viernes, 3 de agosto de 2012

You can have me all you want.

Miraba las ondulaciones que mis pies hacían en el agua embobada. Harry se acercó a mí, se descalzó, se sentó y metió los pies al lado de los míos. Nos miramos un momento, y nos sonreímos. Ahora sonreía muchísimo, como me habían cambiado momentáneamente los brackets por unos invisibles, me pasaba el día exhibiendo mis dientes.
-¿Secando el pelo?-inquirí, señalándole los rizos húmedos y revolviendo los míos, también mojados.
-Así tienes más rizos, ¿eh?- nos echamos a reír.
Hoy era viernes, hoy era el viernes. Miré al horizonte, donde el sol se alzaba perezoso pero incansable, todos los días acudía puntual a su cita con las nubes, batalleaba por llevar luz al siempre encapotado cielo londinense, y de momento esa mañana había ganado.
Harry siguió mirándome. No sabía si ponerme nerviosa o sentirme aliviada de que me estudiara tanto; ese día me sentía particularmente guapa. Tal vez fuera que iba a cantar delante de medio mundo, haciéndome famosa incluso antes de la fecha que me había propuesto, o porque Alba, Noemí y yo nos habíamos metido juntas en el baño a realizar todos los rituales de belleza posibles. Incluso me había pintado las uñas de un negro mate, de los que a mí me gustaban, sin salirme, algo que nunca en mi vida había conseguido hacer.
-¿Nerviosa?-aventuró, siguiendo mi mirada. Esta vez fui yo la que lo observó a él. Unas gotitas de agua corretaban por su cuello. Si Noe estuviera allí, lo habría tirado a la piscina para violarlo justo después.
-Un poco-mentí descaradamente, pero era mi coartada. Cuando me di cuenta de que podría dejar de comer esa semana, presionada por las grandísimas expectativas puestas en mí y debido a los nervios, para presentarme delante de toda persona con varios kilos menos, no me lo pensé dos veces. Le dije a Niall que no me preparara comida, que estaba demasiado nerviosa para meterme nada en el cuerpo, a lo que él había furncido el ceño, pero no protestó. Y me había sorprendido lo bien que llevé esa sensación continua de hambre, no haberme avalanzado a un McDonals cuando nos cruzamos con uno, aunque sí que notaba una presión en el estómago que aumentaba cuando olía comida.
Pero lo estaba controlando, volvería a comer, aunque muchísimo menos, no como antes, en cuanto pasara todo eso. Mañana desayunaría. Me lo había prometido a mí misma, y así se lo había dicho a Lou, que el miércoles entró preocupado en mi habitación por la noche diciéndome que debía comer algo, aunque fuera un rosbiff sin patatas ni nada.
Supuse que mi sensación de bienestar y la jaula que mantenía a la bestia hambrienta alejada de mí se debía a la primera vez que entré en el escenario junto con mis amigas para ensayar los números. Sabía que pocos se fijarían de mí (justo iba a cantar durante el desfile de los deportistas), pero poco me importaba. Una vocecita desconocida había ronroneado que estaba en mi sitio cuando pisé las tablas con mis Converse, la misma vocecita que me exigiría quedarme en "casa", en Los Ángeles, cuando fuera por primera vez.
Hundida en mis ensoñaciones, no me fijé en que Harry me había cogido una mano y examinaba mis uñas.
-Qué raro-susurró, escéptico-, creía que la gente, sobre todo las chicas, os mordíais las uñas cuando os poníais nerviosas.
Mis ojos volaron hasta mis piernas, que habían mejorado la de Dios. Con decir que mis muslos no se tocaban cuando caminaba...
Di unos suaves puñetazos en mis piernas, tiré de los leggins, intentando conseguir una respuesta para él.
-No soy de morderme las uñas-contesté, por fin-. A mí se me cierra el estómago, y si intento comer, acabo vomitando...-confesé, mi voz se fue hundiendo a medida que pronunciaba esas palabras.
-¿Por eso llevas toda la semana sin comer nada, Eri?-preguntó, acusador. Sus ojos ya no se separaban de los míos.
-Supongo...
Me dedicó una dulce sonrisa que a mí me pareció aterradora.
-Escucha, Eri, hay muchas otras formas de... ya sabes...-señaló mis piernas, que ahora ocupaban lo que el lunes ocupaba una sola-, bajar peso. Haciendo ejercicio, con una dieta... Si le hubieras dicho a Niall que te preparara una comida especial, de una dieta particular, no le habría importado. Le encanta cocinar, ya lo sabes.
Uno de los barrotes de la jaula de la bestia hambrienta se rompió.
-Todo lo que he conseguido esta semana me habría llevado meses, Harry-suspiré, acariciando los leggins negros. Lo miré-. ¿No pensaréis que...?
No se movió.
Oh, joder. Vale. Creían que tenía anorexia.
-Harry, estoy bien, ¿vale? Veo que he adelgazado, estoy  contenta con el resultado, aunque me haya costado mucho. He bajado...-eché cuentas. Si le decía que había bajado casi dos kilos al día se asustaría, así que solo lo reduje a uno- cuatro kilos en cuatro días. ¿Lo entiendes? Creo que me ha merecido la pena-aparté la cabeza; no quería ver cómo me miraba.
-¿Te estás oyendo?-espetó, incrédulo-. Dejar de comer no es la solución, niña. No funciona. Te atrapa.
-Puedo manejarlo-protesté.
-No, no puedes. Crees que tú serás diferente a las demás, que las demás no tienen algo que tú sí y que ellas simplemente se dejan llevar. ¿Sabes lo peligroso que es? Podrías derrumbarte en el escenario en medio de la actuación de puro agotamiento.
-Todavía me siento bien.
-Eso es lo que crees, ya me contarás cuando te pongas a ello de verdad. Mira-se acercó a mí, su rodilla chocó contra la mía, pero yo no me aparté. Si era cierto lo que me decía, debería guardar hasta la más mínima caloría que quedara en mi cuerpo, sí que era verdad que la iba a necesitar-, sabes que no como casi nada, porque se nota. Tengo un metabolismo distinto, vale, pero tampoco es que sea un fan de la comida como Niall-asentí-. Después de cada concierto, cada uno, incluido yo, nos comemos el equivalente a dos menús gigantes del Burger King. Dos menús gigantes. Y somos cinco, se supone que nos repartimos el trabajo. Sé que Noe y Alba estarán contigo, pero serán tu coro, no va a ser lo mismo que nosotros.
-Louis y Niall a veces son solo coro-protesté, y cerré los ojos con fuerza. Joder. La bestia había escapado. Ya empezaba a despotricar y a descargar mi mala uva por culpa del hambre contra mis amigos. Guay.
Harry fingió no oírme.
-Tienes que hacer algo ahora, Eri, todavía puedes frenarlo. Todavía puedes cogerte algo, mira cómo estás, estás estupenda, un sándwich o algo así no te hará daño-casi me lo estaba suplicando. No me lo podía creer. ¿De verdad era la misma cría a la que le decían sus padres "Erika, no comas más pan"? Esa cría se había largado y me había dejado a mí, una especie de evolución pokémon de ella.
Descubrí que una parte de mí se moría por obedecer a Harry, hacerme un sándwich de seis pisos y zampármelo, pero otra parte de mí protestó. No había llegado tan lejos para desplomarme a diez metros de la meta yendo en cabeza.
-Mañana-musité, jugueteando con uno de los cordones de las Converse. Harry no se movió-. Mañana-repetí, un poco más alto.
-Puedes comer hoy, y vas a comer hoy-ordenó. Vaya, eso era nuevo.
-¿Qué haces, Harry?-sonreí-.¿De verdad te estás enfadando conmigo? ¿No querrás que me disguste y no me salga la voz, como a uno que yo me sé?
Vale, eso era cruel, pero era la guerra. Ya estaba bien de diplomacia, aquello era una maldita batalla. Y a mí no me gustaba perder.
-Estamos preocupados, eso es todo. No estamos enfadados contigo, solo decepcionados... ya sabes, por lo de 1DCares y todo eso. Si necesitas algo, solo tienes que decirlo, nosotros te ayudaremos, Eri. Somos tus amigos, ¿recuerdas? No vamos a enfadarnos  contigo porque estés equivocada en algo.
Miré mis manos. Los dedos también habían adelgazado considerablemente, no lo suficiente para volverse huesudos, pero sí lo bastante como para tocar muchísimo más rápido canciones al piano. Ya no me costaba tocar las teclas blancas justo entre las negras, ni tropezaba con ellas.
Como si fuera una auténtica evolución pokémon, pensé para mis adentros.
-¿Quién más lo sabe?-susurré. Me acarició una mano, y lo observé. De repente estaba desenfocado. Lágrimas.
-No llores.
-¿Quiénes lo saben?-solo me faltaba que Noe y Alba se enteraran también y tuvieran algo más por lo que criticarme.
Ya me veía en el instituto con esa sensación tan familiar de que todo el mundo hablaba sobre mí.
-¿Lo sabe Louis?
Harry asintió. Enterré la cabeza entre las manos. No, por favor, él no.
-¿Quién fue le primero?
-Niall se fijó en que apenas te metías nada entre pecho y espalda antes incluso de que le dijeras que dejara de prepararte nada.
Niall, claro.
 -¿Y por qué has venido tú a hablar conmigo y no cualquier otro?
Por la forma en que me miró, supe que había dado justo en el blanco.
Verás, estos se han echado a suertes quién viene a hablar con al anoréxica del grupo, a conseguir que se coma una tortilla.
Dios, tortilla. Qué rica.
-Niall se vuelve susceptible cuando se trata de la comida, Liam está demasiado ocupado con Alba-no dejaban de discutir, aunque justo en ese momento los gritos habían desaparecido- y Louis no sabe cómo manejar esto-esta vez fue él quien jugó con sus uñas. Mi mente se puso a funcionar a toda máquina.
Tres. Me había hablado de tres. Tenía a otro delante, eso eran  cuatro. Me faltaba uno.
Harry, Liam, Niall, Louis... y Zayn.
Lo siento Zayn, la próxima vez irás el primero.
-¿Y Zayn?
Otra vez di en el blanco.
-Zayn también está un poco triste contigo, pero dice que te entiende. Que quieres ser perfecta, y que en el fondo eres vanidosa como él, por eso es como si... justificara lo que estás haciendo. Aunque tampoco le gusta. En realidad piensa que no nos necesitarás para recuperarte a ti misma, pero el resto creémos que sí.
-No me he ido a Narnia, Harry.
-Tú ya me entiendes.
Le sonreí.
-Os prometo que si os necesito os lo diré. Os lo prometo. Y ya sabes lo que me importan mis promesas.
Harry me devolvió la sonrisa.
-Y, por Dios, Eri, no nos preocupes más, ¿vale?
Nos abrazamos.

-Mr. Bean ha acabado-informó una chica con una camiseta de London 2012 y pantalones blancos a su micrófono con auriculares (me habían dicho cómo se llamaba, pero ya ni me acordaba). Consultó por millonésima vez  su libreta, nos miró por millonésima vez y volvió a asomarse a la puerta.
Mientras tanto, mis amigos devoraban kikos, pipas, palomitas y demás frutos secos como si no hubiera mañana, mirando nerviosos la pantalla de televisión donde se veía la apertura.
Cuando nos bajamos del coche, Alba preguntó para qué eran las bolsas que traían. Para su sorpresa, Liam fue el que contestó:
-Ya lo veréis.
No tardamos en descubrirlo. Después del último ensayo, nos mandaron ir a nuestros camerinos a prepararnos. Al principio estábamos de cachondeo, metiéndonos todo en uno solo y dando gritos, hasta que nos llamaron para maquillarnos, recordarnos el vestuario, etc. Nos metieron en el vestíbulo cuando faltaban dos horas para empezar, pero la gente ya estaba ocupando sus asientos.
Tiraron las bolsas en una de las mesas que había entre los sofás formando círculos, sacaron el contenido de aperitivos, y comenzaron a mirarse fijamente. Al principio se taladraban con la mirada, luego se miraban cansados, y al final terminaron por sacar los teléfonos o hacerse con el mando de una de las innumerables televisiones y hacer zapping con un aburrimiento infinido.
Louis llevaba quince minutos paseando la mirada por la habitación, nervioso, cuando exclamó:
-¡Me rindo!-y se abalanzó sobre los kikos. Nada más hacer él esto, los demás corrieron a hacerse con las bolsas de sus aperitivos favoritos (Harry protestó y se acordó de la madre de Niall cuando este se adueñó de tres bolsas a la vez).
-¿A dónde nos vas a invitar, Lou?-preguntó el irlandés, risueño, mientras se metía puñados de palomitas en la boca. Alba y Liam compartían bolsa de pipas sin tirarse de los pelos, Noemí le robaba alguna que otra nuez a Zayn, Louis me ofrecía kikos y yo los rechazaba continuamente. Ahora sí que tenía el estómago cerrado.
-¿Invitar?-pregunté, estudiándolos a todos.
-El primero que abre los aperitivos nos invita a comer-explicó Harry, gesticulando como loco. Vale, ya sabía lo que le pasaba al rizos cuando se ponía histérico.
-A donde quieras, mi amor-Louis le tiró un kiko a Niall, que abrió la boca, intentando introducirlo en ella, pero le dio en un ojo.
Y, de pronto, una voz femenina anunció en francés que comenzaban los desfiles, después una voz masculina en inglés, y luego pidieron un aplauso para... ¡Ooooooooooooone Directiooooooooon!
Nada más entrar y ver la cantidad de flashes que nos enfocaban, las cámaras que nos colocaban en una esquina de las pantallas gigantes mientras los griegos paseaban su bandera los primeros, se me olvidó toda la tarde. Toda mi vida se borró de un plumazo, y solo estaba yo en un escenario gigante ante todo el mundo observándonos.
Las risas cuando me calcé los Louboutin que había encontrado (justo el modelo que me encantaba) y superé la estatura de mi novio en varios centímetros se borraron como si no hubieran existido.
-¡Bájate de eso, baja de ahí, ahora mismo!-ladró Louis, poniéndose de puntillas para recuperar la ventaja visual. Pero lo obligué a posar los talones en el suelo para que nos hicieran una foto; la verdad es que a él también le hizo gracia alzar ligeramente la vista para mirarme a los ojos.
-Holaaaaaaaaa-le había dicho en tono seductor. Se rió.
-Vas happenin, guapa. ¿Vienes mucho por aquí?
-Nah, soy extranjera.
-¿Quieres casarte conmigo para conseguir papeles, nena?-se ofreció, acariciándome la espalda.
-Get out, get out get out of my head...
Solo el beso que me dio Lou justo antes de pasar por las luces de los focos, la caricia en mi cintura y el "Te quiero, pequeña" se quedaban en mi cabeza.
-Ladies and gentlemen-chilló Niall al micrófono-, I want to hear a huge aplause to our friend and the next artist, Eeeeeeeeeeeeee-Lo.
Vale, ese plagio a la pobre JLo se notaba a leguas, pero la gente aplaudió.
La voz femenina anunció un nuevo país, luego lo hizo la masculina.
Cogí el micro, esa sensación familiar de cosquilleo cuando lo toqué, a la vez que nueva adrenalina que nunca había probado se mezclaron en mi garganta cuando empecé a cantar.
La gente se volvió loca cuando una cría de quince años, blanca, cantó Rehab como si fuera la mismísima Amy Winehouse.
Me metí al público en el bolsillo cuando cambié a Defying Gravity (exigido por la reina, ya que creía que plasmaba bien el espíritu olímpico) y mi voz se tornó desconocida.
Y cuando rapeé Starships, de Nicki Minaj, simplemente decidieron adorarme. Conseguí que se pusieran en pie, conseguí que sacudieran sus pantallas Led como a mí me apetecía, conseguí incluso que los deportistas cantaran conmigo cuando me acerqué al borde del escenario.
Zayn se unió a mí para cantar Dance Again, mientras los chicos daban palmas como locos; y el estadio los imitaba.
España pasó por delante de mí justo cuando mis amigas se afanaban en el coro de Where Have You Been. Haciendo caso omiso de mis órdenes (No se te ocurra dirigirte a los deportistas durante la actuación, españolita, o lo lamentarás toda tu vida), me acerqué al borde del escenario y le grité a Pau Gasol, nuestro abanderado, que me pasaran un gorro. Pau sonrió con mi dominio del español.
-¿Por qué?-ladró en inglés.
-¡Porque soy asturiana!-chillé. Los españoles me aplaudieron con más fuerza, me tiraron un gorro, me lo puse, le di la espalda al público, me giré y chillé:
-You can have me all you want-saqué la medalla de oro que me habían prestado para el número y el estadio vibró de la emoción.
Esa noche, Twitter puso un signo de verificado en mi cuenta, y cuando me conecté por la mañana, tenía dos millones, ¡dos millones" de seguidores.
Esa misma noche me labré un nombre, y millones de personas, entre ellas cientos de agentes discográficos, anotaron mi nombre en un papel para buscarme.
Y esa misma noche, Noemí decidió que era peligrosa para su fama aún nonata. Y que debía acabar conmigo si no quería abortar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤