la saga, sólo por detrás de En llamas. Hace mucho tiempo que leí el libro, y no me considero súper fan de LJDH, así que no puedo decir que haya cosas que faltan, cosas que se inventen, que no es nada fiel… porque, sencillamente, no me acuerdo (al margen de que estoy empezando a querer valorar la película por la historia en sí, no por la copia que sea del libro que la originó). De lo único que me acuerdo (y me han hablado de ello también) es de que Joanna (léase la puta ama) salía bastante más de lo que apareció en pantalla. Y eso me cabreó, porque el tiempo que está Joanna en escena es tiempo que se revaloriza.
Los efectos especiales están bastante bien, de no ser por un par de momentos en los que se nota MUCHÍSIMO que las cosas que están pasando en las calles del Capitolio no están realmente ahí, pero se compensan con otras que están genial y que parecen de verdad.
En cuanto a la fotografía y los colores, me parece una película muy cambiante. No es nada como la primera parte, en la que todo era gris, seguramente para reforzar el estado en el que se encontraba Katniss, encerrada, sin Peeta, y sin hogar al que volver. Aquí empezamos, si no recuerdo mal, con colores marrones, de ambiente muy desolado, y vamos pasando por grises claros, como “ascendiendo” hasta llegar al blanco al final de la película (sin contar lo que pasa “después” de ese final, en el que el blanco se vuelve a convertir en una masa de colores pastel). Es la primera vez que me fijo a la primera en estas cosas de los colores, pero si lo he hecho bien y he captado lo que quería plasmar el director eligiéndolos, tengo que decir que chapó.
En cuanto a las actuaciones, se mantienen en su línea de toda la saga, salvo por una excepción. Sí, lo siento, tengo que ir a por ella. Sinsajo es, con diferencia, la actuación que menos me gusta de Jennifer. En algunas ocasiones se muestra inexpresiva totalmente y en otras sobreactúa hasta preguntarme si no será una hermana gemela secreta de la muchachita del Oscar. Al principio pensé que esta frialdad de la película era porque Katniss estaba así (“mentalmente desorientada”), y que simplemente se le iba un poco de las manos, pero ayer ya me pareció descarado. Muchas veces Jennifer casi ni parpadea, y otras, contrae la cara mientras llora de una forma que parece que le está dando una embolia o algo. Una lástima, pero bueno, al menos así me libra de aguantar al subnormal de Gale.
Eso sí, que Jennifer no estuviera particularmente brillante no te impide disfrutar de la película. Ya te lo adelanto: esta parte tiene la acción que echaste de menos en la anterior mezclada con lo filosófico que tanto me gusta, personalmente. Mientras le explicaba a una de mis amigas, la que no leyó el libro, por qué no detestaba a Coin más que a Snow, me vino una frase a la mente que creo que resume a la perfección el conflicto escondido bajo tierra en el Distrito 13: Snow es a Franco lo que Coin a King Yong-Un, o como se llame el de Corea del Norte. Mientras uno tiene sometida a su población, pero por lo menos le concede a una élite reducida una falsa libertad, la otra es una auténtica tirana que se las da de demócrata pero que en realidad es peor que lo que quiere derrocar: una mujer que no permite que alguien se salga dos centímetros de su sitio. Ni que “malgaste” 5 minutos descansando. Ni que no esté militarizado. Y Sinsajo refleja muy bien cosas que, por desgracia, hemos visto en la actualidad: cómo situaciones malas se volvían peores porque el cambio que la población ansiaba no era el que esperaba, ni el adecuado, y lo que terminaba encorsetándolos aún más. Para mí, es una lección de “políticas”, por así decirlo, en el que debes sopesar todas las opciones antes de terminar decantándote por una; una lección de naturaleza humana, en la que ves claramente cómo los héroes no son tan héroes ni los malos tan malos.
Y, al margen de todo eso, me parece un poco flipante que SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el texto si quieres leerlo) la gente de verdad pensase que Snow es tan gilipollas como para bombardear a su propia población, sabiendo lo que eso causaría. Venga, hombre, menudo aborto de plot twist. Es que ni en el libro flipé con ello, después de conocer a la cabrona de Coin. Y todo esto se vuelve más esperpéntico cuando HOLA, EL PUTO LIAM HEMSWORTH TE EXPLICA LA MANIOBRA A LOS 5 MINUTOS DE LA PELI, CUANDO TODAVÍA NADIE HABLA PORQUE TODOS QUIEREN SABER CÓMO EMPIEZA. ES QUE ESO ES DE TENER DOS DEDINOS DE FRENTE.
Lo mejor: Lo bien hilada que está con las demás. Siempre hay frases que se agradecen después de varios años.
Vale, y que Josh sale más. Me encanta cómo actúa, joder. Me llega.
Lo peor: SPOILER. La escena del final. Los críos salen horribles. Me jodieron la película.
La molécula efervescente: me vas a permitir que elija dos. La primera, un SPOILER. El flechazo a Coin. Ver a Julianne Moore tirada en el suelo sangrando me hizo aplaudir por lo bajo.
Y el momento real. Fui al cine a ver ese puto momento, nada más. Que, por cierto, se hace mucho de rogar.
Grado cósmico: estrella galáctica {4.5/5}. Le hace honor a lo que promete.
Bueno, ahora es cuando vienes a por mí en los comentarios por meterme con la Todopoderosa JLaw.
O cuando eres el señor que tuve al lado y no se calló en las 2 putas horas y 20 malditos minutos.
No, paisano. No me interesan tus bromas a tu mujer. Ni a mí ni al resto del cine. Trágate la lengua la próxima vez.

Por cierto, ¿soy yo, o Peeta no se carga a nadie en todas las películas? Si es así, no es más puto amo porque no puede.

viernes, 27 de noviembre de 2015

La que no arde.

               El fuego era parte de ella de la misma manera que el cielo pertenecía a las alas del pájaro que lo surcaba, lo dividía en miles de millones de pedacitos acompañados de sus hermanos y hermanas, creaba en él sectores, y hacía distingos donde antes había uniformidad.
               Incluso estando sola, con las entrañas agarrotadas, el fuego conseguía calmarla. Y los gritos de la ciudad que se quemaba a sus pies, lejos de su alcance pero lo suficientemente cerca como para que las llamas devoraran su sombra, no hacían más que tranquilizarla. Conspiradores. Traidores. Desertores. Todos ardiendo. Todos muertos a la mañana siguiente.
               Millones de estrellas en forma de hogueras ardían en el suelo, mientras las auténticas, de plata pura, contemplaban impasibles, al igual que la reina de plata. Puede que ella fuera una de tantas, pensó. Le gustaba ser una estrella. Le gustaba mirar. Le gustaba presenciar el espectáculo sabiendo que no le pasaría nada.
               Porque, oh, no. No le iba a pasar nada a su pueblo. Sólo sufrían los que habían pedido aquello: el fuego elegía, y lo hacía muy bien. Había elegido el momento preciso, como si supiera que necesitaba de ánimos, de alguien que le recordara lo lejos que estaba de casa, el camino que había recorrido, las conquistas que había hecho y los enemigos que había aplastado.        
               Las piras funerarias de las que habían resurgido leyendas rodeándola como un aura de esperanza.
               Volvió a desear no estar sola, tenerlo a su lado. Se lo reprochó mentalmente, subiéndose un poco las pieles, que todavía le mantenían los hombros desnudos. A pesar de todo, de las réplicas de constelaciones oscilantes, la noche se empecinaba en soplar un frío viento del norte, de allí donde el bar besaba a la tierra en la bahía más inmensa que había visto nunca, sonrojando sus mejillas al igual que las paredes de su templo coronado de terciopelo azul y plateado.
               A lo lejos, un rugido. Otra llamarada que surgía y una sonrisa que se instalaba dos segundos en su boca, antes de desaparecer como había llegado. Nuevos gritos se unieron al coro infernal mientras, a lo lejos, pueblos salvajes lo celebraban con danzas y sacrificios. Curiosamente, habían abandonado la tradición por una noche, y no habían encendido hogueras. La reina pensó que era una buena idea, que sus consejeros no habían podido estar más acertados… y que su cama bien agradecería que él volviese a su lado.
               Se inclinó hacia delante, bebiendo del aire puro del agua. La pirámide era lo bastante alta como para que las cenizas no llegasen a manchar su cuerpo, pero se notaba su esencia. Y le encantaba.
               Estaba hecha de fuego. De fuego y sangre. Era un dragón, no una bestia del hielo. No necesitaba de aire fresco, sino de los pulmones ardiendo, del sabor del infierno clavándose en la lengua, enredándose con ella.
               Otro rugido más, una sombra que dividía la noche. Unos ojos brillantes que se volvían para mirarla un instante. Ella asintió. La bestia se alejó, entendiendo el mensaje, y cargó de nuevo contra los enemigos de su señora, madre, e hija. La protegían como no la había protegido nadie, y ninguna magia sería más poderosa que la que ella misma podía invocar, la que corría por sus venas.
               Se volvió y entró en sus aposentos. La cama era inmensamente grande, demasiado para una emperatriz que tenía que dormir sola. Se quitó las pieles, y se metió desnuda, como hacía siempre, debajo de las sábanas. Se encogió automáticamente, como venía haciendo meses, años, esperando el abrazo que no llegó. A él le gustaba hacerse de rogar, hacer que las reinas suplicasen, pero esta vez, no hubo súplicas. No hubo lágrimas.
               Se inclinó y cogió otra manta más. Podía darse calor ella misma.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Te ahogas en un vaso de agua a medias; sólo date la vuelta.

Muchas de las cosas que sientes que debes hacer, en realidad no son obligatorias. Subirte a un bus en el que todo el mundo lleva los auriculares puestos no significa que seas raro porque no te apetezca escuchar música. Que prefieras sentarte en silencio a mirar por la ventana y ver cómo pasan las nubes, en lugar de ponerte el disco de la banda de turno a todo volumen para cantar a voz en grito y bailar como si no hubiera mañana no te hace una mala persona. No tener ganas de salir en Nochevieja, o de llevar traje o vestido en tu graduación, o siquiera ir a tu graduación, y ver más apetecible tumbarte en el sofá, en pijama, con bata, palomitas y chuches, no te convierte en un antisocial.
Claro que puedes llorar con películas de acción cuando matan a un personaje, y por supuesto que puedes permanecer impasible en un drama con el que todo el mundo llora, con el que, en teoría, “si no lloras, no tienes corazón”.
Es evidente que puedes no estar de acuerdo con la mayoría de la gente con tus mismos grupos. Sí, mira, esa película de Meryl es una puta mierda. Sí, oye, esa canción de One Direction es basura. Ya está.
Sigues siendo de este planeta si prefieres leer los libros en formato electrónico a papel. Todo tiene sus pros y sus contras: la batería frente a la disponibilidad eterna, la deforestación frente a la contaminación que produce una pantalla la única vez en que es creada.
No tienes esquizofrenia por subrayar los apuntes de mil colores, y no necesitas mentirles a los demás, decirles que llevas una semana estudiando, cuando en realidad ese 9,5 se debe, simplemente, a que tu cerebro quiere trabajar de tu parte, y funciona bien bajo presión, y absorbe lo que otra persona en una semana, en una sola tarde.
Claro que tu sexo no condiciona las conversaciones que tengas, ni tus gustos. Si bien aunque siendo un chico no puedas hablar de los dolores menstruales, o siendo una chica no tengas una opinión sobre lo complicado que es ir al baño empalmado, por lo demás, tendrás el mismo conocimiento que el sexo contrario, por mucho “de tíos” o “de tías” que sea el objeto de tu conversación.
Está perfectamente bien que no quieras beber alcohol, o fumar, o drogarte. O sacarte el carnet de conducir. Nadie debería reírse de ti por eso, y si lo hacen, es que son más gilipollas de lo que en realidad tú sospechas que lo son.
No, no eres un monstruo por estar en la Universidad y ser virgen. Tampoco necesitas soñar que besas a alguien, cambiándole la cara cada noche, y que le dices con temor que lo eres, y que el otro te responda “no pasa nada, yo también”. No necesitas que te digan un “no pasa nada, yo también”, para dejar de sentirte mal.

Porque no pasa nada, ellos también se sienten mal.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

La leyenda del Camino del Cielo.

Si lo prefieres, puedes leer este capítulo en Wattpad haciendo clic aquí.

               Sólo quería que no dejara de acariciarme la espalda, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, una y otra vez, con la punta del pulgar, tan suave que apenas podía sentirlo, tan fuerte  que me era imposible no pelear con todo mi ser por no arquearme y seguir el curso de sus manos por encima de mi piel, pegándome todavía más a él.
               Me incorporé para mirarlo, y me encontré con aquellos ojos azulísimos que, hacía apenas unos minutos, se habían cerrado mientras íbamos juntos al cielo.
               -¿En qué piensas?-pregunté, sabiendo en cuanto esas palabras escaparon de mis labios que me iba a arrepentir de haberlo hecho. Todos y cada uno de los tíos con los que me había acostado habían contestado lo mismo: “en lo que nos convierte esto”, con lo que yo siempre tenía que sumirme en la misma conversación, intentando explicarles que no era suya ni iba a serlo nunca, que no les ponía en una posición privilegiada en mi vida. Sólo era sexo, sólo era disfrutar. No buscaba nada más de ellos.
               Ni siquiera lo buscaba en él.
               -En que he metido la pata hasta el fondo.
               Me eché a reír. Vale, puede que él no fuera como el resto de tíos con los que había estado.
               -Yo creo que has metido otra cosa hasta el fondo-susurré, inclinándome y besándolo en los labios, sintiendo mi propio sabor en su boca y notando cómo volvía a encenderme al darme cuenta de lo cerca que estábamos, casi fundiéndonos el uno con el otro.
               Dibujó una sonrisa mientras me devolvía el beso.
               -Esto ha estado fatal, Didi.
               Sí, llámame así.
               -Esto ha estado muchas cosas, pero “fatal”… no creo que sea uno de los adjetivos que usaría para describirlo.
               Bajé por debajo de su cuello, besándole el mentón,  dándome cuenta de que quería más de mi inglés, y de que no pararía hasta conseguirlo.
               -No hagas eso-dijo, cogiéndome de la muñeca y tirando de mí hacia atrás. Bastó para que yo me apartara un poco, pero no lo suficiente como para neutralizar mis efectos sobre él. Me incorporé un poco, mirándolo desde arriba, y me regocijé en cómo sus ojos bajaban continuamente hasta mi pecho, para subir luego, sus mejillas poniéndose cada vez más y más rojas por la rabia que seguramente le  causaba no saber, o no poder, controlarse.
               -¿Por qué?-ronroneé, moviendo despacio las caderas arriba y abajo, exactamente como había hecho cuando entró en mí.
               Sentí cómo se endurecía entre mis muslos, lo cual desató una tempestad en mi interior. Pero era una tempestad diferente, cálida, la que solía despertar en mí cada vez que había una fiesta y alguien especialmente guapo se cruzaba en mi camino.
               -Porque mis padre están a punto de venir, somos como de la familia, casi primos, y si sigues, voy a necesitar tenerte otra vez.
               Le acaricié el pecho; tenía una ligera pelusilla. Aunque me gustaban más bien depilados, no me importó. Nunca había estado con un inglés, así que, ¿por qué no probar más cosas nuevas? Su dureza aumentaba por momentos.
               -Siempre me he asentido un poco atraída por la idea del incesto, si te soy sincera-murmuré, inclinándome de nuevo hacia él, que comenzó a temblar. Su cuerpo quería eso, pero su mente le decía que no debía volver a tocarme, que había sido un error, el mejor error de su vida, pero un error al fin y al cabo-. Pero que seamos “como” de la familia no hace que esto esté mal. Me he follado a un montón de amigos a los que consideraría “como” de la familia. “Casi” primos. Y ese casi, y ese como, han sido lo que terminaron haciendo que me corriese con ellos igual que lo he hecho contigo.
               -Diana…-empezó.
               -Thomas-le corté yo, inclinándome hacia abajo, frotando su pecho con el mío, sintiendo cómo nuestros pezones se acariciaban mutuamente. Iba a reventar, lo notaba-. Vuelve a pedirme que te mire a los ojos mientras me echas un polvo. Vuelve a pedirme que te mire para ver cómo me corro.
               -Joder-replicó, y fue exactamente lo que hicimos. Esta vez él tomó las riendas: me alzó por las caderas y no esperó para pedirme permiso. Me sentó sobre él, entrando en mí con una dureza que me hizo soltar un gemido, y comenzó a moverse antes de que yo lo hiciera, con fuerza, pero disfrutando de cada milímetro de nuestra unión. Se incorporó lo suficiente como para quedar sentado delante de mí; mis piernas rodeaban sus caderas, esas caderas que no paraban de embestirme y que no dejaban de moverse, sintiendo la fricción y haciendo que mis pulmones no dieran más de sí. Me apartó el pelo de la cara y me besó en la boca, tan fuerte que podríamos considerarlo un mordisco.
               Encontramos nuestro ritmo cuando bajó por mi pecho hasta tener mis senos al alcance de la lengua, y probó cada centímetro de lo que me hacía mujer con la lengua, volviéndome loca, preguntándome si no habría sido una bendición lo que hubiera hecho en Nueva York para acabar allí, follándome a un tío como nunca me lo había follado en mi vida, sintiendo que me deseaba como el beduino que lleva meses perdido en el desierto y que descubre que el oasis de su espejismo no era tal, queriendo lo mismo que quería yo: esa fruta prohibida que Eva tuvo que comerse, y que nos llevó a ser humanos, con todo lo que eso implicaba.
               Le arañé la espalda cuando encontró un ángulo que le permitía más profundidad, susurré su nombre en el oído, ordenándole que no parara, que muriera conmigo si era preciso, pero que ni se le ocurriera parar.
               Me acarició las piernas, me balanceó con él mientras nos golpeábamos mutuamente, hasta que ya no pude soportarlo más, y me rompí en pedazos alrededor de él, contribuyendo a pegarnos todavía más con ese líquido ancestral que nos había llevado hasta donde estábamos.
               -Estás tardando mucho.
               -Y tú no me has mirado mientras te corrías.
               Me detuve, y él también se paró un segundo.
               -La próxima vez, tú te pondrás encima, y podrás verme todo lo que quieras.
               Eso bastó para hacerle perder la poca cordura que todavía conservaba: se incorporó sobre un brazo, sujetándome con el otro para que no me cayera (separarnos era algo que no entraba dentro de nuestros planes y cuya sola idea me aterrorizaba), y me tumbó en el sofá, exactamente en la posición donde había estado él cuando me lo tiré por primera vez. Siguió empujándome, más rápido, cada vez más, hasta romperse dentro de mí.
               Cerré los ojos, estirándome un poco más y volviendo a romperme cuando se corrió dentro de mí.
               -Mmm.
               -Ha estado bien, ¿eh?
               Asentí con la cabeza. Me besó la frente.
               -Pues espera.
               Siguió moviéndose, esta vez más despacio: ya no había la urgencia que teníamos antes. Habíamos conseguido lo que queríamos.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Karla Souza, y tu arte.

Estaba acabando el primer año de tres en la escuela de actuación de Londres, y un día, sin ninguna razón, perdí la capacidad de hablar. Durante tres meses, no podía hablar. Durante tres meses no pude decir ni una mísera frase. Y ni los médicos ni los electroencefalogramas fueron capaces, nunca, de explicarme qué había pasado realmente. Lo que te puedo decir es que llegué a un punto de tanta frustración y desesperación que me llevó a querer realmente acabar con mi vida. […] Pero este dolor comenzó a ser un poquito menor cuando comencé a ver reflejado mi dolor, exactamente el mismo tipo de dolor, en las obras de otros. En obras de teatro, en películas, en pinturas. Poco a poco, empecé a ver mi dolor, y a leerlo en poemas. Las palabras de los poetas empezaron a llenar mi silencio. Se convirtieron en la única manera en que sentía que podía expresar mis emociones. El arte se convirtió en algo vivo.
Durante esos tres meses de silencio, frustración y angustia, me enamoré perdida, loca e inexplicablemente del arte.
Y me entristece saber que hay gente que no cree que el arte sea merecedora de nuestra atención, o de nuestro dinero.
Porque para mí, no es sólo una pasión.
Es lo que me salvó la vida. Lo que me mantuvo con vida.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Terivision: Song of the sea.

¡Hola, startie! Como podrás ver, he vuelto con una reseña de una película (sí, otra vez; desgraciadamente, no leo tan rápido como veo pelis); se trata de:


¡Song of the sea!, cuya traducción al español es La canción del mar. Song of the sea es una película de animación del año pasado que fue nominada al Oscar por mejor película de animación, y que no se llevó el premio a casa por “culpa” de Big Hero 6. Luego trataré este tema del premio.
Bien, la película cuenta una historia bastante sencilla pero a la vez hermosa: es la historia de Ben, un jovencito irlandés, y de su hermana Saoirse, cuyo nacimiento acabó con la vida de la madre de ambos, suceso por el cual Ben no es capaz de perdonarla. Ambos viven junto a su padre en una isla con un faro, apartados de la ciudad, pero sus vidas cambian cuando Saoirse encuentra un abrigo de su madre en un baúl, se lo pone, e invoca una magia ancestral que lleva años dormitando. Es entonces cuando la abuela de los niños decide llevárselos con ella a la ciudad, lejos de su padre y de todo lo que conocen… y acaba con la esperanza de todo un mundo que depende de que Saoirse, una chiquilla muda, encuentre su voz y cante la canción de la selkie para recuperar el equilibrio cósmico.
Seguramente con el “resumen” he hecho que la película parezca complicadísima de entender, y que requiere varios visionados, pero ni mucho menos: todo se explica a la perfección, el problema se plantea en seguida, y no hace falta ser Einstein para comprender lo que sucede. Además, ten en cuenta que es una película considerada “para niños”, con lo que tampoco te vas a meter en un berenjenal muy serio.
En todo caso, sea para niños o para adultos, me ha parecido una película preciosa. Sí, sí, preciosa con todas las letras. No sólo tiene oculto un mensaje muy importante, acerca de la importancia de los sentimientos, de todos ellos (y eso que es anterior a Inside Out), sino que la música y el dibujo no pueden ser más bonitos. Mientras que los personajes están dibujados de manera bastante sencilla, y siempre pareciéndote tiernos, los escenarios están pintados con un estilo radicalmente opuesto: están mucho más elaborados, con más colorido y más matices, y con un estilo que en ocasiones me recuerda al de los templos de Atlantis (película que también recomiendo). La mezcla de colores es básicamente azul, tal vez por versar sobre un tema tan relacionado con el mar, lo cual hace que gane más puntos en mi escala personal.
Y, ¿la música? La música es sencillamente sensacional. Yo misma me encontré tarareando las canciones sin haberlas escuchado nunca, y se me ponían los pelos de punta con la letra de las canciones.
Llegados a este punto, me veo en la obligación de decirte que la vi en inglés con subtítulos al español mediante PopCorn Time, que deberías descargarte ya debido a la calidad de imagen que contiene es programa. HD. Fue como verla en el cine. Y no te asustes, se entiende muy bien a los personajes: no es una serie de abogados, ni una película sobre el espacio, ni tiene como trama algún desastre económico. El vocabulario es muy sencillo, con excepción de algunas palabras que están traducidas.
Y ahora, me meto con la Academia, como viene siendo tradición si me sigues en Twitter. No me malinterpretes: no tengo nada en contra de Big Hero 6, ni siquiera la he visto aún, pero después de ver Song of the sea dudo muchísimo que haya conseguido superarla en argumento. En cuanto a efectos, me consta que no, pero, claro, una película de animación digital lleva mucho más tiempo que una de animación más “a la vieja usanza”, así que tenemos que premiarla a la fuerza. Fíjate cómo sería la cosa, que lo que me hizo querer ver La canción del mar fue precisamente el pedacito de ella que pusieron en los Oscar de este año. Todavía no me ha apetecido ver Big Hero 6 a pesar de haber visto también un retazo de la película en la misma categoría. Ya la veré y te cuento, pero dudo que cambie de opinión.
Lo mejor: conocer un poco más la mitología irlandesa, que tanto se parece a la asturiana (los dos pueblos son celtas), pero tan desconocida en un mundo donde prima lo helénico y latino.
Lo peor: no poder verla en español. A veces echo de menos las antiguas voces de mi infancia, y me encantaría saber cómo traducirían las canciones.
La molécula efervescente: no me puedo quedar con una sola: las canciones, y los fondos. Mira, te dejo un par de ejemplos de los fondos para que veas a lo que me refiero.


Han acabado siendo 4 porque no me controlo, y da gracias que no son gifs porque entonces te habría puesto 200

Grado cósmico: Galaxia {5/5}.

Con eso, ya te lo digo todo.

martes, 27 de octubre de 2015

Tú serás el Louvre, pero yo soy el Vaticano.

Déjame decirte que es muy probable que, si me recomiendas una canción con intención de hacer que mis gustos cambien, no me voy a tomar la molestia de recordar qué canción era, ni quién el artista, pasados cinco minutos de que me lo menciones.
Decirte que, cuando insistas en que tome un sorbo de tu café, porque es el mejor capuccino que has probado en tu vida, es fácil que no lo haga, porque no me gusta el café, y no soporto cómo huele.
Decirte que te acompañaré hasta un bar si quieres, pero no pienso tomar una Pepsi si no me apetece.
Decirte que tal vez le eche un vistazo a ese libro del que hablas, si consigues romper la conexión que he hecho entre ése que tanto asco me dio, y el que me sugieres.
Decirte que no puedes estar más equivocado cuando te ríes de mí porque me gusta DiCaprio: sé que lo haces porque piensas que sólo veo sus películas porque es guapo, cuando, en realidad, las veo por lo que ese hombre le aporta el cine.
Decirte que eres gracioso cuando dices que odio a Katharine Hepburn porque Meryl nunca conseguirá sus Oscars. Porque, para empezar, Meryl no comparte ningún Oscar con nadie; a estas alturas, Katharine ya tenía “sólo” la mitad de uno. Porque, para seguir, Meryl aún está viva y puede superarla. Y porque, para terminar, Meryl no necesita meterse con la manera de actuar de otra persona (otra mujer, diciendo luchar por el respeto ecuánime entre los actores y las actrices) para destacar por encima de los demás, o negarse a aparecer en galas y tratar de boicotearlas desde dentro, porque siempre las luchas más eficaces han sido las que se iniciaban una vez se había cerrado la puerta.
Decirte que no me dejo arrastrar por la gente que me gusta, y que si una película de Angelina Jolie me desagrada, no voy a soportarla una hora.
Decirte que no le voy a dar una oportunidad a esa serie sólo porque a ti te parezca una obra maestra. Si a mí me parece una puta mierda, la dejo a los dos capítulos, y punto. No te debo nada, y no soy la cría estúpida y terca que peleó con sus arcadas un verano entero mientras veía Gossip Girl.
Decirte que no me importa que te dé asco que le dé besos a mi perro y que te ofenda que le rasque la barriga hasta encontrarle las cosquillas, sencillamente porque tú eres más de gatos.
Decirte que no voy a dejar que me lleves en coche a la universidad, existiendo los autobuses y, oh, sí. El cambio climático.
Decirte que no vas a conseguir que me esconda para hacer las cosas que me gustan, cariño. Yo ya tuve 14 años una vez, hace un lustro. ¿Te lo puedes creer?
Déjame decirte, aunque creo que ya lo sabes, el por qué: me quieres robar tiempo, me estás robando tiempo; te estás proyectando sobre mí, como si tú fueras la Mona Lisa y yo el lienzo blanco de un estudiante de arte.
Corazón, puede que tú seas la Mona Lisa, pero yo soy la puta Capilla Sixtina.