martes, 18 de septiembre de 2012

¿Madurar? Eso es de frutas.

Bufé, cerré el libro con un manotazo y me masajeé las sienes. Louis levantó la cabeza del suyo y se me quedó mirando.
-¿Qué? ¿Estresada?
Asentí con la cabeza sin dejar de tocarme la frente, los ojos cerrados en una mueca de espanto.
-Ni te lo imaginas.
Se levantó de la cama, se arrodilló a mi lado y contempló mi reflejo en el tocador de mi habitación. Apartó mi pelo a un lado de mi cuello y me lo besó.
-Pues tranquilízate.
Negué lentamente con la cabeza y, por fin, me digné a mirarlo.
-No puedo, Louis. No podemos. Tenemos una semana para averiguar qué ha hecho Danielle con Alba. Y presiento que somos nosotros los únicos que vamos a avanzar algo.
Su lengua subió hasta mi oreja, provocando corrientes eléctricas dentro de mí que podrían alimentar a Nueva York, Los Ángeles y Londres durante una semana. Cerré los ojos y gemí.
Sonrió.
-Siempre está bien darnos un descanso.
-¿Descanso? Louis. Me voy dentro de...
-No lo digas.
Consulté mi reloj.
-No lo digas.
-Tres horas y 27 minutos.
Alzó los brazos en un gesto de impotencia, miró a un público invisible y espetó:
-Y... ¡lo ha dicho, damas y caballeros! ¡Lo ha dicho!
Me eché a reír.
-Trabajamos bien en equipo. Necesito cada segundo que podamos estar juntos para centrarme en esto-elevé el libro un poco, y él frunció el ceño.
-¿Ni un descansito?
-Louis.
-Los que tienen que estar sin acostarse son Alba y Liam, no nosotros-replicó él, volviendo a la carga, sacando la artillería pesada a base de darme mordisquitos por el cuello.
¡VOY A MATARTE!
Sí. Si, eso haré. Te mataré despacio, pequeña. Succionaré toda tu sangre, te haré mía hasta que no puedas parar de gritar mi nombre, me hartaré de devorarte por dentro; te comeré hasta que no quede nada, y entonces, justo cuando solo quede una mota de polvo de tu ser, te dejaré para que puedas recuperarte y volver a comerte. Sí, eso haré. Y, ¿sabes qué es lo mejor, Eri? Que si vas a gritar mi nombre no va a ser por dolor, sino porque te va a encantar.
Te va a gustar como nada.
Los que no pueden acostarse son Alba y Liam, no nosotros.
Nosotros, no.

-Me estáis vacilando-espetó Zayn, con los ojos fijos en Alba, Liam, Louis y yo. Los cuatro negamos con la cabeza. Noemí se encogió de hombros; no recordaba su encuentro con Caroline, Perrie y las abundantes amantes de su novio. Pero sí que recordaba a Eleanor, a la que yo sustituía; Danielle, a la que sustituía Alba o Perrie, la chica que había perdido su puesto sin encontrar una que lo ocupara.
Teníamos que encontrarles una novia a Zayn y Niall, y tenía que ser ya, antes de que Perrie se cabreara... o empezara a hacerles lo mismo que Danielle le había hecho a Alba a todas las que tenían posibilidades con su novio.
O cayera en la cuenta de que la forma de recuperar su antigua vida era matándonos a las tres... a la vez.
-En realidad, creo que hay algo de eso en la mitología irlandesa-murmuró Niall, mirando fijamente la alfombra. Harry lo miró.
-Explícate, oh Niall de las Praderas Campestres.
Sonreí.
-Son cosas que me contó mi abuela. Me dijo que había unas criaturas que se encargaban de cumplir los deseos de las muchachas.
Todos alzaron la vista y me miraron a mí.
-¡Eh! Yo no he hecho nada.
Niall continuó sin inmutarse.
-Me dijo que había unas criaturas que cumplían los deseos siempre y cuando no fueran tres. Los de Aladdin. ¿Os acordáis de Aladdin?
-No puedo resucitar a los muertos. Es asqueroso. ¡Y huele muy mal!-recitó Louis de memoria-. No puedo matar a nadie-se pasó el pulgar por el cuello, recordando la escena en la que el genio azul se cortaba la cabeza y la colocaba en un plato-, así que no me lo pidas.
-Y tres: no puedo hacer que alguien se enamore de otro alguien-terminé yo, mirando a mi novio. Alba miró a Liam y Harry miró a Noe.
-Ya os decía yo que esa película tenía fundamentos históricos muy sólidos-asintió Zayn, como si de un profeta leyendo su libro sagrado se tratara. Liam alzó una ceja.
-La mejor película de niños es y será siempre Toy Story.
Zayn le hizo un corte de manga.
-Los deseos tenían un precio-musitó Niall quedamente. Todos los ojos volvieron a clavarse en el irlandés-. Cuando eran riquezas, el que las deseara moriría en la miseria. Si era sabiduría, se torturaban toda su vida porque sabían exactamente en qué momento morirían.
-¿Qué pasa si le arrebatas a alguien la vida?-pregunté. Niall sonrió.
-Que ese alguien tiene la capacidad de controlarte y de ser dueño absoluto de ti. Ah, y también decide el momento de tu muerte y la forma en que morirás.
-¡¿Entonces por qué no me mata ya Danielle para recuperar su vida?!-chilló Alba, histérica. Liam le colocó un brazo en la rodilla y ella automáticamente se tranquilizó.
-Porque normalmente les gustaba jugar. Es como los gatos, que nunca matan al ratón directamente, sino que primero juegan con él.
Harry sacudió la cabeza.
-¿Acaso estamos locos? ¿Cómo va a haber pasado algo así? Quiero decir, ¡chicos, venga! ¿De verdad creéis que han acudido a espíritus de la abuela de Niall para acercarse a nosotros?
-Yo no lo habría pedido tan pronto, Harry-bufé, echándome el pelo hacia atrás.
-Yo, sí-replicó Noe, asintiendo con decisión. Alba se encogió de hombros.
-Yo tenía tantos supuestos novios que me sentiría mal si pidiera solo a uno.
-¿Qué sugieres que ha pasado, entonces?
-Que Eleanor me ha traído aquí porque yo puedo hacer a Louis más feliz.
-¿Y te ha traído acompañada?-inquirió el rizoso, alzando una ceja. Negué con la cabeza.
-Tenía que haber venido sola. Pero conseguí traerme a Alba.
Cerró los ojos, suspiró y se recostó contra el sofá con los brazos cruzados. Por fin, abrió esos pozos aguamarina y me estudió.
-No espero que me creas-le informé, altanera.
-Intento hacerlo, pero es difícil...
-Yo las he visto. Me lo han contado. Solo así me lo creí.
-¡Entonces que vengan y lo expliquen!
-Tienen miedo-dijo Alba por lo bajo. Alzó la vista y se me quedó mirando-. Tienen miedo ponerse a nuestro lado y que sigáis prefiriéndonos a nosotras.
-¿Cuántas eran?
-Cuatro-gruñó Noemí, en un susurro apenas audible.
-¿Quién estaba soltero?
-Tú y Niall. Pero tú andabas con miles.
-Vamos, como seguiste haciendo de todas formas-replicó Louis, y todos nos echamos a reír.
-¿Yo tenía novia?
-Sí. Se llamaba Perrie. Era rubia. Ojos azules. Piel clara. Voz de negra.
-¿Es posible que les hayas quitado a todas algo y lo hayas unido dentro de ti, Eri?
Me eché a reír.
-Si hubieras visto lo pálida que es Perrie no dirías eso. Es... el doble de pálida que Niall.
Zayn abrió muchísimo los ojos.
-¡Pero si a mí me van morenas!
-Te sorprenderías si pudieras ver a Perrie-replicó Noemí, asintiendo con la cabeza.
-¿Podemos centrarnos, por favor? Se haya convertido Danielle en lo que se haya convertido, hay una forma de detener esto-gruñó Liam, impaciente, levantando los brazos y llamando a la calma y a la seriedad.
-Es peligrosa-asintió Alba. Me miró-. ¿Sabes qué me ha hecho? Eres la que más recuerda y parece que tenías confianza con ellas.
Negué con la cabeza.
-Solo se me ocurrió que pudieran haberte hecho algo, y en cuanto pensé eso ellas aparecieron aquí.
-Eres la que más conexión tiene con ellas-dedujo Niall, asintiendo con la cabeza-. Tiene sentido. Eres la que más fácilmente cree en estas cosas.
-Karma-sugirió Louis.
-Dioses olvidados-añadió Harry.
-Fuerzas desconocidas...
-Me estáis dejando como una maldita friki.
-Nena-Louis me pasó un brazo por la cintura y me miró-. Eres una maldita friki.
-Gracias-repliqué, dándole un puñetazo en el pecho. Se echó a reír, y se rió cuando me puse de morros y aparté la cara para que no me besara los labios.
-¿Qué me habrá hecho?-susurró Alba para sí, adoptando la misma postura que yo adoptaría cuando recordase ese momento dos días después-. ¿Qué me habrá hecho?
Harry nos miró.
-¿Desarreglos hormonales, tal vez?
Louis y yo nos encogimos de hombros al unísono.
-Podemos buscar.
-Todos deberíamos buscar. Tenemos una semana, algo deberíamos encontrar, ¿no?-sugirió Noe. Liam asintió, alzó la vista y se nos quedó mirando.
-Vosotros sois los que más sabéis de medicina aquí. ¿Qué sugerís?
Lou y yo intercambiamos una mirada.
-Podríamos...
-¿Pedirles los libros de medicina a nuestras madres?
Se encogió de hombros.
-¿Crees que funcionará?
-¿Creía yo que os iba a conocer a vosotros y que empezaría a salir contigo?
Sonrió, me acarició la mejilla y miró a Liam.
-Tenéis que ayudarnos a buscar. Todos. Algo deberíamos encontrar, ¿no? Nosotros podemos conseguir los medios y vosotros haréis de investigadores.
Diez minutos después, Louis estaría gritando a Lottie que cogiera todos los libros de medicina de su madre que le cupieran en el coche y que pusiera rumbo a Londres mientras yo me esforzaba por buscar en páginas donde sabía que mi madre se metía de vez en cuando. Todos los demás buscaban artículos de ciclos menstruales interrumpidos en todo tipo de revistas (Niall llegó a encontrar una que asociaba la menstruación con una invasión alienígena en cadena, y que cuando esta no aparecía y no había embarazo la mujer sería el portal para una guerra intergaláctica, a lo que Harry le respondió que dejara de meterse en webs de amantes de Star Wars), leían la Wikipedia o buscaban documentales acerca de la anatomía femenina.
Louis se apoyó en el marco de la puerta y observó a Harry y Liam, buscando en la programación de la televisión documentales que pudieran aportar algo, Zayn enfrascado en la lectura de la ovulación en la enciclopedia cibernética, Noemí hojeando revistas como una desquiciada, Alba revolviendo entre sus apuntes de biología, lloriqueando porque en el libro no había nada interesante sobre el embarazo, y yo escribiendo en un papel las direcciones de las páginas de mi madre mientras Niall se afanaba en escapar de aquella aventura interespacial.
-¿Vais a hacerlo esta semana?-inquirió Niall mientras yo taladraba la pantalla con un lápiz en los labios. De repente, todos levantamos la vista y miramos a Alba y a Liam, que se medían con los ojos.
-No lo sé. ¿No podemos?
-La ventaja de que no te venga la regla es que no necesitaríamos... eso-Liam se encogió de hombros. Zayn negó con la cabeza.
-No lo hagáis, ¿vale? A ver si Danielle se lo replantea, le devuelve todo lo que le debe y entonces sí que se queda embarazada.
Liam giró la cabeza y clavó en Louis una mirada inquisitiva.
-¿Qué dice el experto?
Mi novio se encogió de hombros.
-Tiene razón. Yo no lo haría. Sé que me costaría, pero... no lo haría.
-Demasiados riesgos.
Alba esbozó una sonrisa triste y yo me la quedé mirando.
-¿No te parece que has tenido suficiente sexo esta semana?-la recriminé. Ella enrojeció, los demás se echaron a reír, y Liam me fulminó con la mirada. Yo me encogí de hombros y continué mordisqueando mi lápiz cual conejo.
Lottie llegó un par de horas después de gritarle Louis por teléfono con una tonelada de libros... y dijo que Jay estaba en la ciudad. Louis se puso pálido cuando se enteró de eso.
-¡ME MATARÁ, LOTTIE! ¡VA A MATARME!
Empujé a Louis lejos de su hermana y lo miré.
-En realidad, está bien que Jay haya venido. Podemos contarle el problema.
-¡Y DE PASO TE PREGUNTA SI TE HE VIOLADO ALGUNA VEZ, ¿NO?!
Lottie sonrió.
-¿Ya lo habéis hecho?
-¿A ti qué te importa, furcia cotilla?
Su hermana alzó una ceja.
-¿Qué le parecerá a mamá que me llames furcia?
-Vete a la mierda.
-¿Quieres que le diga que la consulta es para Eri?
-NO-bramó él, tratando de abalanzarse sobre ella. Liam y Harry lo sujetaron, pero aun a pesar de ser más altos que él y ser dos, les costó lo suyo.
-Entonces pídeme disculpas.
-Lottie-supliqué. Ella me miró-. Por favor. Mira cómo está.
-Es que mola mucho cuando se pone así-dijo, haciendo un gesto hacia él con la cabeza. Suspiré.
-Hazlo por mí, ¿quieres?
-Está bien.
-¡TIENE HUEVOS QUE QUIERAS MÁS A TU CUÑADA QUE A TU PROPIO HERMANO! ¡YO COMPARTÍ OVARIOS CONTIGO! ¡TE DEJÉ ESPACIO CUANDO PODÍA ESTIRARME!-ladró él, y Lottie no pudo evitar echarse a reír.
-Tráela-ordené. Ambos alzaron una ceja, y no pude evitar fijarme en su asombroso parecido.
-¿Qué?
-Tráela. Ella podrá decirnos qué tiene Alba, y recetarnos una medicina.
-¡Eri!
Me giré en redondo y le coloqué las palmas de las manos en las mejillas a Louis.
-Las madres de los chicos siempre son más comprensivas que las nuestras. ¿Por qué crees que es?
No contestó.
-Louis.
-Porque si os dejamos embarazadas y no queremos saber nada de vosotras ellas no cargan con ningún muerto-reconoció a regañadientes. Asentí.
-Además, es tu madre. Es un cielo de mujer. Venga.
-Me matará.
-Es tu madre.
-Da igual. Me matará.
-No creo que sea de las que dicen "yo te di la vida, ahora te la quito".
-Pero...
-Lou, venga. No va a pasar nada. Cualquiera que te oiga piensa que soy yo la que tiene ese problema, y sabemos que no es así, ¿no?-casi podía oír los gritos de concordancia que emitía el test que me había hecho, el que había dado negativo, desde la basura. Suspiré.
Louis nos miró a todos; vio la mirada suplicante de Alba, que quería salir de aquel infierno ya, la curiosa de Noemí, por volver a ver a su madre, la indiferencia en el rostro de Niall (Niall indiferente, qué raro), la aprobación en la de los demás.
Suspiró y miró a su hermana.
-Llámala.
Lottie no apartó la vista de su hermano, pues no quería perder un solo momento de mirada reprobatoria con te lo dije incluido, cuando sacó su teléfono, tecleó la contraseña y, con solo apretar un botón, estableció llamada con su madre.

Jay le sacó el termómetro a Alba de la boca y lo comprobó. Negó con la cabeza.
-Temperatura normal.
Alba estiró el cuello, obedientemente, cuando mi suegra se lo ordenó para tomarle la tensión.
-Tensión normal...
Louis cambió el peso del cuerpo de un pie a otro y se quedó mirando a su madre.
-¿Habías oído algo de esto antes, mamá?
Jay negó despacio con la cabeza.
-Nunca en mi vida había experimentado nada igual. ¿Cuántos tests te has hecho, querida?
-Cuatro.
Jay volvió a negar con la cabeza.
-No lo entiendo. ¿Cuándo tuviste tu primera regla?
-¡Vale! Ya he oído bastante. Voy a suicidarme-anunció Niall, levantándose de un brinco del sofá y corriendo al jardín.
Jay sonrió y se echó a reír.
-Pobre criatura.
-Desde los once años.
-Fascinante-replicó Jay, aburrida. Contempló el termómetro, lo sacudió y observó cómo el mercurio volvía a su posición de reposo.
-¿Nunca antes te había pasado?
-No.
-Ya.
Jay miró a su hijo un momento, y luego a Liam.
-¿Quiere que nos vayamos, señora Tomlinson?
-No, da lo mismo.
Ordenó a Alba respirar mientras le colocaba el aparatito que sirve para escuchar los latidos del corazón y volvió a negar con la cabeza.
-¿Tienes problemas con la comida?
Louis y yo nos miramos un momento.
-No... ¿por qué?
-Es igual-Jay sacudió la cabeza. Louis puso los ojos en blanco.
-Mamá.
-Está bien. En el hospital, en los casos de anorexia, a muchas chicas les deja de venir el período. Eso se debe a la falta de nutrientes. En realidad, cuando hay una enfermedad fuerte es relativamente fácil que a una mujer no le baje la regla. Ya sabes, la naturaleza es sabia, y una mujer débil y enferma no puede ser madre. No podría cuidar de su criatura.
-La abuela está enferma a todas horas, mamá-replicó Louis. Lottie le dio un codazo.
-La abuela tiene cáncer, estúpido.
-Rezo a Dios todas las noches porque no sea hereditario y lo hayáis obtenido de ella, hijos-asintió Jay. Guardó las herramientas en su neceser y se levantó.
-¿Qué podemos hacer por ella?-preguntó Harry. Jay se encogió de hombros.
-Volar a España, coger su tarjeta sanitaria y meterla en un hospital. No dejarla sola.
-Va a volver a casa el domingo.
-Entonces pasadle la patata caliente a otro-espetó Jay, sonriendo-. ¿Tenéis idea de qué ha pasado?
Louis fue a abrir la boca, y yo deseé meterle una piedra en ella para que se callara.
Desafortunadamente, no había piedras en el salón.
-Sí, en realidad, la ex novia fantasma de Liam está cabreada con Alba por robarle a su novio, así que le ha quitado la regla para joderla, y como no descubramos en una semana lo que ha pasado, Alba será estéril toda su vida. Y Eleanor, mi ex novia fantasma de la que nadie salvo las tres españolas se acuerdan, no puede hacer nada porque Alba no es de su jurisdicción-hizo el gesto con las comillas en esa palabra y asintió lentamente.
Todos en la sala nos quedamos helados, observando a Louis como si fuera imbécil (en realidad, lo era).
Entonces Jay se echó a reír.
-¡Ah, Louis, tú siempre tan imaginativo! ¡Servías para escritor, cariño!-le acarició el pelo y le dio un beso en la mejilla. Louis le sonrió a su madre.
Cuando salimos a la calle a despedirnos de las dos familiares de mi chico, mientras el coche se perdía entre las calles de las afueras de Londres, me puse de puntillas y le susurré a Louis, sin girarme:
-¿Qué demonios ha sido eso?
Louis sonrió sin apartar la vista del coche.
-La demostración de que a veces una buena mentira es mejor que la verdad. En ocasiones-se giró a mí y sus ojos brillaron con un tono azulísimo que solo se les veía cuando el sol estaba en pleno apogeo-, la verdad es tan increíble que puedes decirla sin miedo.
No necesitó pronunciar las palabras Así que cuando estés preparada me puedes ir contando qué ha pasado con Eleanor para que te haya cedido su puesto.
Yo me sentí un poco peor por dentro cuando me recordó que, en realidad, yo sí que tenía un único secreto con él.

Cerré los ojos con fuerza y dejé que su lengua lamiera mi boca, incendiándome el estómago. Le acaricié el rostro y le pasé una mano por el pelo mientras él me apartaba del tocador, se sentaba en él y me sentaba sobre sí; apretándome contra él como si esperara que nos fundiéramos en cualquier momento, gracias a los fuegos que ardían en nuestro interior.
-Estás distraída-acusó él. Gruñí y pegué mi pecho al suyo.
-Ojalá-repliqué, jugueteando con su camiseta. Le acaricié el torso y noté que estaba duro. Sonreí, sacudí ligeramente las caderas y él gimió.
-Eres el demonio-sonrió, y volvió a la carga.
No me importaría añadir El tocador de la habitación a la Lista de lugares exóticos donde me he acostado con Louis. No, en absoluto.
Se detuvo un segundo y me miró.
-Deberíamos seguir.
Asentí y gemí cuando su mano pasó accidentalmente por mi entrepierna.
Accidentalmente, sí, claro.
-En realidad, estaría bien.
Así que se levantó, me dejó en el suelo y volvió a tumbarse en mi cama.
Deseé que me arrancara la ropa y me poseyera allí mismo, pero en lugar de cumplir mi fantasía, se limitó a bostezar, a pasarse la mano por el pelo y a volver a su lectura.
Lo imité.
Después de leer un interesantísimo capítulo dedicado solo y exclusivamente a los tejidos de las paredes del útero, cerré el libro de un golpe y cogí el cepillo. Me cepillé el pelo con rabia, como siempre lo hacía cuando me cabreaba. Me cebaba con mi melena cuando alguien me importunaba.
Se situó detrás de mí y contempló nuestros reflejos.
-Déjame a mí.
Le pasé el cepillo, desganada, y contemplé cómo cogía un mechón de pelo, lo apartaba, me besaba dulcemente el cuello y comenzaba a peinarme.
Ante mí se extendió un océano de calma infinito.
Cerré los ojos.
-Te gusta, ¿eh?
Asentí.
-Uno de los mayores placeres para las mujeres es que os cepillen el pelo. Os encanta.
-¿Cómo lo sabes?-ronroneé, aunque yo conocía el por qué: cuando estuvimos en Doncaster no paraba de jugar con el pelo de las gemelas, y ellas no chillaban ni se reían cuando él lo hacía, simplemente se quedaban quietas, disfrutando del contacto con su hermano. Primero pensé que eso se debía a que les gustaba estar cerca de su hermano y que les satisfacía su proximidad...
Pero deseché rápidamente esa idea cuando cogió el cepillo y comenzó a acariciar mi pelo.
-Mis hermanas-me explicó-. Cuando éramos pequeños les cepillaba el pelo. A todas: Lottie, Fizzy, Daisy y Phoebe. Les encantaba. A las pequeñas no se lo cepillé mucho, pero a Lottie y Fizzy sí; cada vez que mamá o papá las reñían, ellas se echaban a llorar en su habitación, pensando que eran las criaturas más malas de este mundo. Como no soportaba que lloraran (y tampoco lo hago ahora), cogía un cepillo y les cepillaba el pelo igual que lo hacía la abuela. Y dejaban de llorar.
Abrí los ojos y contemplé su sonrisa nostálgica en el espejo.
-Qué bonito-murmuré. Asintió.
-Eran buenos tiempos. Cuando era joven, y eso.
-Oh, Lou, venga. No eres viejo.
Asintió con la cabeza.
-Voy a cumplir 21. Eso ya es ser viejo-se echó a reír, yo lo contemplé con absoluta adoración.
-Louis Tomlinson jamás será viejo.
Se encogió de hombros.
-Cada vez que pienso que ya no soy adolescente, que soy adulto... no sé. Me pongo triste.
-Mi Peter Pan-repliqué yo. Me giré y lo besé en los labios.
-¿Tú no tienes miedo de hacerte mayor?
Negué con la cabeza.
-No. Quiero llegar a tu edad, ir persiguiéndote por los años, hasta que me muera. Decir: yo cuando tenía 20 años, la misma edad de Louis cuando me conoció, hice tal cosa.
-Envejecer no es algo guay.
-Madurar sí.
-¿Madurar? ¿Qué soy? ¿Una fruta?
Nuestras carcajadas llenaron la habitación.
-Una zanahoria-asentí. Sonrió.
-¿Por qué tengo la impresión de que cuando llegue a los 80 años tú seguirás recordándome eso todos los días?
-Porque tengo pensado hacerlo.
Se echó a reír, acercó su boca a la mía y nos besamos.
Acabamos haciéndolo en la cama. No me arrancó la ropa, no me poseyó.
Pero me hizo el amor, lo que era infinitamente mejor.

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