viernes, 14 de septiembre de 2012

Decirle algo a Louis es como ponerlo en Twitter.

Como era ya costumbre, en cuanto los tuvimos localizados echamos a correr en su dirección.
Solo que esta vez, Alba no estaba para ir dando brincos de alegría, precisamente, así que nos dejó a nosotras salir disparadas hacia los chicos mientras ella se quedaba atrás, caminando despacio, sumida en sus pensamientos, rumiándolos.
Harry fue el primero en vernos (para algo era el más alto), y fue el primero en lanzarse a la carrera en nuestra dirección. Los demás lo miraron un segundo, un único segundo en el que procesaron la información, y rápidamente salieron en persecución del rizoso.
Niall fue el primero en llegar a nosotras (algo que siempre nos sorprendía ya que él era el más bajo del grupo, pero suponíamos que su corta estatura le daba más agilidad y más velocidad), abrió los brazos y dejó que nos dejáramos caer dentro.
Los demás llegaron un par de segundos después y rápidamente hicimos una piña.
Todos salvo Liam, que se quedó esperando a Alba, la besó rápidamente y la abrazó. Ella le dedicó una sonrisa triste.
Ya cuando íbamos en dirección al coche, con el brazo de Louis por mis hombros y el mío alrededor de su cintura, nos quedamos mirando a la segunda pareja del grupo. Louis se inclinó hacia mí.
-¿Le pasa algo a Alba?
Con una actuación digna de un Oscar (todo lo que yo hacía era digno de Oscar), me encogí de hombros y negué con la cabeza.
-No lo sé.
Se me quedó mirando un segundo, curioso, luego terminó aceptando mi explicación y me besó la cabeza.
Durante el trayecto a casa nos dedicamos a ponernos al día; ellos nos contaron que no les quedaba casi nada por grabar del disco y nosotras cómo íbamos en clase.
-Vais a tener que ayudarme-anuncié, levantando los brazos. Louis me miró por el espejo retrovisor mientras los demás se daban la vuelta en sus asientos para dedicarme una mueca expectante.
-Voy a sacarme el First-expliqué, y ellos asintieron, susurraron cansados ah, y sonrieron-. Y vais a ayudarme.
-¿Cómo?-preguntó Zayn, alzando una ceja.
-Voy a escribir como una loca, voy a escribir letras de canciones, lo que digan en las noticias... todo.
-Eso puedes hacerlo sola. De hecho ya podrías hacerlo si te diera la gana-Harry frunció el ceño. Asentí.
-Lo que pasa es que el First es inglés, ¿no?
-Sí-dijo Liam-. De Cambridge.
-Y yo hablo americano.
Louis sonrió.
-Necesito que me peguéis vuestro acento. Quien sea. El caso es que necesito hablar como una inglesa, y no como una americana. Porque en cualquier momento en el oral suelto elevator en lugar de lift, y ya se jodió el examen, ¿comprendéis?
Todos se quedaron mirando al conductor, que fijaba la vista en la carretera y pugnaba por no sonreír ampliamente.
-Ya  tienes acento, Eri.
Fruncí el ceño.
-¿De veras?
-Hablas igual que yo-replicó Louis, echándose a reír-. Y para que yo lo note hace falta tenerlo bien cerrado.
-Habla más bien como Lottie-replicó Niall, sonriendo y comprobando la pantalla de su teléfono. Louis despegó una mano del volante y comenzó a moverla en el aire.
-Lo que quiero decir es que tiene un acento que un extranjero no coge. Pueden coger el que tiene Noe, porque es de Londres, Londres, pero, ¿Doncaster? El 90% de la gente del mundo no sabe ni si Doncaster es inglesa.
-Pero digo palabras en americano-repliqué, tozuda, y todos asintieron.
-Sí, pero no son del tipo ascensor. Son más... coloquiales. No te van a pedir que hables con tu examinador como si fuera tu novio-explicó Harry, negando con la cabeza.
-¿Cuánto es el examen? ¿Diciembre?
-Los de mi academia quieren que lo haga en junio. Ya sabéis que la dejé en diciembre del año pasado.
Zayn se echó a reír.
-Diles a los de tu academia que te pasas por el forro lo de junio y que vas a hacer el Advanced en diciembre.
-Zayn, no puede hacer el Advanced sin el First-lo corrigió Liam, tamborileando con los dedos en la cintura de Alba.
-¿Me admitirían para sacarlo yo también?-preguntó Noe, con los ojos como platos. Me encogí de hombros.
-Creo que te puedes presentar sola, pero dudo que puedas entrar ahora a mi academia. Nos matriculamos en junio.
-Joder-gruñó ella, cruzando los brazos y frunciendo los labios.
-De todas formas, ¿para qué coño lo queréis? Nadie te va a pedir el First para un contrato discográfico, Eri-Niall suspiró, se pasó una mano por la frente y sonrió a un mensaje que le había llegado.
-Quiero.. tenerlo. Tal como se están poniendo las cosas en España...
-Pero no estáis en España. ¡Joder! Una libra es casi un euro y medio. ¿Creéis que estamos mal? Estamos genial en Inglaterra, y todos sabemos que terminaréis en Inglaterra, o si no, al tiempo-sentenció Liam, asintiendo con la cabeza. Los demás rápidamente se unieron a esos asentimientos, en parte porque estaban orgullosos de ser ingleses, en parte porque la situación era así...
...y en parte porque la realidad era que todas terminaríamos en Inglaterra.
Todas adorábamos Inglaterra y todas habíamos pensado salir de España incluso antes de conocer a los chicos. Incluso antes de ser amigas.
Bueno, mi caso era diferente.
Yo me mudaría a 10 mil kilómetros de casa.
La meca del cine.

Llegamos a casa y nos dedicamos a las rutinas de siempre: cada uno se iba a hacer lo que más le apetecía. Alba y yo salimos a la piscina a disfrutar del perezoso sol de finales de verano, Noemí se quedó con Harry viendo la tele y metiéndose mano mutuamente, Zayn subió a su habitación a ver no sé qué programa, tumbado en la cama sin soltar el iPhone, Liam y Niall cogieron las consolas y echaron partidas.
Louis se paseaba por casa sin saber muy bien que hacer. Se sentó al piano, tocó varias piezas lentamente, temiendo cometer errores (pero siempre que comenzaba la Marcha Turca lo hacía vacilando, hasta llegado un punto en el que la tocaba incluso demasiado rápido, algo que resultaba muy divertido pensar al ver el compás o al escucharla a manos de uno de los maestros del piano), se iba a ver la tele, echaba un vistazo a las partidas de Niall y Liam, iba a la habitación de Zayn a ver la televisión con él, salía al jardín, se sentaba un poco con nosotras y luego volvía a seguir con su tour.
Hasta que yo me di cuenta de que lo único que quería él era quedarse a solas conmigo.
Para ir a la cama.
-No como ni duermo casi nada-le confié, después de hacer el amor lentamente, como solo él sabía.
Sus dedos se apretaron en mi cintura desnuda.
-No se nota apenas-me tranquilizó.
-Pues casi no como-repliqué. Él frunció el ceño y me miró.
-No. Digo que no se nota que no duermes. Que no comes ya lo veo yo, pero te da igual cuántas veces se te digan las cosas. Te lo digo en inglés porque es el único idioma que sé, pero voy a tener que pedirle a Niall que me enseñe en español para ver si lo entiendes en tu lengua, porque eres terca como una mula, y...
-Eh, eh, eh-repliqué, tomándole el rostro entre mis manos y besándolo en la boca para que se callara, por fin-. No es voluntario.
Dejó escapar una risa sarcástica, sí, claro que no es voluntario, lo que tú digas, y apartó la mirada- Le tomé el mentón y lo obligué a mirarme.
-Te lo prometo, Lou. No lo hago a posta. Lo que pasa es que como, me sienta mal y acabo en el baño, o simplemente no consigo tragar.
-¡Oh, bulimia! ¡Delicioso!-me dedicó una mirada exhausta-. Voy a terminar quitándote la anorexia de una hostia, Eri. Ya lo verás.
Suspiramos al unísono.
-Ahora soy guapa-esgrimí, como siempre hacía que él sacaba el tema. Y él se ofendió, como siempre que yo utilizaba ese argumento.
-Antes lo eras. Eras perfecta, joder. Lo único que eras un obstáculo para ti misma, te tenías miedo, y te parabas los pies. Ahora confías en ti, y por eso estás más guapa.
-Ahora soy perfecta-me escudé, él sonrió y negó con la cabeza. Me besó en la frente.
-Para mí siempre lo has sido.
Nos quedamos abrazados un rato más, yo con la cabeza en su pecho y él besándomela. Adorándonos.
-No es anorexia-me animé, por fin, a explicarle. Oí cómo pensaba lo que tú digas, nena-. No es anorexia. Es porque te echo de menos.
Apenas consiguió reprimir una sonrisa victoriosa.
-Yo también te echo de menos y no dejo de comer por ello.
-No duermes.
Frunció el ceño.
-¿Se me nota?
-Sí, se te nota.
Suspiró.
-De todas formas, ya sabes lo que podemos hacer para remediarlo.
Le acaricié el torso, pensativa, deseando que me dijera lo que estaba a punto de decirme.
Aunque también deseaba que no me lo pidiera, porque llegaría un momento en el que no podría decirle que no.
-Quédate conmigo-susurró en mi oído. Me estremecí.
-No me lo digas dos veces.
No lo hizo, haciendo una demostración de lucidez.
Porque los dos sabíamos que aunque me haría mucho bien no volver a casa (a pesar de que cuando estaba con él era cuando realmente me sentía en casa), me tocaría sufrir un poco más.
Acostumbrarme a dormir sola, a respirar sola, a estar una temporada sin él.
Los discos.
Los conciertos, las firmas de discos, las giras los tourslasnocheslejosdecasalosdiferentespaísesqueibaavisitarlabandaylaspromociones.
Era el precio a pagar por dejar que él viviera su sueño.

No podía concentrarme. Mientras los personajes de It (Eso) de Stephen King no paraban de sufrir por el maldito monstruo que acechaba Derry, mi propio monstruo particular no me dejaba pensar.
Alba.
Alba, a la que no le bajaba la regla.
Alba, que después de ponerse a pensar se había dado cuenta de que la vez que perdió la virginidad Liam no se había puesto condón.
Y se daba cuenta ahora, casi dos meses después.
¡JODER! Y era yo siempre la que se comía la cabeza, buscando una solución.
Ojalá fuera más como Louis, que se acostaba con su chica, hablaba un poco con ella y luego se quedaba dormido.
Debía reconocer que la inocencia  que se plantaba en su rostro cuando su respiración y los latidos de su corazón se apaciguaban era muy hermosa, lo hacía hermoso a él.
Mientras él estaba en el séptimo sueño, mis sesos trabajaban a una velocidad espantosa.
Podría seer una falta. O un retraso. ¿Podían ser ambas cosas? El problema era, ¿cómo íbamos a solucionarlo?
Test de embarazo.
Pero, claro, cualquiera iba a una farmacia a por un maldito test. Lo mejor sería ir a por varios, por si uno fallaba.
Yo no podía ir. Todo el mundo sabía de mi situación con Louis, y si ahora me daba por meterme en las farmacias a coger tests a diestro y siniestro, los rumores no tardarían en aparecer.
A Noe no le daría la gana de ir sola. Y Harry no dejaría que fuera sola. Y como la pillara con un test, se volvería loco. ¡Hola, Harry! No, no es que vayas a tener un hijo ilegítimo; tú no vas a ser el primero. Liam lo será.
Lo cual nos reducía a una única posibilidad: Alba, al misma chica que se aferraba con uñas y dientes a la idea de que no podía estar embarazada porque solo lo había hecho sin precauciones una vez.
No tenía ni zorra idea de historia. Estaba claro que no había leído novelas históricas. Pero bueno, había que dejarla. Cualquiera le decía a Alba que tenía que buscar un test, tenía que enterarse de si sus sospechas eran fundadas o no.
¡Pero no le bajaba la regla, joder! ¡Le tenía que haber bajado hace 25 días y no le había bajado! ¡Y ella era un maldito reloj!
Lo cual me arrastraba irremediablemente a pensar en lo peor. Alba estaba embarazada. ¡Oh, Jesucristo, qué le vamos a hacer! Deberíamos ir pensando un nombre.
O podría abortar.
¿Querría abortar?
Demonios, tenía que abortar. No podrían ocuparse del crío, o peor, Liam acabaría por dejar el grupo para dedicarle tiempo a su hijo.
¿Podía abortar ella sin consentimiento de los padres? Porque no podíamos decírselo a los padres. Oh, no podíamos. Su madre adoraba a Liam, su hermano adoraba a Liam, su padre... a su padre le caía bien Liam. Al menos no lo detestaba como el mío hacía con Louis, lo cual era un avance. Se llevaban bien.
Casi podía ver a Alba diciéndole a su madre:
-Mamá, mira, estoy preñada. Sí, tranquila, sé de quién es. Es de Liam. El caso es que necesito que me firmes este papel. ¿Qué? Oh, nada, es para abortar.
¡PUM! El hostión del milenio. Y Alba abortaba en casa.
A la vez que abortaba la misión de vivir la vida y moría a los 16 años. Al menos dejaba un bonito cadáver.
Por tanto, nada de padres. No. Nada de padres.
El problema era que hacía poco habían eliminado la ley que permitía a las chicas de 16 años abortar sin consentimiento paterno en España (ahora estábamos tan adelantados que solo si te violaban podías abortar, daba igual malformación del feto ni hostias, así iba España, ¡ASÍ IBA ESPAÑA!); así que en nuestro país no encontraríamos solución.
¿Moraleja? Había que informarse de si en Inglaterra podríamos abortar.
La forma de enterarse era preguntando a los chicos.
Uno estaba eliminado: Liam. Seguramente él querría tenerlo (y joderse la vida a consecuencia de ello). Y Liam no podía enterarse, no señor, no podía.
Quedaban cuatro cada uno peor que el anterior.
Zayn. Tal vez Zayn lo entendiera, pero dudaba mucho que estuviera enterado de esas cosas. Quería mucho a mi chico malo de Bradford, pero sentía que si dejaba a una tía embarazada se desentendería (y la verdad es que haría bien, menos problemas para él). Por lo tanto, dudaba mucho que Zayn supiera nada de la situación del aborto en su país.
Luego estaba Niall. Niall, al dulzura personificada, que lo único que quería era hacer el bien. Niall podría ayudarnos. Niall tal vez supiera sobre la ley.
Sobre la ley irlandesa.
Y sería jodidamente sospechoso que de repente quisiéramos ir a Irlanda, así, como quien no quiere la cosa. Y que Alba se pusiera enferma allí. Y llevarla a un hospital.
Niall era un cielo de criatura, Niall podría ayudarnos... si se hubiera criado en Inglaterra.
Además de su carácter. Niall, que siempre trataba de eludir los temas referentes exclusivamente a mujeres (del estilo de Oye, Niall, ¿puedes ir a por tampones, por favor?). Si le hacías alguna pregunta extraña, daría media vuelta y echaría a correr en dirección contraria.
No, seguramente Niall tendría el mismo problema que Zayn: no sabría decirnos nada del aborto. O no querría saber nada del aborto, lo cual era un paso más en el agujero negro.
Después estaba Harry. Sabía que Harry estaba enterado de algunas cosas, según él, el proceso técnico molaba, lo que no molaba tanto era el resultado, así que procuraba estar al día.
La mayor pega que le encontraba a Harry era el vínculo tan fuerte que tenía con Louis. Acabaría pidiéndole consejo a Louis (siempre estaban pidiéndole la opinión al otro en algo importante, como hacían los demás, pero ellos con muchísima más frecuencia).
Y cuando Louis se enteraba de algo, ese algo aparecía a los cinco minutos en todas las webs de cotilleos del continente.
Además, claro está, de cómo era Louis con los críos. Seguramente si algún día yo le dejara caer algo del estilo del aborto, me miraría como si fuera el demonio y me echaría a patadas de su cama, me quemaría en la hoguera y se buscaría otra con la que formar una  familia.
Me quedé mirando a mi chico, tumbado a mi lado, ajeno al festival de dilemas que se desarrollaba en mi interior, y recordé un episodio de cuando estuvimos en Doncaster.

Era la segunda noche que pasaba en casa de sus padres, y sus padres habían salido a no sé dónde. Nosotros habíamos ido de fiesta, habíamos estado en una discoteca, pasándolo bien, enrollándonos, riéndonos, enrollándonos más, yo controlando mis hormonas para no terminar tirándomelo en el baño... lo típico.
Y, cuando volvimos a casa, sus padres aún no habían regresado.
La televisión del salón estaba encendida, no había ninguna luz más que la que surgía de la pantalla. Nos asomamos al salón y allí estaban sus cuatro hermanas: Lottie echada, durmiendo con la cabeza apoyada en las manos en un sofá, ella sola; y Fizzy, Daisy y Phoebe con la vista clavada en la tele, fascinadas.
-¿Qué estáis...?-empezó a preguntar Louis. Las chicas no se movieron.
Y cada vez que Louis aparecía en la habitación, las gemelas se abalanzaban sobre él.
Paseé la mirada de la tele a las niñas de nuevo, y cuando vi una de las imágenes (gente desintegrándose, fuego por todas partes, un paisaje rojo como la sangre, pensé no tan desencaminada, un río por donde bajaban cadáveres) lo comprendí.
No estaban fascinadas.
Estaban aterrorizadas. Tal era su pánico, que no podían ni apartar la vista. Sus ojos se veían arrastrados hacia la pantalla, obligados a mirar, mirar, siempre mirar, nunca dejar de mirar...
Como me pasaba a mí de pequeña con las películas de terror que veían mis padres.
Una niñita rubia de ojos azules (¿Dakota? ¿DAKOTA FANNING? ¿DAKOTA? ¡OH, DIOS, DAKOTA, ¿QUÉ HACES AHÍ?!) contemplaba igual de embelesada las escenas que se desarrollaban en la película... y Tom Cruise le tapó los ojos.
-Te dije que no miraras-le reprochó, arrastrándola lejos.
Esas palabras parecieron descargar un rayo en Louis, que se puso entre la tele y sus hermanas pequeñas.
-¿Qué coño hacéis viendo esto?
Las crías no se movieron. Ni siquiera lo miraron.
-¿Qué película es?-pregunté a Louis, pues no la había visto en mi vida.
-La guerra de los mundos. Muy apta para la infancia-asintió, satisfecho, y despertó a su hermana a base de balancearla.
-¡LOTTIE! ¡LOTTIE!-rugió él, y Charlotte abrió los ojos y se lo quedó mirando, somnolienta.
-¿Qué? ¿Qué?
Louis se hizo a un lado y obligó a su hermana a mirar la televisión.
-¿Por qué cojones están viendo esta película? ¿Eh? ¿Por qué se la has puesto?
Lottie se incorporó torpemente, y a medida que su somnolencia desaparecía, en su rostro se plantaba la angustia absoluta.
-Yo... yo...-balbuceó, pero Louis apagó la tele y encendió una luz.
Las pequeñas gritaron, asustadas, y Louis se las quedó mirando.
-Todo el mundo a la cama.
-Pero..-empezó a protestar Fizzy, cabreando aún más a su hermano.
-¡YA!
Todas dimos un brinco hacia atrás, incluida yo.
Fizzy se levantó lentamente del sofá y fue encendiendo una a una todas las luces de la casa hasta llegar su habitación. Las gemelas no se atrevían ni a salir del salón.
-Louis...
-¿Qué, pequeñas?-inquirió, inclinándose hacia sus hermanas. Las dos se revolvieron en el sofá, incómodas.
-¿Nos acompañas arriba, por favor?
Louis asintió.
-Claro.
-¿Quieres que vaya?-inquirí.
-¿Quieres que vaya yo?-casi suplicó Lottie, pues sabía de sobra lo que tenía pensado Louis en cuanto acostara a sus hermanas.
-Quédate con Charlotte. Que no se me escape.
Asentí y me senté al lado de Lottie, que temblaba y observaba la tele, aterrorizada. Se levantó lentamente y la encendió, y los alienígenas volvieron a ocupar la pantalla. Observó lo que sus hermanas habían estado viendo hasta hacía poco horrorizada, sin poder creerse haberlas dejado ante semejante película.
Louis bajó despacio las escaleras y se apoyó en el marco de la puerta. Se pasó una mano por el pelo (que todavía no era el tupé que ahora tenía, sino el pelo alborotado hacia un lado) y se quedó mirando a su hermana. Un deje triste cruzó sus ojos, haciéndome sentir aliviada al saber que la bronca no iba a ser tan grande como él tenía planeado.
-¿Cómo se te ocurre dejar que vean esa película?
-Me quedé dormida-replicó Lottie, entre sollozos.
-Me da igual, Lottie. Hoy te tocaba a ti vigilarlas, ¿no?
-Sí...
-Ahora tendremos que quedarnos con ellas hasta que se duerman, ya sabes cómo se ponen cuando se alteran de noche.
-Ya, pero... Louis... yo... lo siento muchísimo, me quedé dormida, y... Dios, lo siento-enterró el rostro entre sus manos y dejó que las lágrimas corrieran libres por su rostro. Le pasé un brazo por los hombros y la besé. Louis terminó acercándose a ella y besándola en la mejilla.
-Ten más cuidado la próxima vez, ¿vale?
Lottie asintió.
-¿Se lo vas a decir a mamá?
Louis pareció sopesarlo un momento. Miró a su hermana y negó lentamente con la cabeza.
-No. Esto de hoy, no. Es la primera vez. Pero si vuelve a pasar, le hablaré de lo de hoy también. ¿Vale?
Asintió.
-Gracias.
-Ven aquí-replicó él, abriendo los brazos. Lottie se abalanzó sobre él y dejó que la estrechara, que la acunara; lloró en su hombro hasta que se hartó, sus sollozos se convirtieron en hipidos, los hipidos en susurros, y los susurros, en risitas nerviosas que fueron apagándose con el tiempo.
La forma en que abrazó a su hermana, en que  fue con ella hasta su habitación y en que besó su frente a pesar de estar tan enfadado con ella, me hizo enamorarme aún más de él.
Era un cielo. Y era mío.
Pero el cénit de la noche llegó cuando una de las gemelas llamó a la puerta de su habitación y asomó su cabecita asustada por la abertura.
-¿Lou?
-¿Sí, Phoebe?
-¿Nos lees un cuento?
-Por supuesto-asintió él, arrastrándose fuera de la cama en pantalones (pues yo me había puesto la camiseta de su pijama) y acompañando a su hermana pequeña. Se giró un momento.
-¿Te apetece venir?
Asentí, y yo también salí de la cama.
Lo seguí hasta la habitación de las gemelas, escuché embelesada cómo les leía Los tres cerditos y le dediqué una sonrisa  agradecida cuando les dijo a las niñas que yo no les iba a contar ningún cuento esa noche. Que otra vez me tocaría a mí.
-Estás preocupada-murmuró, con la voz ronca aún por el sueño. Cada vez que oía esa voz se me derretía el corazón, pues me recordaba que habíamos dormido juntos, que estábamos en la misma cama, que nos teníamos el uno al otro...
Me sacó de mis pensamientos histéricos con esas simples palabras.
-¿Yo?
-Sí.
-No.
-Llevas en la misma página media hora. Desde que me dormí. 773-sentenció, sin mirar el número, y yo miré la página. Mierda. 773.
Puse el marcapáginas y me lo quedé mirando. Se tumbó sobre su costado y me subió su camiseta, que me había puesto cuando le dije que me apetecía leer un poco, hasta mi pecho, sin dejarlo al descubierto. Paseó sus dedos arriba y abajo, por mi costado, provocándome mayores corrientes eléctricas que nunca.
-¿Qué te pasa?
Negué con la cabeza.
Por favor, no me digas que te lo cuente, no me chantajees, porque te lo diré, y no puedo decírtelo. Por favor, Louis, te quiero, te amo, por favor, no me hagas esto, porque meter una carta en ese buzón que tienes por boca es como fotocopiarla y lanzar sus copias desde un coche. Por favor.
-¿Instituto?
-No.
No digas asuntos de mujeres.
-¿Padres?
-No.
No digas asuntos de mujeres.
-¿Comida?
-No.
-¿Sueño?
-No.
-¿Bullying?
-No-si tú supieras que me has hecho la reina del instituto...
-Me rindo. Dímelo, venga.
Negué con la cabeza.
-Yo... no... no.
Se incorporó y clavó sus ojos azules (cielo, como él) en los míos.
-Eri-susurró, acariciándome la mejilla-. Venga. No es curiosidad. No quiero que estés mal, ¿sabes? Te quiero. No quiero que estés preocupada por nada. Dímelo y te ayudaré. Lo prometo.
Me besó la mano, y creí que me moriría.
Me miró a los ojos mientras lo hacía, y me clavó millones de puñales en el corazón.
-Júrame que no lo contarás a nadie.
-Te lo juro.
-Por lo que más quieras.
-Muérete ahora mismo si se lo cuento a alguien.
Lo besé en los labios.
-Te amo-susurré, y él sonrió.
-Y yo a ti. Pero no vas a distraerme. Venga. Cuéntamelo. Cuéntale al subnormal de Lou, que quiere ayudarte.
Me tendió debajo de él y se apoyó en un codo para quedar por encima de mí, observándome. Suspiré.
-Es Alba.
Frunció el ceño.
-¿Os habéis peleado otra vez?
-No.
-¿Entonces, qué?
-No... no le viene la regla.
Se quedó paralizado, mirándome.
-¿Cómo que no...?
-No, no le viene. Tendría que haberle venido a finales de agosto, pero nada. Y no sabemos si... está...-hice un gesto con la mano, como acariciándome un vientre abultadísimo que no estaba allí.
Y no creo que quiera tener ese bebé, pero a ti te dará igual, la matarás si intenta matarlo, porque tú cuidas de los niños como si fueran tuyos, y a mí eso me encanta, y te amo y no quiero que mates a nadie porque entonces irás a la cárcel y yo no puedo estar sin ti, y ...
-¿Se ha hecho pruebas o algo?
Negué lentamente con la cabeza.
-Por favor, Louis, por favor, no se lo digas a nadie.
-¿Liam no lo sabe?-espetó, incrédulo. Volví a negar con la cabeza.
-No sabemos qué hacer...
-Porque os da pánico meteros en una farmacia a coger un test para saber lo que pasa, ¿eh?
-Yo no puedo ir. Sabes por qué.
Asintió con la cabeza.
-¿Y si mando a mi hermana?
Me incorporé de un salto, y casi le di un cabezazo.
-¿Lo harías por mí?
-Lo haría por Alba. Y, ¿por ti? Por ti moriría sin descendencia, pequeña.
Le eché los brazos al cuello y unimos nuestras bocas. Noté cómo sonreía cuando mis labios se unieron a los suyos, satisfecho con aquella  bonita respuesta.
Me aparté de él un momento y me lo quedé mirando.
-Sabes que todos creemos que decirte algo es como ponerlo en Twitter, ¿no?
-Sois mala gente.
-Un poco-asentí, me eché a reír y continuamos besándonos un rato más.
Más tarde, bajamos al salón y fastidiamos los momentos de intimidad de Noe y Harry (que se reducían a meterse mano y poco más, Noemí tenía buenos conocimientos matemáticos cuando se trataba de Harry), y nos tumbamos en el sofá libre a ver el Factor X americano.
-¡OH, SÍ, NENA! ¡DALE CAÑA!-chillé cuando Britney Spears mandó a la mierda a un tío que tenía una voz horrorosa, preguntándole quién le había dejado subirse al escenario. Louis se echó a reír.
Tras varios juicios a novatos (nuevos One Direction en potencia, pensaba a veces), Louis se levantó del sofá y me lo dejó para mí sola, diciendo que iba a llamar a su madre.
Minutos después, Zayn bajó las escaleras y me llamó, pálido.
-Eri... ven al baño.
Se quedó mirando a los demás un momento, que habían dejado lo que estaban haciendo un segundo para contemplar a Zayn.
Procuré no cruzar una mirada con Liam para que no se preocupara.
Subí las escaleras lentamente, procurando no echar a correr, pues estaba segura de lo que pasaba arriba.
Abrí la puerta del baño y me quedé de pie, plantada, observando cómo Louis luchaba por detener el torrente de lágrimas de Alba, que balbuceaba palabras sin sentido. Louis me miró, suplicante, y me arrodillé a su lado.
-¿Qué te pasa, Alba? ¿Qué te pasa, cariño?
-¡NO QUIERO UN BEBÉ, ERI! ¡NO ES JUSTO! ¡YO NO HE HECHO NADA! ¡NO PUEDO ESTAR PREÑADA, NO, DIOS, NO!
-Cállate, o Liam te oirá.
-¡NO QUIERO ESTO! ¡NO! ¡NO!-bramó, histérica, subiendo más y más el tono de voz. Tanto, que tuve que ponerle una toalla por encima de la cabeza y apretarla.
-¡Vas a asfixiarla!-me gritó Louis, pero la aparté de su alcance antes de que pudiera hacer nada.
Zayn nos miraba con ojos como platos.
-Escúchame-le susurré a mi amiga, que luchaba por respirar-. Voy a quitarte la toalla, y se te va a pasar el ataque nervioso este. ¿Vale?
Temblando, Alba  levantó el pulgar.
Descubrí su rostro y se puso a chillar aún más, pero sus gritos quedaron ahogados con el portazo de Zayn.
Louis cogió su rostro entre sus manos y la miró a los ojos.
-Perdóname, ¿vale?
Le soltó un bofetón que resonó en el baño como si hubiera explotado un petardo. Las dos nos lo quedamos mirando.
-¡LOUIS!-le grité.
-Pégame si quieres-le dijo a Alba, haciéndome caso omiso. Luego se giró hacia mí-. Las amenazas no valen en esto, pequeña. Crisis de ansiedad. Lo mejor es violencia física-volvió a mirar a mi amiga-. ¿A que no te lo esperabas?
Ella negó con la cabeza.
-De eso se trata. Cuando te sorprendes tanto, como con eso, se te pasa la crisis. La sorpresa ocupa el espacio de la ansiedad. Además, sabéis de sobra que yo no os pondría la mano encima nunca, jamás.
-La verdad es que es cierto-musitó Alba, asintiendo con la cabeza.
-Voy a ayudaros. Yo iré a por tests, ¿qué os parece?-sugirió él. Asentimos.
Alba me miró.
-¿Lo sabe?
-Tuve que decírselo.
-¿CÓMO? ¡ERI, TENDRÍAS QUE HABERME GUARDADO EL SECRETO!
-Te estás acostumbrando demasiado a tener secretos, ¿no te parece?-replicó él, mirándola con los ojos entrecerrados. Ella se puso pálida.
-¿De qué habláis?
-No le eches la bronca porque ella está siendo sincera y tú no, Alba-sentenció, levantándose del frío suelo del baño, abriendo la puerta y desapareciendo por ella.
Le clavé a mi amiga  una mirada inquisitiva.
-¿Qué dice?
No levantó la vista para mirarme cuando murmuró:
-Liam ha estado esta semana y parte de la pasada en Avilés. Conmigo.
Terminaría matándolas con mis  propias manos.
Lo sabía.

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