Cuando la puerta empezó a abrirse con un
chirrido sordo, lo primero que hice fue tocarme el pelo. Mis ricitos mañaneros,
como me gustaba llamarlos, no tenían nada que envidiar a los nudos que la zorra
infernal de Medusa debía lucir en su cabello de serpientes. Intenté imaginarme
el cuadro que se encontraría quienes estuvieran entrando (apostaría la cabeza a
que eran los tres que se habían dedicado a pasear cuando estaba saliendo el
sol, a saber, Noemí, Alba y Liam). Mi pelo alborotado, mi flequillo rizado
hacia arriba (no se me había ocurrido coger la plancha) y empujado hacia la
raíz con horquillas, la camisa butano de la noche y los mismos vaqueros. Ah, y
el tochamen (¿quién lo había llamado así?
¿Noemí, tal vez? ¿O mi descarriada imaginación?) que tenía entre las manos. La cúpula, de Stephen King, que me había
seducido no por el título, el resumen de la parte de atrás, ni la portada. Lo
que me había gustado de La
cúpula la primera vez que lo
vi fue lo gordito que era (para mí el tamaño sí importaba, al menos en los
libros, siempre me fijaba primero en los tochámenes que en las revistillas), y sus
tapas blandas, que facilitaban el manejo y la tortura del librito en cuestión
(tenía la jodidísima costumbre de, cuando llegaba a la mitad de los libros,
hacer que portada y contraportada se unieran para que las páginas se separaran
y no tener que hacer tanta fuerza, lo que hizo que La Saga Crepúsculo tuviera forma de C en su lomo, y que Harry Potter 4 se quedara sin cartón una
temporada, pegado como estaba de forma chapucera).
Era rarita hasta
eligiendo los libros, pero supuse que no me importaba.
En el fondo, no me
sorprendí cuando solo apareció Liam, pero sí que me extrañó un poco que las
chicas se hubieran ido sin despedirse (o que Liam las hubiera obligado a
bajarse del coche en plena autopista y hacer autoestop si querían llegar a su
destino, pero no casaba mucho con la fama de santo/padre/tío maduro de
Liam).
Entró de
puntillas, no sin antes asomar la cabeza para asegurarse de que el paripé de ir
dando brincos a lo Bambi estaba justificado. Apenas dio un par de pasos,
frunció el ceño, noté cómo movía los labios, contando a los que estaban
durmiendo, y finalmente movió la cabeza buscándome.
Me encontró, no me
apetecía particularmente ponerme a esconderme debajo de las mesas aquella
mañana.
Pareció dudar un
momento lo que hacer: si tumbarse con los demás a intentar recuperar horas de
sueño, o ser un caballero, y acercarse a entretener a una dama.
¿Qué se puede
esperar de un británico, a ver? Por supuesto que vino a entretener a la dama.
Me dedicó un
"hi" bajísimo, y yo moví la mano. Le di un mordisco al cacho de pizza
cuatro quesos mientras con la otra mano, la del saludo, le hice un gesto para
que esperara. Mi frase estrella cuando tenía un libro entre manos era
"Déjame acabar la página". Todo un éxito del verano.
Se sentó a mi lado
y echó un vistazo sobre mi pelo, intentando dilucidar qué libro era aquel.
Coloqué el marca páginas en su sitio, cerré el libro y le di unos suaves
toquecitos a la portada con el índice. Arrugó la nariz.
Uno de los chicos
se revolvió en su colchón, y la forma en la que los miramos me hizo recordar a
los leopardos que están bebiendo en la sabana africana, se sienten observados y
alzan la vista justo donde está la cámara. Te miran de una manera que te quita
la respiración un par de segundos, pero luego deciden que la cámara no es ni
sabrosa ni peligrosa, y vuelven a centrarse en el agua.
-¿Lo conoces?-le
pregunté. Su nariz se arrugó un poquito más.
-Bueno, es Stephen
King, y... ya sabes... es de miedo.-se encogió de hombros.- No soy muy fan
suyo, de hecho, cada vez que oigo su nombre pienso en ese señor en la silla de
ruedas que habla sobre el Universo...
Stephen Hawking.
-Ya somos dos,
Liam-contesté. Abrí el libro y pasé un par de páginas.-. Tu título sería Under the Dome.
-Ah, sé de qué va.
¿Siniestro?
-Macabro, más
bien. Pero, eh, me leí los de Millenium con 9 años, chaval. Si apenas me afectó
que te cuenten cómo se cargan a una tía metiéndole pájaros por... ahí-alcé las
cejas, y él asintió, muy serio-, a asfixiándola con una compresa, ¿de verdad me
debería asustar una burbuja gigante que se cae sobre un pueblo?-sonreí, aunque
si me pasara a mí no me apetecería mucho reírme.
-¿Tienen Internet?
-Sí, pero no
teléfono. El ejército considera que es...
-Peligroso. Ya,
pues si yo estuviera en ese pueblo twittearía como loco.
-Los americanos
son así-me encogí de hombros, pero le lancé una mirada cargada de sentimiento. No se te ocurra criticar a
América delante de mí, Liam, pensé; parece que él lo entendió.
Nos quedamos un
rato en silencio; yo le pasé la pizza restante (la que Niall se había empeñado
en pedir de tamaño familiar a pesar de que ya habíamos pedido otras dos), pero
él negó con la cabeza.
Pareció
entretenerse intentando descifrar lo que significaban los primeros párrafos de
las primeras páginas del libro, escudriñando el mapa del pueblecito que había
al principio o buscándole una melodía a los versos de la canción que aparecían
justo antes de que comenzara la historia mientras yo acababa con mi desayuno.
Di un sorbo a mi Trina de manzana (no lo tomaba desde que era pequeña, pero
seguramente no renovaban los zumos desde que era pequeña también, y prefería
cogerme una diarrea galopante bestial con algo conocido a una borrachera
legendaria como la de Alba del día anterior con una botella de Jack Daniels de
imitación).
El recuerdo de mi
amiga me devolvió a la realidad, y trajo de vuelta mi curiosidad.
-Liam...-susurré,
mirando al resto de la banda. Temía despertarlos, los pobrecitos habían estado
levantados mucho tiempo, y cuanto más pudieran dormir durante sus mini
vacaciones, mejor.
-Mmm-dijo, sin
prestarme atención. Parecía muy entretenido intentando descubrir qué carajos
significaba "marmota" (el pobre ni siquiera había podido pasar al
texto en sí, se había quedado eclipsado con el título del capítulo). Por un
momento pensé en decirle lo que significaba, pero descarté la idea. A veces, a
Alba y a mí nos fastidiaba que Noe nos diera clases de inglés (de palabras que
estaba harta de oír, aunque nunca había conseguido darle un significado en sí
mismo a swag), aunque no
le decíamos nada porque resultaba adorable cómo se le iluminaban los ojos cada
vez que comentaba algo en el idioma de Your
Majesty Elizabeth the II (and log life que queen!).
Volví a centrarme
en mi amigo.
-¿A dónde
has ido?
Por un momento
pensé que no me había oído, pero luego me percaté de su parálisis. Decidí
esperar.
-A llevar a las
chicas a casa-respondió lentamente, como si me estuviera diciendo dónde
guardaba Korea del Norte su armamento nuclear. Ni siquiera se molestó en
mirarme. Me hice una coleta y entrecerré los ojos. Si quería un interrogatorio
a lo FBI, tendría un interrogatorio a lo FBI. O Swat. O Interpol. O lo
que carajos hubiera en Inglaterra.
-¿Nada más?
Otra pausa. Se
tomó su tiempo para contestar.
-No-negó con la
cabeza, esta vez con sus ojos en los míos. Pero yo sabía que había pasado algo
más, que no me quería contar algo.
Decidí jugar todas
mis cartas, al fin y al cabo, no estaba en Las Vegas. No iba a perder la
cabeza.
-¿Has arreglado
las cosas con...?
Y esas palabras
quitaron el tapón a la bañera de palabras que tenía en su interior. Porque ni
siquiera me dejó acabar.
-Lo intenté, de
veras. Ayer me comporté como un absoluto cabrón, ella no se merecía que la
tratara así. Es solo que me cabreó que intentara echaros la culpa a vosotras -(¿o
sería un tú? Tenía que proponerle seriamente a la reina Isabel cambiar los
pronombres, a veces me cabreaba que los chicos dijeran "you" y no
saber si me estaban hablando a mí o a un nosotras)-, y entonces me sentí
muy mal... Vale que yo no haya sido un amigo genial, ni mucho menos que la haya
tratado como te ha tratado Louis a ti-sonrió, y el aludido pareció reaccionar
ante su nombre, porque frunció el ceño, buscó a Harry con los brazos, y al
sentir que seguía entre los suyos, se acurrucó más a él-, pero tampoco me
parece que eso ya justifique que se emborrache hasta no saber ni cómo se llama,
ni nada de eso... Tampoco creo que yo valga lo suficiente para que nadie se
estropee la salud por mí-me dedicó una mirada de cachorrito, y yo me levanté y
lo abracé. Agradeció mi gesto. Cuando me separé de él, cogí la silla y la
arrastré hacia él. Zayn emitió un gritito, pero siguió en brazos de Morfeo.
Liam continuó-. Y hoy intenté pedirle perdón, pero estaba tan cabreada que no
quiso escucharme. Aunque no la culpo, la verdad.
-Le practicaré un
exorcismo a Alba, no te preocupes-musité, y él soltó una carcajada. El Louis
que llevaba dentro se acababa de despertar.
-El caso es que
hoy me despertó Noemí, diciéndome que si podía llevarlas a casa, y claro, no
podía negarme. Si me negaba, estaba seguro de que Alba me odiaría.
-Además de que tus
padres te han educado así-repliqué. Asintió.
-Además de que mis
padres me han educado así-admitió, y prosiguió-. Nos metimos en el coche, y al
principio Alba no abría la boca para nada. Pensé en abrirles la puerta, pero me
miró de una manera que pensé que me daría un bocado si lo intentaba-volvió a
suspirar-. Noemí hablaba un poco conmigo, pero le daba cosa abrir la boca, y la
verdad es que a mí también. En serio, Alba tenía la misma cara que debía de
tener Osama Binladen. La misma expresión, quiero decir-se apresuró a aclarar-.
De hecho, me asombré bastante de que no sacara una pistola y se pusiera a
vaciármela encima...
-Liam, deberías
dejar de ver CSI.
-No veo
CSI-protestó, mirándome como si estuviera loca.
-Entonces, ¿de
dónde sacas tú eso?
-Eri-y más fuerza
a la mirada para la loca-, pero si eso lo dices tú muchísimas veces.
Me quedé en
silencio. Tenía razón.
-Hasta que, de
repente, pareció que le habían dado cuerda: empezó a hablar, y a hablar, y a
hablar, como si no hubiera mañana. Como si ya no soportara más tener un labio
junto al otro.
-¿De qué
habló?-pregunté, aunque sabía la respuesta.
-No sé. No la
entendí. Se puso a hablar con Noemí en español. Aunque creo que me estaba
insultando-frunció el ceño-. Al menos, eso pensé por la forma en la que me
miraba, y lo rojísima que se ponía Noe. Pobrecita. Noemí me indicó cómo llegar
hasta su casa (ella ni siquiera quería decirme dónde vivía), y la dejé allí. Se
bajó del coche, gritó "Adiós, Noe", y metió tal portazo que el coche
se balanceó.
-Querría hacer la
puerta giratoria-comenté. Volvió a reírse, pero luego su expresión se tornó
triste. Volví a levantarme-. Oh, Liam, venga, anímate. Es un cabreo pasajero,
de estos que nos dan a las mujeres a veces.
Me miró
esperanzado.
-¿Tú crees?
-¿Eres una mujer?
-No.
-Entonces cierra
la boca, que no sabes nada sobre nosotras. Ya verás cómo se le pasa-le apreté
la mano, y si Alba hubiera estado allí, entonces sí que me habría pegado un
tiro-. Al fin y al cabo, ella te quiere mucho. Más que a mí-asentí,
convencida. ¿Pero quién
tiene novio, Alba de mi vida y de mi corazón? pensé
para mis adentros. Já.
-Aun así...
-Oh, venga, mira a
Louis. Es tonto perdido, y a veces nos peleamos. Pero, ¿sabes? No por darle
cuatro gritos me esté dejando de gustar. De hecho, en España tenemos un
dicho-parecía expectante, así que continué- que es: "los que se pelean, se
desean". O sea, que si habéis tenido una bronca tan monumental...
-Gigantesca.
-Apocalíptica, he
meditado sobre ello esta noche mientras me conectaba con el micro
cosmos-asentí, y él frunció el ceño, mirándome divertido-; significa que muy
pronto fornicaréis. Salvajemente.
Me miró
escandalizando.
-¡Eri, por dios!
-Oh, Liam, no seas
así. Eres un tío. Piensas en ello, ¿vas a negármelo? Será cuando ella quiera.
Pero estáis equilibrados-mis asentimientos se convirtieron en convulsiones-,
porque tú eres un tío y ella fan de One Direction. De hecho, me atrevería a
decir que mandarías tú en una relación.
-Por esa regla de
tres, Louis te domina a ti-cada vez se reía más fuerte. Di un puñetazo a la
mesa, y Louis dio un brinco y me miró, atontado.
-¡Erika López
nunca se doblegará ante ningún hombre!-sentencié, y nos echamos a reír más
fuerte. Comenzaba a preguntarme si los chicos no tendrían tapones en los oídos
para no oír nuestro escándalo. Liam chocó los cinco conmigo, y Louis se
acercó. Los dos chicos chocaron sus puños, y ambos me miraron. Louis se inclinó
hacia mí y me besó brevemente.
-Buenos días,
Swagmasta-imité su acento británico exagerado deliberadamente, y él sonrío.
-¿Hablabais de
política?
-No, de amor.
-Buf, dictaduras.
Peor me lo pones. Acércame la pizza, nena, tengo hambre.
-Lou-lo llamó
Liam,y los dos lo miramos-. De las chicas, ¿quién te crees que es la más
madura?
-Zayn, sin
duda-replicó él, convencidísimo. Sonreímos.
-Louis, Zayn no es
una chica-repliqué, acariciándole el pelo. Me miró como si fuera un unicornio
con cola de cocodrilo.
-Perdona, pero es
la criatura que más disfruta con los espejos. Y eso solo lo hacen las mujeres.
-Eres imposible.
-Puede
ser-admitió, se encogió de hombros y le dio un mordisco a su pizza. Liam se
excusó diciendo que iba a dormir. Ocupó el lugar de Louis al lado de Harry, y apenas
su cabeza tocó el colchón, ya estaba roncando.
-Ha tenido un día
duro-comenté, sin apartar la vista de él. Louis tragó su porción de pizza.
-Pues nos acabamos
de levantar.
-Alba está
enfadada con él.
-Pues lo adora,
así que no creo que le dure mucho.
Lo miré.
-Creía que tú eras
el imbécil del grupo, Louis.
-Posiblemente-reconoció,
y me miró con malicia-, pero apareció una chica más boba que yo, y me hizo
quedar como todo un erudito.
-¿En serio?-decidí
seguirle el juego. Siempre terminábamos riéndonos.-¿Cómo se llama esa chica?
Esperé a que
pronunciara mi nombre.
-Victoria Beckham.
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