lunes, 13 de agosto de 2012

Me apetece tanto verte como que me corten la cabeza.

Primero, hubo un sonido de puertas abriéndose y cerrándose. A continuación, pasos por todas partes; unos que trataban desesperadamente de ser sigilosos, otros que parecían seguros de sí mismos, y dos pares que correteaban de aquí para allá con energía mañanera.
Saqué la cabeza de debajo de la almohada y miré a mi alrededor. Por la ventana se colaba ya suficiente luz como para pregutnarme por qué había tardado tanto tiempo en despertarme, los pósters de la pared tenían un brillo un tanto siniestro, dado que a casi ninguna persona allí plasmada se le veía la cara al completo, y el espejo del armario devolvía la luz hacia la pared, como si allí hubiera un túnel.
Entonces, al darme cuenta de que no conocía ese sitio, lo recordé todo.
Doncaster.
La casa de los padres de Louis.
La habitación de Louis.
La cama de Louis.
Louis.
Me sonrió y me besó en la frente, pero yo estaba paralizada de miedo. Porque, a ver, tenía la costumbre de contarme entre las mortales; los típicos especímenes de la raza humana que estaban hechas un desastre cuando se levantaban.
Joder, no era Julia Roberts. Ni Mila Kunis. Ni Marylin Monroe.
Ni Audrey Hepburn.
Salí de la cama de un brinco y corrí hacia la puerta.
-¿A dónde vas?
-¡A arreglarme!-ladré, sin siquiera mirarlo.
Se echó a reir justo cuando mis manos alcanzaron el pomo y lo agarraron, desesperadas.
-¿Sabes que vas vestida solo con mi camiseta, no?
Mis rizos botaron, se estiraron y contrajeron cuando giré la cabeza a toda velocidad. Nada tuvo que envidiar ese movimiento a los de Victoria en Crepúsculo/Luna Nueva. La de Eclipse ya no molaba tanto.
Bueno, la de Eclipse se movía mejor.
Mierda, la de Eclipse salía más.
Ni siquiera me fijé en su pecho desnudo, ni en la sonrisa seductora que me dedicó, ni en cómo palmeó la cama a su lado para que volviera a ella.
Estaba demasiado ocupada abalanzándome hacia mi antiguo sitio, intentando que no viera mis pintas mañaneras.
No pudo por más que carcajearse cuando me envolví con la sábana, apropiándome de ella entera, llegando a dejarlo totalmente destapado, y me enrollé dentro de ella como si fuera una oruga preparándome para metamorfosearme en mariposa.
-¿Pero qué te pasa, nena?
-No quiero que me veas-susurré, dándome la vuelta bajo mi escondite.
Casi podía ver cómo se aguantaba la risa ante semejante crisálida gigantesca con acento Californiano.
Mierda.
-Y eso, ¿por qué?
La crisálida gigante se sacudió cuando me encogí de hombros. Me colocó una mano sobre ellos, y me obligó a girarme. Levantó un poco la sábana, lo justo para que mis ojos se encontraran con los suyos.
-Porque estoy horrible-musité, haciendo pucheros.
-Yo no lo creo.
-Tú no tienes lagañas como piedras en los ojos, chaval.
Oh, en ese momento lo odiaba. El pelo un poco alborotado, eso sí, pero eso le daba un aspecto un millón de veces más mono, los ojos un pelín enrojecidos. Pero ni una lagaña, ni nada de nada.
¿Por qué él y no yo, Jesucristo?
Me destapó poco a poco; al principio traté de resistirme y agarré la sábana, pero cuando él sacudió ligeramente la cabeza y levantó las cejas, la solté. Asintió lentamente y estudió todo mi cuerpo.
Luego estudió mis ojos.
-No tienes nada.
Volví a saltar fuera de la cama y corrí al espejo.
Nada.
Mi flequillo estaba loco, rizado a un lado de mi frente. Pero por lo demás, nada.
Oh, señor.
Oh, karma.
Oh, quien seas.
¡GRACIAS, JESUCRISTO!
Me giré en redondo para mirarle, e iba a decirle algo cuando consultó el reloj. Hizo una mueca de disgusto, y comenzó a buscar sus pantalones.
Se tiró fuera de la cama y se arrastró por el suelo, tratando de encontrarlos, cuando se quedó quieto, con la cabeza alta, escuchando. Me recordó a un soldado.
Lo imité.
Y oí pasos acercándose.
Saltamos a la cama (conseguí coger sus pantalones de paso y se los acerqué), nos tapamos con la sábana y fingimos estar dormidos justo un segundo antes de que sus hermanas entraran corriendo en la habitación.
Fizzy hizo un sonido con los labios para indicarles a las pequeñas que no hicieran ruido, mientras Lottie se quedaba a la puerta, en silencio, seguramente observando con una sonrisa sarcástica en los labios la ropa desperdigada por el suelo.
Entre otras cosas, mi pijama.
¡GRACIAS, JESUCRISTO!
-¿Están dormidos?-preguntó una de las gemelas. Louis alzó la cabeza, con ojos somnolientos, hizo como que masticaba algo varias veces y las miró.
-¿Qué?-murmuró, frotándose los ojos y observando su habitación con la misma expresión que debí de hacerlo yo. Aproveché su movimiento para incorporarme un poco y mirar a las gemelas, que se estaban subiendo a la cama.
-¡HOLA!-bramaron las cuatro chicas a la vez. Daisy/Phoebe se lanzó hacia mí y me abrazó el cuello. Le acaricié la espalda mientras su clon hacía lo mismo con su hermano.
-Vamos a despertar a papá y mamá, Lou-urgió Fizzy. Louis sonrió, asintió con la cabeza y ayudó a bajar a las pequeñas.
-Vamos ahora-las instó a salir de la habitación con un gesto de la mano mientras con la otra se rascaba la nuca. Lottie alzó una ceja, una media sonrisa en sus labios, y franqueó a sus hermanas fuera de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Me dejé caer contra la almohada y tomé aire de una bocanada. Se volvió a mirarme, se apoyó en un costado y me sonrió.
-Bienvenida a la casa de los Tomlinson, milady. Aquí hay emociones fuertes desde el minuto uno-cerró los ojos y se rió en silencio. Sus manos comenzaron a pasear por mi torso. Deseé no llevar puesta su camiseta.
Me acordé de lo que habíamos estado a punto de hacer la n oche anterior, cómo perdí el control cuando sentí cuánto deseaba hacerlo. Sonreí, cogí su mano y me la llevé a los labios.
-¿Has dormido bien?
-En realidad, no. Roncas.
-Mentiroso.
-Compulsivo. Sí, he dormido bien, ¿y tú?
-Muy bien-aseguré, acurrucándome contra él. Sus manos volaron a mi cintura, Dios, me encantaba cuando hacía eso-. He soñado con algo, pero no lo recuerdo-fruncí el ceño; normalmente recordaba mis sueños.
-Ya, yo soñé algo antes de...-señaló mi camiseta, asintió cono un galán y me guiñó un ojo. Esta vez fui yo la que comenzó a reírse. Miró su habitación, la ropa tirada por el suelo, la bolsa con la ropa que nso habíamos traído en un rincón, negó con la cabeza, y luego posó sus ojos en mí-. Oh, se me olvidaba.
Fruncí el ceño, dedicándole una media sonrisa. Se inclinó y posó sus labios sobre los míos.
-Buenos días.
Le acaricié la mejilla.
-Buenos días.
Nos vestimos a toda prisa (me dirigió una mueca de disgusto cuando lo obligué a darse la vuelta para cambiarme de ropa interior, ya sabes, todavía no me había visto desnuda y tampoco había una prisa infernal por ello... en realidad sí, pero me gustaba hacerle sufrir. Era una cabrona) y salimos de su habitación. Las chicas nos esperaban impacientes frente a la habitación de sus padres. Louis se inclinó a susurrarme al oído:
-Bueno, ahora empieza la función. Estáte de público, ¿crees que podrás?
Sonreí, asentí y le apreté la mano. Él y las continuas alusiones al grupo de teatro y a la actuación. Pero no iba a convencerme para que le diera los DVDs de las actuaciones. Ah, no.
Me negaba en redondo a que me escuchara con mi acento de mejicana diciendo "ahorita no me acuerdo, chamaquitooo".
Lottie y Louis cogieron cada uno a una de las gemelas entre sus brazos, Fizzy les abrió la puerta y entró delante de ellos. Yo entré la última, justo para presenciar cómo los dos hermanos mayores se acercaban lo más posible a la cama y colgaban a Daisy y Phoebe sobre sus padres. Lottie y Louis se miraron entre ellos, contaron en silencio hacia atrás, y, dejando caer a las pequeñas, bramaron:
-¡A LEVANTARSE, PAR DE GANDULES!
Daisy y Phoebe cayeron sobre la cama riendo y chillando, Jay dio un brinco y les dirigió a sus hijos una mirada asesina, mientras Mark se veía interrumpido en mitad de un ronquido. Alzó la cabeza y miró a su alrededor (pareció extrañarse de ver a Louis), pero luego se echó a reír.
-¡Niños! ¡A desayunar!-ordenó Jay, quitándose de encima a  Phoebe.
Obedecimos, claro está.

-¿Dónde está el café, Lottie?-inquirió Louis, inclinándose en la nevera y revolviendo en su interior. Charlotte dejó su cacao a medio terminar, estiró el cuello, negó con la cabeza y señaló con la barbilla las alacenas del techo.
-Tienes que hacer.
-Joder-protestó Louis. Las gemelas dejaron sus tazones de cereales, lo miraron y estiraron los dedos hacia él.
-¡Al tarro de las palabrotas!
Louis puso los ojos en blanco, asintió y tiró una moneda dentro de un tarro lleno de ellas. Abrí los ojos como platos.
-Así no dicen palabrotas-aclaró Fizzy, asintiendo con la cabeza.
-¿Por qué siempre, siempre, que vengo yo, no tenéis café? ¿Qué hacéis? ¿Os lo metéis en vena, o algo? Siempre soy yo el pringado que tiene que hacerlo, para que luego los demás lo disfruten. ¡Yo! ¡El que menos está en esta casa! ¡ME TENÉIS ESCLAVIZADO!-bramó Louis, cerrando la nevera de golpe y cogiendo una taza con rabia. Pensé que iba a romperse cuando la estampó contra la encimera con fuerza. Lottie sonrió, y no quitó ojo del espectáculo de su hermano mientras apuraba su cacao.
Yo esperaba pacientemente a que Louis cogiera su café y se tranquilizara para así dejarme hacer mis huevos con bacon.
Porque, si en algo se parecía a su madre, era en su sentido de la hospitalidad.
-¿Qué haces?-ladró cuando me incliné a buscar huevos en la nevera, y cuando le dije que me iba a preparar el desayuno, me miró como si le estuviera sugiriendo meter a Phoebe en el horno y comérnosla para cenar-. Ah, no, ni de coña. Ya te lo hago yo. Tú siéntate ahí-ordenó, señalando una de las sillas de la mesa de la cocina. Levanté las manos, en señal de rendición, e hice lo que me ordenaba. Para variar.
¿Acaso los ingleses se creían que los españoles no sabíamos cocinar? ¿Qué pasa? ¿Pensaban que su tan adorada paella salía del mar ya hecha? Já.
-¿Y dónde coño metéis ahora el café molido?Vale-alzó una mano en dirección a las pequeñas antes de que ellas protestaran-, ahora lanzo una maldita moneda.
-¡Otra más!-canturreó Daisy, y Phoebe se rió. Louis soltó una risita, dejó la alacena abierta y se inclinó en la mesa.
-Niñas-su semblante se había vuelto serio, tal vez un tanto cínico. Pasar tanto tiempo juntos nos estaba haciendo intercambiar gestos-, os comunico una cosa: vuestro hermano, haga lo que haga, va a arder en el infierno. Dejad que al menos su lengua bífida se estire en todo su tamaño.
Daisy y Phoebe lo miraron con tristeza. Phoebe hizo pucheros, incluso.
-Estoy de broma-dijo él, antes de que la cosa llegara a mayores-. ¿No véis que soy un amor? No voy a necesitar comprarme un Nespresso para que San Pedro me deje entrar al cielo, pequeñas-les alborotó el pelo y volvió a su búsqueda.
Fizzy recogió uno de las revistas de su hermana y se puso a hojearla. Dudaba bastante que estuviera viendo el contenido; las hojas volaban de forma frenética.
-¿No desayunas, Fizzy?
Se encogió de hombros.
-Me llo va a hacer Lou.
-¿QUÉ?-gritó su hermano, con su típico agudo de siempre que alzaba la voz cuando bromeaba-. ¿Qué has dicho, Fizzy?
-Que me lo vas a hacer tú, Louis.
-¡Felicité Tomlinson! ¿Qué soy, tu esclavo? ¡MUEVE EL CULO Y HAZTE EL DESAYUNO TÚ SOLA!
-Yo te ayudo-me ofrecí, pero Fizzy se levantó a coger sus cosas...
O eso pensé yo, porque le metió una patada en el culo a Louis y salió corriendo fuera de su alcance, dejando la mesa entre ella y su hermano.
-¡Vuelve a llamarme Felicité y te juro por Dios que en One Direction tendrán que buscarse a un nuevo gilipollas!
-¡Felicité, Felicité, Felicité!-se burló su hermano, ante el gesto de rabia de Fizzy, que salió corriendo hacia él. La apartó de sí sin hacer gran esfuerzo; no en vano, se llevaban siete años* y Louis era más alto que ella.
-¡Vale ya, jolín!-se quejó Charlotte, lanzando una galleta a sus hermanos-. Daos un beso y haced las paces. Venga. Venga-los instó, sonriendo satisfecha cuando estos la obedecieron.
-El ojito derecho de mamá, cómo le hace la pelota cuando ella no está-murmuró Louis, riéndose por lo bajo. Lottie le tiró otra galleta.
-Venga, vuelve a hacer eso, mala pécora. Vuelve, vamos.
Louis le hizo un corte de manga de manera tan astuta que las gemelas ni se dieron cuenta. Lottie puso los ojos en blanco, le sacó la lengua, se lo devolvió y le quitó la revista a Fizzy.
Le pasé el móvil a Fizzy disimuladamente, para que se entreteniera jugando a Angry Birds.
Lou gruñó, y decidí dedicarle todos mis sentidos cuando se estiró para coger el café que estaba colocado estratégicamente en la alacena de arriba. Y digo estratégicamente, porque me ofrecía una panorámica perfecta de su culo.
Me sonrojé cuando se dio la vuelta y me pilló con la cabeza inclinada, contemplando sus (oh, jesús, que pinta tenían aquellas) posaderas. Sonrió, divertido, y preguntó:
-¿Qué haces?
-Nada-repliqué rápidamente, escondiéndome tras la revista de Lottie. Todos se rieron.
La madre de Lou apareció cuando estaba acabando mi huevo con dos tiras de bacon (Louis había protestado que aquello era muy poco, pero después de dirigirle una mirada de "ahora no", terminó por dejarme y comer lo que yo no quise).
Examinó a sus hijos uno a uno, comprobando que todos se hubieran servido un buen desayuno; ya se sabe lo importante que es esta comida para los ingleses.
-¿Has llamado a tu padre, Louis?
-No-dijo con la boca llena, negó con la cabeza, sin siquiera levantar la vista de la sección de deportes del periódico. Su mano buscó la mía por debajo de la mesa. Le acaricié el dorso de la mano con la yema de los dedos.
-¿Y cuándo piensas llamarlo?-ladró su madre, acercándose a él y cerrándole el periódico. Louis levantó la mirada con ojos de cachorrito, intentando aplacar la ira de su madre. Conmigo habría funcionado.
El problema es que Jay Tomlinson era inmune a esa mirada.
-Luego-se rindió Louis, alargando la mano hacia el periódico, pero su madre lo apartó de un manotazo.
Las gemelas se levantaron y se dirigieron en silencio a ver la tele. Lou las  miró mientras escapaban, deseando tener ese privilegio.
Fizzy hizo girar su cuchara dentro de la taza, observando a su madre.
-Defíneme luego, Louis.
Louis frunció el ceño y me miró de reojo. Le apreté la mano. Se encogió de hombros.
-Después, mamá, ahora no me apetece llamarlo.
Entonces, llegó su padre.
-¿Qué os pasa?
-Que Louis aún no ha llamado a Troy.
Mark alzó una ceja en dirección a su hijo.
-¿Cómo es eso?
Volvió a encogerse de hombros y se puso a jugar con su tenedor.
-No tengo ganas-musitó con un hilo de voz.
-Tienes que llamarlo, Louis.
-¡Luego lo llamo, joder!-explotó él, encarándose a su padre, que permaneció impasible.
-Venga, Louis, los dos nos conocemos de tiempo suficiente, ¿no te parece? Puede que yo no estuviera allí cuando nacieras, pero te recuerdo que te crié yo. ¿No crees que tengo suficiente experiencia, que te conozco lo suficientemente bien como para saber qué significa "luego" en ti?
-Entiéndeme, papá, no se ha preocupado por mí en tanto tiempo...
Jay esbozó una sonrisa triste.
-A nosotros tampoco nos apetece mucho que lo llames, Louis, pero para un vez que da señales de vida...
-Me tiene hasta los huevos-protestó en voz baja. Luché por no sonreír ante la terquedad de mi novio, y creo que lo hice bastante bien.
Mark suspiró, cogió un teléfono inalámbrico y se lo pasó a Louis, que lo cogió de mala gana. Observó un minuto las teclas hasta que por fin logró articular:
-No sé el número.
Su madre se lo dictó, él marcó con una mueca de disgusto y se lo llevó al oído.
-¿Eres Georgia?...Ah, vale. Soy Louis... Bien, bien, ¿y tú?...Ya, supongo. Sí, cansado, eso sí, pero ya sabes, se pasa bien, creas que no los nervios merecen la pena... Oye, mis padres me han dicho que tenía que el tuyo ha llamado preguntando por mí, y que le dijeron que llamaría. ¿Está por ahí Troy? .. Sí, espero-puso los ojos en blanco y taladró a sus padres con la mirada. Tapó el micrófono y gruñó-. No puedo creer que me estéis haciendo pasar por esto... ¿Troy? Ah, hola. Sí, soy Louis... Bien. Me han dicho que habías llamado... esto... ¿querías algo?
-¡Louis!-le recriminó su madre. Se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano para que esperara.
-Ahá. Ahá. Ya. Oye, Troy no es por nada...  Vale, pues te llamo papá, Troy, lo que tú digas. El caso es que no puedo quedar estos días, Troy-sonrió cuando su padre biológico protestó, y Mark le apretó el hombro en señal de orgullo-. Tengo... planes. Ya sabes, ver a la gente-estuvo a punto de decir "a la que le importo", pero su madre hizo que cambiara de opinión-. Tenía ganas de desconectar, ya sabes. Bueno, en realidad no lo sabes. Mi vida está siendo dura últimamente, aunque... satisfactoria-me miró y sonrió-....¿Qué? ¿Novia?...¿Charlotte?...Bueno, mi hermana no es una mentirosa. Sí... No creo que podamos, ya te he dicho que... Pero... eh, despacio, despacio, ¿vale? No... ¿Sincero, yo? Vale. Tú lo has querido. En realidad no me apetece una puta mierda que conozcas a mi novia, no vaya a ser que le pegues el hijoputismo que llevas encima y pareces no quitarte. En realidad prefiero que me corten la cabeza a quedar contigo, la verdad. Si quieres verme, pones la tele. El tío ese de la banda es aquel chaval al que una vez repudiaste. Sí, ese que se quitó tu apellido. Ese mismo-asintió, convencidísimo y trató de aguantarse la risa ante la expresión aterrorizada de su madre-. Oh, y si quieres saber cómo estoy, llama al hospital y pide mi historial médico. Veamos... tuve varicela con 6 años, una gripe bastante fuerte con doce, estoy vacunado de todo lo que debo estar... Y sano como una lechuga. Y no me digas que no te lo van a dar, porque, joder, por mucho que nos pese... Vale, me pesa solo a mí. Por mucho que me pese, eres mi padre biológico, así que tienes unos privilegios que no perderás hasta que me muera.
Se echó a reír ante la respuesta de su padre.
-Eh, querías que fuera sincero. Aunque sé mentir muy bien-se encogió de hombros, y volvió a reírse. Me pareció que su padre también se reía-. Eh, gracias, creo. Recuerdos a tu mujer. Y a Georgia. Bastante tiene con soportarte. Vale. Hasta Navidad. Adiós-colgó, sonrió y miró a sus padres. Fizzy lo miraba con la boca abierta, mientras Lottie ocultaba sus carcajadas tras la revista.
Mark se giró hacia ella y espetó:
-Puede que no lleve mi sangre, pero, ¡demonios! Este crío sí que es hijo mío.
Louis sonrió, satisfecho.
-Creo-frunció el ceño, sacudió la cabeza y me arrastró hacia él, colocando su brazo en mi cintura- que piensa que le he tomado el pelo.
-Porque tu padre es un imbécil integral.
-Mira-comenté yo, apartándole un mechón de pelo de la cara-, ya sabemos de quién has sacado eso.
Y todos nos echamos a reír.

*NOTA: Vale, sí, es uan incongruencia abismal la diferencia de edad de todos los hermanos entre sí. Solo le he mantenido la edad real a Louis (sería estúpida si no lo hiciera) y a las gemelas, Daisy y Phoebe, que en realidad tienen ocho años. A las que les he variado la edad es a las medianas. Felicité tiene en realidad 11 años, pero le he puesto dos años más; por lo que aquí tiene 13. Y la Charlotte verdadera tiene 15 (recién cumplidos, además), pero en la historia tiene 18, ya que me pareció un poco extraño que una chica de 15 años fuera a recoger a otra de su edad al aeropuerto. Sería más normal que lo hiciera una mayor, ¿verdad?

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