miércoles, 12 de septiembre de 2012

Alba Jaima Panoya.

No me llaméis.
No me llaméis, joder. No quiero mentiros.
-¡Alba!
Viva tu puta madre, Eri. Viva tu puta madre.
Me giré en redondo y me las quedé mirando.
-Tía, espérame, ¿o tienes prisa?-preguntó Noe, alzando una ceja. Negué con la cabeza y me acerqué hacia ellas.
-¿Quieres venirte a mi casa a forrar los libros y eso?-me invitó la señorita Tomlinson. Agaché la cabeza, cambié el peso del cuerpo de un pie a otro y jugué con la correa de la mochila.
-Yo... tengo que ayudar a mi hermano a estudiar.
Sí, tú vas a estudiar. Anatomía.
Eri alzó una ceja y sacó a la cabrona manipuladora y lista que llevaba dentro.
-¿En la segunda semana de curso?
-Es que él ya tiene deberes-asentí despacio, luchando por no mirarlos a los ojos. Yo era la que peores faroles me marcaba, al fin y al cabo, mis amigas eran actrices, y yo jugaba al baloncesto.
-¿Vas a estar toda la tarde?
-No. En realidad, después tengo que ir a baloncesto.
Noe se unió a la Inquisición.
-¿Pero no lo habías dejado?
¡MIERDA, JODER! Era cierto.
-Es como... un partido de despedida. Por los viejos tiempos. Este año lo ha dejado mucha gente-hice bailar la pulsera blanca y roja con las iniciales de la banda en mi muñeca mientras las dos me miraban con visión de rayos X.
-Ya-asintió Eri, con la típica interjección de claro que sí, campeón.
-¿Nos vemos mañana en el recreo, entonces?-sugirió, por fin.
Y empezó a abrazarse la cintura, igual que hacía cuando se ponía nerviosa.
O cuando se acordaba de Louis.
O las dos cosas.
Aunque cuando se acordaba de Louis se ponía a dar vueltas y más vueltas al pequeño anillo que él le había regalado por su cumpleaños, como si pudiera sentirlo.
Porque, la verdad, todas llevábamos fatal lo de estar lejos de los chicos, aunque fuera solo entre semana y los fines de semana pudiéramos ir a Londres a verlos.
Aquello no era suficiente, y todas lo sabíamos.
En Noe lo notabas en que había empezado a llevar la BlackBerry a clase, cada diez minutos (con 27 segundos, según habíamos comprobado entre risas Eri y yo) la sacaba del bolsillo y miraba la pantalla, comprobando si Harry daba señales de vida. En los cambios de clase, se conectaba a Twitter, le mandaba un mensaje o simplemente lo llamaba durante un par de minutos, lo que tardáramos Eri o yo en gritarle que se acercaba un profesor, y entonces ella escondía el teléfono como alma que llevaba el diablo, se sentaba en su mesa, abría la agenda y se ponía a escribir frases de canciones (de sus canciones) como si le pagaran por ello.
Eri era la que peor lo llevaba, eso sin duda. Se notaba en que muchas veces se quedaba mirando al vacío, a veces ni siquiera escuchaba lo que los profesores decían (algo que era rarísimo en ella, pues tenía una especie de sexto sentido que le permitía estar vagando por Narnia mientras oía de fondo los periplos de la Segunda Guerra mundial y nuestro querido y adorado Adolfo Hitler de los Cabrones del Norte), estaba medio recreo paseando su bocadillo por el patio, hasta que decidía tirarlo después de haberle dado un mordisco, dos a lo sumo, en que muchas veces se abrazaba a sí misma sin darse ella cuenta (pues cuando le preguntabas que por qué hacía eso se quedaba mirando sus brazos alrededor de su cuerpo con expresión asombrada y lo separaba despacio, como temiendo que fueran a explotar si no lo hacía así), o, su favorito, giraba y giraba el anillo como si fuera un pequeño volante de cochecitos teledirigidos.
Aunque había cosas más sutiles, como, por ejemplo, abría la agenda, buscaba una página al azar y se ponía a escribir frases de su novio, tipo Sherbet, No!-Jimmy protested o I like girls who eat carrots; hasta ahí podía parecer normal, el problema era que Eri había escrito en los días 14 de enero, 6 de junio, 7 de febrero, 18 de diciembre...
Y ella nunca, jamás, escribía nada que no fuera la entrega de un trabajo o un examen en días que estaban aún por venir.
Sin contar con que, además, soltaba más tonterías que de costumbre. Noemí y yo encantadas, siempre estaba bien reírse, y estaba bien que Eri pudiera reírse también, pero todas sabíamos por qué Eri se esforzaba más y más por hacernos reír.
Cuando reíamos, cuando ella se reía, sentíamos que Louis estaba allí.
Parecía Bella con Edward, joder. Solo le faltaba tirarse de un acantilado, y ya tendríamos para hacer un plagio de Luna Nueva.
Supongo que yo era la que mejor lo llevaba. Sí que es cierto que muchas veces me pillaba pensando en Liam (en los demás también, pero sobre todo en Liam), cada vez que alguien sacaba un sacapuntas yo sonreía y miraba a las chicas, que canturreaban ¡Hola, señorita! ¿Qué tal? ¡Sacapuntas! o ¡A PIÑATAAAAA!, igual que lo había hecho Lou en un vídeo del grupo, y muchas veces me descubría sacudiendo la cabeza al ritmo de una canción que ni siquiera estaba sonando.
Claro, que yo tenía una excusa para comportarme así.
Cuando nos enteramos de que íbamos todas a la misma clase, creímos que no íbamos a dejar de hablar de los chicos. Y resulta que apenas los mencionábamos, bien fuera porque era demasiado doloroso, o bien porque no queríamos dejar de ser las novias perfectas que no les recuerdan quiénes son a las fans histéricas que corretean detrás de ellos por casa.
-Claro-asentí, sonriendo.
Después de darle dos besos a Eri y comprobar cómo trotaba detrás de las chicas con las que volvía a casa, Noe y yo regresamos a la nuestra acompañadas de más gente.
Ninguna medió palabra, tan sumidas estábamos en nuestros pensamientos.
-Si estás enfadada con nosotras, puedes decírnoslo-murmuró Noe cuando giramos la esquina en dirección a su casa. La miré con los ojos como platos.
-No estoy enfadada-repliqué, nerviosa.
Lo que pasa es que no puedo deciros a quién tengo en casa porque entonces no me lo perdonáis en la vida.
-¿Seguro? Mira, Alba, si estás enfadada, podemos hablarlo y arreglarlo, y así ya no tienes por qué estar molesta con nosotras-se encogió de hombros y miró a los demás, que de repente estaban callados, sumidos en un silencio curioso y cotilla.
Me detuve y ella me imitó; los demás se giraron un momento y yo les lancé una mirada de no se os ocurra parar a escuchar, maldita panda de cotillas. Me entendieron.
-No estoy enfadada, Noe. Es solo que... cuando estoy con vosotras... me acuerdo muchísimo más de ellos. Sobre todo cuando tengo a Eri cerca.
Asintió.
-Eri es Louis en chica, lo sé. Pero a mí eso me gusta.
Me encogí de hombros.
-El caso es que yo me acuerdo mucho más de ellos cuando estamos juntas. Pero ese no es el tema. Tengo cosas que hacer. Mi madre está muy pesada, y cualquier día mato a mi hermano. Ahora que sabe que estoy con Liam, no para de mandarme que falsifique la firma de él para vender autógrafos.
-Tiene don empresarial-musitó, pensativa.
-El caso-continué, sonriendo porque el tema parecía estar calmándose-, es que si tardo en llegar a casa empieza: ¿Has estado con él? ¿Por qué no me lo traes? ¿Le dices que te firme esto? y me saca un montón de papeles más alto que...
-Yo-rió ella, asintiendo con la  cabeza, y yo me eché a reír.
-Eso es. Y me estreso. Pero si estoy en casa me deja tranquila, porque no tiene por qué decirme nada de que dónde he estado ni esas cosas. Como no tengo a Liam en casa...
Noemí asintió.
-Pues habérnoslo dicho, mujer.
Hice un gesto con la mano para quitarle importancia.
-Ya sabes cómo es Eri, es capaz de ir a casa, meterle un par de hostias a mi hermano (que si ella me lo pide se lo sujeto, no hay problema) y decirle: ¡A VER, ZANAHORIO! ¡YO TAMBIÉN SOY FAMOSA, ASÍ QUE NO ME TOQUES MÁS LA CAJA MUSICAL!
Noemí comenzó a reír y aplaudir como una posesa.
-Puta Eri.
Asentí con la cabeza, los ojos cerrados, las palmas de las manos hacia el cielo.
-Es que Eri es mucha Eri.
Una fugaz idea me pasó por la cabeza, una idea que llevaba rondándome unos días.
Una falda.
Bershka.
-Ahora que lo pienso-empecé, y ella me miró con una ceja alzada-, ¿me podríais acompañar a Bershka? Tengo que hacer unas compras.
Ella asintió con la cabeza.
-Seguro que La Sánchez me deja salir, total, como voy con Eri a poner guapos los libros...
-¿Me llamáis?
-Vale. ¿A qué hora?
-No sé, cuando queráis, a mí me da lo mismo. Mientras no sea cuando ya hayan cerrado.
-Vale-alzó un pulgar al aire y asintió con la cabeza. Sonreí.
-Guay.
Me pringó la mejilla con su gloss y desapareció por el portón de su portal, escaleras arriba, con la mochila agarrada a su espalda como una garrapata.
¿Cómo era aquella canción de Green Day?
Ah, ya.
Despiértame cuando acabe septiembre.
O cuando acabe el curso, lo mismo da.
Fui en procesión con el resto de la gente y me separé de ellos con unos ligeros "hasta luego, gente". Me arrastré hacia mi portal y miré alrededor, aliviada al comprobar que nadie me perseguía como en el recreo.
Porque si algo éramos las tres ahora que aquel verano había cambiado tanto, era populares.
A pesar de que íbamos por ahí a nuestra bola, las tres juntas, y si alguien de nuestro curso quería unirse a la conversación no le hacíamos ascos, un pequeño ejército de chicas nos perseguía a donde quiera que fuéramos, con la esperanza de que les habláramos a los chicos de ellas.
Y lo hacíamos. Lo que pasa que no nos deteníamos a mirarles las caras o responderles las preguntas que tenían. Excepto cuando Eri estaba de mal humor y la cabreaban.
En una ocasión, le habían preguntado si Louis la tenía lo suficientemente grande como para disfrutar (y ahí empecé a catalogar a las Directionators). Eri se giró en redondo y les clavó una mirada envenenada a las niñatas que haría retroceder a la madrastra de Blancanieves.
-La tiene como mi pierna, zorra. Pero para taparte ese pozo sin fondo al que llamas boca, no basta. Sale demasiada mierda de ahí.
La cría se largó llorando, las Directioners aplaudieron la respuesta de Eri, y ella se ganó un TT, Eri is WonderWoman, que duró 3 horas.
Louis twittearía más tarde Spanish girls smash everything, y también eso sería Trending Topic.
Así, sumida en mis pensamientos y vagabundeando en mis recuerdos, soñando con mi nueva popularidad, llegué a la puerta de casa.
Mi madre se marchaba a trabajar justo cuando llegué.
-Hola, mamá-la saludé, dándole un beso en la mejilla. Ella me dio dos, siempre me hacía quedar mal.
-Hola, cariño. ¿Ya has llegado?
-No. Soy un holograma. Tengo previsto llegar para 2015. Lo digo por si quieres alquilar mi habitación.
Mi madre sonrió.
-Está bien. Cuando vuelva del trabajo guardo los pósters.
Me giré en redondo y la miré.
-Mamá, como me toques los pósters cobraré pensión por huérfana muy pronto.
Cerró la puerta tras de sí y yo me dirigí a mi habitación.
-¡Enano!-llamé a mi hermano, pero no me respondió.
-¡CHICOS!-chillé, primero en español, luego en inglés, luego otra vez en español.
Y, como no obtuve respuesta, tuve que ponerme a investigar por la casa. No tardé demasiado en encontrar a mi hermano y su cuñado, tirados en la cama del primero, haciendo una Twitcam desde la cuenta del segundo.
-El día que dejes de poder hacer Twitcams te mueres, ¿eh, Liam?-pregunté, sonriendo. Él me miró, sonrió, se levantó de la cama y fue a besarme.
-¿Qué tal el instituto?
-Bien.
-¿Tienes hambre?
-Oh, yeah.
-Pues venga, todo el mundo a comer. Diego-comenzó a hablar más despacio para que mi hermano entendiera lo que le decía-, despídete de la gente.
-¡Adiós! ¡Adiós, gente!
Me incliné sobre la pantalla del ordenador y sonreí a la cámara.
-Ahora me toca a mí disfrutar de él, chicas-dije, y varios tweets con LOOOL aparecieron en la ventanita. Liam se sentó enfrente del ordenador y empezó a despedirse.
-Vale, tengo que ir a comer. No me odiéis por abandonaros de esta manera, ¿vale? Hola, Ciara, ¿qué tal? Después vuelvo y me pongo a seguir gente. Feliz cumpleaños, Tamy. ¿Cuántos van? No sé para qué pregunto, si seguro que no veo tu próximo tweet. No sé qué voy a comer. Da lo mismo. Me tengo que ir, la gente tiene hambre y hay que alimentarlos. ¿Vale? Venga, hasta luego.
Cerró la ventana y se me quedó mirando.
-¿Qué hay de comer?
Que aproveche, Liam, era TT.
-Sopa.
Abrió los ojos como platos.
-No tengo hambre-replicó, abriendo un explorador y entrando a Twitter otra vez. Me incliné hacia él y le besé el cuello.
-Venga, Liam, que estás creciendo.
Mi hermano se deslizó fuera de su cama y corrió a poner la mesa para así tomar natillas de postre en un torbellino naranja. Liam y yo aprovechamos ese momento de intimidad para besarnos, diciéndonos sin palabras lo mucho que nos habíamos echado de menos.
-¿Cómo están las demás?
-Bien. Dentro de lo que cabe.
Se puso a jugar con mi pelo, colocándolo detrás de mis orejas, revolviéndolo, dejándolo caer por mi cuello y volviendo a recogerlo.
-Nos echan de menos, ¿eh?
Asentí.
-¿Vosotros a nosotras no?
-Claro. Deberías ver a Harry.
Me eché a reír.
-¿Y Louis?
Se encogió de hombros.
-Hablan bastante. Pero últimamente se encierra más con Niall en la habitación del piano y tocan y tocan durante horas. Cuando no tenemos que grabar, claro.
-Como esta semana.
Asintió, y volvió a inclinarse hacia mí.
-¡TENGO HAMBRE!-rugió mi hermano desde la cocina. 
-¡YA VAMOS!-grité, tirando del brazo de Liam y levantándolo de la cama.
Después de comer, Diego se fue a hacer los deberes (los profesores no tenían corazón ni tenían nada), y Liam y yo nos encerramos en mi habitación.
No se quejó cuando le quité la camiseta y él me arrebató la mía, pero cuando me afané en desabrocharle los vaqueros, me detuvo.
-¿Con tu hermano en casa? ¿Qué quieres? ¿Traumatizarlo?-negó lentamente con la cabeza, yo suspiré y me dejé caer en la cama, de morros.
Sonrió y se echó a mi lado.
-Pobre criatura.
-Eres igual que Eri.
-¿Sí?
-Sí. Un maldito estrecho cuando te conviene.
-Pobre Eri.
Me eché a reír.
-¡Pobre Louis!
-Que en este caso, eres tú, ¿no?
Asentí.
-Exactamente.
Se quedó mirando al techo un rato, con la otra mano por mis hombros. Le besé el torso mientras él vagaba por sus pensamientos.
-No podría hacerlo-susurró, como quien no quiere la cosa. Alcé una ceja.
-¿Qué?
-No creo que pudiera acostarme contigo con tu hermano pequeño aquí. Y creo que es lo mismo que le pasa a Eri cuando estamos todos en casa. Le da... corte.
Me encogí de hombros.
-A mí me pone, ¿qué quieres que te diga? Reconócelo, Liam. Tiene su punto.
Sonrió y asintió.
-Supongo que sí.
Diego se puso a jugar a la consola, y nosotros salimos de la habitación.
-Diego...
-¿Qué?
-¿Hoy no tienes fútbol?
Se encogió de hombros.
-No hay partidos hasta octubre. En octubre empiezo a ir todos los días.
-Pero, ¿mamá lo sabe?
-No.
-Enano, vete a entrenar, o se lo digo a mamá.
-Pienso quemarte los DVDs del Tour. Y contarle a Liam cómo gritas cuando te pones a verlos por las noches. O cómo gimes como una perra cuando aparece Robert en Crepúsculo.
Me quedé boquiabierta.
-¿Qué coño dices? Yo no gimo como una perra.
-¿A quién crees que creerá? Te mete en casa, Alba. Sabe cómo eres-sonrió-. Pero no sabe cómo soy yo.
Se fue dando brincos a su habitación, sabedor de que me tenía donde él quería.
Cuando volvimos a casa después de llevar a mi hermano a entrenar, ni siquiera llegamos a una cama. A la cama que fuera.
Acabamos haciéndolo desesperadamente en el sofá.
Al igual que el día anterior, cuando le llamé, le dije que viniera si tenía un rato libre, y él lo tuvo.
He de decir que nos lo pasamos genial en el baño.
Besó mi cuerpo desnudo y acarició mi boca con la punta de los dedos, haciendo que me estremeciera.
-Eres preciosa, cucharita.
Sonreí.
-Mira quién fue a hablar.
Continuamos besándonos durante una hora o más, pero a mí me parecieron diez minutos. Las chicas me llamaron a eso de las seis, chillando y riendo, diciendo que si quería que me pasaran a buscar.
Liam no tuvo consideración alguna en recordarme a quién le pertenecía yo, pues mientras hablaba con ellas, no dejaba de acariciarme y de besarme el cuello, de forma que yo tenía que contener los gemidos.
Genial, ahora pensarían que me masturbaba. Lo que faltaba.
Colgué el teléfono y me abalancé sobre él.
-No tienes vergüenza ni tienes nada-le reproché, moviéndome despacio encima suya, buscándolo.
Lo encontré.
-Puede ser.
Y, tras contemplarme dos angustiosos y frenéticos minutos en el espejo, decidí que aquel rubor que tenía por culpa del sexo bien podría pasar por una tarde de discusiones con mi hermano pequeño. Me vestí rápidamente, busqué mi bolso y cogí las llaves.
-No salgas de casa-le advertí. Se encogió de hombros.
-Vale.
-Va en serio, Liam. No pienso dejarte mis llaves.
-Vale.
-Si te pillan fuera, te comen vivo. Si las chicas te ven, me matan. ¿Vale?
-¡Vale!
Se encogió de hombros e hizo pucheros cuando abrí la puerta y me lo quedé mirando.
-¿Qué pasa ahora?
-No me has dado un beso.
-¡JODER, LIAM!-grité, corrí hasta él, lo besé rápidamente y huí hacia la puerta.
-Yo también te quiero un montón-replicó él.
Me entraron ganas de darle una bofetada.
-¡Si suben a casa y te ven, ¿qué?! ¿Has pensado en eso?
-Vale.
-Vete a la mierda-repliqué, dando un portazo. Cuando estaba corriendo escaleras abajo, la abrió y me gritó:
-¡Estoy lejos de ella, Alba, me han enviado al paraíso!
Me asomé por el hueco de las escaleras y le sonreí.
-Eres imposible.
Se encogió de hombros.
-Adiós, Julieta.
-Mira a ver que no se te cierre la puerta.
-Vale.
Me quedé quieta, expectante, hasta que oí el sonido de la puerta al cerrarse.
¡OH, JESUCRISTO! 
¡QUÉ HOMBRE ESTE!
Abrí la puerta del portal a toda velocidad y Noe y Eri se me quedaron mirando, Noe con el índice alzado hacia el telefonillo, preparada para llamarme a través de él.
-Ya estoy...ya estoy-musité, jadeante. Eri se echó a reír.
-¿Tanto nos echabas de menos?
-No... es que... sí. Da igual.
Mi yo gilipollas estuvo a punto de decirles que Liam se había puesto pesado.
Paseamos hasta el centro de la ciudad, acompañamos a Eri a una librería en la que se puso a brincar de alegría (no sin antes cumplir con nuestro deber como Twihards y darles la vuelta a los libros de Los Juegos del Hambre mientras Noe hojeaba un nuevo libro de Justin Bieber), nos metimos en varias tiendas de ropa y, por fin, llegamos a Bershka.
-¿Qué tienes que comprar?-preguntó Noe, sin ni siquiera mirarme. Estaba demasiado ocupada en el resto de la ropa.
-Una falda.
Eri se quedó a medio camino de depositar una camisa en la percha y se me quedó mirando.
-Perdón, Alba, creo que te he entendido mal. ¿Me repites?
-Una maldita falda-gruñí.
Noemí y Erika se miraron entre ellas.
-Pero... Pero...
-No es así, Noe. Candace dice: pepepepepero, pepepepepero...-me miró con ambas cejas alzadas.
-Es para Liam-me expliqué.
Los ojos de Eri pasaron de ser dos platos a ser dos ollas a presión.
-Ah, bueno, me dejas mucho más tranquila.
-Es que le ponen, ¿no? Por favor, dime que no quiere una falda-replicó Noe, tapándose los oídos. Alcé las manos.
-¡Eh! Mirad a Eri. Casi siempre que sale con Louis lleva falda, ¿y alguien ha protestado por ello?
-Porque me quedan bien. Me hacen un culo espectacular.
-Ya tienes un culo espectacular, Tomlinson-replicó Noe, negando con la cabeza.
-Gracias, Styles.
-¿No será porque te gusta que te pueda meter mano más directamente?-me burlé yo.
-Oh, Jesucristo, vaya si es por eso-replicó ella, sonriendo y alzándome una ceja.
No había que ser un gran observador para ver cómo la mano de Louis se apoyaba automáticamente en los muslos de Eri cuando ella se sentaba a su lado.
Y Noe había bromeado una vez con que tenía pánico de lo que harían cuando ella llevaba faldas, algo a lo que la aludida se negó a contestar.
-De todas formas, es por Louis, es por mi culo, y es porque tengo cuerpo para llevarlas. Nunca lo tuve, y ahora lo tengo. Llevaba quince años sin ponerme una maldita falda, Alba, y me encantan. Las hay muy monas. ¿Comprendes? Así que si ahora soy una puta diosa y tengo el cuerpo escultural de una puta diosa, visto como una puta diosa. 
-¿Qué insinúas? ¿Que estoy gorda?
-¡NO!-protestó ella.
-Jimmy protested-replicó Noemí, y yo sonreí. Eri sacudió la cabeza, sus rizos botaron a su alrededor.
Igual que botaban cuando Danielle bailaba.
-El caso es que tú tienes un look más... deportivo. Nunca en mi vida te vi con una falda.
-Es que no me gustan las faldas.
-¿Entonces, para qué te la quieres poner?
Les expliqué, en inglés, para que nadie más lo entendiera, la fantasía sexual que me había contado Liam un día: hacerlo en un parque, con montones de gente pasando, pero sin que fuera tan descarado. ¿La solución? Una falda. Me sentaba sobre él, me movía despacio de tal forma que pareciera que nos estuviéramos besando, y sus fantasías se cumplirían.
Noe y Eri se me quedaron mirando boquiabiertas. Sonreí, satisfecha.
-¿Te lo puedo copiar?-preguntaron al unísono, y yo hice un gesto con la mano, dándoles luz verde.
Buscamos entre las tres una falda que no se saliera demasiado de mi estilo (una falda de tul sería una puñalada a mi armario, pero al de Eri no, así que con una vaquera Liam tendría que conformarse). Al final, cuando cada una encontró algo para llevarse a casa, nos pusimos a la cola. Y Noemí retomó la conversación.
-De todas formas, yo no podré cumplir esa fantasía con Harry este fin de semana-suspiró. La miramos.
-¿Por qué?
-Voy a tener visita.
Asentimos con la cabeza.
-¿Y tú, Eri?
-Yo la tuve a principios de mes. Ya sabes, cuando los premios. ¿A ti cuándo te toca?
Me puse a hacer cuentas, y la falda que llevaba en la mano se cayó al suelo. Me miraron, preocupadas, y noté la palidez de mi rostro cuando susurré, con un hilo de voz:
-Hace 20 días.

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