martes, 17 de julio de 2012

En ocasiones Alba te mira como si te fuera a comer de un mordisco.

Cuando la puerta empezó a abrirse con un chirrido sordo, lo primero que hice fue tocarme el pelo. Mis ricitos mañaneros, como me gustaba llamarlos, no tenían nada que envidiar a los nudos que la zorra infernal de Medusa debía lucir en su cabello de serpientes. Intenté imaginarme el cuadro que se encontraría quienes estuvieran entrando (apostaría la cabeza a que eran los tres que se habían dedicado a pasear cuando estaba saliendo el sol, a saber, Noemí, Alba y Liam). Mi pelo alborotado, mi flequillo rizado hacia arriba (no se me había ocurrido coger la plancha) y empujado hacia la raíz con horquillas, la camisa butano de la noche y los mismos vaqueros. Ah, y el tochamen (¿quién lo había llamado así? ¿Noemí, tal vez? ¿O mi descarriada imaginación?) que tenía entre las manos. La cúpula, de Stephen King, que me había seducido no por el título, el resumen de la parte de atrás, ni la portada. Lo que me había gustado de La cúpula la primera vez que lo vi fue lo gordito que era (para mí el tamaño sí importaba, al menos en los libros, siempre me fijaba primero en los tochámenes que en las revistillas), y sus tapas blandas, que facilitaban el manejo y la tortura del librito en cuestión (tenía la jodidísima costumbre de, cuando llegaba a la mitad de los libros, hacer que portada y contraportada se unieran para que las páginas se separaran y no tener que hacer tanta fuerza, lo que hizo que La Saga Crepúsculo tuviera forma de C en su lomo, y que Harry Potter 4 se quedara sin cartón una temporada, pegado como estaba de forma chapucera).
Era rarita hasta eligiendo los libros, pero supuse que no me importaba.
En el fondo, no me sorprendí cuando solo apareció Liam, pero sí que me extrañó un poco que las chicas se hubieran ido sin despedirse (o que Liam las hubiera obligado a bajarse del coche en plena autopista y hacer autoestop si querían llegar a su destino, pero no casaba mucho con la fama de  santo/padre/tío maduro de Liam).
Entró de puntillas, no sin antes asomar la cabeza para asegurarse de que el paripé de ir dando brincos a lo Bambi estaba justificado. Apenas dio un par de pasos, frunció el ceño, noté cómo movía los labios, contando a los que estaban durmiendo, y finalmente movió la cabeza buscándome.
Me encontró, no me apetecía particularmente ponerme a esconderme debajo de las mesas aquella mañana.
Pareció dudar un momento lo que hacer: si tumbarse con los demás a intentar recuperar horas de sueño, o ser un caballero, y acercarse a entretener a una dama.
¿Qué se puede esperar de un británico, a ver? Por supuesto que vino a entretener a la dama.
Me dedicó un "hi" bajísimo, y yo moví la mano. Le di un mordisco al cacho de pizza cuatro quesos mientras con la otra mano, la del saludo, le hice un gesto para que esperara. Mi frase estrella cuando tenía un libro entre manos era "Déjame acabar la página". Todo un éxito del verano.
Se sentó a mi lado y echó un vistazo sobre mi pelo, intentando dilucidar qué libro era aquel. Coloqué el marca páginas en su sitio, cerré el libro y le di unos suaves toquecitos a la portada  con el índice. Arrugó la nariz.
Uno de los chicos se revolvió en su colchón, y la forma en la que los miramos me hizo recordar a los leopardos que están bebiendo en la sabana africana, se sienten observados y alzan la vista justo donde está la cámara. Te miran de una manera que te quita la respiración un par de segundos, pero luego deciden que la cámara no es ni sabrosa ni peligrosa, y vuelven a centrarse en el agua.
-¿Lo conoces?-le pregunté. Su nariz se arrugó un poquito más.
-Bueno, es Stephen King, y... ya sabes... es de miedo.-se encogió de hombros.- No soy muy fan suyo, de hecho, cada vez que oigo su nombre pienso en ese señor en la silla de ruedas que habla sobre el Universo...
Stephen Hawking.
-Ya somos dos, Liam-contesté. Abrí el libro y pasé un par de páginas.-. Tu título sería Under the Dome.
-Ah, sé de qué va. ¿Siniestro?
-Macabro, más bien. Pero, eh, me leí los de Millenium con 9 años, chaval. Si apenas me afectó que te cuenten cómo se cargan a una tía metiéndole pájaros por... ahí-alcé las cejas, y él asintió, muy serio-, a asfixiándola con una compresa, ¿de verdad me debería asustar una burbuja gigante que se cae sobre un pueblo?-sonreí, aunque si me pasara a mí no me apetecería mucho reírme.
-¿Tienen Internet?
-Sí, pero no teléfono. El ejército considera que es...
-Peligroso. Ya, pues si yo estuviera en ese pueblo twittearía como loco.
-Los americanos son así-me encogí de hombros, pero le lancé una mirada cargada de sentimiento. No se te ocurra criticar a América delante de mí, Liam, pensé; parece que él lo entendió.
Nos quedamos un rato en silencio; yo le pasé la pizza restante (la que Niall se había empeñado en pedir de tamaño familiar a pesar de que ya habíamos pedido otras dos), pero él negó con la cabeza.
Pareció entretenerse intentando descifrar lo que significaban los primeros párrafos de las primeras páginas del libro, escudriñando el mapa del pueblecito que había al principio o buscándole una melodía a los versos de la canción que aparecían justo antes de que comenzara la historia mientras yo acababa con mi desayuno. Di un sorbo a mi Trina de manzana (no lo tomaba desde que era pequeña, pero seguramente no renovaban los zumos desde que era pequeña también, y prefería cogerme una diarrea galopante bestial con algo conocido a una borrachera legendaria como la de Alba del día anterior con una botella de Jack Daniels de imitación).
El recuerdo de mi amiga me devolvió a la realidad, y trajo de vuelta mi curiosidad.
-Liam...-susurré, mirando al resto de la banda. Temía despertarlos, los pobrecitos habían estado levantados mucho tiempo, y cuanto más pudieran dormir durante sus mini vacaciones, mejor.
-Mmm-dijo, sin prestarme atención. Parecía muy entretenido intentando descubrir qué carajos significaba "marmota" (el pobre ni siquiera había podido pasar al texto en sí, se había quedado eclipsado con el título del capítulo). Por un momento pensé en decirle lo que significaba, pero descarté la idea. A veces, a Alba y a mí nos fastidiaba que Noe nos diera clases de inglés (de palabras que estaba harta de oír, aunque nunca había conseguido darle un significado en sí mismo a swag), aunque no le decíamos nada porque resultaba adorable cómo se le iluminaban los ojos cada vez que comentaba algo en el idioma de Your Majesty Elizabeth the II (and log life que queen!).
Volví a centrarme en mi amigo.
 -¿A dónde has ido?
Por un momento pensé que no me había oído, pero luego me percaté de su parálisis. Decidí esperar.
-A llevar a las chicas a casa-respondió lentamente, como si me estuviera diciendo dónde guardaba Korea del Norte su armamento nuclear. Ni siquiera se molestó en mirarme. Me hice una coleta y entrecerré los ojos. Si quería un interrogatorio a lo FBI, tendría un interrogatorio a lo FBI. O Swat. O Interpol. O lo que  carajos hubiera en Inglaterra.
-¿Nada más?
Otra pausa. Se tomó su tiempo para contestar.
-No-negó con la cabeza, esta vez con sus ojos en los míos. Pero yo sabía que había pasado algo más, que no me quería contar algo.
Decidí jugar todas mis cartas, al fin y al cabo, no estaba en Las Vegas. No iba a perder la cabeza.
-¿Has arreglado las cosas con...?
Y esas palabras quitaron el tapón a la bañera de palabras que tenía en su interior. Porque ni siquiera me dejó acabar.
-Lo intenté, de veras. Ayer me comporté como un absoluto cabrón, ella no se merecía que la tratara así. Es solo que me cabreó que intentara echaros la culpa a vosotras -(¿o sería un tú? Tenía que proponerle seriamente a la reina Isabel cambiar los pronombres, a veces me cabreaba que los chicos dijeran "you" y no saber si me estaban hablando a mí o a un nosotras)-, y entonces me sentí muy mal... Vale que yo no haya sido un amigo genial, ni mucho menos que la haya tratado como te ha tratado Louis a ti-sonrió, y el aludido pareció reaccionar ante su nombre, porque frunció el ceño, buscó a Harry con los brazos, y al sentir que seguía entre los suyos, se  acurrucó más a él-, pero tampoco me parece que eso ya justifique que se emborrache hasta no saber ni cómo se llama, ni nada de eso... Tampoco creo que yo valga lo suficiente para que nadie se estropee la salud por mí-me dedicó una mirada de cachorrito, y yo me levanté y lo abracé. Agradeció mi gesto. Cuando me separé de él, cogí la silla y la arrastré hacia él. Zayn emitió un gritito, pero siguió en brazos de Morfeo. Liam continuó-. Y hoy intenté pedirle perdón, pero estaba tan cabreada que no quiso escucharme. Aunque no la culpo, la verdad.
-Le practicaré un exorcismo a Alba, no te preocupes-musité, y él soltó una carcajada. El Louis que llevaba dentro se acababa de despertar.
-El caso es que hoy me despertó Noemí, diciéndome que si podía llevarlas a casa, y claro, no podía negarme. Si me negaba, estaba seguro de que Alba me odiaría.
-Además de que tus padres te han educado así-repliqué. Asintió.
-Además de que mis padres me han educado así-admitió, y prosiguió-. Nos metimos en el coche, y al principio Alba no abría la boca para nada. Pensé en abrirles la puerta, pero me miró de una manera que pensé que me daría un bocado si lo intentaba-volvió a suspirar-. Noemí hablaba un poco conmigo, pero le daba cosa abrir la boca, y la verdad es que a mí también. En serio, Alba tenía la misma cara que debía de tener Osama Binladen. La misma expresión, quiero decir-se apresuró a aclarar-. De hecho, me asombré bastante de que no sacara  una pistola y se pusiera a vaciármela encima...
-Liam, deberías dejar de ver CSI.
-No veo CSI-protestó, mirándome como si estuviera loca.
-Entonces, ¿de dónde sacas tú eso?
-Eri-y más fuerza a la mirada para la loca-, pero si eso lo dices tú muchísimas veces.
Me quedé en silencio. Tenía  razón.
-Hasta que, de repente, pareció que le habían dado cuerda: empezó a hablar, y a hablar, y a hablar, como si no hubiera mañana. Como si ya no soportara más tener un labio junto al otro.
-¿De qué habló?-pregunté, aunque sabía la respuesta.
-No sé. No la entendí. Se puso a hablar con Noemí en español. Aunque creo que me estaba insultando-frunció el ceño-. Al menos, eso pensé por la forma en la que me miraba, y lo rojísima que se ponía Noe. Pobrecita. Noemí me indicó cómo llegar hasta su casa (ella ni siquiera quería decirme dónde vivía), y la dejé allí. Se bajó del coche, gritó "Adiós, Noe", y metió tal portazo que el coche se balanceó.
-Querría hacer la puerta giratoria-comenté. Volvió a reírse, pero luego su expresión se tornó triste. Volví a levantarme-. Oh, Liam, venga, anímate. Es un cabreo pasajero, de estos que nos dan a las mujeres a veces.
Me miró esperanzado.
-¿Tú crees?
-¿Eres una mujer?
-No.
-Entonces cierra la boca, que no sabes nada sobre nosotras. Ya verás cómo se le pasa-le apreté la mano, y si Alba hubiera estado allí, entonces sí que me habría pegado un tiro-. Al fin y al cabo, ella  te quiere mucho. Más que a mí-asentí, convencida. ¿Pero quién tiene novio, Alba de mi vida y de mi corazón? pensé para mis adentros. Já.
-Aun así...
-Oh, venga, mira a Louis. Es tonto perdido, y a veces nos peleamos. Pero, ¿sabes? No por darle cuatro gritos me esté dejando de gustar. De hecho, en España tenemos un dicho-parecía expectante, así que continué- que es: "los que se pelean, se desean". O sea, que si habéis tenido una bronca tan monumental...
-Gigantesca.
-Apocalíptica, he meditado sobre ello esta noche mientras me conectaba con el micro cosmos-asentí, y él frunció el ceño, mirándome divertido-; significa que muy pronto fornicaréis. Salvajemente.
Me miró escandalizando.
-¡Eri, por dios!
-Oh, Liam, no seas así. Eres un tío. Piensas en ello, ¿vas a negármelo? Será cuando ella quiera. Pero estáis equilibrados-mis asentimientos se convirtieron en convulsiones-, porque tú eres un tío y ella fan de One Direction. De hecho, me atrevería a decir que mandarías tú en una relación.
-Por esa regla de tres, Louis te domina a ti-cada vez se reía más fuerte. Di un puñetazo a la mesa, y Louis dio un brinco y me miró, atontado.
-¡Erika López nunca se doblegará ante ningún hombre!-sentencié, y nos echamos a reír más fuerte. Comenzaba a preguntarme si los chicos no tendrían tapones en los oídos para no oír nuestro escándalo. Liam chocó  los cinco conmigo, y Louis se acercó. Los dos chicos chocaron sus puños, y ambos me miraron. Louis se inclinó hacia mí y me besó brevemente.
-Buenos días, Swagmasta-imité su acento británico exagerado deliberadamente, y él sonrío.
-¿Hablabais de política?
-No, de amor.
-Buf, dictaduras. Peor me lo pones. Acércame la  pizza, nena, tengo hambre.
-Lou-lo llamó Liam,y los dos lo miramos-. De las chicas, ¿quién te crees que es la más madura?
-Zayn, sin duda-replicó él, convencidísimo. Sonreímos.
-Louis, Zayn no es una chica-repliqué, acariciándole el pelo. Me miró como si fuera un unicornio con cola de cocodrilo.
-Perdona, pero es la criatura que más disfruta con los espejos. Y eso solo lo hacen las mujeres.
-Eres imposible.
-Puede ser-admitió, se encogió de hombros y le dio un mordisco a su pizza. Liam se excusó diciendo que iba a dormir. Ocupó el lugar de Louis al lado de Harry, y apenas su cabeza tocó el colchón, ya estaba  roncando.
-Ha tenido un día duro-comenté, sin apartar la vista de él. Louis tragó su porción de pizza.
-Pues nos acabamos de levantar.
-Alba está enfadada  con él.
-Pues lo adora, así que no creo que le dure mucho.
Lo miré.
-Creía que tú eras el imbécil del grupo, Louis.
-Posiblemente-reconoció, y me miró con malicia-, pero apareció una chica más boba que yo, y me hizo quedar como todo un erudito.
-¿En serio?-decidí seguirle el juego. Siempre terminábamos riéndonos.-¿Cómo se llama esa chica?
Esperé a que pronunciara mi nombre.
-Victoria Beckham.

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