domingo, 12 de agosto de 2012

Louis.

Nunca había hecho esto con una de mis novias. Nunca.
Me habían pillado enrollándome con Arianna, Hanna o Beth en casa, pero nunca las había besado delante de mis padres a propósito. Y menos porque ellos (o mis hermanas pequeñas, que venía a ser lo mismo) me lo hubieran pedido.
Supuse que tampoco lo habría hecho aunque las crías me lo suplicaran con las demás, pero con ella no me importó.
Me pareció guay que se encogiera de hombros, en señal de "eh, no me importa, viólame aquí mismo, yo contigo estoy muy bien". Pero me pareció aún más guay que respondiera a mi beso como lo hizo: como si estuviéramos solos. Como si mi familia al completo no estuviera mirando. Le acaricié la nuca en señal de agradecimiento; cuando nos separamos, nos miramos a los ojos, esos ojos marrones que me conectaban con el universo, esos ojos que me invitaban a soñar cada vez que se cruzaban con los míos, a descubrir las pequeñas arrugas (Es como si tuviera un árbol dentro, solía decir Eri) que había en ellos, en su color.
-Te quiero-les susurré a esos ojos, a esos labios, a toda ella. Ella sonrió y volvió a posar mis labios sobre los míos, fugazmente.
Seguí sintiendo ese beso hasta que llegamos al postre.
Daisy y Phoebe nos miraban con los ojos entrecerrados, aunque las comisuras de la boca estaban ligeramente levantadas. Me regocijé al ver la mirada de júbilo de mi madre, y traté de no echarme a reír con la cara de mi padre en la que claramente se leía: Mi hijo es un triunfador, y ahora encima es famoso, así que ven aquí y ábrete de piernas, Megan Fox.
Zayn le partiría la cara a mi padre si se atreviera a decir eso en alto.

Eri jugueteó con el pedazo de tarta de chocolate que había en su plato. Fizzy y las gemelas se habían levantado antes de la mesa, porque, en teoría, "había algo muy interesante en la tele que querían ver".
Osea, a su hermano cantando con otros cuatro chavales, a su hermano acojonándose, a su hermano sufriendo por si no era suficientemente bueno. A su hermano en la tele.
Me pregunté cómo se sentían ellas.
Lottie alzó la vista y estudió la tele del salón desde su posición privilegiada, la única en la que se veía la pantalla. Sonrió, sacudió la cabeza, cogió otro trozo de tarda con su tenedor y se lo llevó a la boca.
Mamá dedicó una sonrisa a las palabras que Simon nos comunicó aquella semana. ¿La cuarta? ¿La quinta?
Los WhatsApps se Niall estaban histéricos, documentándome al milímetro de lo que pasaba, como si estuviera viendo uan película en una premiére, el solo. Como si no estuviera documentando nuestra pasada por el programa que nos unió.
-¿Louis te ha contado cómo entró a The X Factor, Eri?-preguntó mi madre. Eri levantó la cabeza rápidamente de su plato, agradecida por no tener que pasear su tarta para alante y para atrás, tratando de desmenuzarla y de que pareciera que había comido algo. O dándome tiempo a mí para coger un poco de la suya.
Si al final, iba a engordar yo porque ella adelgazara.
Las cosas que se hacen por amor.
-No-negó con la cabeza y me lanzó una mirada inquisitiva. El día que le conté toda mi vida me había detenido allí mismo, antes de entrar al programa, la miré y le solté: El resto está en Internet, así que ¡busca, so vaga!
Suspiré, Lottie suspiró, mi padre alzó la vista del periódico que estaba leyendo y nos miró a nos dos. Nos pusimos rígidos en el asiento.
-Fui dos veces-empecé, y no dejé que me interrumpiera, a pesar de sus muecas de asombro. Le conté la de las 23 horas esperando para que me dieran un "no" en la primera prueba, la espera interminable hasta la siguiente audición, la del año próximo, el tiempo que pasé en la cola y la hora y media que dormí en el coche aunque estaba prohibido. Mi audición, el pánico que sentía, las ganas de saber si sería bueno para que me dejaran entrar, y lo que sentí cuando nos dijeron a los chicos y a mí que pensaban hacer un grupo con nosotros cinco.
El resto era historia, y el resto lo sabía. Porque Alba y Noemí nos lo habían preguntado en cantidad de ocasiones.
Fruncí el ceño, preguntándome si aquello significaría algo, si supondría una diferencia entre ella y sus amigas. La verdad es que me gustaban Alba y Noe. Molaba la adoración que había en su cara cada vez que hablabas con ellas, sobre todo cuando tenías baja la moral, pero Eri era de otra pasta. No se había asustado cuando se subió al escenario al primer ensayo, mientras que Harry tuvo que arrastrar a Noe hasta plantarla delante del micrófono.
Liam no tuvo que tocar a Alba para convencerla.
Joder, debían casarse. Y dejar de discutir.
Aunque no en ese orden.
Eri asintió lentamente, rumiando toda la información, pensativa.
-¿No os preguntáis nunca qué habría pasado si...?
-¿Si me hubieran cogido al principio? ¿Si no hubiera pasado la segunda vez? ¿Si me hubieran echado de la banda? ¿Si Katy hubiera dicho que no?-esa era la suposición estrella, Niall se despertaba noches gritando y llorando, suplicándole a Katy que le diera el sí legítimo, el que lo colocaría en su lugar-. ¿Si Liam hubiera pasado la primera vez? ¿Si Harry se hubiera quedado en la pastelería? ¿Si a Zayn no lo hubiera traído su madre? ¿Si nos hubieran echado a la primera semana?
-Fuiste listo-murmuró Charlotte, estudiando la porción de tarta de Eri desde la distancia-. Te pusiste a hacer el imbécil la primera semana, jugaste todo a una sola carta, y ganaste.
-Si nos hubieran echado esa primera semana, al menos se habrían interesado por nosotros. Será que no se acuerdan de nuestro primer video diario-repliqué, sonriendo. No se me había ocurrido, simplemente había hecho en aquel momento lo que me apetecía. Había sido yo mismo desde el minuto uno, incluso cuando choqué varias veces con Liam por cómo éramos cada uno seguí siendo yo.
Lottie sonrió.
Entonces, me empezó a sonar el móvil. Miré la pantalla y vi la foto de Liam con su típico flequillo. Bueno, el que llevaba cuando le hice la foto. ¿Cuándo había sido eso?
Iba a contestar, cuando mi padre me llamó la atención.
-¿Louis?
Alcé la mirada y lo miré.
-¿Qué?
-¿Qué os hemos dicho, a ti y a tus hermanas sobre el teléfono?
Lo dejé a un lado, sin dejar de mirarle.
-¿Y si es mi mánager?
-Louis...
-Déjalo hablar, Jay.
-¿Y si es una llamada importante? Ahora tengo jefes, papá. Sabes lo que hago. Sabes que dependo de mucha gente, gente a la que le importa una mierda-las gemelas bramaron AL TARRO DE LAS PALABRAS SUCIAS, pero yo fingí no oírlas- si estoy cenando, en el baño o durmiendo. Sabes que estamos pendientes de cuándo empezaremos con el disco, por no decir de la clausura. Y sabes que me llaman a mí el primero porque para algo soy el mayor.
Las mujeres se dedicaron a observar el intercambio de miradas que se produjo entre nosotros. Nos contemplaron mientras nos medíamos, nos estudiábamos y provocábamos el uno al otro.
Hasta que asintió.
Y me lancé al teléfono.
-Dime-gruñí, apoyando el codo en la mesa y observando la danza del tenedor de Eri con la tarta.
-Solo quería daros las buenas noches. Ha sido un día muy largo, y me voy a la cama ya-como si quisiera reiterar eso, Liam bostezó. Asentí, aunque él no pudo verme.
-¿Tan pronto?
-Estoy agotado, tío.
-Tanta pelea te deja destrozado, ¿eh?
Noté cómo sonreía en Wolverhampton.
-Supongo. Estoy mayor para estos trotes. Dile a Eri que no se enfade porque no la he llamado, pero que como estáis juntos, me pareció una tontería hacerlo. Y que buenas noches.
Tapé el micrófono.
-Liam dice que buenas noches y que no te enfades por no llamarte.
Hizo un gesto con la mano, restándole importancia.
-Que no se preocupe. Y que descanse.
-Dice que que descanses.
-Ah, y si es posible, dile que le suplique a Alba que me llame mañana cuando se levante, ¿quieres? Tengo que hablar con ella.
-¿Matrimonio a la vista?
-¿Para qué, tío? ¿Para divorciarnos a la media hora? No seas imbécil, Lou. Quiero acabar con esta mierda.
-Solos, tú, ella, y la luna de París-canturreé. Me imitó con voz de pito.
-Eres muy tonto, Louis. Va en serio. No. Quiero... no sé. Aclarar las cosas. Contarle todo. Lo de la rizosa.
Danielle.
-Ya sabes, la chica... la del aeropuerto se parecía muchísimo a ella, ¿sabes?
Me acordé del pánico en la mirada de las chicas cuando una joven de pelo largo, rizado y castaño chocó contra Liam. Alba llegó incluso a retroceder un par de pasos cuando escuchó la voz de la  chica disculpándose.
Noemí se puso pálida.
Y Eri no se movió. Solo sus ojos correteaban por la terminal en busca de la compañera de la chica.
Mi antigua compañera.
Eleanor.
Para  ser justos, tenía curiosidad por saber cómo era mi... ex novia desaparecida.
-¿Crees que es buena idea?
-No lo soporto más-bufó.
-Entonces, hazlo.
-¿Se lo dirás?
-Claro tío.
-Eres un amigo, joder. ¿Sabes que te quiero?
-Todos lo hacéis, porque soy un amor de hombre-asentí, cerrando los ojos. Era una verdad  como un templo, y todos lo sabían.
-Buenas noches, BooBear.
-Buenas noches, señor Cuchara.
-Hijo de puta...
Y colgó. Sonreí a Eri, le hice la petición de Liam y ella asintió mientras sacaba el teléfono y le dejaba un mensaje a Alba.
Y mi madre decidió joderme el día.
-Ah, por cierto, ha llamado tu padre.
Me quedé paralizado, con el último trozo de tarta en la boca.
Tiempo atrás, después de esa reacción le había chillado a Harry que Mary era MÍA, MÍ-A.
Aquello no funcionaría en esa situación.
Miré a mi padre, pero él negó con la cabeza.
-Tienes que llamarlo, Louis.
La tomé con la tarta.
-¿Para qué? ¿Acaso se ha preocupado por mí durante los últimos...-fingí hacer cuentas mentalmente- pongamos, dieciséis años?
Aunque en realidad eran 18, pero no lo dije. Charlotte no había nacido cuando mi padre decidió desaparecer de mi vida.
Bueno, sin contar los escasos cameos que hacía en mis cumpleaños, evidentemente para aparentar.
La mano de Eri me acarició la cara interna del muslo, tranquilizándome. O excitándome, según se viera.
Sea lo que fuera lo que pretendía hacer, funcionó. De repente, cualquier cosa me parecía insignificante: su contacto era el sol que me iluminaba, el resto de las cosas, nada más que meras sombras en un día soleado.
Mi madre fingió no oír mis protestas.
-Le he dicho que lo llamarías en cuanto llegaras, pero como no ha sido así, supongo que puedes llamarlo mañana, y... no sé. Parecía... interesado en verte.
-En conocer a Eri-murmuró Lottie. Giré la cabeza y la estudié con los ojos.
-¿Qué?
-Yo contesté al teléfono. Estuvo un rato hablando conmigo, preguntándome por las demás, hasta que me preguntó si... habías llegado.
-¿Cómo? ¿Sabía que iba a venir?
-Bueno, Louis, aunque nosotros no tiremos cohetes (ya sabes cómo somos), en Doncaster las noticias vuelan. Sobre todo las noticias sobre cierto héroe que nos ha recolocado en el mapa-espetó mi madre.
-Ya he quedado. Con Stan. Mañana le presentaré a Eri, daremos una vuelta y nos pondremos al día. Tenemos mucho de qué hablar.
-Tu padre y tú más.
Suspiré, y la mano de Eri apretó mi carne.
Joder, no hagas eso, porque me voy a emocionar más. Joder, para, va en serio.
Sigue. Sigue. No te separes de mí, ni se te ocurra.
-Mañana no podré quedar, mamá.
-Pero lo vas a llamar-replicó, cortante. Me encogí de hombros, y jugueteé con un nuevo trozo de tarta. Esta cría... Mi chica había aprovechado todo el follón para intercambiarnos los platos. La miré y sonreí. Ella me devolvió la sonrisa.
-Tal vez.
-Louis. William. Tomlinson-me estremecí, aunque siempre era mejor que el nombre con el que nací. Vaya mierda de nombre-. He llamado yo después a tu padre para decirle que le llamarías. Y la mentirosa no soy yo. ¿O sí?
Alzaba la barbilla en actitud desafiante, sus ojos estaban clavados en mí, su melena caía por su espalda, dándole una pose aún más altiva.
Si no fuera mi madre, habría odiado a esa mujer.
-No-musité, agachando la cabeza. Lottie me dedicó una mirada de solidaridad. Mamá podía dar mucho miedo cuando se lo proponía, y siempre, siempre, se salía con la suya si así lo deseaba. Si lo deseaba lo suficiente.
-Muy bien. Entonces, mañana, en cuanto te levantes, llamas a tu padre.
-¿En cuanto me levante? ¿No duerme hasta tarde?
Mamá esbozó una sonrisa carnívora, mientras sus ojos estudiaban posibilidades invisibles que se desarrollaban ante ella.
-Por eso precisamente.
Tomó entre sus manos una de las de mi padre.
Y mi padre se echó a reír.

A pesar de las protestas de mi madre para que no me ayudara a fregar los platos (Eres mi invitada y te prohíbo que trabajes), al final había conseguido ayudarme.
Mientras yo enjabonaba y aclaraba los platos, Eri los secaba y los colocaba en el lugar que yo le indicaba.
Me quedé un momento mirando el agujero del fregadero, con las manos apoyadas en él. Abrazó mi cintura y me dio un beso en el hombro.
-No he sido justo contigo-musité. La miré justo a tiempo de ver su mueca de fastidio, cómo echaba el pelo hacia atrás con un único movimiento de la cabeza y cómo me devoraba con la mirada.
-¿Por qué?
-No me llevo tan bien con mi padre biológico-Porque solo eres eso, Troy: mi padre biológico-como te dije.
Ella negó con la cabeza, se puso de puntillas y me besó suavemente en los labios.
-No pasa nada-susurró, pasando sus manos por mi pelo. Apoyé la cabeza en su frente y sonreí.
Se fue deslizando poco a poco a un lado hasta colocarse detrás de mí. Sus manos seguían aferrando mi cintura, impidiendo que me escapara. Como si quisiera hacerlo.
Comenzaron a moverse verticalmente de manera lentísima. Cerré los ojos mientras las yemas de sus dedos acariciaban mis abdominales sobre la camiseta.
-¿Te acuerdas de lo que pasó la última vez que estuvimos así en una cocina?-susurró en mi oído. Gemí cuando me mordió el lóbulo de la oreja.
-¿Cómo olvidarlo?
Se echó a reír, me obligó a darme la vuelta y jugó con mi boca hasta que se hartó.
-Pero hoy no va a pasar nada, y tú me vas a decir por qué.
-Porque estamos en casa de mis padres, con mi familia, y podrían enterarse de lo que vamos a hacer.
Sus dedos se enredaron en mi pelo cuando me incliné para besarla. Disfrutamos esos momentos de intimidad como si lleváramos años sin tocarnos.
-Chico listo.
Instantes después, subimos a mi habitación. Después de que mi madre se disculpara un millón de veces porque aún no tenía lista su cama, yo le dije que no pasaba nada, que dormiría conmigo.
La cara de felicidad de Eri cuando supo eso me llenó más por dentro que el júbilo de los conciertos y los gritos de las fans.
La senté en mi cama y le dije que esperara un rato mientras les daba un beso de buenas noches a mis hermanas. Era una especie de ritual, donde las crías me contaban qué tal les había ido el día y esas cosas... cuando yo todavía era un chaval normal.
-¿Puedo coger el ordenador mientras tanto?-preguntó, señalando el monitor que había en el escritorio sorprendentemente ordenado de mi habitación.
-Claro, mujer. Estás en tu casa.
Fizzy sonrió cuando llamé a la puerta y asomé la cabeza. Me contó que había un chico que le gustaba muchísimo, que era súper atento y dulce, y que no sabía si le iba a pedir salir o algo así, porque en el parque siempre estaban tonteando y a ella le volvía loca. Tras bromear un rato con ella sobre que tal vez necesitaría conocerlo para darle el visto bueno, le di un beso en la mejilla y me dispuse a irme.
Entré en el cuarto de Lottie cuando todavía tenía la luz encendida. Ojeaba una revista, pasaba páginas de vez en cuando y asentía cuando encontraba algo que le gustara.
Dobló las piernas para permitirme sentarme a los pies de su cama. Estudió mi rostro cansado a la luz de la lámpara, con ojos críticos, mientras se toqueteaba de manera frenética el colgante que le había regalado su novio.
-Les gusta-soltó por fin, sin que viniera a cuento.
-¿Tú crees?-alcé una ceja, divertido, y ella asintió, en parte aburrida, y convencida.
-Sinceramente, firmarían ahora mismo que fuera ella la que... "perpetuara el linaje"-dibujó unas comillas en el aire y puso una voz más grave, como la de papá.
Me eché a reír.
-Me alegra saberlo.
-A todos nos gusta, en realidad. Es como tú. Solo que guapa. Y soportable-me sacó la lengua y yo me reí con más fuerza.
-Yo también te quiero, Lottie.
Ella emitió un suave "ooooouch", se inclinó hacia mí, me besó en la mejilla y me estrechó entre sus brazos.
-No les hagas esto a las peques-me susurró al oído-. Te echan mucho de menos, las que más. Deberías verlas con el ordenador, viendo todos los vídeos de la banda. Son tan monas-suspiró, asintió con la cabeza y volvió a enfrascarse en su tarea de selección de artículos buenos de la revista.
Entré en la habitación de las gemelas sin llamar siquiera. La puerta estaba entreabierta, y las lámparas de noche de sus mesillas, encendidas.
-¡Louis!
Les sonreí y me llevé el índice a los labios para que no gritaran tanto.
Me agaché entre las dos camas y las miré.
-Bueno, chicas, ¿qué tal todo?
Empezaron a contarme cosas de su día, de que Charlotte las había llevado a la piscina y que se lo habían pasado muy bien, que luego habían visto una peli con Fizzy, que mamá casi las castiga por dejar entrar a Ted en casa... lo de siempre de mis hermanas pequeñas.
-Nos ha caído bien Eri-comentó Daisy, y Phoebe asintió.
-Me alegro, pequeñas. De verdad. Me encanta que os parezca maja.
-¿Cuándo os vais a casar?
Phoebe me miró con ojos como platos. Los mismos ojos que veía Eri cuando me miraba a mí.
-Eh...
Oh, joder, no me podían estar preguntando aquello. ¿De verdad me estaban preguntando aquello?
Aunque tampoco era tan descabellado que nos casáramos. Pero era pronto para pensarlo, ¿no?
-No sé, la verdad es que estamos empezando, y...
-¡Quiero que mi vestido sea púrpura!-bramó Phoebe.
-¡Y el mío!-añadió Daisy.
Alcé las manos.
-¡Vale, vale! Llevad el vestido que os dé la gana.
Les di un beso en la frente antes de que decidieran ponerse a planificar los hijos que iba a tener.
-¿Podemos planificar tu boda?
O planificar mi boda.
-Haced lo que queráis.
Se pusieron a aplaudir, eufóricas.
-¡Habrá muchos unicornios!
-¡Y hadas!
-¡Eri llegará en una calabaza blanca!
Fue ahí más o menos cuando decidí que tenía que escapar de aquella habitación.
Pero cuando llegué a la puerta, cuando estaba abriendo el pomo y ya pasando por ella, dijeron algo que me detuvieron en seco.
-¿Cuándo vais a tener hijos, Louis?
Una  parte de mí se sentó al lado de ellas y les explicó que, aunque me apetecía salvajemente (necesitaba, en realidad) acostarme de una (puta) vez con ella, ella había decidido (joderme y) esperar. Una parte de mí les contó con pelos y señales las posturas que me encantaría probar con ella, lo loco que me volvía cuando gemía en mi oído, cómo me acariciaba, cómo me miraba algunas veces.
La misma parte que había gritado NO-protestó Jimmy.
La misma parte que había llamado a una paloma Kevin, y que la había metido en un video diario.
Vale, no.
Más bien, mi parte cabrona.
Mi lado oscuro.
-Eso háblalo con ella-me limité a decir, apagué la luz del techo (las lamparitas ya estaban apagadas) y cerré la puerta suavemente.
Me encaminé a la habitación de mis padres, pero no entré. Me quedé en la puerta mientras mi padre se metía en la cama y mi madre se ponía el pijama, escondida entre las puertas del armario (para que su hijo no la viera y así excitar más a su marido).
-Me voy a la cama.
Desgraciadamente para mí y afortunadamente para vosotros, solo a dormir, casi grité.
Mamá asomó su cabeza por detrás del armario.
-Que descanses, cariño-se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. Le sonreí.
-Lo mismo digo-contesté, y me dispuse a marcharme cuando mi padre me llamó.
-¿Louis?
Apreté los dedos contra el pomo de la puerta, nervioso, pero me giré y estudié los rasgos de mi padre.
El hombre que me crió, al que me parecía en bien poco.
Al menos,  físicamente.
Porque el carácter era el suyo.
-¿Sí?
Miró un momento a mi madre y luego paseó sus ojos hasta mí.
-¿Cuánto tiempo lleváis saliendo?
-Casi un mes. ¿Por qué?-su cara de asombro me dejó helado.
-Bueno, se os ve tan...-le lanzó una mirada suplicante a mamá, que terminó la frase por él.
-Compenetrados, que creíamos que... bueno...
-¿Que llevábamos un año o algo así?-me eché a reír-. Sabéis que os lo diría, ¿no? ¿Cómo voy a estar con una chica un año sin mencionároslo?
Mis padres se encogieron de hombros, señal que yo interpreté como un "puedes irte".
Eri se giró un momento para ver cómo me tiraba encima de la cama. Los chicos y Alba me saludaron desde el chat en el que se encontraban.
-Hola, gente-repliqué suspirando-.¿Y Noemí?
-Está en Cantabria-informó Alba, con su fuerte acento extranjero. Le sentaba bien, no me la imaginaba con el acento londinense pijo de Noe, o peor, de fulana Californiana de Eri-. Solo tiene la BlackBerry, así que no puede hacer videoconferencia, ni nada de esto.
Asentí.
-Voy a dormir así-les comenté, mirando al techo. Niall se echó a reír.
-¿No te harán daño los vaqueros?
-Estoy demasiado cansado como para cambiarme de ropa.
-Nosotros nos vamos a la cama, entonces. Que descanséis. Buenas noches-murmuró en su lengua, Alba y Niall repitieron lo mismo, y se desconectó.
Se sentó a mi lado en la cama y me acunó la cabeza, acariciándome el pelo con los dedos.
-¿Cansado?
-Bastante.
Asintió lentamente, sopesando las ideas que tenía en la cabeza. Alcé la vista y la miré.
-¿En qué piensas?
-En una manera de hacer que te pongas el pijama.
-Lady Llevoenlahabitacióndeminoviomediahoraynomehadadolaganadeponermeelpijama se ha pronunciado-asentí, convencido. Se echó a reír.
-Bobo.
Iba a replicar, cuando se inclinó hacia mí y comenzó a besarme. Me obligó a levantarme, se sentó a horcajadas sobre mis piernas y continuó jugando con mi boca.
Cuando se puso a quitarme la camiseta, saqué fuerzas de donde no las tenía para ayudarla.
Porque en realidad yo también me moría por acostarme con ella, y ella conmigo, solo que había tardado tiempo en verlo.
Le quité la cazadora vaquera y la tiré al suelo, luego hice lo mismo con su camiseta. Ella se rió, lamió mi oreja y comenzó a tirar de mi cinturón.
Nos desnudamos en tiempo récord, eso es algo que no hace falta decir. Me tumbó sobre la cama y besó mi pecho, sin detenerse un instante a coger aire, simplemente besos, besos y más besos. Acarició mis abdominales y mis piernas, excitándome más y más con cada vez que me tocaba. Suspiré cuando su lengua se detuvo un instante más de lo necesario en mis pezones. No era justo, aquello no era justo.
Cuando quise darme cuenta, solo llevaba los bóxers puestos, y trataba desesperadamente de quitarle el sostén.
Entonces ella decidió que sí que haría falta esperar un poco.
-Vístete, anda-susurró, pasándome el pijama.
Entonces lo entendí.
-Espera, ¿lo de antes...?
-Te estabas lanzando mucho, Lou, ¿no te parece? ¿En casa de tus padres? Por favor, Louis-puso los ojos en blanco, y yo no supe si reírme o cabrearme.
Decidí reírme.
-Eres mala conmigo.
Se encogió de hombros e intentó irse, pero yo la cogí de la muñeca y la coloqué sobre mí otra vez. En el mismo sitio, para que notara lo duro que me había puesto.
Cuánto la deseaba.
Cuánto necesitaba hacerla mía.
Le mordí el labio inferior mientras ella estallaba en carcajadas.
Me encantaba cómo era capaz de volverme loco sin pretenderlo, de hacer que pediera el control de mí mismo y manejarme ella. De sentir más placer que cuando me había acostado con las demás, sin necesidad de quitarle la ropa.
De desear devorar su boca aunque estuviéramos rodeados de gente, de mi familia.
Nos pusimos el pijama y nos metimos bajo las sábanas. Consulté el reloj de la mesilla de noche y gruñí; era demasiado temprano.
Ella también lo miró, se acarició un ratito las piernas (yo la ayudé, cómo no, para algo soy un caballero inglés que ayuda a las damas en todo cuanto está en su mano), y fue a por su libro.
Me acurruqué a su lado y le pedí que me leyera un rato en voz alta.
Arrullado por su voz dulce (y por cuatro o cinco NO Jimmy protested que soltó en momentos inesperados), me dormí.

No recordaba nada de lo que había soñado, pero por mi piel sudorosa y el calor que sentía supe que había sido una pesadilla, un sueño que no me había gustado nada. Me alegré de no recordar nada.
La luz estaba apagada, el libro de Eri, con la foto de Zac Efron y Taylor Schilling en la portada (se había quejado de que no hubieran traducido The Lucky One textualmente, si no que le hubieran cambiado el nombre) descansaba en la mesita.
Sus dedos corretearon por mi mejilla, y yo di un brinco. Creía que estaba dormida.
-¿Estás bien?
Negué con la cabeza en la oscuridad de la noche.
-Tengo calor. ¿Te importa si  me...?
-¿desnudo? Oh, no, qué va. Porque, a ver, ¿quién eres, Lou? ¿Quién eres? ¿Podrías decírmelo?
-Louis Tomlinson, de One Direction.
-Con que me hubieras dicho que eres mi novio me bastaba, pero eso también me vale. Desnúdate toooooooodo lo que quieras, mi amor, ¿vale?
Sonreí en la oscuridad.
-Me encanta cuando me llamas mi amor, nena.
-Y a mí cuando me llamas nena, mi amor-me devolvió la sonrisa y se inclinó para besarme.
Me quité la camiseta y, tras mucho pensarlo, también los pantalones. Al fin y al cabo, ya me había visto en ropa interior, no era nada nuevo para ella.
Sin embargo, decidió sorprenderme cuando ella también se desnudó, cogió mi camsieta y se la puso por encima. Al ver que la estaba mirando, se encogió de hombros.
-¿Qué? Calvin Klein dijo una vez que no hay nada más sexy que una chica vestida solo con la camiseta de su novio.
-Entonces dile a Calvin Klein que le quiero.
Se echó a reír, su pelo se deslizó por sus hombros hasta colgar por su espalda.
-Se lo diré. Buenas noches, mi amor-posó sus labios sobre los míos y se tumbó en la cama. Me eché a su lado y le pasé un brazo por la cintura.
Su cabeza se apretó contra mi pecho.
-Buenas noches, nena.
Y nos dormimos así, abrazados.

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