viernes, 27 de julio de 2012

Jaguares.

No había caído en la cuenta de que podríamos pasarnos toda la tarde en el hospital, por lo que no llevé un libro o lo que fuera para estar entretenida, así que lo único que pude hacer fue encender la tele. Mientras tanto, los chicos discutían, a gritos, las canciones más adecuadas para los Juegos. Eran el viernes siguiente, estábamos a domingo, y el lunes ya tendrían que ir a ensayar por primera vez en el estadio.
La única candidata firme era One Thing, el resto de canciones que debían cantar (su Graciosa Majestad no había dicho qué número quería) eran desechadas a voces. La primera en salir fue Moments, pero Louis chilló que no podían ponerse a cantar una canción sobre un suicidio en unas Olimpiadas, joder. Ya de paso podían cantarle al dopaje.
Estaba haciendo zapping en la tele cuando encontré un canal dedicado exclusivamente a perseguir a la antorcha por la capital británica. Observé cómo una anciana la arrastraba durante quince minutos, pero no más de 300 metros, según decían en la televisión, y alcé las cejas. Ingleses.
La misma enfermera que se había encargado de examinar a Harry entró y nos observó. Los chicos se quedaron en silencio, Zayn con la mano alzada, Louis y Liam cogiéndose del cuello, Niall de pie sobre la cama de Harry, y Harry mirando a los demás con mala cara.
En aquella habitación, la única normal era la cría que perseguía a la antorcha olímpica por la televisión.
-Claro-murmuró la enfermera, y los chicos se sonrojaron. Niall se bajó de la cama de un salto, Zayn entrelazó sus manos detrás de la cabeza, Louis y Liam se soltaron y se cruzaron de brazos. Harry siguió mirando a los demás con expresión adusta.
-Tenemos tus resultados, Harry.
-¿Me curaré?-habló con una voz que parecía venir del centro de la Tierra.
-Oh, por Dios, Harold, estamos en el año 2012. No vas a morirte por un catarrillo-espetó Louis, poniendo los ojos en blanco. Era la primera vez que se ponía borde con Harry.
-En realidad, tiene una neumonía.
Enmudecimos y nos miramos largo y tendido. Apagué la tele, y todos se volvieron hacia mí. De repente, sentí que la ausencia de sonido era asfixiante, pero me daba vergüenza volver a encender la caja tonta. Suspiré.
-Tiene una neumonía tan fuerte que, de las toses, tal vez tenga heridas en la garganta. No creemos necesario inspeccionarla-comenzó.
-¡Inspeccionadme, inspeccionadme!-gritó Harry. O ladró. O tal vez fueran un par de piedras las que dijeron eso.
-Te vamos a meter un tubo por la garganta-informó la mujer. Harry se levantó.
-Bueno, muchas gracias por los medicamentos, pero ya estoy mejor-fue a buscar su abrigo, pero Zayn lo cogió de un brazo y lo obligó a echarse en la cama de nuevo. La mujer sonrió.
-Me parecía...-suspiró, y continuó su informe-. No consideramos necesario realizar una inspección minuciosa para su tráquea, pero consideramos importante tenerlo en observación un par de horas. Si todo va bien, Harry, volverás a casa mañana.
-¿Mañana?
-Mañana.
-¿Cuándo hablaré normal?
La mujer consultó sus notas; pasó un par de páginas mientras sus ojos volaban por las líneas. Arrugó la nariz, pero, cuando consiguió su objetivo, asintió con la cabeza.
-Creemos que en un mes ya deberías haber recuperado tu voz normal, para cantar. Tal vez a finales de la semana que viene ya hables con normalidad, pero el esfuerzo de las cuerdas vocales será demasiado para ti hasta finales del mes que viene-alzó la vista, les dirigió una mirada sincera, y se encogió de hombros-. Es lo que hay, chicos.
-Gracias-murmuramos todos, con la cabeza en otra parte. La enfermera se despidió, salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. Todos mirábamos al suelo, todos salvo Harry, que inspeccionaba el techo como si fuera lo más interesante del mundo.
-Un mes-musitó.
-Un maldito mes-bufó Zayn.
-Un... mes-Liam estaba en otro mundo.
-Un jodido mes-Louis se dejó caer en el asiento, a mi lado, y me cogió la mano. Se la apreté.
-Dios, Dios. Dios, Dios, no, por favor, un mes no.... Dios, por favor, no-suplicó Niall.
Y experimenté aquello que los chicos vetaban en las entrevistas. Ver a Niall llorar te destroza el corazón; debería hacerse una ley que prohibiera que nadie hiciera llorar a Niall.
 Comenzó a sollozar, enterrando su rostro entre sus manos. Me eché a temblar con el ruido que hacía, parecía lo más triste del mundo. Nunca había estado en una batalla, pero me pareció que un campo humeante lleno de cadáveres agonizantes sonaría como una orquesta de Bethoveen comparado con el llanto de Niall. Cuando quise darme cuenta, todo mi cuerpo temblaba.
Me levanté y abracé a Niall, lo acuné contra mi pecho mientras él se sacudía desesperadamente, chillando que aquello no era justo, que aquello no les podía estar pasando a ellos. Nadie había hecho nada para que aquello pasara.
Pero sí que había alguien. De metro y medio, delgada, pelo oscuro y ojos marrones.
Noemí.

Liam abrió la puerta de la habitación y esperó a que Niall y yo entráramos. Habíamos subido a comer cuando Niall pareció tranquilizarse, y entre los dos habíamos conseguido que se comiera un pedazo de tarta de chocolate, lo que le hizo sentir un poco mejor. A nadie le amarga un dulce.
Harry seguía como cuando Niall comenzó a llorar: retorciendo las sábanas entre sus manos y murmurando algo ininteligible, sacudiendo la cabeza de forma frenética sin apartar la mirada del techo.
-Quiero irme a casa-susurré.
Harry alzó la cabeza.
-Y yo, no te jode. ¿Sabes qué quiero yo, Eri? En estos momentos desearía que mis padres hubieran usado condón el día que se pusieron a follar como locos para crearme. Eso es lo que quiero-y volvió a dejarse caer en la almohada. Los demás le dedicaron una mirada de reproche. Él volvió a erguirse-. Lo siento... no iba en serio, pequeña.
-No pasa nada.
En los ojos de Louie había una interrogación.
-Quiero coger un par de cosas... voy a volver. Y tendréis que ir a comer, tú al menos-le acaricié la mejilla y el cerró los ojos, dejándose llevar por el contacto de mis dedos.
-No voy a hacer el Ramadán hasta después de los juegos-reflexionó Zayn. Todos los presentes lo observamos con asombro; él se limitó a encoger los hombros-. No podemos perder a otro más.
-¿Qué?-espetó Niall-¿Qué dices, Zayn? Ahora ya no importa. Podemos quedarnos mudos todos. Si no va Harry, no va ninguno.
-¿No habrá alguna manera de conseguir que Harry cante sin decir una palabra?
-Díselo a la reina y se hará un abrigo con tu piel-reflexionó Louis.
-Solo playback de su parte. Yo haré notas más largas.
-Zayn, eso está mal.
-¿Sabes qué está mal, Liam? Que Harry esté en el hospital por culpa de la zorra de Noemí-ladró él, levantándose de su silla y encarándose a su amigo.
Oh, joder, los moros leen la mente musitó Alba en mi interior.
 -Noemí no tiene la culpa de...-empezó Harry, pero un ataque de tos lo interrumpió.
-Ayer la vi entrar en tu habitación y la oí dar gritos. No entendí lo que decía, así que no me pareció que debiera acercarme a ver qué pasaba, Hazza-explicó el otro.
-Wuo, wuo, wuo. Nada de secretitos, chavales. ¿Noemí ha hecho qué?-Lou levantó las manos en alto, y, de repente, su acento se tornó texano. Nos obligó a sonreír.
-Me... me dijo que estaba jugando con ella, y que era un superficial. Y muchas otras cosas.
Nos explicó su conversación con ella en varios minutos, parándose constantemente en medio de las frases para inclinarse y toser. Dios, si hubiera llevado una camiseta cuando ella entró...
-Me dijo que ojalá nunca hubiera entrado en el bar-susurró, las lágrimas volvían a asomar por sus ojos. Cerré los puños.
-Pienso matarla-dije, con la mirada perdida.
-Eri...
-No, Eri no, Louis. Eri no. Os tengo a vosotros, a todos, porque nos metimos en ese bar. Si no es feliz con vosotros, es SU problema. Con vosotros soy yo misma. Con todos. Y luego estás tú, Lou. El  único chico al que le gusto... lo conozco en un sitio y luego una de mis amigas se arrepiente de ello. ¿Cómo mierda tengo que sentirme, Louis? ¿Cómo se supone que me tengo que sentir?
Enterré la cabeza entre mis manos, intentando calmarme.
-Si os perdiera, yo... yo...
Alguien me atrajo hacia así. Zayn.
-Vamos a estar contigo siempre, Eri.
-Acabarás cansándote de nosotros-murmuró Niall, sonriéndome. Liam y Harry asintieron, Louis sonrió y me acarició el pelo.
-Eres ya como la mascota de One Direction.
Sonreí.
-La mascota de One Direction.
-Si nos lo pidieras, entrarías en el grupo-reflexionó Harry. Los chicos buscaron las miradas de los demás, preguntándose en silencio. Luego asintieron en silencio.
-Erika López, de One Direction. La única chica-Liam agitó la  mano delante de él, como extendiendo un cartel gigante y observándolo para ver cómo quedaba.
-Pobre mujer, no tendrá poco que aguantarnos...-se carcajeó Louis, besándome en la mejilla. El resto se rió, incluido Harry, que se vio interrumpido por unas toses al poc de empezar, pero no importó. Nos reímos como si en realidad fueran a participar en los Juegos, como si yo pudiera realmente entrar en la banda, ser aceptada por las fans (¿cuántas me crucificarían si realmente lo hiciera?), como si realmente funcionara la idea de Zayn de hacer playback.
Liam se ofreció a ir conmigo a casa, de paso dijo que hablaría con Alba.
-Porque no sé lo que somos, y me estoy estresando mucho-murmuró, pensativo.
Estábamos en el pasillo cuando Louis me llamó. Me giré.
-¿Qué?
Me cogió de la cintura, puso su otra mano en mi mejilla y me dio un beso en los labios. Allí, en el pasillo. Delante de tanta gente.
-Volved pronto, ¿vale?
Estaba tan atontada que me lo tuvo que repetir otras dos veces.
-Oh, sí. Yo... ehm.... vete a comer, ¿quieres?-asintió, sonrió, me dio otro beso, solo que más profundo, y se marchó.
Liam me esperaba  con las cejas alzadas.
-Alguien va a conseguir muchos seguidores en Twitter esta tarde.
10457, para ser exactos.

Ni siquiera se habían levantado, podía sentirlo en la casa. Las cosas estaban tal y como las dejamos. Las llaves en el platito de la entrada, la puerta del microondas abierta, las tazas y los platos sucios del desayuno en el fregadero...
Maldito par de vagas.
Eran las doce y media.
Miré a Liam, que me miró a mí un momento. Supuse que los dos pensábamos lo mismo, porque de repente sonreímos a la vez.
-¿Abduction?
-Oh, sí-asentí, sonriendo. El coche, Taylor, la zorra de Lily Collins sonriendo cuando lo ven.
 -Cogeré lo que me mandaron-alzó la vista como leyendo una lista pegada en el techo.
-Tal vez harías bien llevándote un par de Nintendos allí. Así estaréis entretenidos.
-¿Vas a llevar bolso?
-Sí, si quieres, puedes meter las cosas en él.
-Vale-y desapareció en dirección a la habitación del piano.
Subí las escaleras y entré en el pasillo donde estaba mi habitación. Sin embargo, no llegué a mi puerta, sino que me detuve en la siguiente. La abrí con chulería (como Noemí lo había hecho el día anterior, aunque eso yo no lo sabía, claro), y entré. Ella se revolvió pero continuó durmiendo. Le di una patada a la puerta, que chocó contra la pared con un escándalo inimaginable.
Oí a Alba levantarse sobresaltada en su cama. La adrenalina por lo que estaba a punto de hacer disparó mis sentidos, y casi la escuché respirar en la habitación de al lado.
Me abalancé a subir la persiana con un estruendo infernal, pero Noemí seguía sin moverse.
Claro, echar broncas cansa ladró la depredadora con furia ciega que llevaba dentro y que me controlaba.
Aparté el edredón y dejé a Noemí al descubierto, que se revolvió y entreabrió los ojos, sin comprender.
Lejos, muy lejos, un jaguar se lanzó hacia su presa de la misma manera que yo me lancé a por la mía.
Cogí a Noemí del cuello y, cuando se dio cuenta, ya había saltado sobre la cama y la tenía pegada contra la pared. Mi brazo en su cuello la sostenía pegada al muro, y de paso le dificultaba la respiración.
La presa del jaguar era un cervatillo, la mía pretendía serlo a través de su mirada.
Intentó decir mi nombre, llevada por el pánico, pero cuando vio la rabia en mis ojos, y cuando sintió el nudo que le había formado en su garganta se contuvo. Alzó un poco los pies, apoyó la planta en la pared y trató de impulsarse.
Pero ya había empezado a asfixiarla.
-Espero que estés contenta con lo que le dijiste ayer, Noe-me reí. No reconocí mi risa, solo vi que me sentía muy bien haciendo daño. Aunque fuera a mi amiga-. ¿Sabes por qué?
Unas lágrimas asomaron por sus ojos, y negó con la cabeza, desesperada.
Es el fin, pensó, vi que lo estaba pensando en sus ojos. Es el fin, se acabó, no veré más días.
-Está en el hospital, mala puta. Está en el hospital por lo que le dijiste, zorra.
Sus ojos se abrieron como platos.
Las vísceras del cervatillo de mi jaguar estaban pasando por su garganta. Alzó la vista, como si supiera que estaba allí, observándolo.
Mátala. Mátala, haz justicia por el sufrimiento que ha causado.
Acaba con ella.
-Lo...siento-gimió, y sus pies colgaron sueltos sobre mí. Le dediqué una sonrisa feroz, había gastado demasiado aire disculpándose. Tendría que tirarla al suelo antes.
-Oh, claro que lo sientes. Por tu culpa, no actuarán en los Juegos. Por tu culpa, Niall ha llorado durante casi dos horas. Todo porque la señorita no soporta no ser el centro de atención. Porque la señorita tiene complejo de diva-me eché a reír, y su mirada se desvaneció del mundo. No se había desmayado, simplemente buscaba un lugar donde esconderse hasta que mi locura pasase.-. Porque no puedes dejar las cosas como están, tiene que estar todo como tú quieres, ¿no es así, Noe?
Negó con la cabeza.
Mi conciencia me chilló que se estaba poniendo azul. Era el momento de dejarla caer.
Aunque aguantaría toda la tarde así, en el fondo, yo sabía que no se ahogaría. Todavia tenía sitio suficiente para respirar.
-Lo has estropeado todo, pequeña-me incliné hacia ella, susurrándole en el oído. Me cogió la cabeza e intentó alzarse hasta arriba-. Su voz está rota, sus ojos no dejan de llorar. Todo porque la señorita quiere que le echen un polvo. Porque la señorita necesita que le den sus caprichitos y se esclavicen por ella.
Aparté mi brazo y la dejé caer. Salté hacia el suelo justo en el momento en que Alba llegaba a la puerta. Vio a Noe tirada en la cama, toda retorcida, boqueando en una lucha frenética por recuperar su aire. Luego me vio a mí, a su lado, observándola fijamente, con ojos de cazadora.
Casi oí sus pensamientos, comparándome con un jaguar a punto de lanzarse contra un cervatillo y abrirlo en canal.
Solo que este cervatillo ha tenido más suerte pensé, y acabé diciéndolo en voz alta.

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