jueves, 23 de agosto de 2012

No llegaste aquí por generación espontánea.

-Nos vamos al agua-informó Liam, levantándose de la toalla y sacudiéndose la arena del bañador. Louis también se levantó, me tocó la pierna con el pie, sonrió cuando le saqué la lengua y se dirigió a por las tablas.
-¿Cogemos el neopreno, tío?-inquirió, paseando la vista de las olas a Liam. Harry estiró la cabeza para mirar a Louis  al revés, murmuró algo y este sonrió. Noe carraspeó, toqueteó un poco más en su BlackBerry y miró a Harry por encima de sus gafas de sol, pero él fingió no darse cuenta. Zayn le enseñó la pantalla de su móvil a Niall y los dos empezaron a reírse.
Liam se giró para mirar el mar.
-Igual estaba bien llevarlo, ¿eh?
-Me aborrece un montón-replicó Louis, revolviendo en la bolsa de la playa, haciendo que un par de gotitas de agua cayeran sobre mí.
-¿Entonces para qué preguntas?-sonrió Liam, divertido. Louis sonrió, lo miró, se encogió de hombros y arrastró una de las tablas de surf hasta él, y los dos enfilaron el camino hacia el agua.
Miré a Alba, que sacudía la cabeza al ritmo de Windows Down. ¿Que por qué lo sabía? Porque cuando llegaba la parte de Wohooo levantaba los brazos con las palmas hacia el cielo y ponía cara de velocidad. Le toqué el brazo, ella se sobresaltó y me miró.
-¿Qué?
-¿Nos vengamos?-pregunté, señalando hacia los chicos. Alba se incorporó un poco, estudió la forma en la que los dos remaban sobre la tabla, esperando a la ola ideal, y frunció el ceño.
-¿Cómo?
Suspiré, sonreí, y le conté mi plan. Le hablé de mi pequeña venganza por la gran ofensa que los dos nos habían hecho: nada más llegar a la playa y ponernos en bikini, ni siquiera nos dejaron echarnos crema la una a la otra; nos cogieron en brazos y nos llevaron corriendo al agua mientras les chillábamos que nos dejaran en el suelo. Y, justo cuando los dos entraron en el agua, les empezamos a gritar que no nos soltaran.
Liam fue un poco más clemente con su chica y la dejó en el suelo cuando el agua le llegaba a ella a las rodillas. La culpa de haberse mojado entera era de Alba, que al dar un salto para evitar una ola se cayó.
Pero Louis conmigo fue un cabrón. Entró y entró en el agua hasta que el nivel de esta comenzó a llegar hasta mí, entonces, cogió impulso y me lanzó hacia delante.
Fueron los dos segundos más angustiosos de mi vida, mientras surcaba el aire a la espera de caer al agua helada.
En la pequeña playa del pueblo de Alba, según nos había contado ella, antes atracaban barcos. No barcos tipo trasatlánticos (también conocidos como Titancs En Potencia), pero sí barcos lo suficientemente reglamentarios como para llevar anclas. Con la llegada de la pesca industrial, los pequeños barquitos que allí atracaban se vieron asfixiados y abandonados.
La madera se podría.
Pero el acero no.
¿Y qué estaba hecho de acero?
Las anclas.
Nos levantamos ante la atenta mirada de los demás. Les dijimos simplemente que íbamos a nadar un poco, y ellos enseguida se dieron por satisfechos; pero, en vez de ir directamente hacia el agua, nos metimos por las rocas donde había pequeñas piscinas naturales.
Tras rebuscar un par de minutos, una montando guardia mientras la otra se sumergía desesperada escrutando el fondo marino con las gafas de buceo, nos hicimos con un par de anclas, una para cada una. Nos aseguramos de que las cadenas fueran lo suficientemente largas como para permitirnos llegar bastante lejos de la orilla, y nos metimos en el agua. Nadamos a duras penas, arrastrando el peso de los grandes objetos de acero y quejándonos porque las olas grandes removían el fondo marino lo suficiente como para arrastrar las anclas un par de metros hacia atrás, de modo que teníamos que tirar con especial fuerza.
Mientras una se mantenía en la superficie, sujetando las cadenas de manera  que no se hundieran y luego nuestras pequeñas ayudantes fueran irrecuperables, la otra buceaba en busca de algún lugar en el que apoyarnos en caso de que nuestras amiguitas nos fallaran para que nuestra venganza no se viera puesta en peligro.
Pero no tuvimos suerte, así que jugamos todo a una carta.
No estábamos seguras de si Lou y Liam nos habían visto entrar en el agua, pero poco nos importaba. Hicimos varias pruebas para asegurarnos de que mi plan funcionaría, bajando hasta el fondo e impulsándonos en él para salir disparadas hacia arriba, y de paso acostumbrar a los pulmones a semejante ejercicio (como Alba había estado en el club de natación unos años atrás no le costó demasiado esto, pero yo tuve que sumergirme unas 20 veces antes de declarar que me creía capacitada para esperar bajo la superficie).
Nos movimos un poco más hacia el lugar donde Louis y Liam se preparaban para cabalgar las olas. Entonces, solo nos quedó esperar a que ellos encontraran una buena ola para que la surfearan.
Cuando vimos que se preparaban para coger una de un tamaño considerable, sumergí la cabeza y apreté el brazo de Alba.
Preparada, le dije con ese gesto.
Y ella me siguió hacia el fondo, tirando de la cadena que sujetaba el ancla con una furia incontrolable.
Nos apoyamos abajo, agarrando las cadenas tan fuerte como pudimos, hasta que un par de segundos antes de que llegaran, Alba y yo nos propulsamos hacia arriba con las manos por delante, cada una a la  cada de la tabla de su chico.
El impacto fue tan bestial que solté todo el aire que había guardado.
Pero conseguí tirar a Louis de la tabla.
Y vi que Alba lograba su objetivo también.
Los chicos al principio se mostraron confundidos, hasta que escucharon nuestras risas y las de los que estaban en la orilla, espectadores curiosos pero mudos de todo nuestro plan y nuestra preparación para llevarlo a cabo.
Alba nadó hasta la tabla de surf de Liam y se encaramó a ella, llegando a subirse un poco después y dejando que su novio la arrastrara por la playa.
Louis buceó hasta mí y me cogió de la cintura.
-¡Eres mala!-sonrió-. ¿Querías vengarte, eh?
Su boca estaba tan cerca de la mía, sus susurros eran tan seductores...
-Sí-murmuré, sin apartar la vista de sus labios, deseando que los fundiera con los míos.
-Necesitabas hacerlo, ¿no es así?
Asentí otra vez.
-Y luego todavía tienes la poca decencia de decirme que me quieres-una de sus manos voló hasta mi espalda, justo el lugar donde tenía anudado el bikini, y deseé que me lo quitara y me hiciera el amor en el agua.
-Y lo hago.
-Pero eres mala conmigo-gimió, me apretó contra él y me besó apasionadamente. Nuestras lenguas jugaron la una con la otra, ya eran viejas conocidas y amigas, mientras nuestras bocas luchaban por devorar lo más rápidamente posible al otro.
Cuando por fin nos separamos, estábamos lejos de la costa, pero, lejos de ponerme histérica, simplemente me apoyé contra la tabla al igual que él y comencé a patalear con todas mis fuerzas.
En realidad, lo que deseaba era dejarme llevar por la corriente y que esta nos arrastrara a la típica playita idílica que siempre salía en las películas, donde los protagonistas podían enrollarse a gusto sin nadie que los observara.
Alcé las manos en un gesto de disculpa ante la actitud preocupada de los demás, que nos habían visto alejarnos más y más, adentrarnos en mar adentro sin que nosotros hiciéramos nada por impedirlo.
Louis me cogió de la cintura y tiró de mí de vuelta al agua, esta vez sin tabla.
Mientras nos salpicábamos el uno al otro y nos hicimos de rabiar, él me miraba como si fuera una estrella fugaz en una noche encapotada.
Y esa mirada me arrastró de vuelta al día siete de ese mismo mes.

Noté su presencia incluso antes de despertarme, claro que no me di cuenta de que estaba allí hasta que lo vi. Tenía en tan poco estima a mis instintos cuando me despertaba que había aprendido a ignorarlos en ese momento del día.
Me incorporé un poco en la cama y observé cómo toqueteaba suavemente la pantalla del iPhone. Casi la acariciaba.
Deseé desesperadamente ser aquel teléfono.
-Buenos días, nena-saludó sin mirarme si quiera. Asentí, me destapé y gateé hasta colocarme a su lado. Le besé en el cuello.
-Buenos días, amor.
Sonrió.
-¿Sabes qué día es hoy?
Hice cuentas con la cabeza, estudiando el tiempo que había estado en Londres.
Había llegado un viernes, al viernes siguiente actué en la ceremonia de apertura de los Juegos, luego, el martes me fui a Doncaster, volví el jueves, el viernes me metieron en el Parlamento y tuve la bronca con Elton John (había sido jodidamente inteligente por mi parte, pero tenía una lengua kilométrica que a veces era muy difícil de controlar, como el látigo de Indiana Jones, al que solo podía controlar Indiana Jones tras milenios de experiencia), y habían pasado un par de días en los que me había dedicado a hacer el vago, arrastrándome de la cama a la cocina, de la cocina a la piscina, de la piscina al salón y del salón a la cama.
Si tenía que matar a alguien para mantener mi ritmo de vida tal y como estaba, lo mataría.
A no ser que fuera uno de los chicos.
O las chicas.
O Taylor Lautner.
Oh, Dios. No le pondría un dedo encima a Taylor Lautner.
-¿Lu...nes?-pregunté, no muy segura de mí misma, y me encogí de hombros.
Louis sonrió. Se giró hacia mí y contempló mi cara de recién levantada, mi pelo rubio oscuro despeinado y revuelto en rizos imposibles, mis ojos somnolientos que luchaban por enfocarlo desesperadamente...
-Siete-concluyó, besándome suavemente en los labios.
Abrí los ojos y lo miré sorprendida.
-¿Siete? ¿Ya?
Se echó a reír.
-Te lo pasas bien conmigo, ¿eh?
-Contigo sufro, pero los demás me ayudan a llevar este infierno un poco mejor-bromeé, echándole los brazos al cuello y acariciándole la nuca. Louis cerró los ojos y disfrutó de ese suave contacto. Yo sabía que le encantaba, por eso lo hacía cada vez que me era posible.
Fuimos a desayunar y todos nos felicitaron por nuestro primer mes juntos, sonrientes.
Y luego, nos dejaron para "ir a hacer unas compras", lo que venía siendo "dejaros solos por si os apetece hacer actos de intimidad,(codazo), ya sabes (guiño), colega , (guiño, codazo, guiño, guiño, salto hacia atrás y huida haciendo la croqueta)", según Harry.
Pero, a pesar de la sugerencia de Ricitos, Louis no me presionó. Ni siquiera lo sugirió.
Y eso me hizo quererlo muchísimo más.
Me llevó a dar una vuelta por Londres, a sitios donde no había estado todavía pero que sabía quería visitar, como, por ejemplo, el London Eye, a donde quería haberme subido la primera vez que pisé la capital británica, pero mis profesoras no me dejaron porque "era perder mucho tiempo" (pero luego pudimos disfrutar de una comida de 1 hora en los jardines de la reina y de observar a una puta furgoneta del correo salir de Buckinham Palace durante 25 minutos, para eso sí había tiempo); la pequeña Iglesia situada al lado del Parlamento, el metro (era un bicho raro y lo sabía, Louis lo sabía, pero no dijo nada cuando le pregunté si podíamos meternos en el metro, simplemente arqueó las cejas y se encogió de hombros), o la estación de tren que salía en Harry Potter. Tenía pensado corretear hacia la pared del andén 9 para entrar al 9 y tres cuartos, pero en cuanto vi la  enorme cola que había con tal fin, me di por satisfecha.
No fue hasta el inicio de la caída del sol en el cielo cuando decidió llevarme a buscar mi regalo. Aunque protesté por el secretismo con el que lo rodeaba, y cuando me puse demasiado pesada me comió la boca en medio de la calle, con un montón de fans delante y con algún que otro paparazzi por ahí, consiguió no decirme qué iba a regalarme hasta que no fue absolutamente necesario.
Al principio no entendí a qué íbamos al estudio de grabación cuando entramos.
Hasta que, en el ascensor, se decidió a explicármelo. Dos palabras.
Colaboración.
Y Valerie.
No podía ser verdad, pero en efecto, lo fue.
En comparación, mi pequeña carta de amor era... una mierda. Pero lo que contaba era la intención, ¿no?
¿Qué culpa tenía yo de que Louis no tuviera pinta de romántico pero sí que lo fuera? ¿Acaso debía comerme el coco si creía que él me iba a regalar cualquier tontería de esas que se regalan en el primer aniversario? ¿Mesversario? ¿Lo que sea? ¿Por qué no paro de preguntar cosas si nadie me va a contestar
Si me hubiera enterado antes de cuáles eran sus planes, me habría dejado de cartas y le habría regalado algo más importante, más especial, algo que él deseaba más.
Mi virginidad.
AHJAJAJAJA. No. Es coña.
¿O tal vez no?

Me desperté sobresaltada en mitad de la noche, sorprendentemente tapada hasta arriba con la sábana de mi cama de mi habitación de mi casa en el pueblo. Habían pasado un par de días desde lo del surf, y un par de horas desde la twitcam donde Louis y yo hicimos "oficial" (si las fotos de los paparazzi no eran ya lo suficientemente "oficiales") lo nuestro delante de todas las Directioners.
Bueno, todas, todas, no.
Trescientas mil de ellas.
Pero seguramente ya lo sabría todo Twitter. Y seguramente mi cabeza tuviera precio ya.
Observé la habitación en penumbra debido a la luz de las farolas que entraba por la ventana abierta (si cerrabas la ventana debías prepararte psicológicamente para asarte vivo), y detecté ciertos cambios en la sala.
De repente, Noe había crecido 40 centímetros.
En una sola noche.
Era jodidamente fascinante, y ella debía de estar loca de contenta.
Oh, y también ganó peso, pero sobre todo en músculos: sus bíceps habían aumentado de tamaño, los músculos de su espalda se marcaban más ahora que iba sin camiseta, los hombros eran más fuertes... Ah, y el pelo. De repente era corto, en forma de tupé hacia arriba y castaño.
Dios.
Noemí estaba bueno.
Y todo en una noche.
Mi cerebro empezó a trabajar a la velocidad de la luz.
Los chicos estaban en casa. Estábamos en mi pueblo. Íbamos a dormir separados (cada uno en su cama y Dios en la de todos) porque mis padres iban a estar en la casa de al lado y podrían dejarse caer si les apeteciera.
Pero era evidente que en cuanto mis padres se metieran en la cama aquellas normas iban a irse a tomar por el culo.
Y si Liam y Alba habían arreglado las cosas y se habían pasado la semana compartiendo cama (Igual que Lou y yo, pensé sintiendo un pinchazo en el corazón), ¿por qué iba a ser diferente?
-¿Liam?-pregunté, y su chica levantó la cabeza mientras él se giraba hacia mí.
-¿Te hemos despertado?-susurró, preocupado. Sacudí la cabeza mientras me frotaba los ojos, devorando a Liam con la mirada (al fin y al cabo todas hacíamos lo mismo con los demás, aunque las tres tuviéramos a nuestro preferido elegido, de vez en cuando molaba echar un vistazo a nuestros amigos, que para algo estaban buenísimos) y notaba que Alba me acuchillaba, me crucificaba y me sacaba los intestinos con los ojos.- Alba fue a buscarme en cuanto tus padres apagaron la luz de la otra casa, espero que no te importe.
Volví a sacudir la cabeza.
-No... Solo... si vais a hacer cochinadas, avisadme para que me ponga tapones y un antifaz. O mejor, me largaré. ¿Vale?-me puse las chanclas y los miré a ambos. De repente, los ojos de Alba tenían un brillo travieso, ya no me odiaba; me adoraba por aquella sugerencia. Asintió lentamente mientras Liam mostraba su conformidad, un poco azorado por mi franqueza.
-¿A dónde vas?-preguntó ella, inclinando la cabeza hacia un lado.
-Voy al baño y de paso a ver si me despejo un poco, tengo... bueno... he tenido, más bien. Sí-asentí con la cabeza mientras observaba el lento balanceo de mis pies, intentando desechar aquellas imágenes-, una pesadilla. Nada más. No os preocupéis. Seguro que se me olvida en seguida. Siempre se me pasan.
Ella volvió a mover su cabeza en un gesto de mudo asentimiento mientras Liam me seguía con los ojos. Me apoyé en la puerta y los miré.
-¿La cierro?
Se miraron un segundo.
-Por favor.
Sonreí.
-Usad condón, ¿eh? No quiero miniLiams ni miniAlbas correteando por aquí.
Se echaron a reír, y cerré la puerta.
Me encaminé hacia el baño y observé mi reflejo en el espejo, deseosa de ir a buscar a Louis.
A por tu caballero andante, princesa.
Estaba a punto de bajar las escaleras cuando me fijé en que la puerta al balcón estaba abierta.
Y nosotros nunca la dejábamos así.
Asomé la cabeza, y la verdad es que no esperaba encontrármelo allí, contemplando las estrellas con su típico pijama de Coca Cola.
-¿Lou?
A pesar de que tenía los auriculares puestos, me oyó, y se giró.
-¿Eri?
Me acerqué a él y me senté a su lado, con la espalda apoyada contra la pared. Automáticamente me pasó un brazo por los hombros y me acomodó contra su pecho.
-¿No podías dormir?
Negué con la cabeza.
-He tenido una pesadilla-gimoteé. Asintió lentamente, me besó la cabeza y se ofreció a escucharla.
-¿Quieres contármela?
-La verdad es que sí.
Detuvo la música del teléfono y se quitó los cascos, invitándome a comenzar con los ojos. Me aparté el pelo de la cara y clavé la vista en el horizonte (que consistía en la silueta de las montañas recortadas contra el cielo nocturno).
-No me acuerdo del principio. Creo que estaba en una tienda. Con muchas joyas. No me decidía por ningún colgante-estuve media hora contándole gilipolleces, y él no me interrumpió ni una sola vez, lo que le daba más y más puntos en la competición del Hombre Perfecto de la Historia. De vez en cuando, cuando sentía que me ponía tensa, simplemente me acariciaba la cintura, apretaba suavemente los dedos contra mi piel o me besaba en la cabeza, como diciéndome en silencio que me tomara el tiempo que necesitara para escoger las palabras adecuadas-... El caso es que no sé qué pasaba, pero de repente había una amenaza de una bomba atómica y nos teníamos que meter en una especie de búnker gigante, todo súper automatizado, como en 2012. ¿Has visto 2012?-sonrió y asintió-. Bueno, pues de ese estilo, creo. Estaba histérica porque no encontrábamos a los demás, pero al final nos reunimos todos a la entrada, y bajamos en el mismo ascensor. Bajamos muchísimo, un montón de plantas, hasta que finalmente encontramos los sitios donde pasaríamos el tiempo hasta que nos dijeran que podíamos salir. No sé por qué, de repente tú y yo estábamos en el nivel más alto, el de antes de la superficie. Faltaba un minuto para que las puertas se cerraran herméticas, y tú... Simplemente me besaste, me dijiste que todo iba a salir bien, y yo estaba como loca. En serio. Tenía un pánico...
Me quedé en silencio, y él sabía que faltaba algo. Que aquello no se había acabado.
Sintió que yo necesitaba que me preguntara qué pasaba luego.
-¿Qué pasó luego?
-Te separaste de mí-susurré, mirándolo a los ojos por primera vez desde que empecé a narrarle mi sueño-. Te metiste en el ascensor, justo en el último segundo, cuando se cerró la puerta, para que no te pudiera seguir. El ascensor era de cristal, y Dios... Lou... me miraste de una forma, que... no la voy a olvidar en la vida. Se me rompió el corazón la manera en que me miraste. Yo solo quería ir contigo, aunque fuera a morir, me daba igual... me abandonaste... te largaste sin decirme que ibas a hacerlo...-no pude  contener las lágrimas, y él me achuchó mientras sollozaba en su pecho. Me acarició el pelo y me suplicó que dejara de llorar, que él estaba aquí, que no me iba a dejar.
Pero yo seguía viendo al Louis de mi sueño, el que era idéntico al que ahora me abrazaba. Y aquel Louis seguía mirándome con una tristeza absoluta, seguía subiendo por aquel ascensor infernal. Y sabía que no volvería a verlo nunca en la vida.
Y yo no quería vivir sin ver aquellos ojos. Ni quería ver aquella mirada, pero no podía apartar la vista de mi chico.
Sin embargo, mi Louis real, el que me abrazaba bajo las estrellas, no me dijo que nunca me haría eso.
Sino que me dejó paralizada cuando me dijo que tal vez no querría pasarse el resto de su vida encerrado como una rata.
Se encogió de hombros cuando lo miré.
-No me agrada mucho, ¿sabes? Prefiero morir libre, y esas cosas...
Le puse un dedo en los labios.
-Me importa una mierda el sueño en general. Me importa una mierda que nos tiren ahora mismo una bomba encima, ¿sabes?-susurré. Me miró, muy serio-. Lo único que me importa es que me dejaste sola, te fuiste sin despedirte.
-Si te dijera a dónde iba seguramente querrías ir conmigo, ¿verdad?
No contesté, y él sonrió.
-¿Te crees que me gustaría que murieras por mí?
-¿Te crees que me gustaría vivir sin ti?-protesté. Me apartó un mechón de pelo de la oreja.
-Eso es muy bonito.
-Y tú en mi sueño eras un hijo de puta. Bonito, pero un hijo de puta.
Se encogió de hombros.
-Alguna pega debía tener, ¿no?
Siguió acunándome mientras mirábamos las estrellas, sumidos en nuestros pensamientos.
-BooBear...
-Mmm.
-Prométeme que no me harás eso jamás.
Apoyó la barbilla en mi cabeza y no contestó.
-Louis.
-¿Qué?
-Por favor. Es muy importante para mí. Por favor.
-Está bien-suspiró-, te lo prometo. Seguramente me arrepienta, pero te lo prometo.
-Quiero morirme si tú te mueres.
-Eso decís todas-replicó, volviendo a suspirar. Me giré y lo miré.
-¿Qué?
-Nada.
-¿Cómo que eso lo decimos todas?
Se encogió de hombros.
-Sí, lo decís todas. Ay, Louis-puso voz de chica y yo luché por no sonreír-, de veras, eres el hombre de mi vida. Sí, ya lo veo cuando te enrollas con mis amigos a mis espaldas, ¡PUTA! Ay, Louis, sin ti es que me muero. ¿Entonces por qué sigues respirando después de dejarme? ¡ZORRA!
Apoyé la cabeza en su hombro.
-Sabes que yo no te haría eso-le acaricié la mandíbula, y él se estremeció.
-Te lo tomas a cachondeo, y nunca me crees cuando te digo que lo nuestro es diferente a lo que he tenido antes...
-Y lo que yo, y lo que yo-asentí enérgicamente, y él se echó a reír.
-¿No era tu primer novio?
-Pues por eso lo digo-le besé el mismo lugar donde antes estaban mis labios, y él volvió a estremecerse.
-Y.. no sé. Es diferente. Lo que hicimos en Doncaster...-sonreí, él sonrió y bajó la vista hasta posarla en mis labios-, lo de la ducha no, boba. Lo otro. El beso. Nunca lo había hecho con ninguna chica antes.
Escuché los latidos de su corazón sin dejar de observar cómo escrutaba él el cielo. Suspiré.
-Te quiero-musité. Las comisuras de su boca se elevaron en una media sonrisa.
-Yo también te quiero, nena-me besó la frente.
Me ofreció un auricular, lo acepté, me lo llevé al oído y escuché sus canciones. No es que me apasionaran, pero si a él le gustaban, para mí tenían cierto encanto.
Entrelacé mis dedos con los suyos.
-¿Tú tampoco podías dormir?
Negó con la cabeza, me miró un segundo y me confió:
-Te necesito en la cama para poder dormir. Me he acostumbrado a sentirte a mi lado-volvió a clavar la vista en el cielo y esperó mi gemido de "Aw, qué mono, Lou", que no tardó en llegar.
-No quería que te enfadaras porque no pudiéramos dormir juntos toda la noche-me disculpé. Él se encogió de hombros.
-No le caigo bien a tu padre, pero de todas formas...
-No le caerá bien nadie que quiera acostarse conmigo, Louis. No te lo tomes como algo personal-lo interrumpí. Se echó a reír.
-¿Te crees que tú llegaste al mundo por generación espontánea?
-No, pero simplemente me están... protegiendo. Ya sabes. Normalmente, la gente normal duerme junta cuando lo han hecho. Nosotros somos  raros.
-Tú eres la rara.
-Cierra la boca.
-Rara, rara, rara-canturreó, riéndose. Fingió ofenderse cuando le di un empujoncito en el hombro, pero enseguida retomó su canción-. Y, de todas formas, tampoco me parecería tan escandaloso que lo hiciéramos. Sí, podríamos hacerlo, ¿y qué? Eso es porque nos queremos, porque estamos a gusto el uno con el otro, y punto.
-Pero sabes lo que eso conlleva.
Se encogió de hombros.
-Será que hay pocas formas de evitar que te deje embarazada.
-Aun así puede pasar. Y, reconócelo, no te molaría que de repente me quedara embarazada y trajera un bebé al mundo con dieciséis años.
-Depende.
-¿De qué?
-De si es niño-se quedó pensando un momento, observando el cielo-. Si es niño, no me importaría-me guiñó un ojo, y yo me eché a reír.
-Ya, pero a mí sí, ¿sabes? Qué va. No podría parirlo. Me quedaría seca. Y si fuera niña te iba a hacer una gracia que me muriera por una cría que te cagas-asentí enérgicamente, pero él negó con la cabeza.
-La cuidaría y la querría porque sería nuestra hija.
-¿Y si no fuera tuya?
-La cuidaría y la querría igual porque sería tu hija.
-¿Y si fuera de Taylor?
Miró al cielo con semblante serio, y yo me eché a reír.
-Entonces me lo pensaría. Oye, estás consiguiendo que le coja asco. Debería darte vergüenza.
-Lo de antes ha sido sexista. Y cruel. Y egoísta. ¿Y si yo no quiero tener hijos, qué?
Bueno, en realidad me moría por envejecer en una casa llena de críos, pero eso me lo guardé para mí.
-Entonces podemos ir dejándolo ya-sugirió, muy convencido. Alcé las manos al aire.
-¡Vale, vale!
Le arrebaté el móvil y deslicé el dedo por la pantalla, leyendo las canciones que tenía allí guardadas.
-¿Qué pinta tendrían?
-Ojos marrones.
-Joder.
-Joder al cuadrado. Me gustaría que tuvieran tus ojos, Lou, pero... ya sabes. El gen dominante elimina al recesivo.
-Hasta en la genética tenías que mandar tú-se quejó, con gesto fastidiado. Sonreí.
-Es lo que hay.
Seleccioné la canción que estaba buscando y me pequé un poco más contra él cuando nuestras voces sonaron juntas, recordando aquella noche.
-Reconoce que eso no te lo haría tu querido Taylor.
Sonreí, asentí con la cabeza, alcé los ojos y le besé.
Sus dedos buscaron los míos y jugaron con ellos, como quien no quiere la cosa.
-¿Cuándo podré visitar vuestro lecho, milady?
No pude evitar una risita.
-Seguramente ya, milord.
-Perfecto. Tengo sueño. A dormir.
Se levantó y me tendió una mano, ayudándome a levantarme. Le hice un gesto para que se detuviera a escuchar, por si Alba y Liam estaban haciendo algo interesante, y aproveché para saludar a Noe, que dormía sola en la habitación de al lado.
-¿Lo habéis hecho?
Puse los ojos en blanco.
-¿Y a ti que te importa?
-Tengo ganas de que lo hagáis. De verdad. Sois tan monos...
Sonreí, me puse de puntillas y le susurré a Louis que a Noe le apetecía que lo hiciéramos.
Se giró en redondo y la miró.
-Te conseguiré entradas de primera fila cuando llegue el momento, pequeña.
Y los tres nos echamos a reír.

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