Con las cosas buenas se disfruta, y con las malas se
aprende. Eso es lo que he aprendido en 2016: a disfrutar lo que tengo y a
aprender de lo que no.
Mentiría si dijera que no me han molestado muchísimas
cosas, las quejas de gente que seguramente estuviera peor que yo, pero he dado
un paso más, algo en mi interior ha hecho clic… y he sentido lástima, no rabia,
por esas personas. Porque optimista o pesimista se nace, y no hay nada peor que empeñarte en ver lo malo
de una situación o de un momento para que éste no deje de empeorar. Y créeme,
sé de lo que hablo: Trump ha ganado las elecciones (adiós a las posibilidades
de trabajar en Estados Unidos “por culpa” de mi acento en los próximos 4 años,
y eso como mínimo), ha habido fines de semana en los que 5 mujeres han muerto
por culpa de imbéciles que se creían con el derecho a llevárselas por delante
(por favor, si vas a suicidarte, hazlo antes de matar a nadie; el orden de los
factores sí que altera el producto),
mis padres se han separado y mi precioso Noble ya no está conmigo, lleva 10
meses sin estar conmigo.
Y, aun así, he sido feliz. Sí, diría que este año ha sido
uno de los mejores de mi vida, porque he entendido que todo es relativo, que está
en tu interior el encontrar el mal en el bien o el bien en el mal, que del
sufrimiento se aprende y se crece, y yo he crecido, crecido, me he hecho
gigante, he saltado al sol y he echado a volar en su dirección, a ese mañana con
un cielo tan lleno de soles que se te hace imposible contarlos.
Es curioso, pero estoy agradecida por cada lágrima
derramada y cada temblor de pura ira que he tenido este año (no han sido
pocos), porque me ha hecho apreciar muchísimo más las situaciones en que estoy
tranquila, en que me siento bien. ¿Y mi arte? Joder, mi arte ha pasado a otro
nivel. El que dijera que el sufrimiento del alma y el alimento del arte no
sabía hasta qué punto tenía razón.
Así que tengo que dar las gracias, por los momentos
vividos, por las personas que han seguido conmigo (prácticamente todas, y sólo
echo de menos a alguien a quien ni siquiera es una persona), por los viajes,
las experiencias. Ni el cuerpo ni la mente notan los cambios de calendario, y
la Tierra va demasiado deprisa, corriendo como loca en el espacio a sus 30 km
por segundo como para que te puedas detener realmente a tomar un respiro y
observarlo todo desde otra óptica, pero este año he conseguido eso: que mi
mente cambie, mi cuerpo también, cambiar un poco o no tan poco mi vida.
Acabo este año con menos gente viviendo en mi casa, más
entradas de cine, conciertos o teatro en la cartera, menos dinero, más llaveros
y más experiencia, y dando las gracias, curiosamente, por todo: por llegar a
estar sola en ocasiones, por acabar subrayadores en dos días de tanto que tengo
que estudiar, por agobiarme por tonterías y sentir alivio cuando me las quito
de encima, por morirme de ganas de que se estrene una película y que sea mejor
de lo que esperaba o porque me decepcione un poquito, por mucho que me duela
admitirlo; por ir a un concierto y dar brincos con la camiseta por dentro del
pantalón, no vaya a enseñarle el sujetador a medio público mientras grito que
sí, que me lo des, que me lo merezco; por cogerle miedo al avión por culpa de
las turbulencias y que se me encoja el estómago cuando empiezo a volar, a pesar
de que llevo haciéndolo desde pequeña, por las fotos de espaldas en las que puedo
admirar de pelo, y las fotos de frente en las que no me gusta cómo salgo, por
querer llorar con alguna película y casi hacerlo nada más empezar un musical,
por gente genial que me hace de guía en su ciudad y a la que yo haré de guía en
un futuro… y por las musas. Porque han elegido el mejor momento de mi vida para
venir a visitarme.
Así que brindo, porque 2016 ha sido un año de mierda en
lo familiar, pero no podía dejar de pensar que estaba siendo un buen año en
todo lo demás.
Brindo por Noble, por los Oscar y por Leo (por Dios, mira
que estar 20 años detrás del premio y dejártelo después en el primer club que visitas,
manda huevos, chico), por lo que estamos empezando a hacer por el climate change, que it’s real and it’s happening right now, por mis amigas, por todo lo
que me río con ellas, por darme la venada de ir a Praga y acabar descubriendo una
ciudad preciosa que no sólo está llena de cultura, sino que respira cultura en
sí misa, por escribirles cartas a escritoras que he releído después de muchos
años mientras lloro porque nunca voy a adorar a nadie como adoro a mi historia,
por descubrir restaurantes a los que estoy muriéndome por volver y en cuya
comida me sorprendo pensando a menudo, por levantarme a las 6 de la mañana para
ir a Barcelona y bailar con 5h el mismo año en que el miembro al que yo no
soporto decide irse del grupo (Camila, desbloquéame), por escuchar un montón de
discos que hacen que piense “bueno, quizá estaba siendo un poco dura con Zayn”
y antes de que me dé cuenta ya esté a sus pies otra vez, por cargar la cámara
un montón de veces, ir a Madrid con unas ganas locas de hacerles fotos a las
luces de Navidad y cabrearme porque El
Rey León, con el que casi lloro en la primera canción (aunque cambien los
títulos y la letra), acababa 15 minutos antes de las 11 de la noche, una hora
preciosa para sumir Madrid en la oscuridad relativa de una noche de otoño en la
que no hay aún copos de nieve de LED colgando entre las farolas, por atiborrarme
a bogavante en mi 20º cumpleaños, y por seguir haciendo los comentarios sobre mi
cuerpo que tan triste ponen a la gente, porque les hacen creer que no me
quiero, cuando pocas personas hay que se adoren más de lo que hago yo.
Y por el blog. Brindo por el blog, por Chasing the stars, por las entradas con
100 comentarios o las que sólo tienen 2, por todas las personas que han hecho
posible que ahora tenga en mi casa un libro (¡un libro!) con mis palabras ahí
plasmadas, con cada letra escrita por mí como las tienen todos los grandes de
la literatura. Brindo por mi novela, por las ganas que tengo de escribir y el
mono terrible que me da cuando no puedo hacerlo en varios días, por los cientos
de ideas que me vienen de noche y las casi 400 notas que tengo en Evernote.
Brindo por Tommy, Scott, Diana, Layla, Chad, Eleanor, Sabrae, Alec, y todos los
demás que viven en mí, que me tienen y no yo a ellos, y por todos los que los
leen y reviven y hacen que quiera seguir esbozándolos.
Esto es por Noble, los Oscar, Mamma Mia, Praga, la Holi Party, Barcelona, Madrid, Chasing the stars, mis amigas, El
Rey León.
Pero, sobre todo, es por lo que me has hecho a mí.