jueves, 9 de agosto de 2012

Muere de una vez. Va en serio. Muere.

El primero en marcharse, el primero en encaminarse hacia casa, fue Niall. Dado que era el único que se veía obligado a coger un avión o un barco para regresar a su hogar, era lo natural, lo lógico.
Como siempre, fuimos a despedirnos de él al aeropuerto; casi lo consideraba un templo de despedida y de llegada. Las abundantes ocasiones en las que había ido allí esa semana así me lo habían mostrado.
Ni siquiera llevaba maleta, al fin y al cabo, íbamos a estar fuera de Londres, fuera de la casa, un par de días. Se suponía que dormiríamos dos días fuera de casa (ese mismo y el día siguiente), por lo que volveríamos el jueves. Martes de ida, miércoles de relax con la familia (o con la novia, en el único caso de Louis), y jueves de regreso, para comenzar los preparativos del disco y los ensayos de la ceremonia de clausura de los juegos, donde One Direction estaría finalmente al completo y donde Harry podría cantar con los demás sin correr el riesgo de  terminar escupiendo sangre al final de la actuación, como le había pasado en la apertura.
Niall puso ojos de cordero degollado, dejó la bolsa en el suelo y abrazó a los chicos.
Cuando se acercó a mí, sus ojos se volvieron vidriosos, y ver cómo se entristecía me enterneció también. Terminamos llorando los dos, uno en los brazos del otro, asegurándonos que nos llamaríamos todos los días, a todas horas, él para asegurarse de que yo comía algo, y yo para que me devolviera el amor perdido por la comida.
Le di varios sonoros besos en la mejilla mientras las lágrimas nos resbalaban por la cara, y un grupo bastante grande de chicas observaba, fotografiaba o grababa la escena. Le acaricié el pelo y le supliqué que se tranquilizara, a lo que él respondió devolviéndome los besos.
-Vamos a estar bien, vamos a estar bien-susurraba en mi oído, intentando calmarnos a los dos. Me separé, le acaricié la mejilla, le limpié las lágrimas y lo miré a aquellos ojos azulísimos que ahora estaban enrojecidos por las lágrimas. Los demás esperaban con la cabeza gacha, carraspeando, dándonos intimidad.
-No me olvides, ¿vale?-bromeé, y él soltó uan risita.
-No me voy a la guerra, españolita.
-Te echaré de menos, irlandesito.
Volvimos a estrecharnos entre nuestros brazos, y yo sonreí. Mi hermano irlandés, mis hermanos ingleses. Había pasado de tener un único hermano casi quince años mayor que yo, a tener seis de entre cuatro y dos años mayores.
Zayn me pasó un brazo por los hombros mientras observábamos cómo Niall se dirigía a los controles de seguridad con gesto entristecido, recordándome a un corderito indefenso que se encaminaba al matadero aun sabiendo que allí encontraría su fin. Apoyé la cabeza en el pecho de Zayn, intentando detener mis lágrimas, mientras él luchaba porque las suyas no se escaparan. Sorbió por la nariz.
Niall nos dirigió una sonrisa triste, se despidió con el típico gesto del ejército, llevándose dos dedos a la frente y separándolos, y desapareció, seguido de una larga cola de chicas que trataban desesperadamente de conseguri su atención. Recé en silencio porque alguna fuera irlandesa; no había cosa que más le complaciera a Niall que encontrarse con una paisana suya en aquellos momentos.
Después, terminamos saliendo todos de casa a la misma hora. Comimos un par de sándwiches (los chicos celebraron que fuera capaz de comerme dos, aunque fueran pequeños), ultimamos nuestras bolsas y nos despedimos.
Me había puesto a investigar, y me había sorprendido que Harry, Zayn y Louis vivieran en lugares relativamente cercanos. Los tres sitios (Holmes Chapel, Bradford y Doncaster) estaban situados más o menos en la misma zona, a una distancia muy similar de la capital. Wolverhampton, la ciudad de Liam, estaba a una hora y pico de distancia, pero Liam aseguró que para estar solo en casa una hora con tal de llegar a la misma que los demás, se iría antes para disfrutar de su familia.
Y bromeó con que no llamaría a Alba cuando llegara, tal y como ella se lo había suplicado.
Tal y como ella había hecho hacía dos días, cuando el avión aterrizó en España.
Y, como era natural en ellos, Liam la llamó encolerizado, a lo que ella le respondió con borderías, volviendo a pelearse.
Aunque yo en el fondo creía que Liam sí que llamaría a Alba.
Noemí ni siquiera se lo había pedido a Harry, así que él no pensaba hacerlo.
Pero sí que nos llamaríamos entre nosotros según fuéramos llegando a casa, y nos mandaríamos unos mensajes de buenas noches antes de acostarnos.

-Vuelve a preguntarme por tu familia, por favor.
-Pero, nena, si ya te lo he preguntado once veces.
-Por favor.
Louis suspiró y, sin apartar la mirada de la carretera, cogió el iPhone que había dejado en un pequeño compartimento pegado a la palanca de cambios y me lo pasó. Introduje el código, busqué la foto de sus cuatro hermanas, y lo miré.
-A ver, ¿cuántas hermanas tengo?-suspiró, se recostó contra un lado del coche, colocó el codo al lado de la ventanilla y jugueteó con su pelo. Bajé el volumen de los altavoces conectados a mi iPod.
-Cuatro. Charlotte, o Lottie; Felicité, Daisy y Phoebe.
-¿Cómo llamamos a Felicité y cuántos años tiene?
-Tengo que llamarla Fizzy o se cabreará conmigo, y tiene trece años.
-Os entenderéis bien. ¿Las gemelas?
-Daisy es la menor, un par de minutos más pequeña que Phoebe. Las dos tienen ocho años.
-Bravo-puso los ojos en blanco, aburrido. Bajé el parasol y estudié mi reflejo en el espejo. Me puse a revolver en mi bolso, buscando el neceser, cuando Louis me miró y protestó-. Ni se te ocurra.
Pero la verdad es que a mí me resultaba un poco incómodo que su madre pudiera pensar que era una cría.
Una cría de quince años.
Una cría de quince años buscafama.
Una cría de quince años que no se merecía a su hijo.
Bueno, en realidad, ni aunque tuviera exactamente la misma edad de Louis me lo merecería.
Miré mi pulsera.
Definitivamente Lou era demasiado bueno para mí.
-¿En qué piensas?-se había quedado mirando mi expresión distraída, la forma en que miraba la pulsera que me había regalado.
-En nosotros-murmuré-. En tu madre.
Alzó las cejas.
-¿Sí?
Me giré de forma que tuviera el cuerpo orientado hacia él.
-¿No crees que le pareceré demasiado joven para ti, Louis? ¿No crees que pensará que soy una cría que no te merece?
-Cuando te vea sola puede pensarlo, pero cuando nos vea juntos no pensará eso, Eri.
-Yo creo que sí.
-Tú nunca has visto a mi madre, y te aseguro que fliparás cuando veas cómo es. Es genial. Le dará igual que tengas quince o cinco años con tal de que me hagas feliz.
Emití un murmullo de conformidad, contenta.
-Cuando hablas así me da la impresión de que sí que no te merezco.
-Cuando hablas así me da la impresión de que tienes un retraso mental muy grave, luego te miro y me confirmas mis temores.
-Eres imbécil.
-Es parte de mi encanto.
-Un encanto asqueroso.
-¿Por eso me quieres?
-Porque me tienes engañada-espeté, dándole la espalda, enfurruñada. Estiró una mano y me acarició la espalda.
- Eri...
-¿Qué?
-Aunque tengas un retraso, te sigo queriendo igual.
-Vete a la mierda.
Se echó a reír, dejó de acariciarme y colocó su mano en el volante otra vez. Me giré y lo devoré con la mirada.
-¿Te ha dicho alguien que pares?
Se rió con más fuerza, negó con la cabeza, murmuró un "no puedo contigo", y me sacó la lengua. Sus ojos centellearon cuando me incliné y le di un dulce beso en la mejilla.
-¿Mi madre? ¿Cómo se llama?-retomó mi interrogatorio y yo observé a los coches, impasible.
-Johannah.
-¿Johannah qué?
-Johannah Malik-puse los ojos en blanco, y él se echó a reír.
-¿Mi padre?
Estuve a punto de preguntarle a cuál de los dos se refería, si al señor Austin y o al señor Tomlinson. Pero, dado que se apellidaba Tomlinson, estaba claro por qué hombre me preguntaba.
-Mark.
-¿Cuántos años tienen?
-No me lo has dicho.
-Ni siquiera yo lo sé-se encogió de hombros.
-¿Y las gemelas? ¿Cómo las distinguís?
-No lo hacemos.
Me quedé helada, lo miré con la boca abierta.
-¿Cómo que no las distinguís?
-Si nos equivocamos y llamamos Phoebe a Daisy, ella nos dirá "¡Soy Daisy!", y entonces le tomas el pelo y le dices "Lo sé, tonta". Dale un abrazo cuando lo hagas. Tampoco siempre, pero de vez en cuando. Es bueno para ellas.
-Pero tiene que haber algo... un lunar, un diente, una mota en los ojos...
-Son idénticas. Ahora mismo, la cría a la que se llamó Phoebe de pequeña podría ser Daisy, y Daisy sería Phoebe, pero supongo que no hay manera de saberlo-volvió a encogerse de hombros.
Al ver mi expresión se echó a reír.
-Claro que las distinguimos, Eri, no seas boba, solo que a veces les cambiamos los nombres para hacerlas de rabiar.
-¿Y cómo las distingo?
-No tiene gracia si te lo cuento.
Farfullé algo por lo bajo que él no entendió, o fingió no oír.
Subimos el volumen cuando mi iPod llegó a Valerie, su canción favorita, y empezamos a cantarla juntos.
Nos faltaba poco para llegar cuando él cogió su móvil y me lo tendió.
-Busca a Stan en la agenda.
-¿Stan qué?
-Tú buscalo, ya verás cómo lo encuetras.
Paseé mi dedo por la pantalla del iPhone mientras aparecían todos los contactos. Sonreí cuando había un corazoncito al lado de mi nombre, se lo enseñé, se sonrojó e intentó arrebatarme el teléfono.
-¡No mires eso!
En realidad, yo tenía dos corazones donde su nombre, pero no se lo diría ni loca. Bastante cachondeo había ya.
Cuando llegué a la S tuve que evitar echarme a reír.
Le enseñé la pantalla y él sonrió, asintió con la cabeza a la pregunta que aún no había hecho.
-Stan el amor de mi vida, ¿eh?
-Es un cabrón y no me deja cambiarlo. Pero yo tengo puesto en el suyo; Lou, dueño y señor de mi casa.
-¿Ves?-negué con la cabeza-. Cuando digo que no eres normal, es por algo.
Quité mi iPod del pequeño puerto que había en el coche y coloqué el iPhone mientras tocaba el nombre de su amigo y le daba a llamar.
Stan tardó cuatro toques en coger el teléfono.
-¿Qué pasa, Swagmasta?-saludó, contento de que Louis diera señales de vida.
-¿Qué hay, Ladiesman?-replicó Lou, sonriendo.
-Joder, tío, ¿cuánto hace que no hablo contigo? ¿Tres semanas? Me tienes abandonado. Dímelo, ¿hay otro, verdad?-hizo pucheros-. Admítelo, cabrón, podré superarlo, pero no me mientas más.
-Me he vuelto hetero, Stan, lo siento.
-¡No, no!-bramó el chaval, y yo tuve que meterme el puño en la boca para no reírme como loca. Con razón era el mejor amigo de Louis-. ¡NO! Sabía que ese Styles te haría rechazar a los hombres, ¡lo sabía! ¡No te vayas al lado oscuro, mi amor, no me hagas esto, yo te amo, sin ti no soy nada! ¡Puedo quererte más que él!
Lou sonrió.
-¿Te has comprado el CD, tío? Menos mal que no escucharías nunca la "mierda de música que deben de cantar en tu banda, porque si te han dejado entrar..."-se burló, mientras Stan se reía por detrás.
 -No, venga, ahora en serio. ¿Qué tal, Lou? ¿Todo bien?
-No me quejo, chaval. ¿Qué hay de tu vida, Stan? Hace un montón que no hablamos, igual hasta te has casado y yo sin enterarme.
-Qué va, no paro de discutir con Lauren, lo último que quiero es casarme con ella, tío. ¿Y tú qué? ¿Mujeres?
-Alguna hay.
Sentí cuero moverse, supuse que Stan estaba en los sofás de su casa y se había incorporado ante tan jugosa noticia.
-¿La conozco?
-¿Me viste en los juegos?
-Joder que si te vi, esperaba que te metieras un leñazo en el escenario y salieras pitando como una niñita asustada.
-Una de las que actuó después de nosotros.
-¿La principal?-casi chilló aquello último. Louis me miró de arriba abajo, hizo un gesto para que me callara, y respondió:
-No, tío, una de las coristas. Seguro que ni te fijaste en ella.
Ah, guay, ahora les quitaba la novia a Liam o a Harry.
-Dios, tío, cómo estaba la que cantaba. En serio. Como la cogiera yo por la calle iba a enterarse de lo que era bueno. Joder. ¿No tendrás su número, no?
-Vaya que si lo tengo, tío. Como que es esa.
Silencio.
Luego Stan se echó a reír.
-Eres un cabrón. Apuesto a que está hasta escuchándonos.
-Sí-respondí yo, y el chaval ahogó un grito.
-¡Louis! ¡Louis, esto no se hace!-ladró, y luego se dirigió a mí-. Bueno, nena, cuando te canses de este pintamonas y quieras conocer un hombre de verdad, no dudes en llamarme, ¿vale?
-Vale.
-Y ahora es cuando te cuelgo, voy a tu casa y te meto una paliza por intentar quitarme la novia-asintió Louis, divertido.
-Eres muy celoso, chaval. Deberías mirarte eso.
Los dos se echaron a reír.
-Estamos yendo a Doncaster ahora mismo.
-¿Cuándo llegaréis?
-No sé, en media hora, o tres cuartos, todo depende.
-Ya, entiendo. Y esta noche no podréis quedar, ¿verdad? Hay que ver a la familia y eso.
-Mañana por la mañana te llamo, te lo prometo.
-Con lo cabrón que eres, me llamarás a las cinco de la mañana.
-A las cuatro y media.
-Qué hijo de puta.
Lou sonrió, pero protestó.
-Eh.
-Lo siento, tío, pero a veces es la verdad. Y mira que lo siento por Jay, es buena mujer, pero en ocasiones no pareces hijo de ella.
-Seré adopatado.
-Puede ser.
-Tengo ganas de que la conozcas.
-¿Cómo se llama?
-Eri-me presenté-. Erika, pero llamadme Eri.
-Dice que no sabemos pronunciar bien su nombre.
-Escandinavo, ¿eh?
-Efectivamente.
-Me lo parecía. Mucho gusto, Eri. Yo soy Stan, pero puedes llamarme "tu futuro marido".
-Yo te llamaré "aquel chaval al que atropeyé con el coche"-replicó Louis, y Stan se echó a reír.
-Bueno tío, voy a ver si hago algo con mi vida. Tenemos que quedar todos en pandilla, la gente tiene ganas de verte. Sin ti la noche no es lo mismo.
-Soy el centro del mundo y todos lo sabéis.
-Te amamos en secreto.
-No os culpo.
Volvieron a echarse a reír, hubo un silencio en el que los dos parecieron recordar sus vidas juntos, hasta que Stan decidió romperlo.
-Venga, tío, cuelgo ya, que tengo que hacer cosillas, ya sabes, lo típico: atracar bancos, robarles bolsos a ancianas, asesinar a neonazis, esas cosas-enumeró.
-Qué vida más estresante.
-Mucho.
-Venga tío, cuídate. Mañana nos vemos.
-A ver si es verdad. Hasta luego, Eri.
-Hasta luego, Stan.
-Y tú muérete de una vez, Tommo. Va en serio. Muere.
-La paliza será terrible-canturreó Louis, se echó a reír, se despidió de su amigo y colgó. Alcé una ceja.-Oh, te acostumbrarás a él muy pronto.
-Me ha caído bien.
-Es un buen tío-coincidió.
Llegamos a Doncaster antes de lo que habíamos previsto. Hacía media hora que Harry nos había llamado, y todavía estábamos a  medio camino cuando Liam nos comunicó que estaba en casa. Louis calculaba que a los quince minutos de llegar Zayn ya nos daría un par de toques para decirnos que había llegado sano y salvo.
Se detuvo delante de una pequeña casa con un pequeño garaje. Rebuscó en sus bolsillos hasta encontrar la llave de la puerta, se bajó del coche, la abrió, metió el vehículo y volvió a cerrarla.
Se metió un momento en el coche conmigo. Me miró.
-¿Preparada?
Me apretó la mano suavemente. Estoy aquí contigo. Siempre estaré contigo.
Me incliné a besarlo, tomé aire, lo expulsé, miré la pared del garaje, llena de trastos y asentí.
-Preparada.
Salió del coche y no escuchó mis protestas cuando se inclinó para abrirme la puerta; aquello ya me parecía excesivo.
Me ayudó a bajar y me besó fugazmente en los labios antes de coger la bolsa donde llevábamos la ropa. Se tiró de la camiseta, miró su reloj, les dio unos toques a los chicos, me tomó de la mano, y abrió la puerta del garaje.
Me resultó irónico el estar más histérica entonces que cuando actué para sesenta mil personas. Aunque  no escuchaba los juicios de aquellas sesenta mil personas.
Ni eran familia de mi novio.
Sus manos volaron a mi cintura cuando me notó tan tensa, me la apretó suavemente, y me tranquilizó al instante.
¡Extra, extra! ¡Las manos de Louis Tomlinson tienen poderes relajantes!
Aquello sí que era una buena infusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤