martes, 14 de agosto de 2012

Lottie es Jack Sparrow, yiahó!

Abrí la lata de CocaCola que Jay me ofreció y me deleité con el sonido que esta emitió. Jay me hizo un gesto para que me sentara a su lado, y así lo hice.
Di un sorbo para que pudiera buscar sus palabras con tranquilidad. Se retorcía las manos de forma nerviosa, poniéndome histérica a mí, pero yo tenía una  ventaja, y era que me habían entrenado para no demostrar mis emociones y fingir que estaba de una manera cuando podía tener sentimientos completamente opuestos.
Mi director de teatro había hecho un gran trabajo conmigo, aunque estuviera feo que lo dijera yo.
Por la mañana habíamos quedado con Stan, Louis nos había presentado y habíamos dado una vuelta por Doncaster mientras los dos me enseñaban todo. Mientras Louis se ocupaba de las fans de su ciudad, Stan y yo charlábamos, tratando de conocernos mejor.
La verdad es que nos habíamos caído bien.
En ese momento, mientras su madre se preparaba para someterme a un interrogatorio/charla tipo comohagasdañoamihijotematomalditazorra, Louis se estaba duchando en el piso de arriba.
O secándose.
Porque se había duchado mientras yo estaba en el baño arreglándome para  salir esa noche de fiesta loca.
Party Hard.
All day.
All night.
Dj Malik.
Dj Malik.
-Supongo que ya sabes sobre qué quiero hablar contigo, ¿verdad, querida?-empezó Jay, tomando un sorbo de su té y sacudiendo la bolsita de las hierbas, nerviosa. Asentí lentamente-. Verás, Louis es bastante... Digamos "romántico", si podemos calificarlo así. Siempre lo da todo en las relaciones, cuando quiere a alguien, hace lo que sea por ese alguien. Y cuando la cosa no funciona, sufre mucho. Aunque no lo parezca, lo hace. Puede que pienses que es imposible, no hay más que verlo para creer que no se toma nada en serio, pero la verdad es que en los asuntos del corazón es muy cerrado, tiene claro qué es lo primero y le da la importancia máxima.
Asentí, y di un sorbo de mi CocaCola, preparada para enumerarle a mi suegra las razones de por qué lo era.
-El caso es-se apartó un mechón de pelo de la cara y me observó con los mismos ojos azules que su hijo-, que he estado... informándome. Bueno, en realidad, me he estado informando toda mi vida, es lo que suele pasar. Y sé que las latinas sois un tanto...-frunció el ceño, pensativa, tratando de encontrar la palabra adecuada sin ofenderme.
-¿Zorras? ¿Putas? ¿Promiscuas?-probé. Me miró con los ojos abiertos como platos, asintió lentamente.
-Sí... no te ofendas.
-Oh, no me ofendo, Jay. Tranquila. Estamos acostumbradas a que nos traten así por ser más... amantes del amor.
-Ya. El caso es que... sé que muchas os tomáis estas cosas como un juego, y quería decirte que si tú... estás... simplemente pasando el rato con mi hijo, si le haces daño... No me gustaría tener que hacerte nada, ¿sabes?
Me encogí de hombros y la miré, tratando de infundirle tranquilidad mediante mis ojos.
-Porque la verdad es que desde que estás con él, no sé, las cosas para ti han cambiado radicalmente. Pasas de que no te conozcan apenas en casa, a actuar en la ceremonia de Apertura de los Juegos delante de miles de millones de personas, algo que nadie ha conseguido en su actuación debut. De vivir en una pequeña ciudad al norte de tu país a venirte de vacaciones indefinidas a la capital del mundo. De no tener novio a estar nada más y nada menos que con mi Louis. Tienes que entender que eso causa... perspicacias.
Volví a dar otro trago de mi bebida, volví a encogerme de hombros y volví a mirarla, a la expectativa.
Se inclinó hacia mí.
-No voy a preguntarte si quieres a mi hijo, porque por lo que dijiste en la cena de ayer...
-No era verdad. Nada. Lo que siento por Louis no tiene punto de comparación con lo que dije ayer, va mucho más allá. Es como si hubiera hablado de un grano de arena en representación de todas las playas del mundo. Era una muestra minúscula, Jay. Créeme.
Esta vez fue ella la que se encogió de hombros.
-Digamos que no me hace gracia que tengas la fama que tengas por haber nacido donde has nacido.
-Si te sirve de consuelo, en España, y probablemente ya en toda Europa, soy un bicho raro. No sé, las chicas como yo, que nunca han bebido, no se han metido en discotecas a sobarse con chicos mucho mayores que ellas-cinco años, más o menos-, y no son de trasnochar escasean. Soy una especie en peligro de extinción. Y, la verdad, que nunca me haya acostado con un chico a mis quince años... casi dieciséis, me hace aún más extraña.
Jay alzó una ceja, sorprendida.
-¿Nunca has...?
-Nunca-negué con la cabeza.
-¿Ni con mi hijo?
Volví a negar con la cabeza.
-Pensé que...
-Sí, bueno, en realidad creo que a Louis le jode bastante que le esté haciendo esperar. O eso me parece a mí. Además, ¿y qué si lo hubiera hecho con Louis? Yo no pienso en él como la mayoría de las chicas; para mí no es el polvo de mi vida por hacer lo que hace. Para mí es bastante más, es... no te voy a decir que el padre de mis hijos porque al final todo se reduce a lo mismo, pero...  digamos que quiero pasar con él todo el tiempo que pueda, Jay. No te imaginas lo importante que es Louis para mí. Es cierto que cuando lo conocí-ante su gesto de curiosidad, aclaré:-, en persona, sí que pensaba en él como el miembro de la banda que tanto me gustaba. Pero nos fuimos conociendo, nos hicimos amigos, y al final, aquí estamos.
Asintió lentamente con la cabeza, los ojos entrecerrados, las manos cerradas alrededor de su taza de té. Dio un sorbo sin apartar la mirada de mí.
-Me caes bien, criatura-confesó, apartando la taza y cogiéndome las manos-. Me gusta cómo te mira mi hijo. Como si... brillaras. Aunque tienes que reconocer que todo te va mucho mejor desde que estás con él.
-He tenido suerte encontrándolo, supongo-me encogí de hombros-. De todas formas, si te sirve de consuelo, si realmente fuera a por él por lo que me puede dar y no porque siento algo, ya nos habríamos acostado. Probablemente habría hasta intentado quedarme embarazada-se estremeció, intenté pasar por alto esa reacción  clavando la vista en las flores de la mesa del salón-. Solo te diré una cosa. Di mi primer beso con quince años y diez meses. Tengo quince años y casi once meses. Si te digo que llevo con Louis casi un mes, bueno... solo tienes que echar cuentas.
Volvió a hacer las cejas en el mismo gesto de incredulidad que cuando le dije que no había hecho nada con Louis.
-¿Es el primero?
Asentí, sonriente.
-Menudo privilegio, ¿eh? Darle mi primer beso a Louis Tomlinson, el de One Direction. No todas las chicas pueden decir lo mismo-me aparté el flequillo de la cara y me eché a reír. Jay no tardó en unirse a mí, sin soltarme las manos. En realidad, no me molestaba el contacto con ella. Me transmitía algo parecido a una corriente de energía positiva, como la que me bañaba cuando estaba con Louis. Más suave.
-Perdona que te haya echado esta charla, pero...
-Eh, no pasa nada; lo entiendo. Necesitabas conocer a la chica que sale con tu hijo, y lo respeto-alcé las manos y sonreí-. Seguramente yo haga lo mismo con mis hijos cuando sea mayor.

Volví a la habitación y terminé de vestirme. Me pasé la camiseta de fiesta por la cabeza (Louis sonrió, ya que era la misma que llevaba cuando me sacó de las fiestas de mi pueblo aquella noche genial), me inciné en el espejo y comprobé mi pelo.
-Voy al baño a maquillarme-susurré mientras él revolvía en el armario, lanzando camisetas a la cama. Se inclinó hacia atrás y me miró con los ojos chispeantes.
-¿Quieres que te acompañe?
Me eché a reír, lo atraje hacia mí y lo besé.
-¿No te parece que sea capaz de maquillarme yo sola?
Se encogió de hombros.
-Boba.
-Bobo.
Se rió entre dientes, me besó en la frente y volvió a centrarse en la ardua tarea de elegir ropa.
Pero yo sabía que estaba pensando en lo mismo que yo.
Los dos recordamos lo que había pasado esa tarde, cuando nos empezamos a preparar para largarnos de marcha.

Llamé a la puerta del baño con los nudillos.
-¿Qué?
-Lou, soy yo. ¿Puedo pasar a peinarme?-pregunté, dándome la vuelta, pues pensaba que se iba a negar en redondo. Me sorprendió cuando me dio permiso con un simple "pasa".
Me aparté el pelo húmedo de la cara mientras colocaba el secador de pelo que Lottie me había prestado sobre el pequeño armario que había al lado del lavamanos.
Pasé la mano por el espejo empañado para observar cómo mis rizos luchaban por secarse al aire, intentando alzarse sobre el peso del agua que aún goteaba en las puntas. Cogí el cepillo y me peiné en silencio, escuchando el sonido del agua de la ducha correr.
Pensando en qué pasaría si me quitaba la ropa y me metía en la ducha con él.
Luchando por no hacerlo.
Luchando por no luchar por no hacerlo.
Sería tan fácil... tán... morboso...
Estaba absorta en secarme los rizos cuando el grifo se cerró, y él asomó la cabeza por la cortina de ducha.
Mis ovarios empezaron a dar brincos de alegría al ver su pelo húmedo y cómo sus ojos corrían de arriba a abajo por mi cuerpo. Me giré para mirarlo.
-¿Me pasas la toalla?
Me eché a reír, asentí, cogí una toalla del colgador y se la pasé. Volvió a meterse dentro de la ducha mientras yo volvía al secador.
Me tomó de la cintura y me obligó a girarme para mirarlo. Sus manos bajaron hasta mi culo y me animaron a ponerme de puntillas para devorarle la boca.
Salté y pasé mis piernas por sus caderas, justo sobre la toalla. Me cogió al vuelo y dejó que jugara con sus labios mientras le acariciaba la espalda húmeda.
No podíamos, no debíamos; estábamos en casa de sus padres, en el baño, no habíamos echado el pestillo, podría entrar cualquiera...
Pero teníamos tantas ganas, nos necesitábamos tanto... No era tonta, veía cómo me acariciaba por todas partes, cómo me pegaba contra él, intentando que me fundiera con su ser, convertirnos en uno solo.
La toalla se fue deslizando poco a poco hacia abajo, lo justo para que yo consiguiera controlar mis impulsos.
Por muchas ganas que tuviera de acostarme con él, aquél no era el momento. Ni el lugar.
Tampoco estaba tan mal esperar un poco, porque ya había comprobado lo que pasaba cuando tenías sexo demasiado pronto: Alba no paraba de discutir con Liam, y Harry se largaba todas las noches de fiesta, a "cazar", porque Noemí había  sido demasiado permisiva y se había abierto de piernas cuando debería haber sido como una puta monja.
Y yo no quería pelearme con Louis cada dos por tres.
Ni quería que Louis se largara por ahí a ponerme los cuernos porque yo le estaría esperando en casa solo para darle más placer.
Ah, no.
Eso sí que no.
Nos  miramos a  los ojos unos instantes. Me dejó en el suelo, sin despegar nuestras frentes ni nuestras narices. Sonrió.
-No te lances, ¿eh, Eri?
Le eché las manos al cuello y sonreí.
-Eres imbécil.
Pero lo besé.
Y lo hice con muchas ganas, feliz de que me devolviera el beso con la misma pasión que yo.
Sí, definitivamente aquello merecía la pena. Merecía que esperáramos al momento preciso.

Stan y Louis soltaban risas tontas con cada cosa que decían.
Más que borrachos, parecían colocados.
Se sentaron en las escaleras del bar mientras no paraban de reírse a carcajadas.
Me alegré de haber decidido que no bebería cuando era pequeña, si no, ¿quién controlaría que no apareciera la prensa para pillarlos de aquella manera?
Los dos me miraron un segundo, y se echaron a reír con más fuerza. Alcé una ceja. Las carcajadas cada vez eran más y más ruidosas, cada vez se esforzaban menos por disimular las miradas que dirigían a los componentes del sexo femenino (yo entre ellas como representante más cercana), y cada vez eran más descarados. Sobre todo Stan. Louis parecía recordar, vagamente, en un rincón de su mente, que yo era su novia y que mejor haría comportándose delante de mí.
Un grupo de chicos pasó delante de mí, se giraron a mirarme, silbaron, y sonrieron. Puse los ojos en blanco.
Bueno, en parte era culpa de mi novio, él había sido el que me había sugerido "sutilmente" (si decir, Eri, maquíllate un poco para que aparentes mi edad" tiene algo de sutil) que me echara unos años encima. Y sensualidad.
Vale, la sensualidad era cosa mía.
Pero no podía resistirme a hacerme un smokey eyes como Dios mandaba.
Mis acompañantes miraron a los chavales con cara de perro. Se habían metido en su territorio y eso no pensaban tolerarlo.
Rebusqué en mi bolso hasta encontrar el teléfono, llamé a Lottie.
Llegó con el coche unos diez minutos después de colgar. Entre las dos metimos a los chicos dentro, luego entramos nosotras y arrancamos.
Me quité los botines de tacón y miré hacia ellos, que no paraban de reír, histéricos.Lottie se atusó el pelo, observó por el espejo retrovisor a su hermano y a su amigo, negó con la cabeza y arrancó el coche. Luego señaló a mis botines, que coloqué cuidadosamente sobre mis piernas, tratando de que no ensuciaran mis leggins.
-Molan mucho.
Me los acerqué un poco a la cara, asentí un par de veces y me encogí de hombros.
-Aunque son agotadores.
-Quien dijo "para presumir hay que sufrir" se merecía un premio Nobel, te lo digo yo.
-Te hemos jodido la  noche, ¿verdad?
Hizo un gesto con la mano mientras Louis y Stan hacían ruidos de palomas, gritaban "Kevin, Kevin" y se reían más y más.
-Oh, sí, mi planazo de peli con cuenco de palomitas tamaño extra grande. Os mataré a los dos por sacarme de casa. Aunque he de reconocer que mi pijama es cómodo-se encogió de hombros y se detuvo en un paso de cebra, esperando que dos ancianas cruzaran. Fruncí el ceño.
-Creía que teníais por rutina acostaros antes de la puesta del sol.
Negó con la cabeza al tiempo que alzaba un dedo para señalar a las dos señoras que iban por la mitad del paso de cebra.
-Hay gente de Doncaster que se pasa esa norma por el forro, querida. Y en toda Inglaterra, en realidad. Aunque sí que es cierto que los españoles sois los que más aguantáis. He estado una vez en España y...¡buf!-sonrió, recordando sus vacaciones-, créeme si te digo que flipé con la facilidad que tenéis para trasnochar.
Asentí con la cabeza, sonriendo. Sí, sabía de lo que me hablaba; debajo de casa había un bar, y no era la primera vez que me despertaba un día de entre semana a las 4 de la mañana y había gente aún tomando algo en el bar.
This is Spain.
-De todas formas, concretamente esas señoras es porque tienen problemas de insomnio-alcé una ceja y la miré, curiosa-. Son vecinas nuestras. Al menos, una. La otra, no sé quién es.
 Lottie condujo por las calles de su ciudad mientras charlábamos de cosas intrascendentes, como, por ejemplo, la ropa que se llevaba ese año y la obsesión de la gente por pintarse las uñas de un color diferente cada una. A ella le resultaba demasiado extravagante.
A mí me daba una vagancia absoluta pensar siquiera en coger diez esmaltes diferentes, ir abriendo uno a uno e ir colocándomelos en las uñas. Simplemente no tenía paciencia para aquello.
Dejamos a Stan en su casa ante las protestas de Louis, que intentó desesperadamente ayudar a su amigo a quedarse en el coche para escapar luego; según su plan secreto, plan encubierto de tanto secretismo que lo hablaron a grito pelado con Charlotte y yo dentro del coche.
Lottie se vio obligada a bajar del coche y a tirar de un reticente Stan para meterlo en casa; incluso tuvo que amenazarlo con hacer que saliera su madre a recogerlo, a lo que Stan respondió zafándose de Louis y entrando en su casa a toda velocidad, pero con un sigilo que me dejó impresionada.
Tras eso, sacar a Louis del coche para meterlo en casa fue más fácil. No opuso una resistencia muy activa, sino que simplemente se negó en redondo a colaborar para acabar cuanto antes con la tarea, lo que haría que durara mucho menos. Lottie y yo tuvimos que tirar de él para sacarlo del coche, de los pies, aunque por lo menos no intentó agarrarse a los asientos.Solo cuando conseguimos colocarlo a la puerta y comenzamos a suplicarle que se levantara y caminara por sí mismo, ya que nosotras no podríamos con él, y no queríamos despertar a nadie de casa, volvió en sí el tiempo suficiente como para ver que iba descalza, sentir lástima por mí y decidir ir a su habitación por su propio pie.
Le di un beso en la mejilla  cuando se levantó.
-Gracias-susurré.
Me acarició suavemente la cintura, asintió y se tambaleó hacia la puerta. Suspiré, cogí el bolso y lo ayudé a subir hasta su habitación dejando que se apoyara en mí; Lottie venía detrás de nosotros para evitar cualquiera accidente.
Se tumbó encima de la cama y gruñó algo ininteligible. Decidí darle libertad para despotricar mientras me cambiaba de ropa y me ponía el pijama. Me quité el maquillaje lo más rápidamente posible, y estaba haciéndome una coleta cuando Charlotte se asomó a la puerta.
-¿Necesitáis algo más?
-Agua-ladró Louis, sin despegar la vista del techo. Charlotte asintió, me miró, negué con la cabeza, asintió y se marchó.
Me senté al lado de Louis mientras me preguntaba cómo iba a arreglármelas para ayudarle a cmabiarse de ropa (pues era evidente que no tenía intención alguna de hacerlo por voluntad propia) cuando entrelazó su mano con la mía.
Se incorporó y me miró.
-Todavía sé quién eres, por si te interesa saberlo.
Estudié su rostro con los ojos entrecerrados.  Cerró los ojos con pesadez, se los frotó, volvió a abrirlos y los clavó en las profundidades de mi alma.
Invitándome a nadar en ese azul infinito.
Desnudando mi interior.
Se inclinó y me besó en los labios, aunque no me hizo demasiada gracia que supiera a alcohol,  lo dejé hacer; en realidad ese regusto a cerveza y otras bebidas que no logré identificar sabían bien en él.
Charlotte entró en la habitación, esperó a que nos separáramos y le pasó el vaso a Lou. Tiró de las mangas del albornoz que se acababa de poner y esperó a que su hermano terminara.
-¿Cómo estás?
Louis se encogió de hombros.
-Siento haberte jodido la noche, Lottie.
Esta vez fue su hermana la que sacudió los hombros.
-Andrew lo entenderá.
La mirada de mi novio se volvió perspicaz.
-¿Andrew?
-Garfield-replicó ella, con toda la naturalidad del mundo.
Louis alzó las cejas, divertido.
-¿Te has descargado Spiderman y lo estabas viendo?
Lottie asintió, orgullosa. Cogió el vaso que le tendió su hermano, nos dio un beso en la mejilla a cada uno y se marchó tan silenciosamente como había venido.
Le tiré el pijama a Louis mientras cogía las cosas de mi bolso. Él lo cogió con gesto ausente, se cambió los pantalones y se quitó la camiseta.
Una parte de mí se alegró al comprobar que pensaba  dormir con el torso desnudo.
Oh, yeah, canturreó Harry en mi cabeza. Sonreí.
Se tumbó con las manos detrás de la cabeza y no se movió cuando me situé a su lado. Sus ojos se quedaron fijos en el techo, estudiándolo como si fuera la cosa más interesante del mundo.
-¿En qué piensas, Lou?-pregunté, acurrucándome contra él y paseando dos dedos por su pecho como había hecho él tiempo atrás. Me miró.
-En que mi hermana es una especie de Jack Sparrow. Y en que tal vez se haya descargado ilegalmente el álbum del grupo, lo cual no nos beneficia.
Me eché a reír, le besé la mandíbula y él se encogió de hombros, con cara de niño travieso al que han perdonado algo que sabe que no se merece.
-Ah, y gracias.
-¿Por qué?
-Por cuidar de mí-se notaba a la legua que el agua le había hecho mejorar considerablemente, aunque arrastraba aún las palabras. Me pregunté si el que estuviera solo tendría algo que ver. Supuse que sí-. No tenías por qué cuidarme ni nada por el estilo, pero lo has hecho.
-Eso es porque te quiero-me incliné hacia él y lo besé en la boca.
-Oh, y por evitar que Jack Sparrow me secuestrara y me llevara más allá de los siete mares, yiahó!-canturreó, y se echó a reír.
No pude evitar unirme a él, a pesar de que podríamos despertar a todos en la casa.

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