miércoles, 25 de julio de 2012

Somos víctimas del humor del karma. Digo yo.

Noemí y Alba iban delante de mí, Erika López López, también conocida  como "la loca que se cree SuperMan y que lleva por capa la bandera americana". Brincaba de un lado a otro, chillando; aunque cuando me cruzaba con alguien, me comportaba. Un señor que apenas podía moverse se giró en redondo cuando volví a dar brincos.
Se metieron en casa tan rápido como pudieron, yo intenté saltar por encima del buzón, fallé por unos centímetros, me caí y me eché a reír.
Lo que a otros les provocaba el alcohol en vena, a mí me lo provocaba la bandera de las 13 barras rojas y blancas y las 50 estrellas. Molo mucho.
Liam asomó la cabeza cuando bramé: ¡HOLA! y me metí en casa justo antes de que el reloj empezara a dar las 7. Asintió, y volvió a meterse en el salón.
Subí a mi habitación a todo correr, dejé la bandera en la cama con suma delicadeza, como si fuera un bebé, me puse la camisa de Louis con una camiseta de tirantes debajo y unos vaqueros cortos.
Cuando abrí la puerta para bajar al salón, la de Alba se cerró bruscamente. No se me ocurrió pararme a escuchar hasta que oí a Noe sollozar.
-... no entiendo por qué ella tiene que ser la que más suerte tenga. Si ni siquiera es más guapa que yo-se quejaba, entre lágrimas. Pegué la oreja a la puerta; me importaba una mierda si alguien me veía. Así podría meterme en la habitación y darles un bofetón a cada una. Si estaban en Londres, con los  chicos, era gracias a que yo se lo había sugerido a sí a ellos-. No sé por qué Harry ni me mira, y sin embargo, está embobado con ella. ¡Oh, vamos, es una maldita vaca!
Me miré los muslos. Puta enana de mierda pensé en ese momento; la culpabilidad ya llegaría más tarde, ahora no había sitio para ella.
-Noe, no grites, puede oírte. Sabes que está en la habitación de al lado-la reprendió Alba. Eso, defiéndeme, golfa.
-Estoy hasta arriba de que sea siempre el centro de atención. Siempre. Llegamos, y todos sueltan, ¡Eri, chicas!, nos vamos, y todos dicen; ¡hasta luego, Eri, chicas!-se sonó la nariz-. Es un asco.
-Simplemente tiene más suerte de la que se merece, eso es todo-replicó Alba, suspirando. Casi la podía ver haciendo su gesto de "qué vamos a hacerle".
-Y porque es una friki de la historia. ¿Y qué? Por esa regla de tres, yo debería ser una diosa del sexo, para eso soy una friki de los chicos.
Silencio.
-Sabes que es la que menos se merece de las tres estar con Louis. Fuimos nosotras las que nos cambiamos de mesa, nosotras las que nos arriesgamos.
Más silencio.
-Intento seducir a Harry, y nada. Tú haces lo posible porque Liam te haga caso, y nada. Los cinco, ¡los cinco!-chilló, y Alba chistó para que bajara la voz-, están eclipsados con la diva de mierda.
¿Diva, yo? Al menos tengo razones, estúpida.
-¿Qué quieres que le haga, Noemí? ¿Quieres que la mate? ¿Quieres que le monte un pollo delante de ellos? Sabes de sobra que va a ganar, Noe. Cuando va contra poca gente, gana siempre. No sé cómo lo hace.
-Tenemos que hacer algo, Alba.
-¿Qué? ¿Qué podemos hacer?
Me imaginé a Noemí con una sonrisa cuando replicó:
-Esperar. Tardará dos años en dejar de andar con ellos, como mucho. Y luego, nos tocará el turno.
-No creo que pueda esperar tanto.
Tendrás que hacerlo, zorra del averno. Porque ahora ya es personal durar con ellos, fulana.
Me alejé del pasillo.

Di un brinco en la cama, sobre la bandera arrugada. Solo un sueño.
O al menos, también Danielle había sido un sueño para Liam. Lo cual no dejaba de hacer que ella no fuera real.
Entré en el baño a todo correr, me miré en el espejo y suspiré aliviada. Ni ojeras, ni ojos hinchados, ni pelo revuelto. Como si no hubiera habido pesadilla.
Pero una parte de mí se arrepentía terriblemente de haberlas traído a... casa.
A casa.
Me estremecí ante cómo sonaba eso, "casa". Mi "casa" de Londres, con mis mejores amigos, y mi chico. Me aparté el flequillo de la cara, como hacía cuando estaba con Lou, sin darme cuenta.
Es una maldita vaca.
Eso podía arreglarse.

Liam hacía zapping con gesto distraído, echado en el sofá. Pasaba los canales  con una rapidez que asustaba: apenas me daba tiempo a ver una imagen cuando él ya había pasado al siguiente. Mtv, Discovery Channel, Hollywood, Cosmopolitan, Fox, Canal de Historia... pasaron ante mis ojos a una velocidad pasmosa, tanto, que tardé varios minutos en digerir el collage de imágenes que se me presentaba delante.
Zayn estaba echado cuan largo era en el banco de cama de detrás de la televisión, leyendo un libro a la tenue luz de la calle. Me pregunté por qué no encendían la tele, pero si ninguno de los dos protestaba aun llevando un rato así, menos lo iba a hacer yo.
El libro que sostenía era, con mucha diferencia, más gordo que todos los libros de mi insituto juntos. Los ojos de Zayn volaban por las páginas, como si estuviera buscando algo, más que leyendo el contenido en sí. Me acerqué a él.
-¿Qué lees, Zayn?
Levantó la vista, colocó el pulgar en la página donde estaba y cerró el libro como si estuviera hecho de cristal. Lo cerró, y me mostró la tapa.
-Ah, claro. Libros con dibujos en el título. Fabuloso.
 -Es el Corán-musitó él, sin un deje de "estos cristianos" en la voz. Estaba segura de que si le preguntaba otro, le contestaría mal, o simplemente le daría una bofetada y le diría que no interrumpiera su lectura sagrada.
-¿También tienes que leerlo en Ramadán?
-Está buscando si puede fumar durante el día-informó Liam, un deje de desaprobación en su voz. Fruncí el ceño.
-Una cosa es no comer durante el día-comentó Zayn, casi más para él que para mí-, y otra es no fumar. Y ya del sexo, AH JAJAJAJAJAJA-se empezó a reír, histérico. Echó un vistazo afuera, donde el día ofrecía sus últimos estertores, observó el reloj, y asintió, satisfecho. Luego miró la botella que estaba encima de la pequeña mesa enfrente de la tele. Liam la movió con el pie. Zayn le gruñó. Liam sonrió, y volvió a colocarla en su posición original.
-¿Sabéis dónde está Lou?
-Vamos a ir a cenar en seguida-canturreó Zayn, volviendo a mirar al sol. Me lo imaginé disparando una pistola hacia él, haciendo que explotara, soplar el humo del cañón de su salvadora y corriendo a saquear la nevera. Y todo eso con sombrero de vaquero y acento texano.
-Necesito hablar con Lou.
Liam me estudió con los ojos. Sentí que en parte me entendía. Pobre chica, parecía pensar, si en el fondo, Cupido nos pincha en el culo a todos. Me sonrió, como si supiera que lo había pillado.
-Tercera puerta a la derecha. En el hall. ¿Podrás llegar?
-Os pegaré un grito si no llego.
-También está Niall, por si tenías pensado desnudarte antes de entrar-comentó Zayn, me dedicó una sonrisa bobalicona, y miró al sol de nuevo.
-¿Querrías sumarte, Zayn?
-Aquí tienes mi número, así que llámame si puedes-canturreó. Sonreí.
Llamé a la puerta suavemente, y la música de dentro de la sala se interrumpió.
-¿Quién eres?-preguntó uno, no supe decir cuál.
-Soy Eri.
-¿Traes armas, grabadoras, o cualquier manera de jodernos la existencia?-vale, era Louis.
-No.
-Entra, entonces.
Abrí la puerta y me quedé maravillada ante el enorme piano de cola, negro como el carbón, ante el que estaba sentado mi pequeño estúpido. Niall me sonrió desde la silla de al lado.
-¿Qué hacéis?
-Disfrutar de unos amenos momentos anglo-irlandeses practicando nuestras artes musicales-Louis asintió todo convencido-. ¿Tú qué crees?
-Componemos-Niall se sonrojó.
-Ah, vale. Me largo, si queréis...
-No. Quédate. Tenemos que inspirarnos-Louis me cogió de la mano, sonriente. Me senté entre él y Niall.
En cuanto lo hice, los dos se olvidaron de mí. Niall cogió un bolígrafo y se puso a garabatear en un papel, mientras Louis acariciaba las teclas con un lápiz en la boca, asentía cuando le gustaba alguna combinación, y la escribía en una hoja de partitura blanca. Observé ese proceso maravillada.
-Niall, esta no encaja con un do. ¿Probamos con la?
-¿No será demasiado grave? Intenta un sí.
-La sostenido, es mi última oferta.
-Hecho. Yo hago acordes de re, ¿te parece?
-Espera, mantén el último acorde-Niall rasgueó la guitarra a la vez que Louis tocaba un acorde de la sostenido (que tuviera el grado de 4º curso de la Royal tenía narices si ni siquiera sabía que se podían hacer acordes de sostenidos y bemoles).
Los dos gruñeron cuando los sonidos sonaron demasiado diferentes.
-Cambia a re, Nialler-murmuró Louis, tachando las notas que había apuntado. Niall movió los dedos en el mástil de su guitarra.
Sonrieron, satisfechos, cuando el sonido casó mejor.
-Lou...
-Mmmm.
-No pega con la canción.
-Lo usaremos en otra.
-Deberíamos pensar primero en basándonos en la letra, ¿no crees?-musitó Niall, como si le diera vergüenza sugerirlo siquiera. Louis lo miró, sorprendido.
-Tienes razón, pequeño irlandesito. Tienes razón. Pásame la letra.
-La parte de Harry aún no está escrita.
-Ya hablaré yo con Harold-espetó, riéndose. Acaricié las teclas del piano mientras ellos estudiaban la partitura: Louis se sentó entre Niall y yo.
Se quedaron en silencio, mirándome, cuando lo hice sonar.
-Perdón-me excusé.
-Repite eso-pidió Louis.
Volví a cerrar la mano en el puño, a tocar fa, sol y la sostenido, dos veces do, luego hacia abajo, dos veces re. Se quedaron maravillados.
-¿Dónde has aprendido eso?-Louis miraba mi mano como si estuviera hecha de criptonita, o algo así.
-El segundo día de mi clase de piano.
-Pues quedaría genial con la canción.
-Hazlo mientras cantamos, Eri.
Repetí la melodía, cambiando el ritmo cuando me lo pedían, mientras ellos recitaban los versos de una nueva canción, una aún desconocida.
-Even you look, there's no way to scape, cause baby, believe me when I say, you took my breath away...
-There's no star that can shine like you, just don't be afraid, I'll be there for you...
-Oh, chicos, en serio... lo mío pegaría si fuera una canción más marchosa, no una canción de amor-protesté.
-Venga, genio, entonces, tócanos algo.
Le cogí el móvil.
-¿Qué haces?-espetó Louis.
-Voy a grabarme. Vosotros cantaréis y yo tocaré lo que me venga. Puede que saquemos algo decente.
Miré por el gran ventanal hacia la pequeña piscina (oh, Dios, si había piscina) del jardín. Escondida entre las flores (decenas, centenares de flores, de todos los tamaños, colores y olores), por lo que tardé un poco en ver que Harry se estaba bañando en ella. Daba brazadas y pataleaba como loco, se sumergía, volvía a emerger unos metros delante, saltaba para impulsarse más hondo... parecía estar disfrutando del momento.
Mientras Niall y Louis volvían a romperse la cabeza con la canción, me acerqué a la ventana. Di unos toquecitos con los nudillos, Harry me miró frunciendo el ceño, se frotó los ojos con los puños, se apartó el pelo de la cara y, al reconocerme, me dedicó su sonrisa colgate. Abrí la puerta de cristal.
-¿Disfrutando de un baño reparador, señor Styles?-le  grité por encima del murmullo del agua. Él asintió.
-Te invitaría a bañarme, pero estoy en  bolas.
-Oh, naturalismo. Delicioso-me giré para volver a entrar, pero  carraspeó.
-He perdido el bañador-confesó, avergonzado. Alcé una ceja y escudriñé la piscina.
-¿Y?
-Que los chicos no me dejan pasearme por casa desnudo con vosotras aquí.
-Tranquilo, no te violaremos. Al menos yo.
Sonreímos.
-¿Quieres que te pase una toalla, o algo así?
Su suspiro de alivio llenó el ambiente.
-Por favor.
Me extrañó que no hubiera llevado una toalla, o que la ropa que se debería de haber quitado no estuviera en alguna de las hamacas del jardín. Me encogí de hombros, entré en casa, y volví a los pocos minutos con una toalla. Se la dejé al borde de la piscina y me giré.
Lo oí salir del agua, y sentí la tentación de darme la vuelta para observarlo. Al fin y al cabo, no todos los días se veía a Harry Styles como Dios lo trajo al mundo.
Pero fui una buena amiga, y solo lo miré cuando me puso una mano mojada en el hombro.
-Gracias-susurró. Le sonreí.
-De nada. Anda, vete a secarte, que seguro que cenaremos en seguida.
No me equivocaba.

Me crucé por el pasillo con una Noemí hecha una furia. La espalda iba recta como en posición de firmes, la mirada estudiaba cada recoveco del pasillo... casi di un brinco cuando me miró con ojos de terrorista. Esa mirada parecía la de una persona que está a punto de estrellar un avión contra el Big Ben.
Sus facciones se relajaron al descubrir que solo era yo la criatura asquerosa y molesta  que se interponía entre ella y su objetivo fatal.
-¿A dónde vas a todo correr, mozuela?
-A hablar con Harry.
-Creo que va a salir- estuve a punto de decir "a cazar", pero me contuve.
-Precisamente por eso-y se escurrió entre la pared y mi cuerpo. Observé cómo avanzaba a pasos agigantados hasta las escaleras, y giraba a la derecha hacia la habitación de Harry. Pobre chaval, no sabía lo que le esperaba con Noe cabreada.
-¿A dónde va la peque?
Todos habíamos empezado a llamar a Noemí "la peque", algo que le encantaba cuando lo hacía Harry. La verdad es que no sabía cómo le sentaba que la llamásemos así los demás.
Niall tenía medio cuerpo asomado desde la puerta de su habitación; vestía ya su pijama. Miraba el pasillo vacío salvo por mí con una expresión de fascinación y pánico a la vez, recordándome cómo miró Zayn la comida que todos teníamos delante (y que ninguno tocamos hasta que lo hizo él), a la espera de que se pusiera el sol.
Abracé mentalmente a mi irlandés preferido.
-A hablar con Harry.
-¿Y tú?-cualquier deje de pánico desapareció de su rostro, ahora solo había sitio para la curiosidad.
-A hablar con Louis.
-Vale, lo capto-alzó las manos al aire-. Noche de sexo. Me pondré música.
-Niall-suspiré, fastidiada-, no me voy a tirar a Louis.
-¿Quieres apostar?
Oh, claro que me voy a tirar a Louis, rubito de las narices.
 -Esta noche no.
-¿Esta noche no quieres apostar o esta noche no te lo vas a tirar?
-Esta noche no me lo voy a tirar.
-Ah, vale.
-¿Quieres venir? Voy a contarle mi vida-ofrecí, y nada más abrir la boca me arrepentí de haberlo hecho. Deseé en silencio, egoístamente, que Niall declinara mi oferta.
Mi pequeño irlandés no me defraudó.
-No, es una noche para vosotros. Además, quiero dormir-asintió lentamente, "sí, eso haré", decía su cara. En realidad parecía cansado. Bostezó, lo imité-. Buenas noches, Eri.
-Buenas noches, Nialler-le di un beso en la mejilla, y él se sonrojó. Me hacía gracia cuando hacía eso-. Que duermas bien.
-Y que no me piquen las chinches.
-Eso.
Iba a cerrar su puerta pero le hice un gesto para que se acostara; yo mismo se la cerraría cuando estuviera entre las sábanas. Se metió en su cama, se tapó un poco, alisó la sábana, miró al techo, puso las manos en su vientre, después me miró a mí, y sacudió la mano, despidiéndose. Me reí.
-Eres la leche, Niall.
-Ya lo sé. En el fondo, todas me amáis. Más que a Harry.
-Tú lo has dicho-cerré la puerta entre risas.
Liam pasó a mi lado.
-A dormir, enana.
-Calla tú-espeté.
-¿A dónde vas a estas horas?
-A fabricar Tommys Tomlinsons.
-Ah, fabuloso-le había pegado esa expresión-. ¿Me pongo el iPod?
-¡Y dale con el iPod! Que solo voy a hablar con Louis.
-Vale, vale-alzó las manos como instantes antes había hecho el rubio-. ¿La acompaño, milady?
-No, milord, esta noche no hace falta. Que duerma usted bien-y le di otro beso. Liam por lo menos no se sonrojaba, pero arrugaba la cara en plan "Oh, sí", un gesto muy cómico.
-Que duerma bien, milady.
Me metí en la habitación de Louis.
Tenía la lamparilla de noche encendida y observaba el techo con gesto distraído. Cuando entré allí la primera vez, me fascinó el gran mural que tenía allí puesto: la pared estaba cubierta con un papel que, si lo iluminabas con una linterna, brillaba como el cielo nocturno. Miles y miles de estrellas pendían por allí. Y, en la esquina más alejada de la puerta y la ventana, Louis iba pegando fotos.
Un folio entero consistía en la foto de los ocho juntos.
En una esquina, había una foto de los dos riéndonos. Era su favorita. Me había hecho cosquillas justo antes de apretar el botón, y se echó a reír al reírme yo.
Le toqué los pies, y él dio un brinco.
-¡JODER! ¿Cuándo has entrado?-bramó, pero en seguida se tranquilizó. Observó su vieja camisa rota sobre mi torso (¿se había detenido especialmente en mi busto un par de segundos más?), y luego mis vaqueros cortos. Se sentó en la cama y dio unos toquecitos en ella.
Como Alba en Cantabria pensé, y sonreí.
-Siento haberte asustado-dije, acurrucándome contra él. Su pecho era uno de mis lugares favoritos del mundo; cálido, suave y a la vez duro, era como una... roca-nube.
-No pasa nada-me besóen la cabeza, le conté lo de su pecho-roca-nube y se rió.
-Bueno, mylord, espero que se haya  traído palomitas, porque la historia es bastante aburrida.
-Liam me dijo que era triste.
Fruncí el ceño.
-Liam es un cabrón, pero se hace querer.
Y se lo conté. Le conté todo, con todo lujo de detalles. Lo que había pasado de refilón cuando hablé con Liam, a Louis se lo expliqué hasta que sentía haber contado lo necesario. Incluso algunas veces me detuve, creyendo que me estaba pasando, pero él en seguida me pidió que continuara.
No me dejé nada. No le di tanta teatralidad a lo de Alba (simplemente le conté que era amiga de aquellas chicas), y llegué hasta el sueño que había tenido esa tarde.
No supe cuándo nos habíamos tumbado el uno frente al otro. Los botones de su camisa habían cedido por fin, pues los dos nos habíamos puesto a toquetearlos casi a la vez; yo con mi nerviosismo, y él como ayudándome a destrozarlos para conseguir tranquilizarme. La camisa estaba abierta ya, y se veía mi sujetador negro debajo.
Me había aapartado la parte que estaba encima de mí de la cintura, ahora estaba arrugada bajo mi brazo, y paseaba su dedo de mi cintura hasta mi pecho.
Pasito. Pasito. Pasito.
Ligera caricia en el pecho.
Pasito. Pasito. Pasito.
Caricia en la cintura.
Cada vez que me acariciaba me estremecía, me desconcentraba y gemía. En alguna ocasión perdí el hilo.
-¿Quieres que pare?-se ofreció, pero sus dedos no parecían por la labor.
-No, por favor, sigue.
Y siguió.
Cuando terminé de contárselo todo, su gesto estaba ofuscado. Me estudió en silencio un momento, luego me atrajo hacia sí.
-¿Cómo puedes ser así con esa vida que llevas?
Hundí la cabeza en su pecho y lloré. Lloré por mi pasado, lloré porque sentí que no me merecía estar allí con él, y lloré porque no quería irme en un futuro. Quería quedarme allí congelada, en sus brazos, para siempre. Quería ver su cara y probar su boca todos los días. Quería ver comer a Niall. Quería ver a Liam tratándome como a una reina. Quería ver la satisfacción de Zayn al comer en Ramadán. Quería ver a Harry nadando en la piscina y pidiéndome una toalla para salir de ella.
Me besó la cabeza, me la acarició, y aguantó mis lágrimas con paciencia. Cuando por fin me calmé, me incorporó, me miró a los ojos y me susurró que me quería. Acerqué mis labios a los suyos en un beso salado que a él pareció no importarle.
-¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Porque nunca nadie me había preguntado por mi vida. Y porque no me había dado cuenta de que me estaba asfixiando.
-Eres tonta, Eri-me apartó el pelo húmedo de la cara, y, acariciando mi mejilla, capturó una lágrima.
-Lou... siento estar montándote esta escenita.
-La gente no llora por debilidad, llora porque ha sido fuerte durante demasiado tiempo.
Escudriñé su sonrisa sincera con ojos vidriosos.
-¿Te lo ha contado Liam?
-La primera vez que leíste eso estábamos contigo, nos lo recistaste en voz alta y nos miraste como si la frase fuera tuya-esbozó una sonrisa un poco triste. Suspiré.
-¿He hecho algo más que no sepa?
-Mientras me hablabas de ti te toqueteabas el pantalón y me mirabas, como si quisieras que te hiciera el amor para cerrarte la boca.
Me puse roja como un tomate. ¿O sería mejor decir roja como un Niall Horan?
-¿De veras?
-He tenido que controlarme mucho-se apretó contra mí y su lengua buscó la mía; noté que, efectivamente, se había puesto duro. Gemí.
Estuvimos un tiempo besándonos, hasta que, entre jadeos, él musitó:
-¿Crees que tu sueño tiene algo de razón?
Me paré a pensar con lógica, el tiempo suficiente como para darme cuenta de que estaba echado encima de mí. Entre mis piernas. Y yo no tenía su camisa. Y su pelo estaba revuelto.
Medité la respuesta un momento.
-Bueno, creo que en parte podría tener razón, porque... bueno, míranos. Nosotros estamos así-le di una palmada en el culo, provocando una risa en él-, y ellas... -alcé mis puños al aire.
-Alba no tanto.
-Tengo la impresión de que Liam piensa en otra.
Mierda. Mierda, mierda. De paso, dale el teléfono de Danielle, estúpida. O el carnet de conducir de Eleanor, ya que estás.
-¿Liam?-estaba estupefacto-. ¿Liam? ¿Nuestro Liam? ¿El que canta los primeros versos en nuestras canciones, el caballero de esta casa, Liam Payne? ¿Ese Liam?
-Creo que sí, Lou.
-¿Por qué lo crees?
Díselo. Díselo, maldita perra mentirosa, díselo AHORA.
-Porque ni tú ni él os acordáis de vuestras antiguas novias, de las que teníais antes de conocernos a nosotras. Si te digo Eleanor Calder, ¿te suena de algo? No, ¿verdad? Pues lo mismo le pasa a Liam. O lo mismo le pasaba hasta ahora.
Se quedó a cuadros.
-¿Qué?
-Te estoy vacilando, Louis-NO TE CREAS ESTO, LOUIS,  CRÉETE LO OTRO, chillaban mis ojos.
E hizo lo que solía hacer, leerme la mente.
-Pero si yo no conozco a ninguna Eleanor...
-Eso es lo que crees, Lou. ¿Te mentiría yo sobre eso?
Frunció el ceño.
-Escúchame, ¿vale? No sé cómo lo he hecho, pero al entrar en tu vida he eliminado a Eleanor. Le he quitado su sitio. Como... como si hubieras perdido la memoria por un shock muy grande. Solo que el shock soy yo.
Rumió mis palabras en silencio. Sentí que no me acariciaba. No hacía nada. Simplemente me miraba y pensaba.
Casi podía ver una fila de unos y ceros desfilando ante sus ojos. Me pregunté si nuestras cabezas funcionarían como los ordenadores.
-Eso es raro.
-Sé que es difícil de creer, pero...
-Eh-su dedo índice voló a mis labios-, no he dicho que no te crea. Eres mi chica-me estremecí-, a fin de cuentas, tengo que creerte. Y lo hago. Solo que es raro. ¿Eleanor, dices?
-Eleanor Calder.
Sacudió la cabeza.
-No me suena.
-Lo raro es que las fotos que tienes con ella están desapareciendo, Lou. No sé lo que está pasando, si es brujería o si a alguien no le caía bien Eleanor y decidió mandarme a mí a por ella.
-Pobre  chica-murmuró, pensativo. Asentí. La verdad es que ella parecía maja, al menos en Twitter. Y era un amor de chica, muy guapa, guapísima.
Y pegaba mejor con Louis que yo con él.
Se tumbó a mi lado y me miró.
-Bueno, Eleanor y Danielle a parte, tengo la solución a una de tus preocupaciones, nena.
-¿En serio?
-Sí-me besó en el cuello, haciéndome reír. Esperé-. Quédate con nosotros. No vuelvas a España a estudiar. Quédate aquí, con nosotros. Quédate conmigo.
Su propuesta me paralizó. Me puse rígida, aunque él siguió besándome, tratando de convencerme de que eso era lo correcto, lo natural, lo fácilmente esperable. Mis amigas no habrían dudado.  Yo, en el fondo, tampoco dudaba.
Quería quedarme. Quedarme con ellos, vivir con ellos. Despertarme todas las mañanas a su lado, ver sus ojos en los míos, besarlo cada diez minutos, cada cinco. Cada minuto.
Pero mi vida estaba allí.
Pero mi corazón estaba ahí.
Cerré los ojos.
-¿Puedo...?
-¿Pensártelo? El tiempo que quieras. Total, yo sí que no me voy a mover de aquí.
-¿A cambio de qué me quedaría aquí?
-Te meteríamos en algún instituto, o tal vez puedas ir directamente a la Universidad, estarías en casa...
-Y me quedaría aquí, sola, cuando vosotros os fuérais de gira.
-¿Eleanor se quedaba?
Lo miré. En parte cabreada, en parte desconcertada.
-Yo qué sé, Lou. Se quedaría. Digo yo. Pero ella tenía aquí su familia, y yo no.
Su lengua se paseó por mi cuello.
Fóllame. Ya. Aquí.
-Que se queden las chicas.
-No las dejarán en casa.
-Pues las secuestramos.
-Quiero conocer a tu familia, Lou.
Dio un brinco, y me miró, aterrorizado. Ni siquiera me incorporé para ponernos hombro con hombro,
-No. No, no, no nononononononono-empezó, y yo le di una suave patada.
-Pero...
-Tienes razón, quédate en España.
-Louis, quiero quedarme, y lo sabes-me incorporé-. Mírame-no se movió. Cogí su barbilla y lo obligué a clavar sus ojos en los míos-. ¡Mírame, carajos! Te quiero. ¿Vale? Te quie-ro. Quiero que-dar-me, pero tal vez no pue-do. Pero me hace mucha ilusión conocer a tu familia.
-Eso dices ahora, pero cuando te meta en esa casa saldrás corriendo, te lo aseguro.
-Oh, venga, si te soporto a ti, soportaré a tus padres.
-Y a mis hermanas. Y al perro-alzó las cejas, y yo no pude evitar reírme.
-Hagamos eso, ¿vale? Vamos a Doncaster, conozco a tu familia... porque saben que tienes novia, ¿no?
-Lo raro es que no lo sepa ya toda Inglaterra. Debes de ser anti paparazzi, o algo así-asintió.
-Entonces iremos a Doncaster, conoceré a tu familia, a tu preciosa familia, y mientras tanto, los dos, juntos-entrelacé mi mano con la suya y con la otra le acaricié la nuca, haciendo que se estremeciera-, pensaremos en algo.
-No soy de pensar, yo soy de actuar.
-Bueno, ya sabemos quién es la lista en la relación.
Su cabeza se giró como si se hubiera descolgado. Me miró, la boca entreabierta, los ojos como platos y las cejas casi escondidas entre su pelo. Su precioso pelo.
-¿Que qué?
-Que eres bobo-dije, y lo besé. Suspiró en mi boca, recorrió mi espalda con sus manos y  gimió cuando llevé su mano a mis pechos. Me los acarició con adoración. La habitación empezó a arder.
-Pero antes de eso-jadeó, sonriente-, vas a tener que escucharme. Tú a mí. Te contaré todo, como has hecho tú. Vas a ser una privilegiada, ni los de la Wikipedia tendrán tanta información como tú.
-No hay mucha.
-Hay mi nombre de nacimiento. Ya es demasiada-se encogió de hombros.
-Louis Troy Austin-musité. Se estremeció.
-Claro... Oye, Victoria Beckham, ¿no tendrás por ahí una zanahoria?

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