domingo, 8 de julio de 2012

Quitadle el espejo.


Me movía entre la gente como siempre. O sea, sin que nadie pareciera notar mi presencia. Y eso que no iba precisamente discreta: en un alarde de orgullo, casi parecía estar apostando conmigo misma hasta qué punto podía vestirme como una auténtica golfa sin que nadie me insultara por ello. Al menos, en el pueblo las cosas funcionaban así.
Deslicé mis botines negros (de dragqueen, como los definió mi madre) por el césped del prado de las fiestas del pueblo. La orquesta tocaba no sé qué mierda de canción, y los músicos intentaban animar a la gente a levantarse a bailar, aunque yo sabía que no iba a pasar nada. Nunca pasaba nada. Con un poco de suerte, las únicas que salíamos a dar vueltas sobre nosotras mismas o a fingir que toreábamos (curiosa forma de bailar, pero dado que éramos las únicas que parecíamos estimuladas ante la música de mierda de la prehistoria nadie nos tosía) una amiga del pueblo y yo.
Pasé por delante de los focos y agradecí llevar la camiseta con un tirante rosa fucsia que me había comprado en Bershka. Esto es Asturias, pero hace más  calor que en la maldita comunión de Charmander, joder. Pensé. Entonces, me sonó el móvil. Me alejé de la orquesta (mis oídos chillaron de la emoción ante ese regalo divino) para poder escuchar lo que me decían. Después de pelearme con mis puñeteros vaqueros que me apretaban como a una morcilla, conseguí sacar el móvil. Y, desatendiendo mi costumbre de mirar siempre la pantalla para preparar mi respuesta (a mi hermano le cogía el teléfono con un Despacho de Miranda Priestly reglamentario), ladré:
-¿Qué?
-Vaya, hoooooooola a ti también-contestaron al otro lado de la línea.
-¿Quién coño eres?-pregunté, ya que, aunque entendía lo que me decían, no sabía decir de quién era la voz. Qué coño, podría estar hablándome un alienígena, un hombre, una mujer o un oso, y yo no notaría la diferencia.
Suspiro al otro lado de la línea. El que me llamó intercambió un par de palabras que yo no entendí con otra persona.
-Zanahorias.
Entonces, se me iluminó la cara.
-¡Louis! Vas happenin'?
-¿De verdad no sabías que era yo?
-Te lo juro.
-Entonces, tendrás que mirarte eso. Ya sabes,  te estoy hablando en inglés. Debería darte pistas de quién soy.
Esta vez fui yo la que suspiró. Si él supiera, muchas veces me ponía a despotricar en inglés por casa, les decía What? a mis padres cuando me llamaban, e incluso llegué a contarle mi vida a Liam y a Niall en un par de ocasiones que estaba depresiva en español. No notaba diferencia entre los dos idiomas. El inglés me sonaba incluso más musical.
-¿Sigues ahí?
-Oh, claro. Solo colgaría a uno de mis chicos si a) me pegaran un tiro, b) me pegara yo un tiro, o c) fuera Louis Tomlinson tocando los cojones-repliqué, riéndome-. Aunque te comunico que estoy terriblemente cerca de la opción b.
-¿Y eso?
-Nada, lo de siempre- sí, chico, lo que te pasa, que nadie parece darse cuenta de tu presencia. Oh, claro, eso cuando quieres, porque en otras ocasiones, parece que  llevas un maldito letrero luminoso para los típicos acosadores. Y claro, Loue, ya sabes, no puedes controlar tus instintos asesinos, y deseas terriblemente estamparles la cabeza contra la pared, golpearla repetidas veces hasta que se les pierde la mirada y su sangre cubre tus dedos...
-Eri.
-¿Qué?
-Estás muy charlatana hoy-casi pude notar cómo ponía los ojos en blanco-. ¿Qué pasa? En serio, tendré que callarte la boca. Tu vida es muy interesante.
-No he dormido bien, es todo- ERES UNA MENTIROSA, ERIKA LÓPEZ LÓPEZ. UNA PUTA MENTIROSA.
-Ya. Y, ¿qué tal la fiesta? ¿Lo estás pasando bien?
-Louis, somos amigos.
-Sí.
-¿Te puedo pedir algo?
-Depende.
-¿Podrías pegarme un tiro, lanzarme a un río un par de horas, sacarme cuando flote, descuartizarme, quemar mis trozos y bailar sobre mis cenizas? En bolas, por favor. Sería todo más erótico.
-La gente normal suele tirarse a las vías del tren.
-Deberías saber que no soy normal.
-Además, me aborrece.
-¿El qué? ¿Moverte?-casi sin darme cuenta había vuelto a la carpa donde nos sentamos mi familia y amigos a cenar.
-Mmm. No. En realidad, me aborrece hacer tanto. ¿Con el tiro no basta? Bah, da igual. De todas formas, no tengo ninguna pistola.
Me senté en una silla, las malditas botas me estaban matando. Miré a los lados, y nada, ni un alma me miraba. Genial. Casi quería levantarme y ponerme a chillar: SOY AMIGA DE ONE DIRECTION, HIJOS DE PUTA, EMPEZAD A ACOSADME CUANDO QUERÁIS.
Aunque sería terriblemente cínico. Quería a los chicos, no a su fama.
Me masajeé la cuenca de los ojos.
-Lou-murmuré, y noté su pregunta silenciosa al otro lado del teléfono. Ni siquiera había abierto los ojos.-Ven a buscarme, por favor.
-Ya he venido. Y, he de decir, que te queda muy bien esa camiseta-se echó a reír.
-¿Qué?
-Date la vuelta.
Me levanté mirando hacia mi espalda, y, efectivamente, allí estaba. Con su típica camiseta a rayas y los pantalones de un solo color, como siempre. Corrí a abrazarlo.
-¿Sabías que te iba a pedir que vinieras?-le pregunté, después de darle un beso en la mejilla. Lo arrastré hacia la sombra, pues no había podido evitar fijarme en cómo rastreaba el terreno en busca de la fan loca que siempre aparecía chillando y arrastraba a un ejército detrás.
-No, pero a las chicas se les ocurrió que... Eh, espera. Por eso estabas de mala uva.
-Qué va, hijo-hice un gesto con la mano, quitándole hierro al asunto-. ¿Cabreada, yo, por eso? No, si esto es la mejor fiesta del mundo. Claro que me apetece más estar aquí arrastrándome en mi aburrimiento mientras vosotros estáis de party hard toda la noche, oh por dios, si esto es gen... ¿NO PIENSAS CALLARME LA BOCA?
Se echó a reír.
-Me gusta cuando te pones a protestar. Usas cada palabra...
Lo miré fastidiada.
-Puedes colgar el teléfono-dijo, riéndose aún más. Miré la pantalla de mi iPhone y pulsé dos veces el botón de bloqueo. Luego miré el suyo, negro como el mío, pero, ah, ¿por qué tenías que ser tan perfecto, pequeño iPhone 4? ¿Por qué el mío no podía ser como el tuyo?
-¿Cómo has llegado hasta aquí?-inquirí, y él sacudió su teléfono en la oscuridad de la noche.
-Ah, y Niall también preguntó.
-Wuo, wuo, wuo. Espera, vaquero-alcé las manos y él tuvo que taparse la boca para no reírse en mi cara. Louis y yo éramos geniales por separado, pero juntos, éramos dioses. Era imposible que la gente pasara un minuto sin carcajearse cuando los dos juntos estábamos en los mismos 10 metros cuadrados-. Habéis dejado el coche en la carretera, ¿no?
-Muy lista, señorita Holmes.
-¿Y los demás?
-En el coche, señorita Holmes.
-Has bajado aquí, ¿SOLO?-bramé, como siempre en el momento más oportuno: o sea, justo cuando la música estaba callada y los cantantes tomaban sorbos de las jodidas botellas (¿pero por qué coño ponía tantos tacos en mis pensamientos esta noche?). Una señora, la de la primera casa del barrio, me lanzó una mirada.
Como no me dejes de mirar, Maruja, pienso meterte el vaso de sidra por el...
-No, boba. Niall vino conmigo.
-Ah. Y, ¿dónde está Ni...?
Pero ni siquiera pude terminar la frase. Mi irlandés preferido se acercó dando saltitos hacia nosotros.
-Joder, Louis, esta gente sí que sabe. Menudas borracheras traen algunos.
Louis le sonrió.
-Estarán ebrios de la belleza de Eri.
-¡ERI!-chilló Niall, como siempre. Siempre me parecía que Niall se parecía un poco a mi perro, su alegría cuando venía alguien era tan grande... Tan... palpable.
-Hola, bobo-dije, dándole un abrazo-. Boo me ha dicho que veníais a raptarme.
-Sí-me dedicó una amplia sonrisa-. Le he preguntado a una señora dónde estaba la fiesta en español. ¡Y la señora me entendió, llegó a contestarme!
-Estoy muy orgullosa-dije, dándole un empujoncito. Él se sonrojó.
-Detesto quitarte el ligue, Romeo, pero tenemos una misión que cumplir. ¡POWER RANGERS!-chilló, y todas las mesas en 20 metros alrededor se nos quedaron mirando. Al rubio rojo como un tomate, Erika, la de Manolo Jesusa, y el chaval de las rayas que gritaba POWARANYAH.
-¡Louis, por dios!-le recriminé. Él miró alrededor, sonrió y (Jesucristo, si de verdad amas este mundo, llévame ahora) saludó  con la mano.
-Pienso cortarte esa mano-lo amenacé, molesta. Él se rió.
-Larguémonos, Lou. Hay un par de chicas que nos miran mucho-dijo Niall, sin un deje de la risa anterior. Louis se quedó tieso y asintió suavemente; cada uno me cogió un brazo y me acompañaron fuera del prado.
Ni siquiera tuvimos que caminar mucho. Donde el camino se bifurcaba para subir hacia el pueblo y la carretera general o tirar hacia el río, nos estaban esperando los demás.
-¿Qué os ha pasado?-preguntó Liam, visiblemente preocupado. Me dedicó una sonrisa, articuló con los labios "Hola, Eri" e interrogó a los dos chicos con la mirada.
-Eri se escondía en el agujero del conejito de Alicia-explicó Louis, todo serio.
 Liam me miró, Harry me miró, Alba y Noe me miraron... Y Zayn sacó un espejo del bolsillo y se miró el pelo a la luz de la farola.
Nos acercamos al grupo hasta fundirnos del todo con ellos. Miré hacia el prado de la fiesta y vi que se acercaba un pequeño grupo de jóvenes. Cuando un volador explotó para señalar las fiestas, distinguí las largas melenas. Eché un vistazo hacia arriba. La calle estaba abarrotada de gente, porque el bar del pueblo se encontraba a mitad de la cuesta. Gemí.
-Mierda. Mierda. Mierda.
Que pillaran a los chicos allí era justo lo que necesitábamos.
-¿Qué pasa?-me susurró Lou al oído, ya que solo me había oído él. Me estremecí, no pude evitarlo.
-Date la vuelta-le susurré yo a su vez, sin evitar disfrutar de ese inesperado momento de intimidad. Me obedeció, y se giró disimuladamente. Apretó sus labios contra mi oreja para que los demás no se preocuparan; al fin y al cabo, si algo había que no chocaba con mi carácter era lo extremadamente cariñosa que podía llegar a ser, y cuanto más cabreo llevaba encima más ganas de mimos tenía.
Escrutó la oscuridad con sus perfectos ojos azules. Me mordí el labio (y no precisamente por la preocupación de que las chicas nos pillaran).
-Chicos-advirtió sin mirarlos. Harry se acercó a nosotros, Niall se giró y trató de ver en la oscuridad, Liam se puso de puntillas para ver sobre mí y mis condenadas botas que no me ayudarían precisamente a correr si era necesario, y Zayn levantó la vista, nos miró un segundo, se encogió de hombros, y volvió a bajarla para mirar el espejo. Noe y Alba se quedaron quietas, con suerte, no tendrían que salir escopetadas, ya que no estaban excesivamente cerca para un par de fans, pero la mano de Harry en mi hombro y la de Louis en mi cintura me hacía a mí protagonista de otra historia.
Liam se giró, aterrorizado, hacia el lugar por donde habían venido. Gimió al deducir lo que yo: que con tanta gente no había manera de escapar.
-Sácanos de aquí, Eri-suplicó Harry, atravesándome con la mirada. Asentí ligeramente.
-Seguidme-les ordené. Miré a Noemí y Alba, esperando que entendieran que mi orden iba para todos, y se acercaron un poco a mí.-Vale, como soy muy lista, necesito que me ayudéis a bajar por esa puta cuesta-señalé el camino que serpenteaba hacia abajo en la sombra.
-¿A dónde lleva?
-A la veiga. Y si llegamos hasta el final, al río-informé. Noté que una mano se cerraba sobre la mía, y miré a mi lado. Liam me sonrió.
-Gracias, feo.
-De nada, milady.
Casi pude notar cómo Alba me crucificaba mentalmente en silencio. Me sentí muy mal por hacerle eso, pero supuse que era lo que tocaba.
Dimos un par de pasos, y yo miré hacia atrás.
-¡QUE ALGUIEN COJA AL MORENO, JODER!-bramé. Oh, qué casualidad. La puta orquesta volvía a estar callada.
Zayn levantó la vista, se asombró al no ver a ninguno de nosotros delante de él y nos buscó rápidamente.
-¿Qué pasa?
Intenté ignorar que fue un What's going on en toda regla, y no nuestro Vas Happenin. En el fondo, sentí como que necesitaba escuchar algo normal, algo conocido y querido,  en esa noche.
-Fans. Movida.-le informó Harry.
-Mueve tu precioso culo hacia la oscuridad de la noche para que te pueda violar a gusto, mi amor-le dijo Louis. Sonreí. Al menos uno de los dos no estaba histérico: eso estaba bien.
Nos deslizamos por el camino, a velocidad deliberadamente estudiada, para no ir demasiado despacio y que las chicas nos conocieran, pero no lo bastante rápido como para confirmar unas posibles sospechas y que corrieran detrás de nosotros.
En el fondo, aunque fueran las chonis zorras de los pueblos vecinos o las chicas guay de la ciudad de al lado, no quería que se las comieran los jabalíes.
Necesitarán sus estómagos vacíos para pasar de nosotros pensé. Y, sin quererlo, se me escapó una sonrisa de lo más macabra.
Esperé que Liam no se diera cuenta de ella.

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