viernes, 7 de septiembre de 2012

Happy Birthday, Mr. President. Or miss Eri. Whatever.

Todo el mundo observaba la tele embobado.
Yo observaba mi tarta embobada, luchaba para intentar comérmela. Dios, aquella tarta era el demonio. Estaba de rica...
Bueno, en realidad, cualquier cosa de repostería aliada con chocolate estaba rico para mí (y para el resto de los mortales, estaba segura), así que cuando mi madre la colocó en la mesa, mi estómago se puso a chillar ¡corre, corre por Jesús!, a hacer la digestión a un ritmo frenético y procurarme un buen espacio para un buen pedazo.
Era mi maldito cumpleaños, joder. Ni siquiera tenía por qué estar compartiendo aquella tarta con el resto de mi familia, pero...
Diplomacia.
Joder a Eri en momentos de necesidad.
Sí, aquello era el motor del mundo.
Alcé lo justo la vista cuando mencionaron a los chicos en la tele, diciendo que habían ganado tres premios de los VMA's (vaya, no me digas, Anne Igartiburu) y mostrando las imágenes de los cinco levantándose del asiento y corriendo como si llevaran un ejército de legionarios detrás a recoger su premio.
Pero el turrón que llevaba la tarta por debajo era muy persuasivo.
Tanto, que no me enteré  de cuando alguien pasó por la acera en dirección a la casa, justo al lado de las ventanas, con su típica manera de caminar que clamaba Me importa un carajo lo que pienses de mí porque soy joven y pienso enterrarte, viejo de mierda; y, si lo hice, pensé que sería alguna vecina pesada que venía a robarme la tarta.
Bueno, seguiría teniendo mi tarta y un cadáver. Qué lastima.
Apoyé el codo en la mesa y me puse a pelear con el último trocito que me quedaba, fruncienco el ceño. No me falles ahora, estómago estúpido...
-Hey-saludó una voz que yo conocía muy bien, una voz que no debería estar allí, una voz que se estaba paseando por Los Ángeles ese día. La voz en la que mi nombre era la palabra más bonita, la voz en la que un "te quiero" sonaba glorioso. Como el canto de un puto ángel, ¿vale? Así sonaba su voz.
Dejé caer la cucharilla y miré en dirección a la puerta, donde Louis me miraba con cara de seductor. Me guiñó un ojo y yo me abalancé hacia él.
-¡LOUIS!-bramé, saltando y abrazándolo. Él se echó a reír y me envolvió con sus brazos.
-¿Quién es?-preguntó mi tío por lo bajo a mi hermano, que no tuvo que contestar, pues besé a mi novio, dejándole claro cuándo le había echado de menos.
-Que bien sabes, joder-susurró, volviendo a unir nuestros labios y acariciando mi lengua con la suya. Me eché a reír. Alzó la vista y miró a mi familia-Holaaa-saludó en mi lengua, y todos, salvo mi padre, le devolvieron el saludo.
-¿Qué haces aquí?
-Secuestrarte-dijo, levantando la bolsa de deporte que usaba como maleta cuando tenía previsto un viaje-. Venga, sube arriba a coger ropa, que nos largamos a Londres.
Me separé de él, recogí la bolsa y eché a andar escaleras arriba.
Me tomó de la mano y dio un paso hacia mí, ocultándonos tras la pared.
-Ah, y Eri.
Me giré para mirarlo.
-¿Qué?
Me pegó a él y me besó apasionadamente, devolviéndome el te he echado de menos que le había enviado con mi boca hacía unos segundos.
-Feliz cumpleaños, nena.
Sonreí, aún notando su boca contra la mía, y subí las escaleras.
Me puse a revolver en los cajones, tiré sobre al cama pilas y pilas de ropa (lencería incluida, algo me dijo que lo hiciera, algo que más tarde identificaría como Eleanor), y lo metí todo atropelladamente en la bolsa. Mientras tanto, escuchaba la tele de fondo abajo y a mi hermano preguntándole como buenamente podía a mi chico si quería tarta.
Y Louis dijo que sí, gracias.
Sí, gracias. No un yes, thank you. No.
Un maldito sí, gracias, con su acento británico.
Oh, Jesucristo.
Era la primera vez que lo escuchaba hablar en español. Haciendo memoria, descubrí que era al único al que nunca había oído decir nada en mi lengua. Niall despotricando cosas como ¡guapa! o ¡fiesta! ¡amigo! ¡qué tal! era cosa normal, Liam chillando ¡sacapuntas! era extraño cuando no sucedía 20 veces, Harry diciendo hola cuando tenía que decir adiós, como Sin Chan;  y Zayn exigiendo que quería comer tortilla cada vez que se le preguntaba...
Y Louis nunca había abierto la boca en mi idioma.
Y lo hacía con su cuñado.
Me cambié a toda prisa de ropa y bajé las escaleras, arrastrando la bolsa conmigo.
-Ya estoy.
Él asintió, sin ni siquiera mirarme.
-Dile a tu madre que la tarta está muy rica.
-No la ha hecho ella.
-Entonces dile que puede irse al infierno por engañarme.
-Mamá, Louis dice que...
-¡CALLA!-gritó él, negando con la cabeza. Mi madre lo miró, mi padre lo miró, mi madre apartó la vista y me miró a mí; mi padre sacó una pistola y le pegó cuatro tiros.
No, pero no sería por falta de ganas.
-¿Qué?
-Que le gusta la tarta.
-Normal, hijo-replicó ella, volviendo a mirarle a él. Él le sostuvo al mirada mientras yo traducía-, es de chocolate-Louis asintió solemnemente, y todos en la mesa sonrieron.
-¿Ya os habéis presentado?
-Gracias por marginarme, nena.
-Venga, Lou, son cinco contra uno. No te hagas la víctima.
Se encogió de hombros y clavó la vista en la tele.
Papá sonrió.
-No. A ver, Luis.
-Louis-le corrigió él, luego me miró-dile que la s no se pronuncia.
-Ya lo sabe.
-Pues que no me llame así, porque yo a ti no te llamo Érika, ¿sabes?
-Papá, no llames a Louis a la española. No le gusta. Y él a mí no me acentúa la e.
-Vale. Louis. Manuel-señaló a mi tío.
-Es mi tío.
-Encantado-dijo Louis, estirando la mano. Mi tío se la estrechó.
-Nice to meet you too.
Louis sonrió.
-¿Hablas inglés?
-Me lo mandan en la empresa, pero no sé tanto como Erika.
-Ah, guay.
-¿De dónde eres?
-De Doncaster. Por eso hablo raro.
-No hablas raro, Lou.
-Tengo acento-se explicó él, encogiéndose de hombros y asintiendo con la cabeza, volviendo a centrarse en la tarta.
-¿Cuántos años tienes?-preguntó mi cuñada, con los ojos como platos y un horrible acento. Pero Lou no se rió.
-20. ¿Tú?
-30.
Asintió.
-Dile que no los aparenta.
-Que no los aparentas.
-Oh, qué majo. Dile que es muy amable.
-Dice que eres majo.
-Dile que...
-¿QUIÉN COÑO SOY? ¿HEDWIG?
-Vale, vale.
Se terminó la tarta y se levantó. Se disponía a llevar su plato a la cocina cuando yo se lo quité, mi padre me fulminó con la mirada y gruñó:
-¿Está manco, o algo?
-¿Eres gilipollas, o algo?-me burlé de él en inglés, llevando el plato de Lou a la cocina y arrojándolo en el fregadero.
-Deja eso, Erika, ya recogemos nosotros. Vete con Louis, y pasadlo bien.
-Vale. Gracias, mamá. Adiós-les di un beso en la mejilla a todos, recogí la bolsa y me marché con Louis fuera de la casa.
Me cogió de la mano y casi me arrastró hasta el coche. Lanzó la bolsa dentro y me abrió la puerta del copiloto.
-Qué bien le caigo a tu padre-se quejó, mirando a la casa. Le acaricié el pelo.
-Tiene envidia porque te pareces a Elvis Presley.
Alzó una ceja.
-Sí, ya sabes, por el tupé. Estás genial.
Se inclinó hacia mí.
-Es que cuando uno tiene percha...
Me eché a reír, le eché los brazos al cuello y nos besamos lentamente.
-Debí de ser Hitler en otra vida o algo-susurró, tan cerca estábamos que cuando sus labios se movieron rozaron los míos, aumentando aún más las corrientes eléctricas que fluían dentro de mí.
-Eso lo explicaría todo.
-¿Qué?
Le cogí la mano y se la acaricié.
-Ya sabes-levanté la vista y me encogí de hombros-, para compensarlo. En otra vida fuiste un cabrón, y ahora eres un cielo.
Sonrió, me acarició los dedos y volvió a besarme.
-¿Cuándo sale el avión?
-Cuando lleguemos.
-Vale, si me traduces eso, igual estaba guay y todo-asentí, cerrando la puerta y estudiando sus movimientos. Suspiró al darse cuenta de que el coche era al revés que los que  estaba acostumbrado a conducir, y arrancó lentamente.
-Indícame, por favor, que casi me volví loco viniendo. El iPhone no encontraba el pueblo, y tuve que venir de memoria. Casi me paso la salida.
Me eché a reír más fuerte.
-Vale.
Cuando estábamos en la autopista apoyó el codo contra la ventanilla y estudió el tráfico, los coches a los que adelantábamos y los que nos adelantaban. Se puso las gafas de sol.
-¿Tienes que coger algo en Avilés?
Negué con la cabeza.
-¿Segura?
Asentí.
-¿Lo llevas todo?
Volví a asentir.
-¿Pasaporte?
Rebusqué en mi bolso y se lo mostré. Sonrió con sorna.
-Qué bien sales en la foto.
-Ojalá te atropelle un taxi, Louis. Ojalá te atropelle un taxi.
Se echó a reír.
Dejó el coche en la zona de aparcamiento de los alquilados, se puso el gorro de lana que los chicos siempre llevaban y me tiró una gorra.
-Creen que estamos en América todavía, y no les haría gracia a las fans que les tomáramos el pelo tan descaradamente.
Me coloqué la gorra y me puse las gafas de sol. Nos cogimos de la mano y caminamos por la pequeña acera del aeropuerto, pasando al lado de una gigantesca puerta a través de la que se veía la pista.
Un pequeño avión estaba situado en el centro de ella, expectante.
-Louis...
-Mmm.
-¿Tenéis avión privado?
Sonrió.
-¿Qué te creías, nena? Que somos One Direction. Por favor.
Nos echamos a reír y entramos en la terminal, donde Paul nos estaba esperando. Louis se quitó las gafas y se dejó el gorro; yo lo imité.
-Feliz cumpleaños, Eri-me felicitó, apretujándome entre sus enormes brazos. Le di unas palmaditas en la espalda.
-Gracias.
-¿Louis? ¿Tenéis que hacer algo?
-No, así que venga, a mover el culo. Hay cosas que hacer en Inglaterra.
20 minutos después, las señales del cinturón se apagaron. Louis me miró un segundo.
-¿Qué tal el día?
-Bien. Mamá no quiere comprarme el anillo que me gustaba de Tiffany, pero bien.
-Pero si te lo puedes comprar tú.
-Ya, pero no mola comprarse una a sí misma un anillo. Tienen que regalártelo. Eh-dije, apartándome un poco de él para poder mirarlo mejor-, ¿me lo compras?
-Para Navidades, tal vez.
-Venga, Lou. Porfi.
-Ya veremos.
-Porfi.
-Puede ser.
-Porfi.
-Depende de como te portes.
-¿Si me porto bien?
-Entonces ya veremos.
-Mala gente.
-Oh, sí, ya lo creo. Por eso te estoy llevando a Inglaterra, donde te esperan tus amigos, ¿eh? Oh, ya lo creo que soy malo. Voy a ir al infierno.
Entonces, me acordé de que había hecho planes con Noe y Alba para esa tarde.
-Había quedado con las chicas esta tarde...
-Están en Londres.
Fruncí el ceño.
-¿Cuánto llevan en Londres?
-Desde ayer.
Osea, un día después de los premios, ellas habían cogido un avión en plan ninja y no me habían dicho nada. Genial.
Me puse de morros y él se echó a reír.
-Se fueron para organizarte la fiesta, pequeña-me besó en la mejilla y yo me relajé.
-¿Cuándo habéis vuelto?
-Nada más acabar la gala nos largamos en este mismo avión.
Observé el interior, tapizado en cuero color crema; tal y como me imaginaba que eran los aviones privados.
Me acurruqué contra él.
-Gracias por sacar el colgante que te di cuando actuasteis.
Me besó el pelo, noté su sonrisa en mi cabeza.
-Te gustó, ¿eh?
-Sí-le besé el costado y él se estremeció.
-Los chicos pensaban que era para mis hermanas. Creyeron que me lo habían dado ellas.
-¡Lo habéis petado, nenas! ¡Habéis reventado con todo!-dije, imitando su voz, y él se echó a reír.
-Qué mal me imitas, Eri.
-Deberías verme chillando Kevin por la calle. Ayer lo hice. Dos veces. Fue bestial. Si fuera de rayas o llevara tirantes, no sabrías quién es quién.
-Mi culo mola más que el tuyo.
-Mis tetas molan más que las tuyas-repliqué.
-Empate, pero solo por esta vez.
Sí, solo esa vez.
Mi grandioso corazón se apiadó del pobre Paul, que estaba viendo una película unos asientos más allá, procurándonos la mayor intimidad posible. Besé a Louis en los labios y le dije que me iba aun rato cno su guardaespaldas, él se encogió de hombros, se puso los auriculares y se acomodó en el asiento. Cinco minutos después, cuando em giré para ver cómo estaba, estaba durmiendo con gesto tranquilo. Sonreí, y seguí charlando con Paul hasta que el avión aterrizó.
Louis bostezó y se desperezó.
-¿Has dormido bien?
Me miró con ojos somnolientos.
-Bah.
Sonreí y pegué mi rostro contra el suyo.
-Gracias por ir a por mí.
-Dale las gracias a tu madre, que fue la que convenció a tu padre para que te dejara largarte con "ese cabrón inglés"-hizo el gesto de las comillas en el aire y puso los ojos en blanco.
-Mi padre es retrasado, déjale.
-Si en el fondo le entiendo. Si tuviera una hija como tú no le dejaría salir de casa así como así.
El resto de los chicos nos estaba esperando en el aeropuerto. Noe y Alba echaron a correr en cuanto me vieron. Niall miró un momento a Liam, Harry y Zayn, y luego salió en su persecución.
Niall fue el primero en alcanzarnos, y fue el primero en abrazarme. Con su impulso casi nos caemos los dos al suelo, suerte que Louis previó todo y se colocó detrás de mí para que no terminara con el irlandés en el suelo.
Los chicos sonrieron cuando las fans que estaban en el aeropuerto me gritaron al unísono ¡FELICIDADES, ERI!. Yo casi me eché a llorar.
-¿Cómo lo sabéis?-pregunté a una. Ella sonrió.
-Los chicos te han felicitado por Twitter. ¿No lo has visto?
Negué con la cabeza y me alejé una vez la chica consiguió el autógrafo y la foto que quería, y yo mi información.
Llegamos a casa y todos me exigieron que decidiera lo que me apetecía hacer. Me encogí de hombros y dije que me valía cualquier cosa, así que prepararon palomitas y buscaron una buena peli para ver.
Como, por ejemplo, Desayuno con diamantes.
Niall y Louis no paraban de apuntar: Yo estuve allí. Ahí estuve yo. Mira, por esa calle paseé yo.  Y los otros tres asentían, dándoles la razón, pero también rezando porque se callaran. Yo, mientras tanto, me marvillaba con la dulce voz de Audrey Hepburn, y envidiaba a Louis y Zayn por ser los únicos allí que habían nacido cuando ella aún vivía. El 20 de enero del 93 había un sido un día negro en la historia del cine.
El cielo de Londres fue oscureciéndose lentamente; el sol se escondió tras los edificios, pero siguió mandando su luz a través de ellos un rato más.
Abrí mis regalos, abracé a cada uno y los besé.
Mis cuñadas aparecieron más o menos cuando yo iba por el regalo de Liam.
Las gemelas se abalanzaron sobre mí mientras me cantaban un suave Feliz cumpleaños. Por suerte, nadie las coreó. Todo el mundo sabe que uno de los momentos más incómodos de la vida es cuando te cantan el cumpleaños felíz, y tú no sabes qué hacer, claro, qué cara poner ni nada. Sin embargo, no me pasó eso con la canción de Daisy y Phoebe, sino que disfruté mucho, y aplaudí como loca cuando acabaron, haciendo que se sonrojaran.
Me tendieron una cajita plana con un lazo rojo. Quité el lazo sin deshacerlo, abrí la caja y saqué la camiseta que había dentro.
Se la enseñé a Louis, que sonrió.
-¡NO, JIMMY PROTESTED!-chillaron las gemelas, sonriendo. Les di las gracias y las besé en la frente. Miraron a Louis, que les revolvió el pelo.
Me pegué la camiseta con la famosa frase contra el pecho y sonreí.
Fizzy y Lottie se adelantaron un paso.
-También tenemos esto-dijeron, colocando un paquete a mi lado en el sofá.
Cuando abrí el envoltorio y descubrí la colección completa de Harry Potter en versión original, salté hacia ellas y las abracé. Me moría por aquella colección. La portada era mucho más bonita y colorida que la española.
Mientras sus hermanas aún seguían allí, Louis me cogió de la mano y me llevó a la habitación. Me acarició la mejilla y me colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
-Vamos a dar un paseo, ¿qué te parece?
¿Que qué me parecía? Que mataría por pasear por Londres de noche, eso me parecía.
-Genial-contesté, poniéndome de puntillas y besándole los labios-.¿Solos?
Asintió, sonriente.
-Solos.
Me soltó la mano y se encaminó a su habitación. Me asomé a la puerta.
-Louis.
-¿Qué?-dijo, girándose.
-¿Qué me pongo?
Se encogió de hombros.
-¿Un vestido?
-Vale. ¿Y tú?
-Yo voy a ir elegante, joder. Yo siempre voy elegante-espetó, fingiendo colocarse correctamente una corbata que no estaba allí. Me eché a reír.
-Estás fatal de la cabeza.
-Puede ser.
Volví dentro de la habitación y me puse a rebuscar en la ropa del armario (gracias a Dios en la maleta no me había cabido todo, así que había dejado allí algunas prendas, vestidos sobre todo, ya que en casa no los iba a necesitar para nada). Me puse uno rojo de tirantes finos y me contemplé al espejo.
Zapatos de tacón (no muy altos, que él se cabreaba), y un cinturón a la cintura... ¡Tachán!
Joder, estaba hecha una maldita estilista.
Caminé despacio hasta  su habitación, donde él se colocaba sus eternos tirantes del pantalón. Se me quedó mirando, embobado, yo sonreí y agaché la cabeza, un poco azorada.
-Dios.
-¿Qué?
-Estás genial. Vale, ahora tengo sed. Si me disculpas, voy a meter la cabeza en la bañera unos minutos, ¿vale?
Me eché a reír y lo empujé dentro de la habitación otra vez, llevándolo contra la pared.
-Te quiero muchísimo, Lou.
Me acarició la mejilla.
-Ya lo sé, pequeña.
Nos besamos despacio, apenas rozando los labios, dejando que las corrientes eléctricas que nos recorrían cada vez que nuestras bocas se unían se hicieran dueñas de nosotros. Le cogí de la mano y bajamos las escaleras juntos. Daisy y Phoebe se giraron a mirarnos.
-¡Qué guapa!
Sonreí.
-Gracias, pequeñas.
-¿A dónde vais?-preguntó Daisy. Fizzy les sonrió.
-Tienen una cita.
-¡Oh, una cita!-chilló Phoebe, y todos en la habitación sonrieron cuando me puse colorada-. Acompáñala hasta la puerta de su casa, ¿eh, BooBear?
Louis se echó a reír y se acercó a sus hermanas pequeñas. Se agachó para quedar a la misma altura que ellas.
-Vivimos en la misma casa, niñas-replicó él, mientras yo pensaba dormimos en la misma cama, niñas-, así que sería raro que no la llevara hasta la puerta, ¿no creéis?
Las gemelas intercambiaron una mirada y luego se encogieron de hombros, se cruzaron de brazos e hincharon las mejillas. Lou sonrió, giró la cara e hinfló una de las suyas. Ellas negaron con la cabeza, él movió las cejas y se dio unos toquecitos con el índice en la mejilla inflamada. Las niñas se echaron a reír y le besaron allí donde él quería.
-Os quiero, pequeñas-les dijo, devolviéndoles el beso. Ellas le sonrieron como si fuera la criatura más bonita del mundo.
Adoraban a Louis. Y yo no las podía culpar por eso.
Después de tomarme de la cintura y de llegar hasta el centro de Londres caminando (y de que me dijera varias veces que si me cansaba cogeríamos un taxi), paseamos lentamente por la orilla del Támesis de la mano. Varias veces nos detuvimos por culpa de un grupo de chicas, que cuando se dieron cuenta de qué día era, me felicitaron el cumpleaños. Louis siempre las atendía con una sonrisa de oreja a oreja en los labios, a pesar de que nos estuvieran interrumpiendo, y eso hacía que me enamorara más y más de él.
Las gemelas adoraban a Louis. Louis adoraba a sus fans.
Si las fans adoraban a las gemelas, el círculo se completaría.
Nos subimos en la última cabina del London Eye antes de que clausuraran las subidas. Mientras íbamos ascendienco lentamente hacia el cielo de la capital, él me abrazó por detrás.
-¿Cómo sabías que quería pasear por aquí de noche?-pregunté, mirándolo y besándole el cuello. Se encogió de hombros y clavó la vista en el Big Ben.
-Lo mencionaste un día de pasada, y a mí se me quedó eso.
-Gracias por lo de hoy, Lou. Por todo. Nunca nadie había hecho algo así por mí.
Volvió a encogerse de hombros y me besó el hombro casi desnudo salvo por aquel fino tirante.
-Te mereces esto y mucho más.
Nos hicimos miles de fotos durante nuestro paseo, muchas de ellas dentro de aquella cabina, donde yo le dije, como quien no quiere la cosa:
-Debe de ser bestial hacerlo aquí, ¿eh?
Se echó a reír.
-Tal vez lo comprobaremos muy pronto-dijo, tomándome de la cintura y pegándome contra él. Sus ojos se encontraron con los míos, y yo pude ver el centro de la galaxia en aquel azul grisáceo.
Ya tenía un nuevo color favorito.
Paseamos a los pies del Big Ben, cruzamos el Puente de Londres, nos besamos en cada esquina. Mientras íbamos al piso que compartía con Harry, Jay le llamó por teléfono y le pidió que me pusiera con ella. Mi suegra me felicitó el cumpleaños, me preguntó qué estaba haciendo su hijo por mí, y yo le respondí que se estaba portando genial.
-Como un perfecto caballero inglés-le dije, sonriendo, y su rostro se iluminó en una grandiosa sonrisa.
-Me alegro de que le haya quedado claro cómo lo eduqué de pequeño. En fin. No os molesto más, querida. Pasadlo bien. Feliz cumpleaños, Eri. Esperio que el año que viene te pueda felicitar en persona-oí cómo Mark me felicitaba por detrás de su esposa, y sonreí para mis adentros.
-Claro que sí, Jay. El año que viene os venís todos con Lottie a Londres, y vamos por ahí en familia.
-Sería un placer, querida. Adiós.
-Adiós, Jay.
Colgué y miré a Louis.
-Tu madre me adora.
-Casi tanto como tu padre me odia a mí-replicó él, burlón, guardándose el teléfono en los bolsillos del pantalón.
No paramos de besarnos mientras el ascensor escalaba los pisos hasta llegar al apartamento de mi novio. Se Se separó de mí un segundo para abrir la puerta, me arrastró hacia afuera y abrió la de casa. Se giró para mirarme.
-Cierra los ojos.
Lo miré un segundo con una ceja alzada, pero hice lo que me pedía.
Mientras me conducía dentro de la casa en una completa oscuridad (al menos, para mí), recordé lo que me había dicho cuando estábamos debajo del Big Ben, cómo sus manos se posaron en mi cintura y se negaron a moverse de ahí.
-No puedo creer que haya vivido 20 años sin ti, Eri.
Yo había sonreído tanto que sentía que la cara se me iba a romper, se inclinó lentamente hacia mí y me besó. Me besó con tanto amor, con tanta dulzura, que casi sentí el sabor del chocolate en su boca, a pesar de que hacía tiempo que habíamos comido. Me besó y me dejó claro que me pertenecía, que podía hacer lo que me viniera en gana con él. Mis manos volaron hasta su cuello, se enredaron en su pelo, y nos miramos a los ojos y nos vimos el alma cuando nos separamos.
-Eres perfecto, Lou-le había dicho, besándole la punta de la nariz. Se echó a reír suavemente.
-Ten cuidado, no vaya a ser que Taylor te oiga y se cabree.
-Que venga; se lo diré a la cara. Te quiero. Te quiero por encima de todo, Lou. En serio. Más que a él.
Y cuando se lo dije supe que era cierto; la forma en que me miró dejó claro que él también lo creía así. Continuamos nuestro paseo, cogidos de la mano, sintiendo cómo nuestras pieles luchaban por unirse a la del otro.
No podría vivir sin él. Ni aunque quisiera.

-Vale, ya los puedes abrir-me invitó, soltándome y colocándose delante de mí para estudiar mi reacción. Contuve un grito ahogado y lo miré. A la luz de las velas estaba muchísimo más guapo, le daba a su rostro un aspecto místico, como de un dios.
Mi dios.
-Tenemos lasaña para cenar-proclamó, orgulloso, y lo abracé, al borde de las lágrimas. Me levantó el mentón y me miró-. Oh, Eri, ¿no irás a ponerte a llorar ahora, eh? Las Kevins de todo el mundo se deprimirían, pequeña.
Me eché a reír, me senté en la silla que me ofreció y me comí lentamente la lasaña. Cuando acabé, miré orgullosa mi plato sin restos de comida y luego lo miré a él.
-¿Tenías hambre?
-Te lo has currado por mí, así que tenía que comérmelo.
-Ha sido Niall.
-Ya me parecía que las convulsiones tardaban demasiado.
-¡Qué mala eres!-se cachondeó él, cogiendo la silla y colocándose a mi lado. Me acarició las piernas desnudas, subió sobre mi vestido hasta llegar a mis labios.
-Gracias por lo de hoy, ha sido gen...-empecé, pero me colocó el índice en la boca, haciéndome callar.
-Tu cumpleaños aún no ha acabado-replicó, acercándose y volviendo a besarme. Me levantó, tiró de mí y fuimos hasta la habitación, donde había muchísimas más velitas.
Lo miré, divertida, y él se rascó la cabeza.
-Pensé en poner también pétalos, pero me pareció... excesivo, ¿sabes?
Asentí.
-Pobre Niall.
-En realidad, los de las velas fueron Zayn y Liam.
Le di un suave empujón.
-¿Cómo eres tan descarado de esclaviar de semejante manera a tus amigos? Ese no es comportamiento digno de un caballero al servicio de Su Majestad.
Se echó a reír y entrelazó sus dedos con los míos.
-Su Majestad sabe de sobra lo que hay-replicó, inclinándose hacia mí. Sus manos me acariciaron el rostro, el cuello, la nuca, los costados... y no podíamos parar-.Eri. Eri-me llamó entre jadeos, vacilante.
-¿Qué?
-Todavía no te he dado mi regalo, pero... tal vez quieras... aplazarlo. Ya sabes.
Lo miré un segundo.
-¿Quieres... hacerlo?-me preguntó, dubitativo, estudiando mis facciones.
De repente, estaba fuera de mi cuerpo, viéndonos, allí de pie, preciosos. Estábamos hechos el uno para el otro. Vaya si quería hacerlo. Necesitaba hacerlo.
Ante mí volaron todos los momentos que pasamos juntos: las risas antes de salir, los primeros besos, las primeras caricias, la primera vez que me dijo que me quería, cómo había corrido a su encuentro cuando vine de mi país...
Louis besándome, Louis llamándome, Louis gritándome, Louis bailando conmigo, Louis y yo chocando los cinco, eternos compañeros de chistes; Louis riéndose a carcajadas ante algo que yo había dicho, Louis contemplándome anhelante, Louis pasándome un brazo por la cintura cuando dormíamos juntos, Louis excitado, cubierto solo con una toalla en el baño de Doncaster; Louis feliz porque estábamos a punto de hacerlo...
Louis conteniendo las lágrimas porque teníamos que separarnos, porque iba a vivir uno de los momentos más importantes de su vida y yo no iba a estar allí, con él.
Cogí su rostro entre mis manos y obligué a nuestros ojos a encontrarse.
-Quiero hacerlo-aseguré, y él sonrió. Fuimos hasta la cama, nos sentamos en ella y empezamos a besarnos. Le quitamos los tirantes del pantalón, le desabrochamos la camisa, nos descalzamos el uno al otro, siempre besándonso o acariciándonos cuando el beso se volvía más complicado. Le ayudé a quitarse la camisa, me ayudó a incorporarme y él mismo me sacó el vestido por la cabeza y contempló mi sujetador y mis braguitas a juego.
Sonrió.
-¿Victoria's Secret?
-Victorias Secret-aseguré.
Entre los dos le quitamos el pantalón, él rebuscó en un cajón hasta sacar un envoltorio de plástico. Me lo mostró.
-¿Estás segura?
-Sí.
Sonrió, comenzó a besarme la boca, la comisura de los labios, la mandíbula, el cuello; todo. Todo, mientras yo suspiraba y esperaba impaciente a que estuviera encima de mí, a que me hiciera suya.
-¿Quieres hacerlo, no?-me provocó, y yo sonreí. Me incorporé un poco y nadé en aquellos ojos preciosos.
-Hacemos lo que tú quieras, Lou. Como tú quieras. Este ha sido el mejor día de mi vida, y a partir de ahora haremos todo como tú quieras. Quiero hacer el amor contigo. Quiero darte todos los hijos que tú desees. Quiero hacerte el hombre más feliz del mundo. Quiero...
Volvió a ponerme un abrasador dedo en los labios, callándome. Me empujó suavemente hasta que volví a quedar tumbada con él encima.
-¿Harás lo que yo diga?-repitió, sonriendo.
Asentí.
-Lo que tú digas.
Como si me mandas abrirme de piernas y dejar que todos los de la banda se acuesten conmigo, pensó la zorra que llevaba dentro.
Me besó dulcemente.
-Entonces cállate y déjame hacerte el amor, Eri.
Me mordí el labio inferior y asentí.
Los siguientes minutos, en los que terminamos de desnudarnos, fueron los más largos de toda mi existencia. Cuando me desabroché el sujetador y él lo lanzó lejos, se me quedó mirando los pechos y los besó lentamente, creí sin duda que allí acabaría todo. Me despertaría en mi cama, empapada, y descubriría que ni siquiera lo conocía, que Eleanor seguía existiendo y todo había vuelto a la normalidad.
Pero no fue así. Gracias a Dios que no fue así.
Mis bragas cayeron al lado de sus bóxers, sobre la cama. Se apartó un poco para contemplarme, totalmente desnuda, preparada para recibirlo, debajo de él.
Por favor, karma, por favor, que no se fije en esas malditas estrías. Por favor, por favor, que no se me note la celulitis, por favor, ladraba mi yo histérico, ese yo que aún era gordo y feo.
Pero estaba demasiado embobada mirándolo a él, desnudo, sobre mí. Me descubrí varias veces contemplando su erección, y me obligué a apartar la vista todas esas veces.
-Eres preciosa-murmuró, por fin. Me acarició lentamente las piernas, la cara interna de los muslos y llegó allí, allí donde yo más lo deseaba. Oh, Dios.
-Hazlo ya, Lou-le supliqué en el oído, y él asintió. Se colocó el preservativo con cuidado, yo separé las piernas y me preparé para recibirlo.
Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás.
-Eri.
Todavía no estaba dentro. No había notado dentro.
-Mírame, Eri.
Alcé la cabeza y crucé la vista con la suya.
-Escúchame bien. ¿vale?
-Vale.
-Quiero que, si te hago daño, si notas algo de dolor, me lo digas. Inmediatamente. ¿Estamos?-asentí-. Si notas que te estoy empujando mucho, que te duele cuando me muevo, me lo dices, y yo pararé. ¿Vale?
-¿Y si no quiero que pares?
-Eri, no me jodas, ¿vale?
-Estoy a punto de hacerlo-espeté, y él sonrió.
-Va en serio. Si te hago daño, dímelo, ¿quieres?
-Está bien.
-Prométemelo.
-Te lo prometo.
Asintió lentamente, me besó en los labios y se deslizó despacio hacia mí.
Se detuvo un momento, con los ojos clavados en los míos, teñidos de preocupación, expectantes. Empujó suavemente y yo suspiré.
Sus músculos se relajaron. Me besó en los labios.
-¿Has sentido algo?
-No-negué con la cabeza, luego lo miré-. Osea, sí. Me...
-¿Gusta?-sugirió, divertido. Asentí-. Me refiero a lo que te acabo de decir.
Negué de nuevo.
-No, solo... me gusta. No pares. Sigue.
No dijimos nada más. Siguió  empujándome, más adentro, explorando aquel rincón que solo era suyo, mientras nos besábamos. Embistió suavemente, y yo gemí. Volvió a hacerlo, despacísimo, y yo volví a gemir.
Se inclinó y volvió a besarme los pechos, me pellizcó los pezones, y sentí cómo estaba a punto de acabar.
Grité su nombre y él sonrió, empujando suavemente, temiendo hacerme daño, romperme. Sacudí las caderas a la vez que él, ayudándolo a llegar más lejos, más adentro, a poseerme más y más.
Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, y gruñí cuando sus fríos dientes rozaron uno de mis pezones. Su lengua se paseó por él, haciéndolo suyo. Me acarició el otro seno y pensé que moriría de placer.
¿Cómo podía haber esperado tanto?
¿Cómo había sido tan estúpida de no querer hacerlo con él? Él me cuidaría, no dejaría que nada malo me pasara, no se pelearía conmigo. No nos pasaría como a los demás. Nosotros éramos únicos, éramos diferentes al resto.
Su boca llegó hasta mi cuello, ascendió por él y llegó a mi oído mientras yo cerraba aún más los ojos, deseando fundirme con él, deseando que aquello no acabara nunca.
-Te quiero, pequeña.
-Yo también te quiero, mi amor. Más que a nada-aseguré, mirándole a los ojos. Me sonrió, me besó en la boca y siguió empujándome, despacio. Suspiré y él gimió de placer.
Volví a llegar al clímax, pero esa vez no llegué sola. Mientras yo volvía a gritar, a seguir deseándolo dentro de mí, a generar ese calor líquido que tanto le había encantado, él dejó el suyo propio dentro de mí, soloque enfundado en una funda de plástico.
Se dejó caer lentamente sobre mí y gruñó.
Le acaricié el pelo y él se incorporó.
-Gracias-musité. Sonrió.
-¿Gracias, por qué? ¿Por dejarme conocer a la mejor chica de todas?
Me eché a reír, lo que generó un efecto curioso en nuestra unión.
-Tenía ganas de hacerlo contigo-confesé. Me besó en los labios.
-Yo tampoco podía esperar-aseguró, feliz. Nos miramos a los ojos unos momentos.
-Pobre Niall, ahora ya está solo en su club-sonreí. Se encogió de hombros.
-Pero debes reconocer que ha  valido la pena abandonar a Niall a su suerte.
Asentí con la cabeza.
-Te quiero muchisímo, Lou.
Sonrió.
-Yo te quiero más, nena.
Volvimos a besarnos, y, lentamente, nos sentimos preparados para volver a conectar.
Hicimos el amor una segunda vez, entre suspiros, caricias y besos.
Y mientras él seguía dentro de mí, el día de mi cumpleaños terminó.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado este capítulo, no me esperaba que Louis fuera al pueblo a por Eri :)

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    1. Lo leo 3 años después y te contesto ahora porque soy así de guay Vero. Muchísimas gracias por tu comentario, corazón. Eres un sol ♥

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