jueves, 9 de agosto de 2012

No puedo ser Superman, pero por ti seré un superhumano.

Zayn intentó arrebatarme el ordenador alegando que tenía que twittear una frase que le había gustado de la tele.
Algo que no me habría preocupado en el caso de que no estuviéramos viendo Jersey Shore. Por dios.
Negué con la cabeza, levanté el ordenador, intentando que no lo alcanzara, y le bufé cuando se abalanzó sobre mí. Grité a los chicos que me ayudaran, pero ninguno me hizo caso. Supliqué a Louis que me defendiera, a lo que él respondió:
-¿Para qué? Si te quiere violar, pienso ayudarle, no evitarlo.
Le di una patada, y se echó a reír.
-Gilipollas-repliqué, aunque terminé riéndome con él.
Niall tocaba unos acordes con la guitarra mientras estudiaba las nuevas canciones, intentando conseguirles una melodía. Louis las había compuesto, había escrito lo que se le venía a la cabeza, pero otra  cosa era conseguir un ritmo y una música que acompañara a las palabras. Aquello ya era más difícil, y la cabeza no le llegaba a  tanto.
Zayn consiguió hacerse con el ordenador mientras Liam se apoderaba disimuladamente del mando de la tele, siempre con los ojos puestos en el más moreno. Sonrió cuando se hizo con él y puso el canal de deportes. Harry apagó la consola y dedicó toda su atención a la pequeña pantalla, provocando que Louis emitiera un grito indignado y empezara a rascarle los huevos (sí, rascarle los huevos) con los pies. Harry se echó a reír.
¿Te gusta, eh, Harold? pensé para mis adentros.
Pues más me gustó a mí, no pude evitar pensar a continuación. Me sonrojé, pero nadie pareció darse cuenta.
Era lunes por la mañana, y yo estaba desesperada buscando una librería donde vendieran libros en español (ya había terminado La Cúpula y Venganza, el tercer libro de Pequeñas Mentirosas, y estaba que me subía por las paredes, intentando leer a Shakespeare, pero, ¡wehei!, ni siquiera tenía el First, y aquello requería el Advanced, como poco); tarea francamente frustrante ya que la mayoría de los libros eran: a) cuentos infantiles, b) libros de texto de español, c) diccionarios, d)libros de recetas o e) libros eróticos. Genial.
Llegaba antes el vicio a la capital del mundo que la cultura. Sublime.
Zayn me mencionó en twitter comentando que estaba monopolizando el ordenador, a lo que respondí furiosa en otra ventana que yo al menos no encontraba "sumamente inspirador" los gritos que  daban en Jersey Shore. Sabedora de que muchas fans verían Jersey Shore, dije que no lo criticaba, pero no me parecía algo que instara a pensar, si no a simplemente comprarte el primer bikini que vieras, tumbarte en una playa y dejar que los rayos del sol te volvieran negra como el carbón.
237 retweets en el primer minuto. Había tenido éxito, aunque las Directioners se  cachondearon bastante de mí, diciendo que pobre Zayn, que él siempre se inspiraba y eso era bueno.
"@ItsErii aunque no tengas gusto televisivo, en el fondo te quiero, pequeña".
@ZaynMalik no podría estar más de acuerdo. Ponte un documental, que te hace falta, inculto ;)<3"
"@ItsErii perra".
"@ZaynMalik estúpido."
 "@ZaynMalik @ItsErii callaos, gritó Jimmy"
"@Louis_Tomlinson @ZaynMalik cállate tú, Lou, esto es una pelea privada".
"@Louis_Tomlinson @ItsErii eso, lárgate a comer zanahorias."
"@Louis_Tomlinson @ZaynMalik eso ha sido cruel."
"@ZaynMalik @ItsErii sois mala gente, me voy a llorar a mi habitación. ¡HACEDLES UN UNFOLLOW A ESTA GENTE, DIRECTIONERS! Es coña. Os quiero. Xx."
Nos miramos entre nosotros y sonreímos. Niall rasgueó la guitarra, gimió y continuó aporreándola, feliz. Parecía haber encontrado la melodía de la primera canción.
Zayn gritó un "¡Eh!" cuando vio que la Mtv ya no estaba en la tele. Fulminó a los chicos con la mirada.
Fue entonces cuando yo encontré la librería en cuestión.

Consulté una vez el mapa que me había descargado de Internet, se lo devolví a los chicos y eché un vistazo alrededor. Por fin había encontrado la librería que buscaba, Foyles, la más grande de Londres y con un centenario de experiencia. Había consultado la dirección y me había quedado maravillada ante los veintisiete pisos de libros, libros y más libros.
Pero, claro, el problema era llegar a la calle donde se situaba la librería, que no estaba en la llamada Calle de los Libros. Y los chicos nunca habían sentido curiosidad por meterse allí, demasiado ocupados grabando su disco y correteando de aquí para allá grabando videoclips y satisfaciendo las demandas de las fans.
Sin darme cuenta, me metí por una de las calles por las que habíamos paseado la tarde anterior, que se presentó lluviosa y encapotada, como era lógico en Londres. Con todo, esa tarde las predicciones apuntaban a que haría calor, por lo que pertrecharme con una buena cantidad de libros para leer mientras tomaba en sol en la piscina de casa se había convertido en una imperiosa necesidad.
Contuve un grito cuando, por fin, llegamos a la librería en cuestión. Uno de los edificios más grandes que había visto en mi vida. Los chicos se detuvieron un segundo a contemplarla, pero luego volvieron a dedicarse a las chicas que les suplicaban entre lágrimas una foto, un autógrafo o que "¡SÍGUEME EN TWITTER LIAM!".
-Quedáos aquí si queréis-susurré sin apartar la vista del glorioso edificio-, tengo para un buen rato. Mejor aún, alquilad mi habitación, tal vez no vuelva en un par de años.
Niall se echó a reír ante mi comentario, y rápidamente despachó a las chicas, que se alejaron contentísimas.
Entramos dentro y Lou tuvo que agarrarme del brazo para no salir corriendo chillando que aquello era vida. Miles y miles de estanterías trepaban hasta el techo mostrando con orgullo su contenido. Liam se acercó a un panel con el típico cartelito de los centros comerciales donde te informaban de la situación de las tiendas.
-No hay nada de español en esta planta, Eri-informó. Una muchacha se acercó a él, estirándose el jersey blanco, y comprobando que sus pantalones azules no presentaban ninguna arruga (y le hacían un buen culo, ya que estábamos).
-¿Puedo ayudarles, señores?-se ofreció, contenta al reconocer a aquellos "señores".
-En realidad, sí. ¿Podría indicarnos en qué plata están los libros en idiomas extranjeros?-preguntó Liam.
-¿Me da su número?-suplicó Harry, la mujer se echó a reír y asintió lentamente.
-¿Qué idioma buscan?
-Español.
-Sexta planta al completo. Que disfruten de su visita-y, dicho eso, Harry se acercó a ella y le ofreció su teléfono para que anotara su número en él.
Puto Harry.
Como queriendo alucinarme más, los ascensores tenían las paredes acristaladas, de manera que no podías escapar del festival de libros que allí sucedía. Sonreí para mis adentros cuando vi una sección entera dedicada a Crepúsculo, con los libros originales, La segunda corta vida de Bree Tanner, los diarios de Catherine Hardwicke, las películas, y, oh, Señor, ¿realmente eran camisetas lo que se veía a lo lejos?
Zayn tiró de mí para que despegara la cara del cristal, negando con la cabeza. Casi podía oír sus pensamientos; Mujeres o Españolas...
Niall y yo salimos pitando del ascensor en cuanto las puertas se abrieron. Me sorprendí bastante encontrarme con tanta gente en la sección de mi idioma, hasta que escuché a varias personas despotricando en mi lengua porque no había este libro o porque aquel otro se había agotado.
Era como estar en una miniEspaña dentro de Inglaterra.
Que alguien me pellizque.
-Vamos a ver ordenadores y eso-nos informó Harry desde la puerta del ascensor, gritando. Niall asintió y yo levanté un pulgar sobre mi cabeza en señal de que estaba de acuerdo.
-¡Y nosotros a ver las novedades!-comentó Liam a su vez, con Louis asintiendo sonriente. Niall y yo intercambiamos gestos.
Unos quince minutos más tarde, se armó revuelo en la planta porque Harry y Zayn habían vuelto a buscarnos. Terminaron persiguiéndonos por todas las secciones mientras Niall y yo arrastrábamos un carro al que lanzábamos libros a diestro y siniestro.
Cuando Liam y Louis volvieron, una hora y pico más tarde, les estábamos esperando sentados sobre la pila de libros que habíamos comprado. Llevaban una bolsa pequeña de papel entre los dos, nada envidiable para las bolsas gigantescas que Niall y yo compartíamos. Entre que yo me había viciado a coger libros que nunca había visto en El Corte Inglés de mi ciudad pero que sí había visto por Internet, o que mis padres no habían querido comprarme porque "no había sitio en casa" (¿qué iba a hacer ahora con ese festival de tochos?), y que Niall se había emocionado al leer los resúmenes de la parte de detrás y entenderlos, nos habíamos juntado con una cantidad que seguramente superaba los cincuenta libros.
El problema es que había libros a los que se podían llamar Señores Libros. Y los Señores Libros pesan y ocupan sitio.
Si a eso le añadimos la cantidad tan grande de Señores Libro y libros a secas que había en la bolsa, bueno... Niall y yo no habíamos pensado en que estábamos en el centro de Londres y nuestra casa estaba a las afueras.
-¿Solo una bolsa?
-No somos maniáticos de la lectura como vosotros dos-se burló Liam.
-Frikis-añadió Louis, riéndose. Al ver mi mueca se acercó a mí y me besó en la mejilla, disminuyendo mi ofensa.
-Y yo soy un maniático del español, que conste-protestó Niall mientras revolvía en una bolsa y sacaba un libro infantil-. ¿Os traduzco lo que pone aquí?
Los chicos empezaron a negarse como si les estuviera ofreciendo darles bofetadas con un guante de carnicero. Me reí ante la cara triste de Niall, y le di un beso en la frente. Un grupo de chicas que salía de la tienda se giró y me fulminó con la mirada al tiempo que envidiaban mi capacidad para sonrojar al irlandés. Suspiré.

Louis llamó a la puerta de mi habitación mientras me estaba poniendo el bikini. Asomó la cabeza por dentro y silbó.
-Ole, y ole la belleza española-gritó, y yo me eché a reír.
-¿Quién te ha enseñado eso de Ole y Ole?
-Niall pone a veces un canal de tu país en semana santa, y la gente no para de chillar eso.
-Andaluces.
-¿Qué?
-La gente que vive en Andalucía. Es una comunidad al sur. Son muy vivarachos... aunque personalmente me parece estúpido que lloren porque sus vírgenes no pueden salir a la calle.
-¿En Asturias no lo hacéis?
Me giré con una ceja alzada y lo miré. Le hice un gesto para que se acercara a ayudarme con el bikini, y él entró en mi habitación. Me mordí el labio cuando vi que él ya estaba con el bañador e iba sin camiseta.
-¿Tengo pinta de ir llorando porque la Santina no sale de Covadonga?
Se encogió de hombros.
-De lo que tienes pinta es de ser muy boba, pero yo en esas cosas no me meto.
Puse los ojos en blanco, y le pasé las tiras del bikini. Me lo ató, yo lo ajusté y me acerqué al espejo.
-¿Lazo doble o normal?
-Normal.
-Pues házmelo doble, anda-dije, apartándome el pelo hacia delante para que pudiera atarlas mejor. No se movió.
-¿Por qué?
-Porque no me fío de vosotros.
-Haces bien-coincidió, se acercó a mí, pero no me tocó el bikini.
Me tocó a mí.
Sus manos subieron por mi espalda, disfrutando con mis estremecimientos.
-No hemos estado mucho juntos desde la semana pasada, ¿no crees?-musitó en mi oído mientras me acariciaba los hombros y pasaba a concentrarse en la parte de delante. Sonreí cuando vi sus ojos hambrientos en el espejo.
-¿Por qué sería?
Se rió en mi oreja y me mordisqueó el lóbulo, provocándome gemidos que ninguno de los dos intentó acallar.
-Tal vez no os gustara, milady-se burló él, sabiendo que no era cierto. Su mano me acarició suavemente el vientre, planísimo en ese momento.
-Yo creo que sí, milord-repliqué, girándome y besándole los labios. Su sonrisa se ensanchó un poco más.
-He estado pensando lo que querías...-continuó cuando nuestra pasión se calmó un poco. Lo miré, curiosa-, ya sabes...
-¿Sí...?
-Doncaster-Doncastah.
-Oh, no hace falta que vayamos si no...
-Vamos mañana-me interrumpió rápidamente como si temiera que mi ofrecimiento pudiera hacerle cambiar de opinión. Lo miré a los ojos.
-¿Estás seguro?
-Claro-asintió lentamente, con las manos en mi cintura, haciendo que yo me tambaleara al no soltar mis brazos de su cuello. Yo también asentí.
-Me hace mucha ilusión-confesé, pegándome contra él. Me acarició la espalda lentamente. Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo. Cerré los ojos.
-Y a mí que conozcas a mi familia-se separó un poco, me cogió de la mano y me llevó hasta su habitación. Me hizo sentarme en la cama mientras sacaba una bolsa más pequeña de dentro de la del libro. Fruncí el ceño.
-¿Qué es?
-Ábrela-se apoyó contra el armario mientras sacaba una pequeña cajita plateada de la bolsa de cartón blanca con asas acordonadas en negro. Deshice muy despacio el nudo que cerraba la caja plateada, la abrí y estudié la caja negra.
Una idea apareció en mi cabeza.
La joyería.
La pulsera.
No me había fijado en el nombre de la joyería, pero aquella pulsera...
Debí de estar diez minutos babeando frente a ella en el escaparate.
Abrí la cajita, y efectivamente, allí estaba la pequeña pulsera de plata con un corazón en el centro.
Miré a Louis, que sonrió.
-Lou, no tenías que...
-En Inglaterra decimos "gracias".
-Gracias-me levanté y me abalancé sobre él, besé su boca, su frente, su cuello, toda su cara; no dejé un centímetro de su cabeza sin besar-gracias, gracias, gracias.
Me separó un poco de él, azorado.
-¿No es hoy cuando hacemos un mes, no?
-No, niña boba. Es para celebrar tu inminente fama-se echó a reír mientras me colocaba la pulsera en la muñeca. La sacudí y me reí con el tintineo que producía, feliz.
Y encima detallista, ¿eh, BooBear? ¿Sabes volar, o algo por el estilo? ¿Visión de rayos X, ta vez?
Me tomó de la mano y bajó conmigo las escaleras hasta llegar a la piscina. Se echó en una tumbona al lado de la mía mientras que yo observaba los brillos de mi nueva pulsera. Liam sacó la cabeza del agua y nos observó.
-¿Ya se la has dado?
Louis asintió.
-Habría terminado encontrándola.
-Y, ¿qué? ¿Ha habido tema?-Zayn movió las cejas, seductor. Me eché a reír mientras Louis se molestó.
-Zayn, tío...
-Es coña, hombre.
-¿Todos lo sabíais?-ladré entre risas, y ellos asintieron satisfechos.
-Ayer, cuando conseguimos arrastrarte lejos, empezamos a decirle a Lou: ¡cómprasela, tío! En el fondo, lo estaba deseando.
-Os amo-les tiré un beso a cada uno, y ellos me sonrieron.
Harry se levantó de su hamaca (tuve que controlarme para no robarle el sitio), se metió en casa y conectó los altavoces. Empezó a sonar música de una radio londinense.
Louis asintió con la cabeza al escuchar a Robbie Williams, con un gesto que incitaría a pensar que la canción era suya. Comenzó a tararear la canción mientras yo metía un pie, luego otro, luego una pierna, luego la otra, y finalmente me dejaba caer, dentro del agua.
Podría acostumbrarme a esa vida.

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