viernes, 28 de septiembre de 2012

Cómo aprende la española.

Sorprendentemente, esa vez fue Niall uno de los que llegó los últimos, posiblemente porque Zayn se quedó sujetándolo con Stan mientras Louis, Liam y Harry echaban a correr hacia nosotras en cuanto las fans les gritaron que ya habíamos llegado a la terminal.
-¡LOUIS! ¡LOUIS, AHÍ LAS TIENES! ¡CORRED!-bramó una pelirroja que tenía al lado, Alba dio un brinco y se la quedó mirando sin comprenderla en un principio, pues tenía un fortísimo acento escocés y juraría que habló en un dialecto de el país más verde y montañoso del Reino Unido en vez del idioma más estandarizado.
El murmullo de que ya habíamos aparecido llegó a los chicos incluso antes de hacer contacto visual con nosotras, pero solo cuando confirmaron que realmente estábamos allí fue cuando iniciaron el ritual de bienvenida.
De un brinco abracé a Louis, le pasé las piernas por la cintura y él me sujetó en el aire.
-¡BESAOS!-chilló otra, esa vez no sabía quién había sido, pero rápidamente sus compañeras las corearon.
Louis me sonrió, se inclinó hacia mí y me besó suavemente mientras las demás chillaban. Escuché las risas de Zayn y Niall, los silbidos de Stan, y los gritos histéricos suplicando a las otras dos parejas del grupo que nos imitaran.
Louis me dejó delicadamente en el suelo y observó la mancha de la cadera.
-¿No te la has quitado aún?
Negué con la cabeza, sonriendo.
-Tal vez ni te hayas duchado... cochina-continuó, le di un suave puñetazo en el pecho y se echó a reír.
-Me lo repasaba cuando salía de la ducha.
-Fascinante.
Una rubia de ojos azules que me recordó muchísimo a Niall nos gritó:
-¿Qué te has tatuado, Eri?
La chica se puso roja y abrió los ojos como platos cuando me giré y le sonreí; evidentemente, esperaba que pasara de largo sin hacer caso de ella.
Pero no era mi estilo.
Porque no era el estilo de la banda, y el estilo de la banda había pasado a ser mío también.
Todo el grupo de fanáticas enmudeció, los agentes de seguridad se me quedaron mirando, esperando que las provocara o que las invitara a saltarse el cordón policial que se había formado en media terminal y que vinieran a averiguarlo.
-Sois mejores que la CIA. ¡Descubridlo vosotras!
Varias sacaron sus teléfonos móviles y se pusieron a teclear histéricas, otras aprovecharon sus aparatitos para hacer fotos a la homónima femenina de Harry, según las propias chicas, en Larry Stylinson.
Niall corrió a abrazarme, me levantó varios centímetros del suelo y sobre él, a pesar de que era apenas me saltaba medio decímetro, Zayn me estrechó entre sus brazos mientras me sonreía, como diciendo Por fin has vuelto, pequeña, Liam me acarició la cintura y Harry me dio un beso en la frente, provocando gritos histéricos entre las Directioners (siempre que Harry pestañeaba había gritos frenéticos, eso había que decirlo).
Stan abrió los brazos y esperó a que yo me lanzara entre ellos. Me besó en la mejilla y me revolvió el pelo.
-¡Para, imbécil! ¡Sabes que no me gusta!
-¡Por eso lo hago!-replicó, riéndose. Louis le dio un codazo amistoso, tiró de mí y me abrazó la cintura.
-Búscate una novia, forever alone-le espetó. Stan se rió con más fuerza, y su mejor amigo no tardó en unírsele.
Una morenita se acercó corriendo a nosotros, y Paul se puso tenso en seguida. Alzó las manos, sosteniendo un osito de peluche en la derecha, demostrando que no era peligrosa. Las  fans chillaron. Paul se hizo a un lado, pero se mantuvo muy cerca de la chica.
La chica le tendió el peluche a Niall.
-Tu regalo de cumpleaños, Niall.
Varias fans se echaron a llorar, y Niall le sonrió.
-¡Gracias!-abrazó a la morena, que se quedó paralizada un momento, pero luego aprovechó su oportunidad para devolverle el abrazo-. ¿Tu nombre?
-Victoria.
-¿Beckham?-preguntó Louis. Ella negó con la cabeza y se echó a reír.
-¡Ojalá!
Louis asintió con falsa tristeza. Victoria me sonrió.
-Tiene una carta dentro. Me gustaría que la leyeras... si te apetece-apartó la vista de mí para fijarla en los ojos azules de Niall. Niall asintió, volvió a abrazarla y llamó a los chicos para hacerse una foto con la morena. Las fans chillaron aún más, y creo que un par de ellas cayeron al suelo, desmayadas. Vi cómo Zayn se mordía el labio, le ponía muy nervioso cuando alguna de sus chicas hacía eso.
Alba se pasó una mano por el pelo, echándoselo hacia atrás, suspiró y miró en todas las direcciones antes de susurrar:
-¿Habéis encontrado algo?
Noe negó con la cabeza; yo me encogí de hombros y arrastré la enorme maleta cargada de libros que traía desde casa. Después de lloriquearle mucho a la chica del aeropuerto para que no me obligara a pagar una multa por exceso de peso (mintiendo descaradamente diciéndole que allí iban las cosas de las tres), me las había ingeniado para tirarla fuera de las cintas donde las maletas se dedicaban a girar como perros abandonados esperando a que su dueño volviera, cuando un amable señor me ayudó a incorporarla para que pudiera llevarla hasta donde los chicos.
La maleta.
Mierda, la había dejado atrás.
Salí disparada corriendo y todo el mundo se me quedó mirando. Llegué resollando al lado de mi abandonada criatura justo cuando una señora con pinta de cotilla estiraba la mano hacia ella.
-¡EH!-le grité a la paisana. La mujer se volvió.
-¿Sí?
-Es mía.
-Demuéstralo-replicó la estúpida mientras las fans se acercaban y observaban la escena, estupefactas ante el hecho de que mi maleta había estado ahí sola todo el tiempo y recriminándose no haber conseguido hacerse con una fuerte de información tan suculenta.
-Señora-le gruñí, la mujer alzó la mandíbula, altiva-, toque mi maleta y le juro por Dios bendito que le corto la mano.
Debía de tener un brillo furioso en mi mirada, porque la mujer desvió la vista un segundo hacia mi equipaje, se encogió de hombros y se marchó diciendo:
-¡Qué modales!
Puse los ojos en blanco y no pude evitar sonreír cuando una fan (seguramente una de las que me había hablado antes):
-¡Solo está defendiendo lo suyo, señora!
-¡Ojalá no le roben las tierras, mi lady!
-¡La Edad Media terminó hace mucho!-espetó una, a lo que otra del fondo le contestó:
-¡Cuando era joven!
Todo el mundo se echó a reír, yo luché por no sonreír, pero no lo conseguí. Me llevé el índice a los labios y traté de acallarlas, pero ya habían llegado demasiado lejos. Louis hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta, arrastré mi maleta hacia él y dejé que la cogiera.
Dejó escapar una expresión de asombro.
-¿Qué? El ser un digno caballero inglés tiene su precio, ¿eh, milord?
Negó con la cabeza, se echó a reír y me pasó un brazo por los hombros.
-¿Qué has armado ahí atrás?
Me encogí de hombros y le besé el pecho. Alguna fan que había quedado rezagada cuando estábamos en la terminal pudo disfrutar de ese momento, y lanzó un chillido. Louis no le hizo caso, pero a mí seguía costándome fingir una indiferencia que no sentía.
-Una vieja quería robarme la maleta.
-¿Qué traes? ¿Lingotes de oro?
-Libros.
Suspiró, triste.
-Entonces no pasaba nada por que se la hubiera llevado.
Nos detuvimos al lado del coche y esperamos a que lo abrieran. Levantó la puerta del maletero, bufando por el esfuerzo (¿cuánto llevaría allí? ¿40 kilos?), la dejó caer y se limpió las manos en un gesto que quería decir, claramente, ya está.
-Lou.
Recibí un vago mmm como respuesta, pero sus ojos me prestaban una atención casi reverencial.
-Para mí es como si llevara lingotes de oro.
Se echó a reír, se acercó a mí y me tomó de la cintura. Se apoyó contra el coche, me cogió la mano y me la llevó hasta mi cara, aprovechando para acariciarme la mejilla con la punta de los dedos.
-No es literatura.
Me mordí el labio inferior.
-Es verdad.
Sonrió, se inclinó hacia mí y me besó suavemente.
Liam pitó.
-¡VAMOS, COÑO!-bramó, riéndose. Louis se giró, le hizo un corte de manga y me dio un rápido beso en los labios.
-¿Pudiste dormir aquella noche?
-No puedo dormir cuando no estás en mi cama.
-Es una lástima.
Me abrió la puerta y yo me lo quedé mirando.
-Milady.
-Milord-repliqué, burlona, entrando en el coche y sacándole la lengua a Stan, que se sentaría a mi lado.
-Prepárate para que se pongan pegajosos, tío-le avisó Niall, toqueteando la pantalla del nuevo iPad que se habían comprado mientras jugaba desesperadamente a Angry Birds.
-¡No nos ponemos pegajosos!-protesté yo, dándole una colleja a Niall, pero este la esquivó en el último momento.
-No, qué va.

Todos musitaron expresiones de asombro (mis amigas incluidas, pues yo había llamado al puñetero taxi y yo había terminado pagándolo) cuando abrí la maleta y descubrí todos los libros que había traído.
-¿Cuántos...?-empezó Harry, cogiendo uno y hojeándolo. Lo colocó sobre la mesa.
-16.
-¿Páginas?
-No las digas-suplicó Louis.
-No las he contado. Cerca de diez mil.
Gimieron.
-Sabéis que es imposible que leamos todos los libros para mañana, ¿no?-murmuró Zayn, repitiendo el mismo proceso de Harry.
Noemí procuraba mantenerse apartada del grupo, como fingiendo desinterés, pero en realidad yo notaba cómo miraba por el rabillo del ojo lo que hacía Harry o dejaba de hacer, preguntándose qué habría pasado en mi casa cuando él vino a verme, después de que yo le robara tiempo de estar con su chica.
Tenía que reconocer que no esperaba verlo allí. Lou ni siquiera me había mandado un mensaje (algo que en Octubre descubriría que era demasiado típico en él, pero no estaba allí para criticarlo, al fin y al cabo el factor sorpresa era uno de sus puntos fuertes), así que no tenía razones para esperar verlo.
Por eso estuve un par de minutos observándolo, intentando encontrar un algo que me indicara que, en realidad, no era él.
Entonces abrió la boca, habló con aquella voz que a todos nos encantaba, y me confirmó quién era. Me hice a un lado y lo dejé pasar, al fin y al cabo, mis padres no volverían a pegarme con él delante.
¿O sí?
Pero mis padres habían pasado a un segundo plano. Estaba allí.
Liam había estado allí.
Y se suponía que, siguiendo un orden lógico, el primero en haber ido a mi país, a mi ciudad, a pasar unos días conmigo, era Louis; no en vano habíamos sido los primeros en salir y les llevábamos casi un mes de ventaja a Liam y Alba y dos a Harry y Noemí.
Después de conducirlo a mi habitación, de hartarme de mirarme las uñas, formulé la pregunta que en realidad me apetecía ir a gritar por las calles de aquella ciudad norteña llamada Doncaster.
-¿Por qué él no viene a verme?
Por la cara que puso deduje que se esperaba cualquier otra pregunta, y eso que la mía era muy simple: ¿Por qué? ¿Por qué no estaba allí? A Alba no la reñían ni la insultaban cada dos por tres, todos los días; a Noe no le pegaban, ya mí sí.
Yo necesitaba a mi novio más que ellas. Era yo la que no comía, yo la que no dormía, yo la que no paraba de darse toquecitos en la cadera para sentir la L que me había pintado, que era casi como si él estuviera allí, yo la que no paraba de jugar con la pulsera o con el anillo. Yo. Todo yo.
Era yo la única que dependía desesperadamente de tener a Louis cerca para poder vivir. Ellas no.
Ellas traían a sus novios.
Y yo, no.
Cuando me abrazó y pude echarme a llorar entre sus brazos, me sentí bien. Mejor incluso de lo que esperaba.
No eran los brazos de mi novio, pero sí los de uno de mis mejores amigos, y aquello se agradecía. Además, había que reconocer que sabían consolar.
Había dos tipos de chicas: las que necesitan que les hables para tranquilizarlas, y las que necesitan tranquilizarse para que les hables.
Yo era de ese segundo grupo, por supuesto. Así que cuando me harté de llorar, de acurrucarme contra su pecho y escuchar su respiración acompasada, impaciente porque me pusiera bien y porque me tranquilizara, me separé de él, me pasé la manga de la sudadera que me había puesto por la nariz y me froté los ojos.
Estaba horrible. Estás horrible, y con Harry Styles.
Pero me daba igual.
No era Harry Styles aquel chico que me estaba mirando, el rompecorazones de mi banda favorita estaba muy, muy lejos. A años luz. Era simplemente Harry, Hazza, Ricitos de chocolate, Ricitos violables, y un largo etcétera de nombres cariñosos.
-¿Vas a decirme por qué estás así?-replicó, volviendo a estrecharme entre sus brazos y balanceándonos suavemente. Me besó la cabeza, y yo cerré los ojos.
-Es una larga historia.
-Tengo una hora.
-Suficiente-repliqué. Quería contárselo, necesitaba contárselo.
Siempre sería mejor contárselo a una persona que estuviera físicamente delante de ti a una pantalla.
Aunque esa persona fuera un amigo y la pantalla, tu novio.
Le hice un rápido resumen de que estaba harta de mis padres, harta de estar todo el rato defendiendo lo que era mío por derecho (mi espacio personal, me refiero),  de que me gritaran que por qué tenía que ser de una manera cuando lo único que hacía era contestar. Él sabía que en casa no era como en el resto de los sitios, al igual que sabía que me pusiera histérica que me dijeran que más valía muerta, que qué asco de tía, cuando era la mejor en mi clase.
Muchos eran unos negados y eran peores que yo, y sus padres no se quejaban.
Terminó quedándose dos horas, ayudándome a limpiar la habitación, y sonriendo cuando encontró la libreta con sus caras que había conseguido un día de compras locas en Claire's.
-Lo demás no importa, ¿sabes? Llevo 16 años soportando que me pisoteen-me encogí de hombros, y él asintió, pensativo en lo que le decía-, ya es una costumbre. Pero no voy a dejar que se metan con lo más importante para mí.
-¿Insultaron a Louis?-preguntó él, a la defensiva. Negué con la cabeza, luego la sacudí a un lado y a otro.
-No. Os insultaron a todos.
Incluso podría esperar que insultaran a Louis, al fin y al cabo, habían tenido contacto directo con él, y podrían ser lo suficientemente raros como para que les cayera mal, pero... ¿los demás? No habían hablado con ellos. Salvo la vez que nos pusimos todos a recoger hojas del jardín de mi casa, se habían puesto a ayudar. No tenían derecho a llamarlos gilipollas. Ni nada.
-Voy a matarlos como vuelven a decir algo así-suspiré y pasé un trapo por la foto que teníamos los ocho juntos, a los pies del Big Ben.
-Kung-fu Eri-sonrió Harry, y se echó a reír.
Acabamos echando unas partidas a la Play, y él se marchó cuando se aseguró de que estaría bien.
Mi padre me preguntó con desdén que si era otro de mis amiguitos ingleses.
No contesté.
¿Coste? Tres tortazos, un tirón de pelo, y una patada.
Me sorprendía que no me hubiera dejado moratones.
-Ilumíname en el camino sagrado del señor, oh Gran Zayn-repliqué, sarcástica, de vuelta a aquel viernes londinense.
-Cuatro personas entienden estos libros-murmuró Liam, sacando otro.
Niall echó un vistazo al contenido y negó con la cabeza.
-Tres.
Stan estiró la mano y cogió uno de los más grandes como si mordiera. Louis lo imitó.
-¿Alguien ha encontrado algo?
Stan carraspeó.
-Teorías conspirativas, miles. Cosas normales, cero.
Asentí.
-¿Te lo ha contado Louis?
-Cuando fui a Doncaster a sacarlo de casa estaba sobando encima de un libro.
Louis sonrió, frotándose la frente.
-Dormí dos horas esa noche.
-Eres un traidor a la patria-replicó Stan, riéndose y dándole un puñetazo en el pecho.
-¿Y si vemos Discovery Channel? Ahí tienes gilipolleces a mansalva-sugirió Alba. Negué con la cabeza.
-Los libros son la solución. Lo presiento. Hay algo aquí.
-Estoy harta de leer.
-¿Tú te has quedado hasta las tantas con esta mierda? Te recuerdo que esto es para ti-le reproché. Louis me empujó hacia atrás.
-Eri...
-¡Perdona por no caerle bien a la que le he quitado el sitio!-bramó Alba. Sonreí.
-Tal vez Danielle quiera que sea yo quien te mate.
-Serías capaz.
-No lo dudes.
-Chicas. Chicas-resopló Harry, poniéndose entre nosotras y apartándonos la una de la otra, con los brazos extendidos. Si en vez de rizos tuviera bigote, fuera canoso, un poco más bajo y más viejo y yo fuera Jacob y Alba Edward, aquello parecería Eclipse.
Ella pareció ver también la similitud en la escena.
-Ahora no hay tiempo para pelearse. Tenemos que hacer algo. Y rapidito-nos instó Noe, moviendo el brazo y sacando su vena Sánchez.
Volví a cruzar una mirada con Alba, y noté cómo los dedos de Louis se deslizaban por la palma de mi mano hasta entrelazarse con los míos. Basta. Ahora, no.
Ni ahora ni nunca.
Asentí.
-¿Qué vamos a hacer?-preguntó Alba. Me encogí de hombros.
-Seguir con lo mismo-recogí mis libros, los apilé y observé el que quedaba encima. Noe cogió uno y ella otro.
-Estoy harto de eso. ¿No hay otra manera?
-Si crees que la hay, por favor, dímela, Liam-gruñí. Se encogió de hombros.
-¿Suplicar?
-No pienso suplicarle a Danielle-replicó Alba, negando con la cabeza a un ritmo frenético.
-Yo voy a parar-anunció Niall, como si me estuviera pidiendo permiso... o terminar con aquella maratón lectora en la que había convertido mi vida.
-Yo, no-sentencié. Sentía todas las miradas sobre mí...
Liam era el padre de la banda.
Yo era la madre de todos.
-¿Sabéis por qué?
-¿Porque eres terca como una mula?-sugirió Zayn, moviendo los brazos y rascándose la cabeza.
-Porque soy española-espeté, sacando la lengua.
Sonrieron.

Después de pasar páginas desesperadamente por hasta tres libros diferentes, buscando alguna de las palabras clave (menstruación, ovulación, embarazo), cerré el que tenía entre los dedos de un golpe y sonreí cuando mis amigas dieron un brinco.
Niall, en su afán devorador, mordisqueaba el lápiz que tenía en las manos como si de un castor se tratara. Al final, se había sentido demasiado mal para dejarnos a los demás investigando, así que había cogido un libro y se había dedicado a ojearlo en busca de las palabras que le habíamos anotado, además de preguntando cada dos por tres qué significaba una que no conocía y anotando el significado en un libreta de anillas que tenía a su lado.
-Voy a ver si Louis y Stan han tenido más suerte-anuncié. Ellos asintieron, aburridos, y volvieron a su lectura.
Si la madre de Noemí viera a mi amiga leyendo con tanto afán, lloraría de felicidad.
O seguramente diría que aquella no era su hija y que le dijéramos de una (puta) vez dónde estaba Noemí.
Me asomé al salón y contemplé a Zayn y Liam sosteniendo cada uno un libro del tamaño de los Atlas de mi instituto (más grande que las mesas de cualquier alumno) y leyendo a toda velocidad las palabras. Habían llegado a la conclusión de que serían más rápidos si leían páginas contiguas, creyendo que serían capaces de rendir más.
Harry observaba la televisión con gesto distraído, y, cuando había anuncios, posaba la vista en el portátil y continuaba leyendo los blogs en los que se había metido.
-¿Cómo vais?
-Mátame-espetó Zayn, mirándome con el sufrimiento impregnado en la mirada. Negué con la cabeza.
-No. Eres productivo.
Subí con desgana las escaleras por primera vez en mi vida, me arrastré por el pasillo y abrí la puerta de la habitación de mi novio sin llamar (¿qué podría pasar? ¿Que estuviera cambiándose y le viera desnudo? ¡Ja! Vaya chiste)
Stan estaba sentado en el escritorio, golpeando la esquina del libro que lo tenía absorto... y Louis estaba tendido en la cama, dando suaves pisotones al aire, como cuando se escucha música tumbado, y con un libro (Fases de la natalidad y los ciclos femeninos de un nombre que no reconocí) colocado sobre su cara, tapándosela. Carraspeé, y él no se movió.
-¿Stan?
-Shh-me instó, señalando su libro-, estoy estudiando.
-Ya, ya lo veo. ¿Louis está... dormido?
Negó con la cabeza.
-Solo escucha música.
He ahí el por qué de las sacudidas de su pie.
Me senté a horcajadas sobre su cintura y le quité el libro. Tardó un instante en abrir los ojos, frunció el ceño por la claridad y me miró. Me sonrió.
-Hola-saludó. Le devolví la sonrisa y me señalé la oreja.
-¿Qué escuchas?
Palmeó el colchón a su lado para que me tumbara, y obedecí. Me coloqué de costado, con el codo apoyado en la almohada y la cabeza en la mano y cogí el auricular que me ofrecía.
-¿Robbie Williams?
Se incorporó y miró a Stan, que tenía la boca abierta.
-¿Ves? Te dije que tenía cultura.
-¡Si es de la generación Justin Bieber, no me jodas!
Sonreí.
-Me gusta Britney Spears.
-Peor me lo pones.
Le lancé la almohada y él se echó a reír.
-¡Tú sí que no tienes cultura! ¡Rock era lo de Elvis, no lo que hay ahora! ¡Vamos, hombre!-ladré, riéndome. Volvió a abrir la boca.
-¿Conoces a Elvis?
-¿Estás mal de la cabeza? ¿Quién en este y los otros millones universos no conoce a Elvis?
Stan alzó las manos.
-Está bien, está bien.
Louis se giró a mirarme y me acarició la mandíbula.
-Stan también escucha a Britney.
-Lo sabía-asentí, sonriendo. Él se inclinó hacia mí y posó sus labios en los míos, de una forma tan inesperada que a mí apenas me dio tiempo a cerrar los ojos.
Stan sonreía.
-¿Os enciendo unas velitas?
-Vete a la mierda-replicó Louis, desperezándose y mostrándole su dedo corazón.
Robbie Williams dejó paso a una canción con demasiada importancia instrumental para mí. Me quité el auricular y se lo pasé; él sonrió.
-¿Demasiado fuerte?
-Fuerte. Y punto.
No tenía nada en contra del heavy, simplemente no me gustaba, creía que la música debía tener paridad en cuanto a voz e instrumentos, y aquello de que el cantante tuviera que dar gritos para hacerse oír entre el eco de la batería, las guitarras eléctricas y sucedáneos era demasiado para mí.
Pero a Louis siempre le hacía gracia porque él no escuchaba realmente "heavy", sino... no me acuerdo de cómo lo llamó, pero me dijo que si algún día me pusiera lo que él entendía por heavy saldría corriendo en dirección contraria.
Cogí el libro y le eché un vistazo.
-Ya va siendo hora de que vuelvas a trabajar, ¿eh?-le dijo Stan a Louis. Este último alzó una ceja.
-¿Por?
-Hace 35 minutos que cerraste el libro.
Esta vez fue Lou quien puso los ojos como platos.
-¡No me jodas!
Stan asintió, sonriendo.
-¡Pues me he quedado dormido, tío!-replicó él, riéndose. Stan se pasó una mano por el pelo negro, recordándome aún más a su mejor amigo, y asintió con la cabeza.
-Ya me parecía a mí, pero bueno, pensé Dejémosle tranquilo, así no incordia.
-Hijo de puta-replicó Louis, negando con la cabeza.
Encontré otra lectura con la que entretenerme mientras ellos volvían al trabajo, y me tumbé con los pies sobre la almohada si no los hubiera dejado en el aire, porque, según Louis no debía ser una cochina, acuérdate, nena, de que vamos a dormir aquí; razonamiento al cual tuve que dar la razón.
Louis de vez en cuando le preguntaba el significado de alguna palabra a Stan, este se para a pensar un momento, lo miraba y le decía un sinónimo; mi novio asentía, alzaba el pulgar y continuaba con la lectura, frunciendo el ceño.
-¿Por qué no dejas al pobre Stan?-le recriminé. Me acercó el pie a la cara y yo me giré, riendo-. Ahora es cuando te meto un mordisco y...
-Está estudiando filología-explicó Louis, haciendo caso omiso de mi amenaza. Miré a Stan, y, dado que el de ojos azules se negaba a darse por vencido en su tarea de intentar tocarme la cara con el pie, me vi obligada a cogérselo por el tobillo, pegárselo al colchón y pasar la mano despacio por la planta, haciendo que dos patadas involuntarias de mi novio pasaran demasiado cerca de mí.
-¿De veras?
Stan asintió.
-Así es.
-¿Te gusta?
-Le gustaba la profesora, que no es lo mismo-replicó Louis, riéndose histérico, en parte por las cosquillas, en parte por su propio chiste. Stan fingió considerar la idea.
-Puede ser.
-Tío, no me digas que no estaba buena-replicó Louis, incorporándose hasta quedar sentado y liberando su pie. Stan asintió, convencido.
-Sí, estaba muy buena.
Louis sonrió.
-Sabía que era por eso, cabrón.
-¡Tío, tú cantas en una banda y consigues a la tía que te dé la gana, y yo me meto en el mercado! ¡No todos podemos comprar a domicilio, ¿sabes?!
Me eché a reír.
-Louis no me compró a domicilio.
-No iba por ti, Eri.
-En realidad, tú viniste hasta mí-replicó Louis, burlón. Fingí ofenderme.
-¿Perdona? Tú me besaste.
-Me habrías violado si no lo hubiera hecho.
-Gilipollas.
-Borde.
-Estúpido.
-Boba.
-Imbécil.
-Tonta-replicó, cogiéndome por el pie, arrastrándome por la cama y obligándome a incorporarme.
-Subnormal.
Sonrió, se inclinó hacia mí y susurró:
-Idiota.
Me besó. Primero despacio y tierno, luego rápido y apasionado, y yo noté cómo se me iba escapando mi voluntad.
Seré lo que tú quieras que sea.
Hacemos un buen equipo.
Sí, sobre todo cuando practicamos el deporte universal.
-Me piro, tortolitos-anunció Stan, sonriendo. Nos separamos y lo miramos.
-No te sientas obligado, ¿eh?-se cachondeó Louis. Le di un codazo. Stan se encogió de hombros.
-No te preocupes, pequeña, siempre hacemos eso cuando estamos con nuestras novias.
-¿Qué?-pregunté yo, confusa. Louis se giró para mirarme.
-Orgías.
Stan y él se echaron a reír. Le propiné un puñetazo en el hombro.
-¿Cómo eres tan gilipollas, Louis?
-Tengo de quién aprender.
Miró a Stan, y este le dio otro puñetazo.
-¡No vale! ¡No señor, no vale! ¡Sois dos contra uno! ¡Es una CONSPIRACIÓN!-bramó. Stan pasó sus brazos por debajo de los de su amigo y me lo ofreció. Louis me sonrió inocentemente.
-¡Pégale, Eri! ¡Dale su merecido!
Me eché a reír.
-¿Te lo sujeto?
-No puedes-replicó el otro. Stan negó con la cabeza.
-Nah, déjalo. No mereces mi tiempo, Swagmasta.
-Lo sé, Ladiesman. Lo sé.
Stan le revolvió el pelo y Louis trató de golpearle, pero no pudo, y me guiñó el ojo a mí.
Cuando estaba saliendo por la puerta, Louis dijo algo que hizo que se parara en seco y se girara a toda velocidad.
-Vas a llamar a mi hermana, ¿eh?
Cuando Stan se giró, pude apreciar que se había puesto rojo como un tomate.
Louis le guiñó un ojo.
-No.
-Ya, ya. Seguro.
-Acabo de perderme salvajemente-anuncié, mirándolos a ambos-. ¿De qué habláis?
-De nada.
-Le gusta mi hermana.
-¡No!
-¿No te parece guapa mi hermana? A ver si voy a tener que romperte la cara-Louis sacudió la cabeza, disgustado.
-Osea, sí... pero...
-Lottie y Stan tontean. Descaradamente, como diría Alba.
Alcé una ceja.
-¡Oh, Stan, quieres ser un Tomlinson!
-Técnicamente, sería Lottie la que pasaría a ser una Lucas, pero el razonamiento va por ahí.
-¡Que no me gusta Lottie!-gritó Stan, sonrojándose aún más. Louis no le hizo caso.
-De pequeños jugaban a papás y mamás juntos-me confió-. Yo era el hijo.
-Toda tu vida tuviste mentalidad de crío, Lou.
-Stan era el papá y Lottie la mamá. A veces se besaban.
Stan se abalanzó sobre él.
-¿CÓMO PUEDES MENTIR TANTO, PERRO DEL DEMONIO?
Louis se echó a reír y trató de zafarse de él.
-Reconócelo, mi hermana te gusta.
-Es maja.
-¡OH, DIOS! ¡VAS A SER MI CUÑADO!-canturreó Louis, haciendo que yo comenzara a reír como loca, a aplaudir como hacía Noe y dar vueltas en la cama como una croqueta.
Stan puso los ojos en blanco.
-Si tanto me quieres, cásate conmigo y así ya somos familia.
-Lo siento, pero me van las mujeres-replicó Louis, haciendo un gesto con la cabeza hacia mí. Me detuve a mitad del reboce y sonreí. Stan y Louis me miraban como si fuera un adorable perrito. Me gustó esa sensación.
-Me voy-anunció su amigo, por fin. Asentí.
-Llevas yéndote diez minutos-repliqué. Louis puso ojos como platos, me señaló y entonó:
-¡Uh! ¡Mira la española! ¡Cómo aprende!
Stan le dio un tortazo y Louis se echó a reír.
-Adiós, chicos.
-Hasta luego.
-Usad condón, que luego mi madre siempre me riñe a mí.
Stan le hizo un corte de manga y desapareció, dejando la puerta abierta tras de sí. Louis se levantó y fue a cerrarla.
-¿Dónde estábamos, criatura?
Le sonreí, coqueta, me estiré y me encogí de hombros.
-No me acuerdo.
-Qué lástima-respondió, sentándose a mi lado y besándome lentamente.
Terminamos haciendo lo que hacíamos siempre que estábamos en una cama: quitarnos la ropa el uno al otro, como bien sabíamos. Me besó el cuello mientras yo me reía, jugando con el cordón que llevaba puesto alrededor del cuello... y cuando bajó hasta mi vientre, dándome pequeños mordisquitos en la piel, pensé que moriría.
Cerré los ojos y suspiré.
Cuando los volví a abrir, estaba sus ojos estaban a la altura de los míos. Le sonreí.
-Hola-saludé, perezosa. Se inclinó a besarme.
-Voy a probar algo-anunció. Asentí, y él dejó escapar una risa al ni siquiera preguntarle de qué se trataba ese algo.
Me recorrió con la yema de los dedos lentamente, dejando que las corrientes eléctricas se apoderaran de mí, como hacían cada vez que él me tocaba. Su boca fue bajando lentamente, desde mis labios a mi cuello, pasando por mi pecho, mi vientre, mis muslos...
-Si quieres, paro.
No le dije que parara.
Y él no lo hizo.

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