domingo, 19 de agosto de 2012

Clausura.

Alba dio saltos por el camerino, intentando subirse más y más el pantalón de deporte que nos habían dado para ponernos debajo de la falda de animadora. Noemí pugnaba por metérselo tumbada en el suelo, con la pelvis arqueada y recordando a toda la familia del creador.
Yo ni me había puesto con ello, pero suponía que, dada mi casi controlada anorexia los pantalones se me caerían.
Ah, y que los chicos me habían arrastrado a un gimnasio para que me preparara para mis saltos y piruetas nada más conocer los detalles de mi actuación.
-¡POR QUÉ, JESUCRISTO, POR QUÉ ME ODIAS TANTO!-había gritado cuando me metieron en la cinta de correr y Zayn se  colocó detrás de mí para que no pudiera bajarme mientras sentía cómo mis fuerzas me abandonaban.
Alba lanzó un gruñido victorioso cuando consiguió colocarse correctamente aquel culotte infernal. Entonces, nos agachamos al lado de Noemí, que lanzaba grititos agudos y tenía la frente perlada de sudor.
-¡EMPUJA, MALDITA PERRA, EMPUJA!-ladré en su oído, lo que pareció animarla, ya que lanzó un grito mucho más fuerte y consiguió colocarselo de buena manera.
-Felicidades, es un niño precioso-asentí, y mis amigas se echaron a reír.
En un gesto nervioso repetido por enésima vez, escrutamos el reloj.
Las ocho.
Una puta hora.
Para mí, 57 minutos.
Bueno, para mí, y para mi vocalista masculino (el comité había decidido que la versión de Glee de la canción sería más adecuada y más movida, dado que se habían basado en la serie para crear la coreografía y el vestuario) a quien todavía no conocía, ya que había estado ensayando con los chicos (saltaron chispas cuando le tocó el turno a Louis y tuvimos que controlarnos para no empezar a enrollarnos, ya que yo estaba jodidamente buena con el traje de animadora), y a quien odiaba más a cada minuto que pasaba.
Llamaron a la puerta del camerino.
-Cincuenta minutos-informó una chica con un auricular de los que llevan micrófono incorporado conectado a la oreja. Comprobó cuántas éramos rápidametne y lo anotó en la lista.
Cerró la puerta un segundo antes de que mi rímel impactara contra su cara.
-¡LO SÉ, ZORRA, LO SÉ! ¡MEJOR VEN AQUÍ Y AYÚDAME, FULANA!-me cambié de ropa todo lo rápido que pude y me afané en la tarea de colocarme aquellos pantalones infernales, que, a pesar de lo que me esperaba, se negaron en rotundo a darme facilidades.
Tuve que terminar haciendo el pino mientras Alba y Noemí luchaban desesperadamente por colocarme aquella mierda elástica en su sitio.
Stella McCartney me odiaba.
Estaba haciéndome una coleta desaliñada (al fin y al cabo, para algo pagaban a las estilistas para que nos peinaran y esas cosas) cuando llamaron a la puerta, y nuestros chicos asomaron la cabeza.
Liam le sonrió a Alba, que le devolvió la sonrisa.
Noe se inclinó en el espejo, se apoyó en el borde de la mesa y le dirigió una mirada seductora pero distante a Harry, que le guiñó un ojo.
Louis fue el primero en entrar, y, no pudiendo resistirse, tiró de la goma del pelo y me deshizo la coleta.
-¡Lou!
Se echó a reír y me dio un rápido beso en los labios. Todavía no podía acostumbarme a la corriente eléctrica que se originaba cuando nos tocábamos. O cuando me besaba.
-¿Estáis listas?-preguntó Liam, abrazando a Alba y besándola en el cuello. Mi amiga soltó una risita.
Cuando quise darme cuenta, Noe se había sentado en el saliente donde teníamos el maquillaje y tenía entre sus piernas a Harry, que le devoraba la boca como si no hubiera mañana.
-¿Tenemos pinta de estar listas, Liam?-pregunté, poniendo los brazos en jarras. Louis cogió un poco de rímel, sacó el cepillito y se acercó a Harry. Le dejó las pestañas del ojo derecho tan espesas que parecía que eran falsas. Noe empezó a reírse, se balanceó adelante y atrás y comenzó a  aplaudir.
-Han venido a veros. Cuando estéis listas, id a nuestro camerino.
-Que es injustamente más grande.
-Somos cinco, y vosotras tres, pequeña Beyoncé.
Sonreí.
-Bobo.
-Fea.
-Subnormal.
-Tonta.
Nuestros labios no llegaron a encontrarse, ya que Harry cogió a Louis de la cintura y tiró de él hacia la puerta.
Terminamos siguiéndolos (yo fui hacíendome la coleta por el camino mientras Alba comprobaba su top y Noemí luchaba por alisarse la falda).
Nos pegamos contra la pared cuando vimos el barullo que había en el pasillo que llevaba al camerino de los chicos. Varias mujeres charlaban y reían, recordando los viejos tiempos, la primera vez que llevaron a sus hijos a Londres, cuando fueron presentados los unos a los otros...
-¡ERI!-bramaron dos criaturas rubias de ojos azules, corriendo hacia mí. Se escurrieron entre las piernas de su madre, y Daisy y Phoebe alzaron sus brazos intentando alcanzarme. Me agaché justo en el momento en que todo el mundo se me quedaba mirando. Jay me sonrió, Lottie y Fizzy asintieron con la cabeza a modo de saludo y Mark agitó su mano.
Del impulso que llevaban, las gemelas me echaron hacia atrás, y terminaron tumbadas encima de mí.
Todo el mundo empezó a reírse.
Los siguientes minutos fueron un poco estresantes, ya que los chicos salieron del camerino y comenzaron a presentarnos a toda la familia: madres y padres, hermanos y hermanas, tíos, abuelas, primos... Todo el clan One Direction estaba allí.
Noemí se puso como un flan cuando le presentaron a su suegra, y Alba no pudo mirar a la madre de Liam a los ojos, tan azorada como estaba.

-Diez minutos, super estrella. Será mejor que vayas yendo-informó la misma chica del micrófono. Asentí, mi estilista frunció el ceño cuando se salió con el gloss que me estaba aplicando, me quitó el sobrante y comenzó a trabajar de nuevo, con una rapidez y eficacia asombrosas.
-Perdona-susurré, levantándome y observando mi reflejo en el espejo. El top con la bandera de la unión, diseñado por Stella, me quedaba como anillo al dedo: me resaltaba el escote que daba gusto. Sonreí mientras me acariciaba el pelo, nerviosa.
-No importa-la chica parecía no saber qué decir ante mis disculpas.
-¿Nunca nadie se ha responsabilizado de los errores que has cometido por su culpa?
Se encogió de hombros mientras colocaba cuidadosamente el maquillaje en su maletín.
-Eres la primera.
Fruncí el  ceño.
-¿A cuántos has maquillado?
-Cuarenta y seis-respondió sin dudarlo. Asentí.
-Lo siento.
-No pasa nada-sonrió-. Seré yo quien te quite todo el maquillaje y te prepare para la segunda actuación.
-Vale.
Salí de mi camerino un poco antes que ella, y llegué a la sala donde los chicos se sometían a su Competición de los Frutos Secos, como ellos lo llamaban. Cogí un par de kikos y me los llevé a la boca.
 Entonces, los bailarines comenzaron a desfilar hacia las entradas por las que harían su aparición en el escenario.
Clavé los ojos en Danielle, a la que solo debí de ver yo, porque ni Alba se puso pálida ni Noemí apartó los ojos de Harry.
Me disculpé y me acerqué a ella.
-Dani-saludé, asintiendo con la cabeza. Me dedicó una sonrisa.
-Eri.
-¿Cómo estás?
-Debería estar nerviosa, pero como sé qué va a pasar, estoy bien. ¿Y tú? ¿Acojonada?
-La verdad es que no.
-Empiezo a entender a El-se encogió de hombros, luego frunció el ceño y clavó sus ojos en Alba-. ¿Habéis notado algo extraño en el camerino?
Negué con la cabeza.
-No-alargué la mano y ella depositó la suya sobre la mía, sin apartar los ojos de ella.
Y, de repente, era Alba.
Me miré al espejo y comprobé que mi rímel estaba en su sitio mientras Eri se colocaba la parte de arriba del uniforme de animadora inglesa. Noemí tecleaba frenéticamente en la BlackBerry, seguramente discutiendo con Harry. Aunque la diferencia entre mi antigua yo y la nueva Noe era que Liam y yo no nos enrollábamos después de pelearnos.
Me faltó el aire cuando en el espejo apareció la imagen de la chica cuyo puesto ahora ocupaba yo.
Danielle me dedicó una sonrisa fría y calculadora, amenazante.
Pero su gesto se congeló en cuanto supo que la veía.
-No tenías que haber saltado tú también.
¿Qué?, pensé, aturdida.
Me oyó.
-Eri tenía que haber saltado sola-sus rizos botaron a un lado y a otro cuando sacudió la cabeza.
Cuando mi parpadeo finalizó, ya no estaba allí.
Y cuando volví a parpadear, ni siquiera me acordaba de haber visto a Danielle.
 Sacudí la mano mientras ella me estudiaba con la mirada, sin perderse tampoco detalle de lo que hacían Alba y Liam, que en ese momento charlaban animadamente sobre algo que a ambos parecía apasionarles.
Sus ojos se deslizaron sin que ella pudiera evitarlo a los brazos de su novio, antes de girar bruscamente la cabeza hacia mí.
-Tenías que haber saltado sola-repitió, entristecida.
-Lo siento, Dani.
-No es culpa tuya-se encogió de hombros, me abrazó y se largó.
Justo me estaba dando la vuelta cuando creí reconocer a alguien.
Aquellos rizos azabache...
No.
¿Qué iba a hacer él allí?
Y, sin embargo, la forma de caminar era la misma.
Probé a llamarlo.
-¿Palilo?-ladré en medio del tumulto, y él se giró. Me taladró con sus ojos marrones, un poco confundido. Pero yo sabía que me había visto y que había procurado alejarse de mí.
Me recorrió de arriba a abajo, constatando que era yo.
Sí hijo, sí. Ya no estoy gorda.
-Erika-saludó, y volvió a darse la vuelta. Corrí hacia él, le toqué el hombro, pero no se detuvo. Entonces, jugué todas mis cartas, y hundí los dedos en ese pelo rizoso que parecía una nube griega. Se dio la vuelta y me miró mientras yo seguía de puntillas contemplando cómo su pelo volvía a su posición original si sacaba la mano-. ¿También aquí tienes que hacer eso?
Puse los ojos en blanco y me quedé frente a él.
-¿Qué haces aquí?
Qué amable eres, Eri. Ni un hola ni nada. ¿Qué haces aquí?, me reprendí a mí misma.
-¿Qué haces tú aquí?-espetó, incrédulo, volviendo a mirar mi cuerpo. Novedad para él.
¿Estoy buena, eh, Palilo?
-Yo te lo he preguntado primero.
Suspiró, se rascó la cabeza, pensando en qué decirme, hasta que sonrió. Bingo. Había encontrado la razón.
-He venido a bailar.
Alcé una ceja.
-¿A bailar? ¿Tú?-no pude evitar echarme a reír-. No, ahora en serio.
-Es cierto.
-No sabes bailar, chamaquito-solté con mi mejor acento mejicano. Soltó una pequeña risa.
-Eso es lo que tú crees. ¿Por qué crees que finjo bailar mal en teatro? Si bailo bien, me pasará lo que a Noe-se estremció-. Y paso.
-Oh, fabuloso. Espera, a ver si lo he entendido: no quieres bailar delante de... como mucho, setecientas personas, pero si son setenta mil, lo haces, ¿no?
-Aquí no me conocen.
-Pero hay una cosa que se llama tele, y te comunico que saldrás por ahí. ¿Vas a ir a teatro este año?
-Sí.
-Pues te vas a cagar. Si ya soy plasta con los rizos, imagínate lo que puedo tocarte los huevos con esto. Ya verás cuando se lo cuente a Lueje-en realidad no pensaba hacerlo, pero la cara de pánico de Palilo me encantaba.
-Aún no has respondido a mi pregunta.
Suspiré.
-Yo canto. En poco tiempo, además-susurré, mirando el reloj. Asintió.
-Lo sé. Te vi en la clausura. Bueno, te oí. Te enfocaron muy poco.
Me encogí de hombros y, antes de que pudiera contestar que a mí me había gustado mi actuación, comenzó a sonar un timbre.
La bestia que había en mí se despertó y empezó a rajarme el estómago.
Igual que hacía un año, cuando corría por el pasillo del Teatro, preparada para mi soltar mi discurso.
Igual que hacía unos meses, cuando llevaba un vestido y estaba preparándome para menearme al ritmo de la música detrás de un chico al que le sacaba una cabeza. O dos.
Me había quedado paralizada. Lo supe en cuanto él me apretó la mano.
-¿Estás bien?
-Sí. Tengo que irme. Salgo ahora.
Asintió.
-Suerte.
Eché a correr entre la gente mientras él seguía animándome.
-¡Lo harás genial, como la otra vez!
Me giré y le dediqué mi más sincera sonrisa.
-¡Ay ay ay ay ay, gracias, chamaquito! ¡Que te vaya re bonito ahorita!
Nos echamos a reír, y desaparecimos del campo visual del otro.
Antes de que pudiera alcanzar a mis amigos, una mujer más mayor que la que tenía la tediosa tarea de tocarme las narices apareció delante de mí y me tiró del brazo.
-¡Cinco minutos!-ladró en mi oído. Asentí, me zafé de ella y corrí hacia donde estaban los chicos. Alba y Noe se levantaron, a las tres nos temblaban las rodillas.
Aunque debía reconocer que yo lo tenía más fácil que ellas, ya que yo solo iba a cantar. Ellas serían parte del coro, pero, además, como estaban en el escenario sin mucho más que hacer, tendrían que colaborar con las piruetas.
Me alegré de mi posición privilegiada.
Los chicos nos abrazaron una a una, nos susurraron palabras de aliento.
Louis se inclinó hacia mí.
Le enseñé la pulsera.
-Me va a dar suerte.
-Como si la necesitaras-replicó, entre risas.
Me encogí de hombros.
-Deséame suerte, por favor.
-No la necesitas.
-Por favor.
Cerró los ojos y suspiró. Cuando volvió a abrirlos, asintió.
-Suerte.
-Gracias. Y para vosotros.
Me dio un beso rapidísimo, tan rápido que tardé unos momentos en darme cuenta de lo que había pasado.
-Te quiero-susurró en mi oído antes de que saliera corriendo de sus brazos.
-¡Y yo a ti!

Diré en defensa del tal Matt que no tenía una mala voz.
Nos pusimos a calentar en cuanto nos presentaron, a pesar de que me habían dejado sola con él y yo no me sentía preparada para que me separaran de mis niñas, lo hicimos bien.
Justo cuando faltaban cuatro minutos para las 8:59 (la cuenta atrás se realizaría cuando acabara nuestro número), la música comenzó a sonar. Matt me apretó la mano, yo se la apreté a él (un poco irónico, ya que nos conocíamos de hacía un par de minutos), y comenzamos a mover las rodillas como nos habían enseñado.
Cuando salimos a la superficie, los tambores sonaron más y más fuerte, aunque no llegaron a tapar el escándalo del público.
En las pantallas gigantes vi nuestros nombres:
Matt Cardle, ganador de la séptima edición de The X Factor (claro, cómo no.)
Erika López
Matt fue el primero en animar al público.
-¡BUENAS NOCHES, LONDRES!-ladró, mientras saltábamos de la plataforma y saludábamos al público, expectante.
-¡¿ESTÁIS PREPARADOS?!
Rugieron.
Entonces, fue mi turno.
-¡¡NO PUEDO OÍROS SOBRE EL RUIDO QUE ESTAMOS HACIENDO!! ¿¡ESTÁIS PREPARADOS?!
Chillaron con más fuerza que antes, y llegó la parte hablada de la canción.
-Come on, Matt, uh.
 Sonreí mientras él cantaba su parte, yo cantaba la mía, nos uníamos al coro (me encantaba cuando nos cruzábamos deslizándonos al tiempo que entonábamos Madooooooooooonna, há).
Terminamos el número en una plataforma altísima a la que habíamos subido poco a poco, espalda contra espalda, escrutando al público, sacudiendo las caderas.
-Tic tac tic  tac tic tac.
Y Londres explotó en su cuenta atrás.

Los sentimientos que me embargaron cuando vi a los chicos por las grandes pantallas, cantando What Makes You Beutiful para todo el mundo, fueron indescriptibles. Se me formó un gran nudo en el estómago, la garganta se me secó, y Alba, Noe y yo nos cogimos de las manos y nos las apretamos.
Las lágrimas surcaban el rostro de la más pequeña de las tres, una sonrisa de triunfo estaba en la mediana (osea, yo), y la mayor era la fusión de las otras dos: Alba tenía los ojos vidriosos y sonreía y aplaudía como si no hubiera mañana.
Se bajaron del camión-escenario justo enfrente de nosotras, y alzaron los brazos, Harry se hizo el chulo (era de lo que mejor se le daba), Niall cantó agachándose para tener la cabeza casi pegada a la cámara, mientras Liam y Zayn controlaban que Louis no hiciera su movimiento de Ai se eu te pego al ritmo de los últimos acordes donde moría la canción.
-¿A que lo hago?-había dicho él, medio en broma, pero Harry creyó que iba totalmente de coña, y decidió picarlo.
-No hay huevos.
-¿Que no hay huevos? ¡Pues lo hago!
Y todos le habíamos suplicado a Louis que no se le ocurriera hacerlo cuando en los ensayos, en todos y cada uno, finalizó la actuación con sus movimientos tan sensuales.
Agachó la cabeza y sacudió el puño, igual que los demás, luego alzó la vista y me pareció que me miraba fijamente.
Esto es por ti, casi podía oírle decir.
Sonreí y le tiré un beso, aunque sabía que no podía verme.
A pesar de que ya habían actuado conmigo en la ceremonia de apertura de los Juegos, aquello era muy diferente, ya que en el desfile las cámaras se habían centrado en los deportistas, y esta vez era nuestro turno.
Por eso fue tan importante y especial para mí cantar con ellos. Bueno, por eso, y porque no lo había hecho en la apertura.
Supliqué al karma que nos fueran a dar un dvd con las actuaciones de aquella noche, ya que el momento en el que todos inundamos el estadio para cantar We Will Rock You, comandados por Jessie J, era uno de esos momentos que, cuando lo vivías, sabías de sobra que estabas haciendo historia.

Volví a encontrarme con Palilo en la salida del backstage (si se le podía llamar así). Lo saludé con la mano y él se acercó, dejando en ascuas a un grupo de chicos y chicas, que se inclinó para estudiarme, tratando de dilucidar si yo era quienes ellos creían.
-Te he visto menearte-le empujé suavemente el hombro mientras Noe y Alba se acercaban, sorprendidas de que justo él estuviera allí. Sonrió.
-¿Vas a chivarte a Lueje?
-¿Cómo te atreves a dudarlo?
Me eché a reír, al tiempo que me atusaba el pelo, intentando ordenar todas las dudas y preguntas que tenía.
-En la villa-asintió él, encogiéndose de hombros. Alcé las manos en una pregunta silenciosa.
-¿Qué?
-Que me alojo en la villa. Había pensado en decirte que había venido esta mañana desde Avilés, pero... bueno, te conozco, y me soltarías un sermón acerca de los extranjeros, los escoceses, galeses e irlandeses que vienen desde sus países todos los días para  ensayar, y que eso no encajaba demasiado bien.
Puse los ojos en blanco.
-¿Cuánto tiempo estás?
-Si todo sigue como se espera, mañana me marcho.
Volví a asentir con la cabeza.
-Lástima. Hubiera molado ir por ahí los cuatro a dar una vuelta. Tarde de españoles, ya sabes-alcé los brazos y eché la cabeza hacia atrás, como queriendo gritar ¡Fiesta! sin tener que mover los labios.
-¿Como el viaje a Canterbury?
-Algo así-sonreí. Él asintió, saludó a las chicas, intercambió unas palabras con ellas y luego se giró sobre sus talones a  mirar a sus amigos, que le hicieron gestos de que se hacía tarde.
-Bueno, creo que ya es hora de irse. 
-No me dejes, chamaquito.
Dio un paso atrás.
-Si vuelves a usar ese tono tal vez me pegue tu novio.
-¿Cómo sabes que tengo novio?-inquirí, tratando de reprimir una sonrisa.
-No soy tonto-alzó una  ceja y asintió en actitud interesante. Negué con la cabeza.
-Eres Palilo, que es peor.
Volvió a encogerse de hombros, yo me puse de puntillas y hundí mis manos en su pelo, a modo de despedida.
Esperó pacientemente hasta que yo me di por satisfecha.
-¿Ya?
-Ya-y desaparecí entre la gente, dando brincos hacia los chicos. 

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